Necesitamos comprometernos con las enseñanzas y con la metodología evangelizadora de Cristo.

El movimiento moderno de los “grupos pequeños” surgió en los Estados Unidos a mediados del siglo XIX y creció significativamente a partir de la década de 1980.[1] Fundamental para ese crecimiento fue la amplia divulgación del éxito de Paul Yonggi Cho con los así llamados “grupos familiares” en la Iglesia del Evangelio Pleno, en Seúl, Corea.[2] Vinculada a la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios, esa comunidad sigue un modelo congregacionalista de organización eclesiástica, y sus grupos familiares adoptan una liturgia carismática de curaciones y milagros, atrayendo muchos interesados. El éxito de la Iglesia del Evangelio Pleno ha sido tan relevante, que en 2007 ya contaba con aproximadamente unos 830 mil miembros.[3]

Motivados por la experiencia de Cho, algunos pastores adventistas sudamericanos comenzaron a promover, en la década de los ochenta, la implantación de grupos familiares en sus congregaciones.[4] Los adventistas ya habían trabajado con Escuelas Sabáticas filiales, unidades evangelizadores, koino-nías y el Proyecto Pionero, que pueden ser considerados precursores de los Grupos pequeños.[5] Pero los primeros experimentos adventistas con grupos familiares en Sudamérica fueron dispersos e inconstantes. Esa realidad solo fue superada después de que los Grupos pequeños se consolidaran en el territorio peruano, y el departamento de Ministerios Personales de la División Sudamericana los incorporó como una de sus estrategias evangelizadoras.

Si bien los Grupos pequeños, o células, son hoy uno de los métodos más populares y eficaces de crecimiento de iglesia, existen serias críticas tanto al misticismo carismático de Paul Yonggi Cho como a la ideología sociológica de las células “G12”.[6] Ante esta realidad, es imprescindible construir un modelo de Grupos pequeños auténticamente adventista, fundamentado en los principios bíblicos.[7] Este artículo provee una breve visión panorámica del desarrollo de los grupos pequeños en las Escrituras, basado en el principio de que estos grupos deben “trabajar no sólo por los miembros de la iglesia, sino en favor de los incrédulos”.[8] Este principio puede ser resumido adecuadamente en el binomio “comunión y misión”.[9]

Antiguo Testamento

El concepto de misión en el Antiguo Testamento ha sido definido como centrípeto, en contraste con la misión centrífuga del Nuevo Testamento.[10] Una de las características básicas de este concepto es la de los gentiles que son atraídos junto al pueblo de Dios, como el caso de la reina de Saba que visitó al rey Salomón (1 Rey. 10:1-13; 2 Crón. 9:1-12), y el de los embajadores de Babilonia que indagaron por la cura milagrosa del rey Ezequías (2 Rey. 20:1-19; 2 Crón. 32:24-31; Isa. 38, 39). En Isaías 56:1 al 8, aparece una profecía acerca de la era mesiánica en que israelitas y extranjeros serían reunidos en el templo de Jerusalén, que se llamaría “casa de oración para todos los pueblos” (vers. 7).

Encontramos también en el Antiguo Testamento la existencia de los pequeños grupos de personas como en el caso de Noé y su familia en el arca (Gén. 7); la reunión de Abraham con el Señor y dos ángeles (Gén. 18); y la celebración de la Pascua en familia y, en algunos casos, con la presencia de vecinos (Éxo. 12:1-11). La importancia de la religión en familia es destacada tanto en la postura de Josué al renovar la alianza con el Señor (Jos. 24:14, 15) como en la costumbre de Job de reunir a su familia para santificarla (Job 1:4, 5). Deuteronomio 11:19 ordena: “Y las enseñaréis a vuestros hijos [estas palabras], hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes”.

La comunión y la enseñanza en grupos pequeños, aun con propósitos evangelizadores, encuentran sus raíces en el Antiguo Testamento. Pero debemos ser cuidadosos de no imponer al texto bíblico conceptos que se hacen explícitos solo en el Nuevo Testamento. Los intentos de considerar la misma Trinidad en el cielo, al igual que Adán y Eva en el jardín del Edén, como grupos pequeños, pueden terminar desvirtuando la naturaleza y los propósitos de esos Grupos. La mera socialización, por más importante que sea, jamás debería sustituir el énfasis en la comunión y la misión.

En el Nuevo Testamento

La iglesia apostólica combinaba de manera sobresaliente la comunión y la misión, tal como se hace evidente en Hechos 2:42 al 47: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”.

