Lo que aprendí de Jesús sobre la predicación

Muchos llaman a Jesús el Maestro Comunicador. Enseñó a multitudes de más de diez mil personas, al aire libre,[1] sin ningún tipo de amplificador de voz. Venían a él para escuchar sus discursos memorables, que permanecieron y cambiaron el mundo.

Otros lo consideran un mal comunicador, porque sus discípulos tardaron en entenderlo.[2] Pero, sus contemporáneos no estarían de acuerdo. Aunque no era graduado de una escuela rabínica, incluso los rabinos lo llamaban Rabí, un título reservado para los rabinos eruditos.[3] “Cuando terminó Jesús estas palabras, la gente estaba admirada de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas” (Mat. 7:28, 29).[4] Esta evaluación tiene profundas implicaciones.

Aunque los escribas enseñaban la Torá, derivaban su autoridad interpretativa de los antiguos rabinos.[5] “La autoridad de los escribas surgía de la interpretación de los especialistas de la Torá y de las tradiciones de rabinos anteriores”.[6] “La enseñanza de los escribas y los ancianos era fría y formalista, como una lección aprendida de memoria”. “Los rabinos hablaban con duda y vacilación, como si se pudiese entender que las Escrituras tenían un significado u otro exactamente opuesto”.[7] La predicación eficaz, sin embargo, no debe ser vacilante ni dudosa. La verdad debe ser presentada con seriedad, sinceridad, entusiasmo, pasión y convicción.[8]

Cuando se lo compara con los rabinos más destacados, Jesús poseía un element diferencial: su autoridad no dependía de otros.[9] Habló en su propio nombre, con cuatro tipos distintos de autoridad.

1. Autoridad sapiencial. Esta autoridad deriva del conocimiento. Jesús conocía la Biblia hebrea. Cuando tenía doce años, su conocimiento de las Escrituras sorprendió a los ancianos.[10] Los predicadores no solo deben adquirir el mejor conocimiento, sino también comprometerse con el aprendizaje de por vida. Algunos predicadores dedican poco tiempo a las Escrituras; se ocupan de la obra del Señor, pero dedican poco tiempo al Señor de la obra. En consecuencia, sus sermones son superficiales o plagiados.

Muchos predicadores no leen la Biblia devocionalmente, sino “en modo sermón”. Su objetivo es obtener contenido para sus feligreses, no bendiciones para ellos mismos. Sin embargo, los sermones que surgen de las lecturas devocionales son más poderosos y brindan tremendas bendiciones a los demás.

2. Autoridad moral. La belleza de la vida de Jesús realzaba su predicación. Precepto y ejemplo coincidieron, creando coherencia, constancia, entre enseñanza y conducta. Los predicadores necesitan altos estándares morales para sí mismos. Mi vida debe reflejar lo que enseño, para que otros no digan: “Lo que haces grita tan fuerte que no puedo escuchar lo que dices”. Jesús no era así. Algunos justifican el comportamiento cuestionable argumentando  que los predicadores son humanos y, por lo tanto, pecadores. Si bien esto es cierto, esta excusa se basa en un razonamiento defectuoso. Dado que los predicadores representan a Dios, esperamos más de ellos. “A quien mucho se le ha dado, mucho se le demandará”, dijo Jesús (Luc. 12:48). Motivar a los predicadores a mantener un alto nivel moral es positivo, porque más que una actividad profesional la predicación es un llamado que convoca a la santidad: “Yo soy el Señor tu Dios; santificaos, pues, y sed santos, porque yo soy santo” (Lev. 11:44).[11] Recuerden, las personas aprenden más por lo que ven que por lo que oyen.[12]

3. Autoridad personal. Cuando la gente decía que Jesús hablaba con autoridad, no como los escribas, también quería decir que él tenía autoridad personal. Los que tienen autoridad sapiencial y moral ganarán respeto, lo que produce autoridad personal, algo que no se puede comprar ni comandar.

