Cada año un cantidad cada vez mayor de pastores deja el ministerio sin que las razones para ello sean de naturaleza moral. Cuando averiguamos cuáles podrían ser los motivos de esa actitud, descubrimos que son muchos. Desánimo, problemas financieros y conflictos personales parecen ser las causas más importantes. Aunque la mayoría de ellos tiene la convicción de que un día Dios los llamó a ser pastores, sencillamente resuelven dejar la obra y emprender otro camino. La tendencia muchas veces es criticarlos por tal actitud, pero si estuviéramos en sus zapatos, si pudiéramos entender cómo piensan, o sentir lo que sienten, no los criticaríamos tanto.
¿Podría Dios llamar a alguien para llevar a cabo una tarea, y la persona escogida no se siente preparada para hacerla? Algunos dicen: “Yo sé que Dios me llamó, pero no soporto la presión que implica el ministerio. Por eso estoy dejando todo”. Esto no sucede sólo con los pastores sino también con los miembros de iglesia que trabajan en beneficio de la congregación. Muchas veces dicen: “Quiero descansar, no acepto más nombramientos para responsabilidades en la iglesia”. Hace poco leí la historia de un misionero que trabajó en la China hasta los 73 años. Lejos de su tierra natal y de su familia, enfrentó muchas pruebas. Cuando le preguntaron cómo había podido soportar tanto tiempo, su respuesta fue: “No trabajé todos estos años con mi fuerza, sino con la del Señor. Si hubiera trabajado con mi propia fuerza seguramente me habría ido de China hace muchos años”. Parece una respuesta sencilla, pero no lo es. Ese misionero murió a los 101 años, dejando el ejemplo de alguien que aprendió el secreto de lo que significa andar, vivir y trabajar con la fuerza del Señor.
El apóstol Pablo, al hablar de su experiencia ministerial, dijo: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece… Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:11-13, 19). En estos versículos encontramos tres hermosas lecciones de vida:
- Necesitamos aprender a vivir contentos en toda circunstancia.
- Podemos encontrar fuerzas en el Señor.
- Podemos saber que Cristo atiende todas nuestras necesidades.
Estos hechos nos indican que podemos hacer todas las cosas con la fuerza del Señor. Pablo no dice que él lo puede todo, sino que lo puede por medio de Cristo. Reconoce que su fuerza era consecuencia de su relación con Cristo. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, dijo. ¿Cuál es el límite de ese poder? Cristo no pide que yo haga todo. A veces los pastores asumen responsabilidades mayores de las que pueden soportar. El resultado es la preocupación y el estrés.
En la Segunda Epístola a los Corintios (11:23-27), Pablo comparte las experiencias difíciles que vivió en su ministerio. Ciertamente ninguno de nosotros soportaría todo lo que él soportó. ¿Cuántas dificultades ha aguantado usted antes de decir: “Estoy dejando el ministerio”? Al leer esta epístola podrá aprender mucho de Pablo. Tuvo una vida ministerial de las más difíciles que un pastor pueda tener. Siempre que usted esté desanimado frente a los problemas y desafíos ministeriales, lea el mensaje del apóstol en esa carta. Sin duda, eso le enseñará a andar, vivir y servir a Dios, no con su fuerza, sino con la que proviene de él.
Cuando aceptamos a Cristo Jesús como Salvador y asentimos a su llamado, Dios asume la responsabilidad de capacitarnos para hacer la obra. No tiene nada de malo si usted dice: “¡Soy débil!”, si a la vez tiene la sabiduría de afirmar: “Señor: en ti soy fuerte”. Como obreros del Señor, tenemos que aprender a trabajar con su poder y bajo su dirección. Podemos trabajar arduamente, pero también necesitamos dedicar tiempo para buscar el poder de lo alto. Si ésa es nuestra actitud ciertamente haremos con eficiencia y alegría lo que Dios espera de nosotros.
¡Lo felicito por ser pastor!
Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana.