En el sermón escatológico de Mateo 24, Jesús presenta el panorama previo a su segunda venida. Las señales descritas incluyen agitación religiosa, política, bélica y desastres naturales. Un impresionante cuadro de colores vívidos y dramáticos da vida al momento histórico de la gloriosa venida del Salvador. Los acontecimientos escapan del control humano, su flujo es inevitable; y el desenlace, inminente. En medio de la narración de acontecimientos, Jesús declara: “Será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones […]” (vers. 14). Así, en el relato emerge una señal diferente de las demás. La participación de los discípulos es determinante en el cumplimiento de esta señal. La Gran Comisión debe ser cumplida, el evangelio salvador debe llegar a todo el mundo en palabra y ejemplo. Todos los habitantes del mundo deberán tomar una decisión de implicaciones eternas en el tiempo final (Apoc. 14:6-12).
En el capítulo 4 de Juan encontramos un relato que destaca la relevancia y la urgencia para el cumplimiento de la misión. Cristo estaba completamente involucrado con la obra de salvar y con una eficacia sin precedentes. En medio de la vorágine de actividades misioneras, salió de su zona de confort y se dirigió al norte de Judea porque le “era necesario pasar por Samaria” (Juan 4:4). Este imperativo misionero llevó a Jesús a un territorio considerado adverso, pero necesitado del mensaje de salvación. Luego de su encuentro con la mujer en el pozo de Jacob, sus discípulos volvieron con provisiones para el almuerzo. Sin embargo, Jesús sorprendió a sus discípulos con lecciones espirituales de alto valor misional.
La Misión se define como lo más importante que una persona u organización realizan. La misión le da dirección y propósito a la iglesia. Sin la misión, la iglesia podría ser muchas cosas, pero no sería la agencia de salvación para este tiempo. Por lo tanto, el foco de los esfuerzos, de los recursos y las estrategias debe estar centrado en la misión. Jesús graficó claramente este importante asunto cuando declaró: “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y que acabe su obra” (vers. 34). Con esta declaración, Jesús enfatizó lo que más le importaba. Además, demostró de forma dramática su motivación interna y su pasión por la misión, al postergar necesidades personales apremiantes.
La Visión es el sueño o la aspiración de una persona o de una organización en relación con la misión. Sin visión, la misión pierde el horizonte y puede transformarse en un presente sin futuro. Jesús tenía altas aspiraciones conectadas con la misión, por lo que declaró: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (vers. 35). Aquí la visión es una mirada de fe, es creer que el poder de Dios hará realidad cosas más allá de la lógica y las posibilidades humanas. Esta mirada abre las puertas a lo sobrenatural, a los milagros en torno a la misión.
Jesús también tomó tiempo para referirse a un principio estratégico esencial en el cumplimiento de la misión (vers. 36-38). La misión no es tarea de una sola persona. El compromiso personal y comunitario de sus discípulos con este deber moral es determinante para el éxito. La actitud correcta y la estrategia adecuada traerán resultados multiplicados. Además, producirán satisfacción sin medida, a los que con la actitud de Cristo se dedican a la labor más importante y urgente de la vida. Esto nos recuerda la centralidad y la prioridad de la misión en este tiempo final. Esta centralidad debe desbordar nuestro ministerio y estar acompañada por una mirada de fe que nos lleve a la acción concertada y comprometida de todo el cuerpo. Esto nos permitirá ver el poder de Dios en nuestra vida y traerá satisfacciones duraderas a nuestro ministerio.
Sobre el autor: secretario ministerial asociado de la División Sudamericana.