Las iglesias de hoy buscan líderes, no dictadores.
Hace unos meses me invitaron a escribir una breve nota acerca de lo que es el ministerio, en beneficio de los estudiantes de un seminario. El pedido requería que mi trabajo fuera corto, de manera que se lo pudiera leer como parte de un culto.
Convencido de que la brevedad generalmente capta la atención, resumí mi consejo en tres afirmaciones: 1) Amen al Señor y a su pueblo; 2) amen a sus esposas; 3) cuando tengan dudas, hablen con el presidente del campo. La mayor parte de los traumas que experimentamos como pastores son consecuencia de seguir un orden de prioridades distinto de este.
Pues bien, me puse a pensar en los consejos que otros pastores les podrían dar a nuestros aspirantes. Le pedí a mi esposa, Sharon, que hiciera algunas investigaciones parecidas durante un encuentro que ella tendría con pastores jubilados. Estoy seguro de que ustedes encontrarán ayuda práctica en las respuestas que se dieron, especialmente si son pastores jóvenes.
No sea dictador. Las iglesias de hoy buscan líderes, no dictadores. Los miembros de su iglesia esperan que usted tenga una opinión y que exprese sus convicciones. Pero no quieren que les imponga su agenda al punto de destruirles la capacidad o el deseo de avanzar junto a usted. Darles participación a los miembros al establecer un orden de prioridades y fijar los objetivos de la congregación, es una fórmula segura para lograr el éxito.
Adapte sus actividades pastorales. Por ejemplo, las necesidades de las iglesias chicas son diferentes de las que tienen las medianas y las grandes. Los pastores jóvenes probablemente tengan dificultad para dirigir una iglesia con un liderazgo patriarcal establecido, opuesto a los cambios. En ese caso será mejor entrenar y cuidar a los miembros nuevos, en lugar de intentar desarmar la base de poder existente.
Conozca a sus miembros. Visítelos. Invierta tiempo hablando con ellos y oyéndolos. Relaciónese con ellos. La gente acepta mejor la dirección pastoral de alguien a quien conoce y en quien confía. La lealtad y la confianza se desarrollan con el tiempo, a medida que los miembros se dan cuenta de que usted está verdaderamente interesado en ellos. Recuerde que a ellos no les importa cuánto los conoce usted, hasta que se enteran de cuán interesado está usted en ellos.
Trate de que sus sermones sean prácticos. Sus mejores sermones mostrarán claramente lo que usted quiere que haga su rebaño durante la próxima semana. Prepare cada mensaje teniendo en mente una aplicación definida. Su teología puede ser conecta y su elocución deslumbrante. Pero la aplicación de su mensaje a la vida real de la gente dice lo que usted predicó.
Sea inclusivo. Empéñese en reunir a cónyuges e hijos no adventistas. Anime a los miembros a formar círculos de amistad que incluyan a los recién convertidos. Déle legitimidad a los Grupos pequeños que tengan como objetivo ganar nuevos miembros, que traten activamente de aumentar el número de discípulos, y no sólo mantener el statu quo.
Aténgase a su plan. Atienda en la mayor medida de lo posible los pedidos de los miembros, pero dentro del molde que usted planificó para su ministerio. Establezca objetivos prioritarios y específicos, y desvíese de su plan sólo si surge un imprevisto. Hará muy poco si espera que alguien lo llame por teléfono para determinar qué hará después. Esa manera de reaccionar atiende a lo urgente en detrimento de lo esencial.
Sea dueño de la tecnología, y no siervo de ella. ¿Es la tecnología su sierva o su dueña? Limite el tiempo que pasa delante de la computadora. Esta puede competir con la televisión como la gran ladrona de tiempo. Los pastores poco productivos le dedican más tiempo a la computadora que a la esposa, a los miembros o al Señor. Y la pornografía no es el único problema de Internet. Le roba oportunidades esenciales de desarrollo, y de relación conyugal y espiritual.
Tenga una perspectiva espiritual. Como dice el viejo dicho, nadie es insustituible. Después que usted se jubile o muera, la iglesia seguirá avanzando. Prepare líderes para que lo sustituyan. Dispóngase a oír a la gente que siempre le dirá la verdad, no sólo lo que usted quiere oír. No discrimine ni mande al exilio a los que le dicen la verdad. No se cubra los ojos con una venda, por nada del mundo.
Sobre el autor: Secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día