En sus comienzos, la iglesia cristiana se reunía en el templo de Jerusalén, en las sinagogas locales y, posteriormente, en las catacumbas de Roma. Como los templos cristianos solo comenzaron a surgir a inicios del siglo III d.C., muchas iglesias funcionaban en las propias casas de los cristianos. Refiriéndose a Priscila y Aquila, Pablo menciona “la iglesia de su casa” (Rom. 16:3-5) y “la iglesia que está en su casa” (1 Cor. 16:19). Pablo escribió también acerca de “la iglesia que está en su casa [de Ninfa]” (Col. 4:15), y de “la iglesia que está en tu casa [de Filemón]” (File. 1, 2). Si bien variaban el número de miembros y los temas estudiados, estos hogares-iglesia se centraban en la comunión y la misión, y todavía sirven de modelo para nosotros. Más que la mera reunión de cristianos, una iglesia en el hogar poseía ciertas características distintivas Elena de White declara: ““Algunos hogares constituyen una pequeña iglesia. El amor mutuo liga los corazones, y la unidad que existe entre los miembros de la familia predica el sermón más eficaz que podría predicarse en cuanto a la piedad práctica. Cuando los padres cumplen fielmente su deber en la familia, refrenando, corrigiendo, aconsejando, guiando, el padre como sacerdote del hogar, y la madre como misionera, estáis llenando el lugar que Dios quiere que ocupen. Al cumplir fielmente su deber en el hogar, están multiplicando los medios para hacer bien fuera de él. Se están preparando para servir mejor en la iglesia. Al preparar discretamente su pequeño rebaño, uniendo a sus hijos con ellos mismos y con Dios, los padres y las madres se convierten en colaboradores del Señor. Se yergue la cruz en el hogar. Los miembros de la familia llegan a ser miembros de la real familia celestial, hijos del Rey del cielo”.[11]

Círculo apostólico

En mi opinión, el modelo supremo de grupos pequeños no se encuentra en los antecedentes del Antiguo Testamento ni en las iglesias de las casas mencionadas en el Nuevo Testamento, y sí en el mismo círculo apostólico (ver Mat. 10; Mar. 3:13-19; Luc. 6:12-16), formado por miembros de las más variadas personalidades.[12] El texto bíblico afirma que Jesús “estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” (Mar. 3:14). Queda evidente el énfasis en la comunión (“para que estuviesen con él”) y en la misión (“para enviarlos a predicar”). En realidad, “los doce eran el comienzo incipiente de un nuevo movimiento que representaba la nueva era y la nueva actividad de Dios”.[13]

Los apóstoles fueron llamados como discípulos del Maestro para una misión específica (Mat. 4:19). En el círculo apostólico, formado por doce personas, ellos 1) mantenían comunión con Cristo; 2) socializaban unos con otros; 3) eran enseñados por el Maestro; 4) eran entrenados para la misión; y 5) participaban de los esfuerzos evangelizadores. Elena de White comenta que “los doce vivían casi todos asociados entre sí como miembros de la familia de Jesús”.[14] “Fue por medio del contacto y la asociación personales cómo Jesús preparó a sus discípulos. A veces les enseñaba, sentado entre ellos en la ladera de la montaña; a veces a la orilla del mar, o andando con ellos en el camino, les revelaba los misterios del reino de Dios”.[15]

Lo que ocurrió en el círculo apostólico no debería ser considerado una honrosa excepción, sino un modelo ideal que todavía hoy debe ser seguido.

“Jesús eligió a pescadores sin letras porque no habían sido educados en las tradiciones y costumbres erróneas de su tiempo”.[16] “¡Pero qué poco hemos hecho! ¡Cuán incansables fueron sus esfuerzos a fin de preparar a sus discípulos para el servicio!”[17] “La vida de estos hombres, el carácter que adquirieron y la poderosa obra que Dios realizó mediante ellos, atestiguan lo que él hará por aquellos que reciban sus enseñanzas y sean obedientes”.[18] Sin duda, “lo que algunos hombres han hecho, otros hombres pueden hacerlo”.[19]

El ideal de Cristo

Hoy existen varios modelos de grupos pequeños, con distintos objetivos. Algunos de ellos son grupos de socialización. Otros, de profundización doctrinal. Incluso otros, de evangelización. Creo que cada uno de ellos cumple un propósito específico y puede ser una bendición para la iglesia. Pero ¡qué impacto ejercería la Iglesia Adventista en el mundo si sus Grupos pequeños consiguieran integrar estas diferentes áreas, buscando aproximarse lo más posible al ideal dejado por Cristo en el círculo apostólico, donde había comunión, socialización, enseñanza, entrenamiento y evangelización”.

