Gracias a la tarea de la proclamación de la verdad, son muchas las personas que aceptan el mensaje del evangelio, y a Jesucristo como Señor y Salvador personal. Son muchos los que, convencidos de sus debilidades, creen en el poder de la Palabra de Dios para librarlos de la culpa, obtener el perdón y lograr la fuerza espiritual necesaria para decirle no al pecado y abandonar prácticas contrarias a la voluntad del Señor.

Se pueden identificar tres objetivos cuando la iglesia cumple su misión: administrar, evangelizar y conservar.

La administración implica diagnosticar, planificar, organizar, elaborar estrategias, fijarse objetivos y metas. Son tareas importantes que no se pueden olvidar cuando nos dedicamos a la misión.

Evangelizar es presentar la verdad del evangelio al mundo, con el fin de conquistar personas para Dios. No podemos postergar esa labor sin volvemos infieles a la gran comisión de Jesucristo.

Conservar, por su parte, significa implantar en los nuevos creyentes un estilo de vida cristiano, que los vuelva semejantes a Cristo. Es una tarea vital para la iglesia, mediante la cual le demuestra al mundo que el evangelio es poder para la salvación de todo aquél que cree (Rom. 1:16).

La ejecución de esta obra implica algunos aspectos que abordaremos en este artículo.

Alimento espiritual

Las iglesias que tienen un alto índice de crecimiento manifiestan un grado igualmente elevado de conocimiento de la Palabra de Dios, de las doctrinas fundamentales, y disfrutan de un alimento espiritual saludable.

Alimentar espiritualmente a la congregación es responsabilidad prioritaria de algunas personas elegidas con este fin: pastores, predicadores voluntarios y maestros de Escuela Sabática. Cuando pensamos en la conservación de los miembros necesitamos poner énfasis en la debida importancia de esa tarea vital, a saber, proporcionar el alimento espiritual. Ninguna iglesia que tome en serio su misión puede darse el lujo de cederle el púlpito a gente inexperta, neófitos o que no sientan la elevada responsabilidad que implica alimentar al pueblo de Dios.

La Iglesia Adventista ha hecho provisión para suplir esa necesidad. Uno de esos factores es la Escuela Sabática. Sobre los líderes e instructores de este sector reposa la tarea de conservar a los miembros mediante el buen alimento espiritual que ofrece el estudio sistemático de la Biblia.

Las visitas

“Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la Palabra del Señor, para ver cómo están” (Hech. 15:36).

La predicación desde el púlpito invita a la gente a venir a Cristo. Pero el contacto personal contribuye en gran medida para que se tomen grandes decisiones en favor de la verdad. Las visitas son el complemento de la predicación. Brindan la oportunidad de dialogar, y ayudan a fortalecer la fe del hermano necesitado, satisfacer sus anhelos, transmitirle seguridad, sentido de aceptación e integración en la comunidad de los creyentes.

El objetivo de las visitas es “ver cómo están” los hermanos. ¿Qué necesidades tienen? ¿Cómo se están desarrollando? ¿Qué clase de alimento espiritual es más apropiado para ellos? A menos que los visitemos no nos enteraremos de sus necesidades, y será más difícil ayudarlos.

A los diáconos y diaconisas se les delega una gran parte de esa tarea pastoral. Deben ir de casa en casa llevando aliento, esperanza y ánimo. Por medio de ese trabajo los miembros entenderán que forman parte de una familia que los aprecia, y no se sentirán solos. Es una tarea tan importante que no se debe postergar ni relegar a un segundo plano. Tal como lo afirma Elena de White, “Muchas veces las mentes son impresionadas diez veces más mediante los llamamientos personales que por cualquier otra clase de trabajo” (El evangelismo, p. 335).

Formación

Al escribirles a los cristianos de Galacia, Pablo se refrió a ellos como “hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (4:19).

La tarea de formar a Cristo en la vida de cada creyente es una obra que abarca la vida entera. Es un proceso que comienza con la conversión. Es obra del Espíritu Santo. Pero el hombre no es un ente pasivo en este proceso. Participa activamente al incorporar a su propia vida los principios del estilo cristiano de vida. En esa etapa Dios hace del creyente un mayordomo fiel de todo su ser: de su vida física, mental, social y espiritual.

La iglesia le ha designado esta tarea al departamento de Mayordomía. La elevada calidad de vida de los miembros reducirá significativamente la apostasía, y el nivel de conservación será mayor.

Educación

La mayoría de los miembros de nuestras iglesias es gente que se educó en un ambiente secularizado, diferente de la manera como la Biblia ve el mundo. La cosmovisión bíblica es determinante cuando se pretende poner en práctica los principios de vida cristianos. En general, la deficiencia en este aspecto compromete la tarea de la conservación. El problema se agrava aún más si tomamos en cuenta la rapidez con la que los medios de comunicación propagan las formas de pensamiento y las prácticas contrarias a la fe bíblica.

Nuestros hermanos viven en el mundo, son parte del mundo, se relacionan con el mundo, aunque no sean del mundo. Cristo mismo dijo: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17:15,16). Guardar del mal a nuestros hermanos también es nuestro desafío en la obra de la conservación. Necesitamos educarlos en una filosofía cristiana de la vida. Necesitamos darles una cosmovisión bíblica para que puedan enfrentar el pensamiento secular, ya sean jóvenes, adultos o niños. Los departamentos de Educación y Jóvenes Adventistas prestan un notable servicio en este aspecto.

Integración de la mujer

En muchas culturas extremistas del pasado se relegó a la mujer a un plano inferior, y se la hizo víctima de discriminación, explotación y violencia. En cambio, Cristo le dio valor a las mujeres, y la iglesia ha seguido su ejemplo, reconociendo que son hijas de Dios, creadas a su imagen y semejanza. Pero esta actitud también tiene opositores y, como resultado de ello, muchas mujeres han abandonado la iglesia.

Felizmente, en los últimos años las mujeres han ocupado un puesto fundamental en la misión de la iglesia, gracias esencialmente al surgimiento del Ministerio de la Mujer. En la medida en que se las capacita, entrena, orienta y se las apoya, se integran al cumplimiento de la misión, y con eso la conservación se vuelve una realidad.

En suma, uno de los principales objetivos de la iglesia es la conservación de sus conversos. Eso implica alimentar, fortalecer, formar, educar e integrar a todos los miembros. Es una tarea vital para el crecimiento de la iglesia. Como dirigentes, necesitamos dirigir nuestros esfuerzos hacia la concreción del ideal de conservar más gente que tenga cada vez una comunión más íntima con Jesucristo, su Salvador.

Sobre el autor: Director de Mayordomía de la Misión Andina Central, Perú.