La opinión de los contemporáneos respecto a la cruz era: “El suplicio más cruel y horroroso de todos” “el extremo y sumo suplicio de la esclavitud”, “el más terrible suplicio antiguo de los patíbulos”, “la muerte más vergonzosa”. A todos los crucificados se les fijaba sobre la cruz, en forma escrita, la causa de su condena. El escrito era muy breve y no se podía cambiar.
Se cree que el origen del nombre aplicado a la cruz se deriva del sánscrito krugga, cuyo significado es “cayado”. Los griegos la llamaban staurós, que se traduce como “pala” o “estaca”. En hebreo la palabra significa “árbol”.[1]
La cruz como instrumento de suplicio
Son muchas las opiniones con respecto al origen de la cruz como un instrumento de suplicio. Algunos creen que fue Semíramis, reina de Asiría y Babilonia, quien inventó este método de ejecución. Según Platón, la cruz se originó en el Oriente, de donde se extendió a Grecia y Roma. Otros, que basan sus opiniones en diversos documentos antiguos, dicen que este sistema lo emplearon originalmente los persas y luego pasó a otras culturas, tal vez a la de Cartago y después a la de Roma.[2]
Originalmente la cruz de suplicio consistía en un poste afianzado al suelo, en el que se ataba al condenado, dejándolo morir de inanición. Este procedimiento no pareció muy efectivo, de modo que se optó por refinar la crueldad del método. Para ello se crearon varios tipos de cruces, como la bífida y la decussata; esta última tenía forma de “X”.[3]
El Imperio Romano parece ser el que hizo mayor uso de este sistema de ejecución, ya que lo aplicaba a las naciones conquistadas. Sin embargo, según Suetonio y Quintiliano, los ciudadanos romanos no eran sometidos al suplicio de la crucifixión, sino sólo los esclavos y los romanos de las clases más bajas. Entre los hebreos no se utilizaba este sistema de ejecución. Fue bajo el dominio de Roma cuando se comenzó a aplicar a los criminales como un recurso extremo de escarmiento.
Se dice que en Roma este castigo era tan común que había un sitio especial llamado Sessorium. Este lugar estaba situado en las afueras de la puerta Esquilina y, según informes de algunos contemporáneos, el lugar parecía, algunas veces, un bosque de cruces, a la vez que era muy frecuentado por toda clase de aves de rapiña.
Generalmente se buscaba que la cruz tuviera la misma estatura del ajusticiado, con excepción de algún caso especial, cuando se quería dar popularidad al horrendo castigo. Un ejemplo mencionado por Suetonio: dice que Galva ordenó crucificar a un criminal en una cruz de medidas en extremo desusadas y pintada de blanco. Este tipo de suplicio dejó de verse en Roma hasta la primera mitad del siglo IV d.C., cuando fue abolido por Constantino en honor a la pasión de Cristo.[4]
Los griegos también hicieron uso de la crucifixión, pero fuera de su patria. Una vez Alejandro crucificó a dos mil tirios. En Palestina se menciona por primera vez este horrendo método de ejecución en tiempos de Antíoco Epífanes.[5]
La cruz antes de la era cristiana
La forma de la cruz es el resultado de dos líneas que se cortan en ángulo recto y data de la más remota antigüedad. La forma más primitiva de ésta, es la cruz gamata o swástica, un signo que se consideró sagrado en la India, extendiéndose sobre todo el oriente. Algunos eruditos opinan que la cruz representaba un instrumento para sacar fuego, siendo por esto, el símbolo de la llama. Otros opinan que su significado tiene que ver con el sol y su rotación aparente. Las excavaciones realizadas en la antigua Troya, por Schlieman, revelan que allí existía o se conocía la cruz swástica; se la podía encontrar también en Chipre, Palestina, Micenas, Atenas, Etruria, Sicilia, Escocia, Suecia y el norte de Africa.
En ningún monumento asirio, egipcio o fenicio se han encontrado vestigios de esta clase de cruz, pero sí otros signos de tipo cruciforme. Estos fueron ornamentos corrientes en Asiria y Cartago.
La cruz ansata es un signo de “T” con una circunferencia en forma de asa, encima del punto de inserción del brazo principal. Este signo fue vulgarizado en Egipto.
Los cristianos coptos usaron esta cruz (ansata) en algunas de sus representaciones. En la Edad de Bronce, el uso de la cruz se extendió como un signo ornamental. Esto se deduce porque con frecuencia encuentran cruces y alambres con esa forma en diversos lugares de Europa. En tierras americanas también aparece la cruz, que se puede apreciar en obras de cerámica y monumentos que se erigieron antes del descubrimiento del Nuevo Mundo.[6]
Los horrores de la crucifixión
Antes de ejecutar al malhechor, se lo azotaba, a veces atado a una columna y casi siempre ya clavado al brazo horizontal de la cruz. A continuación se lo conducía al lugar del suplicio, por las calles atestadas de curiosos, para escarmiento. Se acostumbraba que el palo vertical de la cruz estuviera en el lugar de la ejecución. Cuando el que iba a ser ejecutado llegaba al lugar del suplicio, atado o clavado al brazo horizontal, era levantado al palo vertical por medio de cuerdas, escaleras, o con las manos, según fuera la altura de la cruz, luego se le fijaba a ella. Los pies quedaban inmovilizados con cuerdas o clavos.
