Visión, misión y objetivos de la mayordomía cristiana

¿Cuál es el objetivo del Ministerio de la Mayordomía Cristiana? ¿Cuál resultado es más valorado en este importante ministerio de la iglesia? La respuesta a estas preguntas cruciales dependerá de lo que entendemos como la visión y la misión del departamento.

Visión

Se dice que en una ocasión alguien preguntó a Miguel Ángel qué es lo que estaba esculpiendo en un bloque de granito. “Un caballo”, respondió él. “Pero ¿cómo puedes esculpir un caballo a partir de un bloque de granito?”, preguntó con asombro la persona. “Es fácil”, afirmó Miguel Ángel. “Mi tarea es simplemente quitar del bloque lo que no es un caballo”. Increíblemente, el artista fue capaz de visualizar un caballo dentro de aquel bloque de granito, y fue esta visión lo que le permitió quitar todo lo que no fuera pertinente para el caballo. Tener una visión fue, por lo tanto, un punto crucial para que el escultor estableciera su estrategia de trabajo y definiera la forma del resultado.

En el Ministerio de la Mayordomía Cristiana también es extremadamente importante que tengamos una visión clara de lo que esperamos como resultado de nuestro trabajo. ¿Qué es lo que queremos realmente? ¿Mantener los cofres de la iglesia llenos de dinero o llevar a las personas a temer a Dios y darle gloria, “porque ha llegado la hora de su juicio” (Apoc. 14:7)? La respuesta a esta pregunta es lo que determinará la estrategia que deberá ser adoptada.

Una visión apropiada para el Ministerio de la Mayordomía Cristiana solo será desarrollada cuando se comprenda qué es la mayordomía cristiana. Una definición interesante dice que la “mayordomía es el manejo de aquello que pertenece a otro”.[1] Es decir, lo que pertenece a Dios, el Dueño de todas las cosas (Sal. 24:1-3; 1 Cor. 10:26).

Los seres humanos fueron designados en la Creación como mayordomos de los bienes de Dios (incluyéndose ellos mismos), y cualquier “persona puede [elegir] ser un buen o un mal mayordomo”.[2] Solo pueden encontrarse la verdadera felicidad y el significado de la vida por medio del manejo adecuado de sí mismos y de los ambientes sociales y materiales, de acuerdo con las especificaciones de Dios. Pero ¿cómo gestionar la vida propia y todo lo que la rodea?

Jesús declaró un principio clave de la mayordomía que, si se practica, colocará todo en la perspectiva correcta. Él dice: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mat. 6:33). Esa es la declaración de visión del Ministerio de Mayordomía: “Personas poniendo a Dios en primer lugar”. Solo puede obtenerse el verdadero éxito en todas las áreas de la vida si se practica ese principio.

Satanás lo sabe. Por este motivo, su objetivo siempre es “interesar a los hombres en primer término en sí mismos”,[3] en lugar de en Dios. Este tipo de mentalidad “ha llenado al mundo de miseria y lucha”,[4] convirtiéndose en la principal razón para los problemas ambientales y económicos, fracasos matrimoniales y el colapso de las relaciones sociales. Aun así, la humanidad insiste en instalar el yo en primer lugar.

Hace algún tiempo, vi en El Cairo, capital de Egipto, una enorme placa en una ruta muy transitada, que decía “Colocándolo a usted en primer lugar”. Esta frase resume bien la mentalidad egoísta que permea el mundo y se opone a Dios, y consecuentemente, a la felicidad y el éxito. “El egoísmo”, escribió Elena de White, “es la esencia de la depravación, y debido a que los seres humanos han cedido a su poder […] las naciones, las familias y los individuos están deseosos de convertirse ellos mismos en la figura central”.[5]

Si Satanás pretende “llevar a los hombres a poner el yo en primer lugar” y llenar “el mundo de miseria y luchas”, nosotros somos llamados para asociarnos con Dios en la tarea de desenmascarar la obra del Enemigo. No son solo los miembros de la iglesia quienes son invitados a dar a Dios el primer lugar, sino también “toda nación y tribu, lengua y pueblo” son llamados a temer a Dios y darle gloria (Apoc. 14:6, 7), reconociéndolo como el Señor de todo.