4. Autoridad carismática. Multitudes venían a Jesús (Mar. 3:31, 32; 1:35, 36; Juan 6:22-24). A veces las multitudes no le daban tiempo para comer (Mar. 3:19, 20). Cristo tenía la capacidad de construir relaciones y atraer personas. Los pastores también deben desarrollar y ejercitar buenas habilidades de relación. La gente aprecia a los ministros que los conocen y los llaman por su nombre, los aman y los cuidan genuinamente. Jesús lo hizo. Estas son cualidades que todo pastor debe desarrollar para predicar con eficacia.

El gran Comunicador

Evans Crawford llama a la predicación “un evento oral”,[13] enfatizando su naturaleza comunitaria, porque la predicación implica la interacción entre el hablante y el oyente.[14] La comunicación es la transmission de información del emisor al receptor. Requiere que emisores y receptores estén en la misma frecuencia, hablando el mismo idioma. Por lo tanto, la buena comunicación es un proceso bidireccional, que require un circuito de retroalimentación completo.

Con eso en mente, ¿qué hizo de Jesús el gran Comunicador? Dominaba el análisis de su audiencia y se ajustaba a sus necesidades. Sabía que la gente aprendía de diferentes maneras. Algunos son aprendices visuales, otros son táctiles, auditivos, conceptuales o cognitivos. El Maestro adaptó su mensaje para adaptarse a diferentes situaciones. Debemos imitarlo, y utilizar las herramientas adecuadas para lograr diversos estilos de aprendizaje.

Parábolas

Jesús usó parábolas extensamente. En los evangelios sinópticos, comprenden un tercio de su enseñanza.[15] Las parábolas eran un método de expresión bien conocido y popular. Los rabinos las usaron para confirmer los valores tradicionales. Jesús, sin embargo, las transformó, aplicándolas de otras maneras:[16] desafiando el sentido común.[17]

Muchos rabinos usaban parábolas para confirmar el statu quo. Jesús las usó para alterar las ideas tradicionales. Los rabinos vieron a los judíos como representantes especiales de Dios, por lo que merecían la mayor recompensa. Ilustraron esto a través de una parábola sobre un granjero que pagaba más a los que comenzaban a trabajar temprano en la mañana que a los que comenzaban más tarde.

Jesús narró la misma parábola, con una diferencia (Mat. 20:1-16). El granjero accedió a pagar un denario a los trabajadores contratados por la mañana. Sin embargo, a lo largo del día, contrató a más trabajadores y prometió pagarles lo que era “justo” (vers. 4). Cuando llegó la noche, cada uno recibió un denario. Los que trabajaron todo el día se enojaron, alegando que se merecían más que los demás. El granjero dijo que el dinero era suyo y que podía usarlo como quisiera.

Jesús luego señaló: “Así que los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos” (vers. 16). La parábola de los rabinos afirmó el pensamiento convencional de que, como pueblo especial de Dios, los judíos fueron llamados primero y, en consecuencia, merecían algo mejor. Por otro lado, la parábola de Jesús decía que había igualdad de oportunidades y paga para todos, sin favoritismo ni prioridad.

Comunicar lo desconocido a través de lo conocido, lo celestial a través de lo terrenal. Desde la Caída, los seres humanos tienen imaginaciones y pensamientos limitados. Así, Jesús usó lo que la gente sabía para ilustrar lo que aún necesitaban saber. Usó conceptos terrenales para comunicar realidades celestiales.

Cuando comparó el Reino con la levadura que una mujer puso en la masa y mezcló hasta impregnarlo todo (Mat. 13:33), Cristo usó algo con lo que la gente estaba familiarizada, para enseñar la verdad esencial. Para hacer leudar la masa, se usaba un trozo de masa vieja. Por lo tanto, mostró a sus oyentes que, aunque su Reino pudiera parecer insignificante, eventualmente transformaría la sociedad entera. Esto los motivó a mantener la fe y anticipar el cumplimiento de las palabras de Jesús. El cumplimiento se produjo cuando el cristianismo comenzó a extenderse por todo el Imperio Romano. Por lo tanto, Cristo demostró que la predicación debe contextualizarse y usar ilustraciones familiares para enseñar verdades espirituales.