Otras confesiones religiosas pueden contentarse con un modelo meramente sociológico de los grupos pequeños, donde las personas se sienten aceptadas y consoladas por un mero evangelio social o incluso por un sencillo existencialismo religioso, sin un verdadero compromiso con la Palabra de Dios. Pero como adventistas del séptimo día, que buscamos vivir en conformidad con “toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4), necesitamos comprometemos no solo con las enseñanzas de Cristo, sino también con su metodología, debidamente contextualizada en nuestra realidad.

Elena de White declara: “Recordad que en las vidas de los seguidores de Cristo deben verse la misma devoción y la misma sujeción a la obra de Dios de cada interés social y de cada afecto terreno, como se vio en su vida. […] Dios exige lo que no le damos: una consagración sin reserva. Si cada cristiano hubiera sido fiel a la promesa hecha al aceptar a Cristo, no se habría dejado en el mundo perecer a tantos en el pecado. ¿Quién responderá por las almas que han descendido a la tumba sin estar preparadas para encontrarse con su Señor?”[20] Nuestros Grupos pequeños deben transformarse en genuinos centros de entrenamiento misionero que concluirán, por la gracia de Dios, la predicación del “evangelio eterno” (Apoc. 14:6,7) en nuestra generación.

Sobre el autor:  Rector del SALT y coordinador del Espíritu de Profecía de la División Sudamericana.


Referencias

[1] Algunos antecedentes históricos del movimiento moderno de grupos pequeños son mencionados en Emilio Abdala, Ministerio (marzo-abril de 2009), pp. 30-33.

[2] Paul Yonggi Cho, Successful Home Cell Groups (Plainfield, NJ: Logos International, 1981); Grupos familiares y el crecimiento de la iglesia (Miami, FL: Vida, 1982). Informaciones adicionales acerca de la Iglesia del Evangelio Pleno de Yoido se pueden encontrar en el sitio http://www.fgtv.org.

[3] Fuente http://wiki/Cavid_(Paul)_ Yonggi_Cho [consultado: el 4 de mayo de 2009].

[4] Ver, por ejemplo, Paul Yonggi Cho, O Ministério Adventista (maio-junho de 1985), pp. 21 -24; Tercio Sarli, Revista Adventista (junho de 1985), pp 8, 9; Alberto R. Timm, Esboços de Estudos Para Grupos Familiares: Um método moderno e eficaz para o crescimento e a conservando de sua igreja (Porto Alegre, RS: Departamento de Ação Missionária da Associação Sul-Rio-Grandense da IASD, 1985).

[5] Alberto R. Timm, Ministerio (marzo-abril de 2009), pp. 24- 27.

[6] Ver, por ejemplo, Peter Masters, “Occult Healing Builds World’s Largest Church: The Influence of Paul Yonggi Cho”. Disponible en: http://falseteachersexposed.blogspot.com  [consultado: el 4 de mayo de 2009]; “G12 e os desafíos atuais!” Disponible en: http://www.lideranca.org [consultado: el 4 de mayo de 2009J.

[7] Algunos conceptos útiles acerca de la base bíblica de los Grupos pequeños pueden ser encontrados en Gareth W. Icenogle, Biblical Foundations for Small Group Ministry: An Integrative Approach (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1994); Elias Brasil de Souza, en Milton Torres, org., Pequeños Grupos, Grandes Solides (Cachoeira, BA: Seminário Adventista Latino-Americano de Teología, 2007), pp. 15-27.

[8] Elena G. de White, El ministerio de la bondad, p. 112; Joyas de los testimonios, t. 3, p. 84; ¡Maranata: el Señor viene!, p. 36; Servicio cristiano, p. 92.

[9] En noviembre de 2007, la Comisión Directiva Plenaria de la División Sudamericana de la IASD reafirmó, a través del voto 2007-211, I el “compromiso de Comunión y Misión dentro del programa de Evangelismo Integrado”.

[10] Joh armes Blauw, A Natureza Missionaria da Igreja: Exame da Teología da Missao (Sáo Paulo: ASTE, 1966).

[11] Elena G. de White, Hijos e hijas de Dios, Meditaciones Matinales 1956, p. 225.

[12] Ver Arthur Spalding, Irmaos do Rei: Uma analise dos caracteres que compoem a familia de Deus (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 1988), p. 75.

[13] Donald A. Hagner, Matthew 1-13, Word Biblical Commentary (Dallas, TX: Word, 1993), t 33A, p. 267.

[14] Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo, p. 9.

[15] El Deseado de todas las gentes, p. 126.

[16] Ibíd., p. 215.

[17] Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 58.

[18] El Deseado de todas las gentes, pp. 215, 216.

[19] Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 32.

[20] Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 57.