La visión de “personas colocando a Dios en primer lugar” es más amplia que el alcance de un único departamento, por lo que la Iglesia Adventista creó muchos ministerios o departamentos, como los de Educación, Escuela Sabática, Ministerio Personal, Salud, Ministerio de la Familia y Ministerio de la Mujer –por mencionar solo a algunos–, donde todos hacen su parte para estimular a las personas a adoptar principios generales de mayordomía.

Misión

Nuestra declaración de misión tiene que ver con la contribución específica del Ministerio de Mayordomía Cristiana a una visión abarcadora de “Dios en primer lugar”, que también deben cumplir todos los demás departamentos de la iglesia. “Invitar a las personas a confiar en Dios como el Dueño y Proveedor de todo y, por medio de donaciones regulares y sistemáticas, ser sus asociados en la misión final”.

Existen algunos elementos clave en esta declaración de misión. Primero, el Ministerio de la Mayordomía Cristiana no tiene como único objetivo invitar a las personas a donar, sino a confiar en Dios, como el Dueño y Proveedor de todo.

El segundo punto que debemos destacar habla acerca de ser socios con Dios y actuar como instrumentos suyos en la Tierra. Esa relación –que el Señor propone e incluye privilegios y responsabilidades– abarca también nuestras finanzas (Prov. 3:9, 10; Mal. 3:10; 1 Cor. 3:9; 16:2). En consonancia con estos versículos bíblicos, Elena de White escribió: “Dios ha establecido un pacto especial con los hombres, según el cual, si estos apartan regularmente la porción destinada a promover el Reino de Cristo, el Señor los bendice abundantemente, a tal punto que no tendrán lugar para recibir sus dones”.[6] Y agregó: “Y si los hombres están dispuestos a convertirse en conductos a través de los cuales las bendiciones del Cielo puedan fluir hacia otros, el Señor mantendrá esos canales provistos”.[7]

El énfasis más importante en la declaración de misión está en el hecho de que se invita a las personas a ejercitar su confianza en Dios, principalmente por medio de donaciones regulares y sistemáticas. ¿Por qué tanto énfasis en donaciones regulares y sistemáticas? ¿Por qué no sugerir simplemente que las personas den según lo que hayan propuesto en su corazón?

Aunque el corazón puede ser impresionado por Dios en muchas circunstancias, las impresiones, por sí solas, no debieran ser el único criterio para tomar decisiones. Quienes confían demasiado en sus sentimientos, que siempre permiten que sus impresiones o inclinaciones comanden sus acciones, frecuentemente ignoran que el corazón es naturalmente egoísta y “engañoso […] más que todas las cosas” (Jer. 17:9). Elena de White afirmó: “El egoísmo es el impulso humano más poderoso y más generalizado. […] Al dar nuestro trabajo y nuestros dones a la causa de Dios, es peligroso dejarse controlar por los sentimientos o el impulso”.[8]

Por lo tanto, en vez de actuar solamente de acuerdo con los sentimientos, Dios nos alienta a “actuar dirigidos por principios fijos siguiendo el ejemplo de abnegación y sacrificio dado por el Salvador”.[9] Al mismo tiempo, necesitamos orar por una transformación del corazón, la que se produce cuando el Espíritu Santo habita en nosotros (Eze. 36:26, 27). Solamente así el corazón se inclinará a hacer lo correcto. Mientras tanto, “la causa de la liberalidad no dependería más de los donativos inciertos hechos por impulso y que varían de acuerdo con los sentimientos de los hombres”.[10]

Dado que nuestras “posesiones son portadoras de afectos”,[11] Dios nos incentiva a colocar nuestros recursos regular y sistemáticamente a donde queremos que nuestro corazón esté (Mat. 6:21). Y ¿cuál debe ser la regularidad y el sistema con el que damos el diezmo y las ofrendas? La regularidad está determinada por la recepción de un ingreso, en cuanto el sistema primario de donaciones –válido también para las ofrendas– presupone una proporcionalidad respecto de la renta basada en un porcentaje (Deut. 16:17; 1 Cor. 16:2; 2 Cor. 8:12). Este tipo de donación regular y sistemática se llama “pacto”, y quienes adhieren a este sistema son llamados “pactantes”.