Captar la atención a través de eventos actuales y experiencias cotidianas. Jesús dominó el arte de utilizar eventos actuales y experiencias comunes. La parábola del buen samaritano relata un hecho conocido por sus oyentes. Lo usó para llamar la atención y enseñar la verdad. La pedagogía rabínica utilizaba un estilo triádico. Cuando Jesús presentó a los dos primeros transeúntes como dirigentes religiosos, los oyentes esperaban que el tercero también fuera un religioso. En cambio, Jesús presentó al candidato menos probable, un samaritano, para enseñar lecciones sobre la benevolencia, el orgullo, la intolerancia y los prejuicios. Esto indica que podemos emplear eventos actuales para captar el interés de la audiencia.

Hacer preguntas. A Jesús le gustaba formular preguntas importantes para llamar la atención y preparar los corazones para verdades más profundas. Las historias de Nicodemo (Juan 3) y la mujer samaritana (Juan 4) son ejemplos de esto. Las preguntas que planteó señalaron lagunas en el conocimiento de las personas y las llevaron a buscar más verdad. Cristo usó entonces el momento de la enseñanza para informar la mente y mover las emociones. Haz preguntas importantes en los sermones, para alentar a los oyentes a pensar más profundamente, reflexionar y tomar decisiones.

Hacer su predicación memorable. Jesús usó elementos de la vida cotidiana para enseñar. Sus oyentes recordarían sus palabras y las lecciones vitales quedarían fijadas en su mente incluso en su ausencia.[18] El Maestro empleó elementos tales como levadura, semillas, aceite, lámparas, sal, harina y pan; gentes como granjeros, pescadores, sacerdotes, levitas y samaritanos; y ceremonias, como bodas. Quizá cuando Jesús relató la parábola de las diez vírgenes sus oyentes hayan estado viendo una procesión nupcial. Cuando luego participaban en alguna ceremonia de matrimonio, la experiencia se convertía en un momento de refuerzo del aprendizaje. Esta técnica nos motiva a utilizar imágenes memorables que pueden enseñar incluso en nuestra ausencia.

Figuras del lenguaje

La forma en que Jesús usó figuras retóricas para ilustrar los sermones lo convirtió en un excelente predicador. Empleó hipérboles, juegos de palabras, símiles, metáforas y paradojas. La hipérbole, por ejemplo, es una declaración algo exagerada para probar un punto. Jesús utilizó una que quedó memorablemente registrada en el Sermón del Monte: “¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano, y no la viga que está en el tuyo?” (Mat. 7:3).

Un juego de palabras utiliza vocablos de similar sonido, pero diferente significado. Un ejemplo claro lo vemos en las palabras de Cristo a los escribas y los fariseos: “¡Guías ciegos! ¡Cuela un mosquito, pero traga un camello!” (Mat. 23, 24). En arameo, “camello” es gamla,[19] y “mosquito” es galma.[20]

Un símil es la comparación de cosas similares. Las parábolas de Jesús eran símiles extendidos que usaban lo que la gente ya sabía para ilustrar lo que aún necesitaban aprender. Las parábolas de Mateo 13 y Marcos 4 ilustran esta práctica.

Cercanas a los símiles son las metáforas. Por ejemplo, Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:35); “Yo soy la puerta” (Juan 10:7-10); “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12).

La paradoja es una afirmación que presenta un dilema o aparente contradicción. Aparece en pasajes como: “Si alguno quiere ser el primero, será el último y el servidor de todos” (Mar. 9:35). También usó declaraciones concisas, contundentes y a menudo antitéticas, como se ve en: “El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Mat. 23:12).

