El término contextualización no es universalmente aceptado. En círculos evangélicos sigue siendo un tanto sospechoso a causa de sus supuestas insinuaciones liberales y sociopolíticas, y por otras razones muy diversas.[1]

            Muchos misiólogos católicos romanos hablarían, más bien, de inculturación, mientras que muchos protestantes conservadores prefieren el término indigenización.

            La palabra contextualización fue introducida primero en 1972 en un informe del Tercer Mandato del Fondo de Educación Teológica, agencia del Concilio Mundial de Iglesias. Si bien el término indigenización fue visto como un concepto más bien estático, la expresión contextualización fue acuñada para indicar una relación más dinámica con las culturas, sugiriendo que éstas están en un flujo constante, lo cual requiere un proceso ininterrumpido para relacionarse con ellas.[2]

La contextualización es bíblica

            La revelación bíblica fue dada dentro de un determinado contexto histórico. Los estudiosos están conscientes del paralelismo que existe entre el Antiguo Testamento y ciertos aspectos de otras culturas. El hecho de que a Israel se le permitiera compartir muchos de los elementos y formas de otras culturas sugiere que el significado más profundo de sus ritos, ceremonias, diseños arquitectónicos, etc., es primario; mientras que la forma, si no es accidental, es de importancia secundaria.

            Las señales de contextualización también son claras en el Nuevo Testamento. Los eventos que ocurrieron en Palestina pronto fueron informados en una audiencia no judía, y su significado fue explicado en términos griegos. Pablo luchó deliberadamente por la contextualización. El no pidió a sus oyentes no judíos que llegaran a ser como él. Él dice: “A todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Cor. 9:22).

            ¿Y no demuestra la encamación misma que la contextualización es esencial para los métodos de comunicación de Dios? Cristo se hizo hombre. Participó totalmente de la cultura donde decidió nacer. “Es algo realmente asombroso que el Dios de todo el universo eligiera nuestra tierra, nuestro estilo de vida, nuestro idioma, nuestro marco total de referencia y no el suyo como el contexto dentro del cual interactuar con nosotros”[3]

            La Biblia no deja dudas acerca de la estrategia de comunicación de Dios. Su interés no es simplemente imponer una cantidad de proposiciones, sino más bien establecer una relación con los seres humanos. Él se acerca a nosotros para producir una respuesta sobre la cual basar toda la relación. Él quiere ser comprendido. De allí que decidiera hacerse uno de nosotros y amamos donde estamos.

            “Amar”, declara Kraft, “es buscar lo mejor para el recipiente a cualquier costo para la fuente. Amar comunicativamente es ponerse uno mismo bajo cualquier inconveniente para asegurar que el receptor entienda”.[4] Los dirigentes de la iglesia olvidan con demasiada frecuencia este principio y exigen que las personas a quienes intentan alcanzar aprendan su lenguaje y sus costumbres, aprecien su tipo de música, vengan a sus lugares de adoración en sus horarios señalados, y se asocien con su gente.

            En los días de Elena de White la contextualización no había emergido en su forma actual. Sin embargo, ella afirmó repetidamente la necesidad de adaptarse culturalmente a la obra misionera. Dos declaraciones suyas bastarán:

            “Los siervos de Cristo debieran acomodarse a las variadas condiciones de la gente. No pueden llevar a cabo reglas exactas si han de hacerle frente a los casos de todos. El trabajo tiene que ser variado para encontrar a la gente donde está”[5]

            “La gente de cada país tiene sus propias características peculiares y distintivas y es necesario que los hombres sepan adaptarse a las ideas peculiares de los habitantes e introducir de tal manera la verdad que puedan hacerles bien. Deben ser capaces de comprender sus necesidades y hacerles frente”[6]

La contextualización es indispensable

            ¡Debemos apreciar la diversidad cultural en el mundo como un don de Dios y no verla como un problema que debe resolverse! “En un mundo globalizado, ninguna expresión particular de la iglesia tiene el privilegio de encerrar el evangelio dentro de una expresión cultural, y llamarlo misión bíblica”.[7]

            La historia de la iglesia está llena de ejemplos de sinceros, y a menudo exitosos, intentos de contextualización. Donde hubo descuido, el desastre fue muchas veces el triste resultado. Un buen ejemplo es la historia primitiva del catolicismo a lo largo de la Costa Occidental de África, en particular en el Reino del Congo del Siglo XVI. Los éxitos del principio no fueron sostenidos, el cristianismo no fue indigenizado; siguió siendo un elemento extranjero y casi desapareció totalmente hasta que hubo un nuevo comienzo en el siglo XIX.[8]

            El reciente y explosivo crecimiento de iglesias independientes en África debe, al menos en parte, comprenderse como un intento de hacer “relevante el cristianismo a la totalidad de la experiencia vital del África”, y como un rechazo de las formas no contextualizadas del cristianismo.[9]