En un cambio de paradigma, Dios ahora se vuelve el centro de la donación y los pactantes dejar de ser “dominados por el sentimiento o por el impulso”, pues saben que eso sería peligroso. Ya no donan como los filántropos, que cuando quieren donar la intención es ayudar, patrocinar o apoyar a algo o alguien. Tampoco ansían reconocimiento humano después de haber donado. Ellos dan como respuesta a las bendiciones de Dios, y no por la expectativa de recibirlas.

Objetivos

¿Cómo saber si estamos teniendo éxito en nuestra invitación para que las personas confíen en Dios y se asocien a él en su misión final por medio de donativos regulares y sistemáticos? ¿Cómo verificar nuestro progreso? ¿Debemos considerar el aumento del valor de los diezmos y las ofrendas de una iglesia o campo como un indicador de mayor confianza en Dios por parte de sus miembros? De ninguna manera.

El aumento de la recepción de diezmos y ofrendas no es necesariamente un indicador del crecimiento espiritual de una congregación, ya que ese aumento puede ser apenas el reflejo de la bendición recibida por una sola persona de aquella congregación o campo. Y, como nuestra declaración de misión está dirigida al crecimiento espiritual en vez de al crecimiento financiero, debemos contar no el dinero, sino la participación de las personas. Es decir, la proporción de miembros que participan con donativos regulares y sistemáticos. Como dice el refrán: “Contamos lo que valoramos y valoramos lo que contamos”. Por esto, nuestro objetivo es: “Al inicio de cada año, un aumento del 2 % en el número de miembros de la iglesia local que participa con sus diezmos y ofrendas regulares y sistemáticas”.

Así, la cuestión más importante que un pastor deberá tener en cuenta es: ¿Cuál es la proporción del total de miembros que está actualmente devolviendo los diezmos y las ofrendas regular y sistemáticamente? Esa proporción de pactantes ¿está creciendo o disminuyendo? Estas preguntas necesitan responderse detalladamente y los datos deben ser accesibles para que, a su vez, se elaboren planes. En caso contrario, la visión de “personas poniendo a Dios en primer lugar” nunca se cumplirá.

Cuando un pastor prioriza la participación de las personas en el proceso de la fidelidad, demuestra que desea más que simplemente promover un aumento en las finanzas de la iglesia, por más importante que eso sea para el cumplimiento de la gran comisión de Cristo. Él quiere ver a más personas que conozcan a Dios de manera más íntima, confiando en él, aprendiendo a vivir por fe y, finalmente, viviendo en el Cielo después de la segunda venida de Jesús. ¿Tú también deseas eso? Entonces, di: ¡Ven, Señor Jesús!

Sobre el autor: director de Mayordomía Cristiana de la Asociación General.


Referencias

[1] Mel Rees, Basic Stewardship Manual (Singapur: General Conference of SDA, Far Eastern Division, Department of Church Ministries, 1990), p. 7.

[2] Ibid.

[3] Elena de White, Consejos sobre mayordomía cristiana (Florida: ACES, 2013), p. 27.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

[6] Ibíd., p. 80.

[7] Ibíd., p. 40.

[8] Ibíd., p. 28.

[9] Ibid.

[10] Ibíd., p. 200.

[11] Marcos F. Bomfim, “Nurture and Heart Retention”, Dynamic Steward 22 (2019), p. 16.