El crucificado podía durar varios días consciente. La sed abrasadora se intensificaba por la pérdida de sangre y la des- hidratación del organismo, a causa del sudor y la temperatura. A todos estos dolores físicos se le sumaban la pena moral, la carga de conciencia y la vergüenza de permanecer totalmente desnudo ante los curiosos y transeúntes que lo maldecían y lo insultaban.
La opinión de los contemporáneos respecto a la cruz era: “El suplicio más cruel y horroroso de todos”, “el extremo y sumo suplicio de la esclavitud”, “el más terrible suplicio antiguo de los patíbulos”, “la muerte más vergonzosa”. Según la opinión médica, la muerte se producía por calambres tetánicos y por sofocación, pues la sangre no podía circular por los miembros que habían sido violentamente extendidos, por lo tanto, la sangre era retenida en los pulmones y obstaculizada en el corazón. Esto les causaba grandes dolores y los paralizaba.
Sufrían estando conscientes de todo, además de ser vigilados por soldados. Cuando los ejecutados morían, permanecían insepultos, mientras eran presa de las aves de rapiña o de las fieras del campo. La muerte era, en algunos casos, acelerada mediante el crurifragium, procedimiento que consistía en quebrarles las piernas con un garrote, o en su defecto se utilizaba la transfixión, es decir, atravesarlos de parte a parte con una lanza. También se les ahogaba con humo, es decir, el método de la asfixia.
Era posible que los familiares o personas de mucha influencia, consiguieran bajar al condenado, a veces vivo, otras el cadáver. A todos los crucificados se les fijaba sobre la cruz, en forma escrita, la causa de su condena. El escrito era muy breve y no se podía cambiar. Llevaba el nombre de la persona y su crimen.[7]
La cruz y el cristiano
Para el cristiano, la cruz es una representación, un signo de redención donde Cristo operó la salvación de los hombres. Los primeros cristianos le profesaron cariño y devoción. Ellos respetaban este símbolo y trataban de plasmarlo en su vida diaria, ya que lo pintaban en objetos de uso ordinario y manual; en las paredes, sobre todo de las catacumbas; evitaron colocarlo en sus monumentos, en los cuales utilizaban otros emblemas o señales. En forma un tanto oscura y confusa se pueden ver las señales simbólicas del áncora, del tridente, de la “X” y de la letra griega “T”; ya que éstos, además de encerrar un significado simbólico, como la esperanza, el poder, la vara de Moisés, etc., podían, en su constitución y cruzamiento de las líneas, formar el signo de la cruz.
Cuando Constantino, en el 313 d.C., dio paz a la iglesia, ya no aparece públicamente esta representación, puesto que de ahí en adelante se prohibió este suplicio que por la muerte de Cristo se tornó glorioso. Se cree que la cruz que utilizaron para Cristo era una cruz inmissa, es decir, aquella en la cual el brazo vertical sobresalía del horizontal.
Generalmente, cuando la cruz es representada, se muestra con un soporte para apoyar los pies (suppedaneum). Según Gregorio de Tours, basado en la tradición, cuyo fundamento no es muy seguro, la cruz de Cristo medía 2,80 m. en el árbol, por 2,30 ó 2,60 m. en el brazo horizontal.[8]
Los escritos sobre la cruz en el Nuevo Testamento y su verdadero significado
En el Nuevo Testamento se presenta un interés de parte de los escritores por la cruz, no de carácter arqueológico ni histórico, sino cristológico. Cuando se habla de la cruz, se hablará de Cristo, de su cruz. Fuera de los Evangelios, los términos cruz y crucificar se encuentran en las epístolas paulinas y en Hechos 2:36; 4:10; Hebreos 6:6; 12:2 y Apocalipsis 11:8.
Cuando hablamos del sentido real que posee la cruz de Cristo, es hablar de su muerte, de su sufrimiento físico y moral por los pecadores del mundo.
El apóstol Pablo, al hablar de la muerte de Jesucristo en la cruz del Calvario, dijo: “Haya, pues, en vosotros, este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios (…), hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-8).[9]
Es por eso que el sacrificio divino provee el único camino de salvación para toda la humanidad. En la cruz cobran vida las palabras del mismo Jesús cuando dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.[10]
Referencias:
[1] Alejandro Diez-Macho, Enciclopedia de la Biblia (Barcelona, Garriga, 1962), págs. 687, 688.
[2] Ibíd., pág. 684.
[3] Enciclopedia universal ilustrada (Madrid, Espasa- Calpe, S. A., 1958), LXVI, pág. 606.
[4] Ibíd.
[5] Alejandro Díez-Macho, ibid., pág. 684.
[6] Enciclopedia universal ilustrada, ibíd., págs. 604, 605.
[7] Alejandro Diez-Macho, ibíd., págs. 685-687.
[8] Enciclopedia universal ilustrada, ibíd., págs. 606, 607.
[9] Jean-Jaques Von Allmen, Vocabulario bíblico (Madrid, Marova, 1973), págs. 69, 70.
[10] S. Juan 3:16.