            Desde el año 1800 más o menos, la creencia de la mayoría de los misioneros en la superioridad de la cultura occidental los llevó a disminuir el énfasis en la necesidad de adaptación. Se ha dado en llamar al período de 1800 – 1950 la era de la no contextualización[10] En las últimas décadas, sin embargo, la situación ha cambiado dramáticamente, aun cuando todavía falta mucho por hacer. Esto es particularmente cierto para muchas organizaciones misioneras evangélicas que continúan operando como si la cultura del misionero fuera “buena”, “avanzada”, y normativa; mientras que otras culturas son “malas”, retrasadas”, y “distorsionadas”.[11]

Los adventistas y la contextualización

            Los pioneros adventistas describieron su mensaje como Verdad Presente; es decir, verdad dada para un tiempo en particular y relevante para la gente en un contexto histórico específico. “En algunas áreas del mundo esa situación particular prevalece… En otras, sin embargo, se han desarrollado diferentes situaciones, y han emergido nuevos contextos en los cuales el mismo mensaje en su forma tradicional tiene menos atractivo. Todavía es la verdad, pero no “verdad presente”; es decir, no relevante para los más íntimos anhelos y las más urgentes necesidades de la gente”.[12]

            Los adventistas, en gran medida, han compartido (y continúan compartiendo) el enfoque evangélico de las misiones, que lamentablemente es, con mucha frecuencia, etnocéntrico, o más específicamente, norteamericano. El esfuerzo misionero adventista deberá tomar más en serio la contextualización de lo que lo ha hecho en el pasado, si quiere tener más éxito en los campos difíciles y si quiere asegurarse de que los creyentes de los países no occidentales sientan propia y encuentren relevante a su iglesia.[13]

Contextualización: difícil, pero no imposible

            Contextualización es, de hecho, traducción. Los conceptos expresados en palabras particulares, símbolos, ritos, etc., primero en la cultura de la Biblia, y segundo en la cultura del misionero, deben ser traducidos como un equivalente dinámico en la cultura de la persona evangelizada. Las palabras tienen diferentes significados y connotaciones en las diversas culturas. En Nigeria sólo los muy jóvenes y los insanos cuidan ovejas. Pintar a Cristo como el Buen Pastor puede enviar un mensaje erróneo. Los Sawis de Papua Nueva Guinea admiran la traición, hecho que debe tomarse en cuenta cuando se hable acerca de Judas. El dragón es un símbolo muy positivo en el mundo chino a diferencia de lo que es en el mundo occidental. Y podrían mencionarse muchos otros ejemplos.

            Habiendo declarado que la contextualización requiere una traducción de palabras y costumbres, deberíamos añadir inmediatamente una palabra de advertencia. Todas las culturas son imperfectas, y algunas son hasta hostiles a la esencia del cristianismo. Sí, el evangelio debe ser contextualizado, pero también debe seguir siendo profético; debe seguir enjuiciando lo malo de la cultura del recipiente del mensaje.[14] Sólo puede incluir en su servicio aquellos temas, valores, instituciones y patrones de comportamiento que sean compatibles o que armonicen con la voluntad de Dios.

            La contextualización va más allá de una traducción culturalmente sensible de la Biblia. Tiene una enorme influencia sobre las formas de adoración, ritos y ceremonias. Afecta grandemente la teología. La mayor parte de la teología, especialmente la adventista, es decididamente occidental. La forma occidental de pensar acerca de la fe cristiana y las declaraciones doctrinales de la iglesia traicionan a una forma de pensar griega más que bíblica. Si en la construcción de la teología occidental permitimos que un marco griego obre, ¿por qué habríamos de ver con sospecha que otros hagan teología dentro del marco de otras culturas?

            Este aspecto adquiere nuevo significado cuando pensamos en el cristianismo y su encuentro con otras religiones. Por ejemplo, mucha de la terminología cristiana es inaceptable para los musulmanes. En un enfoque contextualizado de la Biblia y la tarea misionera, estos términos no son sacrosantos y debiera aceptarse el desafío de encontrar formas y símbolos que sirvan como vehículos más aceptables para la verdad que necesita presentarse.[15]

            La contextualización demanda gran cuidado. Existe siempre el peligro del sincretismo, que ocurre cuando los elementos básicos del evangelio se pierden y son reemplazados por elementos religiosos de la cultura recipiente. La contextualización debe ser siempre contextualización crítica.

Contextualización: salvaguardar los principios

            Jon Dybdahl hace una lista de seis principios que pueden guiamos para salvaguardar la contextualización del sincretismo.[16]

  1. Mantener estrecha conexión con las Escrituras.
  2. Orar pidiendo la dirección divina y confiar en ella.
  3. Comprobar nuestros motivos y actitudes. ¿Estamos tratando de dar el evangelio tan claramente como sea posible, o estamos meramente siguiendo una moda misiológica?
  4. Consultar a la comunidad de los creyentes. La iglesia es una entidad corporativa; hay sabiduría en escuchar lo que el Espíritu dice a todo el cuerpo. Los creyentes de la cultura recipiente debieran dirigir en el proceso de contextualización. Pero deben también, por otra parte, estar dispuestos a aprender de la historia de la iglesia y de la iglesia contemporánea en otros lugares. El peligro del sincretismo se reducirá grandemente si muchas mentes que oran y piensan colaboran.
  5. Comprender que, con el tiempo, la verdad siempre sale a la superficie. Las decisiones equivocadas pueden rectificarse si permitimos obrar al Espíritu.
  6. Mantener el interés por los débiles. El principio paulino de 1 Corintios 9 todavía es válido. Deben considerarse las opiniones y sentimientos de los hermanos y hermanas que tienen temores y dudas acerca del ejercicio de la contextualización.

            Siendo que está arraigado en el ejemplo del Señor, que entró a una cultura totalmente ajena y comunicó su verdad dentro de ese contexto extranjero, la contextualización crítica no es una opción, sino un imperativo. La contextualización no se puede realizar sin riesgos: somos imperfectos y estamos expuestos a cometer errores, pero una negativa a contextualizar tendría consecuencias aún mayores. Es casi seguro que en el inmediato futuro se reducirá nuestro éxito evangelístico, pero a largo plazo se corre el grave peligro de que la iglesia, en los países no occidentales, siga siendo una institución occidental en la cual los creyentes nunca se sentirán realmente en casa.

Sobre el autor: Ph.D., es secretario de la División Transeuropea, St. Albans, Hertsfordshire, Inglaterra.


Referencias:

[1] Donald K. Jacobs, “Contextualization in Mission”, en James M. Phillips y Robert T. Coot, eds. Tbwards the 21st Century in Christian Mission (Grand Rapids. Mích.: Wm. B. Eerdmans Pub. Co., 1993), pág. 238.

[2] Tile Tiénou, “Forming Indigenous Theologies”, en Phillips y Coot, pág. 247.

[3] Charles H. Kraft, Communication Theory for Christian Witness (Maryknoll, N. Y.: Orbis Books, 1991), pág. 14.

[4] Ibíd.

[5] Elena G. de White, Testimonies for the Church (Mountain View, Ca.: Pacific Press Pub. Assn., 1948), tomo 2, pág. 673.

[6] _______________, Testimonios para los ministros, pág. 213.

[7] Craig Van Gelder, “Finding the Boundaries”: “The Challenge of the Revisioning the Church in North America for The Twenty-First Century”, Missiology 22, No. 3 (julio 1994): 321.

[8] Herbert Kane, A Concise History of the Christian World Mission (Grand Rapids: Baker Books House, 199D, págs. 69,70.

[9] Peter B. Clarke, West Africa and Cbristianity (Londres: Edward Amold Publishers, 1986), pág. 163.

[10] Paul G. Hiebert, “Critical Contextualization”, Intemational Bulletin of Missionary Research, julio, 1987, pág. 104.

[11] Id., pág 106.

[12] Gottfried Oosterwal, “The Seventh-day Adventist Church in the World Today”, en G. Oosterwal et al., eds., Servants for Cbrist: The Adventist Church Facing the ’80 (Berrien Springs, Mich.: Andrews University Press, 1980), págs. 12,13.

[13] Es muy interesante saber que Elena de White advirtió contra la duplicación de los métodos norteamericanos en los campos misioneros. En Notas biográficas de Elena G de White (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1981) ella escribió acerca del Colegio de Avondale en Australia: “Dios se ha propuesto que este lugar llegue a ser un centro, una lección objetiva. Nuestra escuela no ha de establecerse de acuerdo con el modelo de cualquier otra escuela que haya sido fundada en los Estados Unidos” (pág. 409). Mientras estaba en Europa hizo la siguiente observación: “Se me ha mostrado que necesitamos movemos con la mayor sabiduría, para que no creemos prejuicios en ningún caso, dando la impresión que los norteamericanos se sienten superiores a los pueblos de otras naciones” {Manuscript Releases, tomo 8, pág. 106).

[14] Hiebert, pág. 109.

[15] Véase Phil Pashall, New Paths in Muslim Evangelism: Evangelical Approaches to Contextualization (Grand Rapids: Baker Book House, 1992).

[16] Jon Dybdahl, “Crosscultural Adaptation: How to Contextualize the Cospel”, Mmistry, noviembre de 1992, pág. 16.