Imaginación

Si los contemporáneos de Jesús no tenían dispositivos de grabación para conservar sus sermones, ¿cómo los recordaban tan claramente? Exactamente por su manera de usar imágenes, recursos retóricos y técnicas de presentación. Cristo no siempre dio todos los detalles de lo que la gente querría saber. En cambio, la animó a usar su imaginación. Presentó el ejemplo de un ciego que guiaba a otro (Luc. 6:39), pero dejó todos los detalles de la catástrofe resultante a la imaginación de la audiencia.

Imágenes sensoriales

Las personas aprenden más de lo que perciben a través de sus otros sentidos que simplemente del oído. Dado que los judíos enseñaban jerarquizando el oído como vehículo del aprendizaje, Jesús estimuló tantos sentidos como le fue posible.

Gusto: Mateo 5,13; 14:13-21; Marcos 14:12-24.

Oído: Mateo 5:21, 27, 38, 43.

Vista: Mateo 5:28, 29; 6:22; Marcos 8:14-21; 9:1-8; Lucas 6:39-42; 10:23; Juan 12:44-46.

Tacto: Mateo 8:3; Marcos 5:26-34; Lucas 6:1-5.

Transformación

Mientras estudiaba a Jesús como predicador, aprendí varios rasgos admirables que mejoraron mi predicación. Comparto un resumen de estos hallazgos en forma de consignas:

  1. Predica para adaptarte a los diversos estilos de aprendizaje de tu audiencia. 2. Mantén a la vista metas temporales y eternas usando lo conocido para ilustrar lo desconocido.
  2. Sé creativo, y usa tu imaginación para animar, ilustrar y llamar la atención.
  3. Despierta los sentidos en el contenido y la presentación del sermón, para conectar los estilos de aprendizaje.
  4. Utiliza objetos familiares y eventos actuales para captar el interés e ilustrar la verdad.
  5. Usa figuras retóricas y otros recursos retóricos.
  6. Piensa en imágenes mentales que predicarán aun en tu ausencia.
  7. Mantén la coherencia entre la experiencia y la práctica, porque la predicación autorizada deriva de la autoridad cognoscitiva, moral y personal.

Imitemos las técnicas de comunicación y predicación de Jesús. ¡Nos ayudarán a transformar nuestros sermones, hacerlos memorables, desarrollar miembros espiritualmente maduros y expandir el Reino de Dios!

Sobre el autor: profesor de Lengua y Literatura Bíblica en Howard University School of Divinity, Estados Unidos.


Referencias

[1] Dicen los evangelios que en la multiplicación de los panes participaron cinco mil hombres, además de mujeres y niños. Como la mayoría de las audiencias tienen más mujeres y niños que hombres, podemos suponer que entre diez mil y veinte mil personas estuvieron presentes ese día.

[2]  Bertram Melbourne, Slow to Understand: The Disciples in Synoptic Perspective (Lanham, MD: The University Press of America, 1988), pp. 29, 160, 178.

[3] Ver Mat. 26:25, 49; Mar. 9:5; 10:51; Juan 1:38, 49; 6:25. Rainer Riesner, “Teacher”, en Dictionary of Jesus and the Gospels, eds. Joel B. Green, Scott McKnight, e I. Howard Marshall (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1992).

[4] Salvo otra indicación, la versión utilizada es RVR 95.

[5] Robert Gundry, Matthew: A Commentary on His Literary and Theological Art (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1983), p. 137

[6] G. S. Shogren, “Authority and Power”, en Dictionary of Jesus and the Gospels.

[7] White, El Deseado de todas las gentes, p. 218.

[8] __________, ____, Obreros evangélicos, p. 15. “Sus voces han de elevarse en tonos de trompeta, sin dejar oír nunca una nota vacilante e incierta. Han de trabajar, no por salario, sino porque no pueden actuar de otra manera, porque se dan cuenta de que pesa un ay sobre ellos si no predican el evangelio”.

[9] Compara con Shogren, “Authority and Power”.

[10] Ver White, El Deseado de todas las gentes, pp. 52-58.

[11] “El verdadero ministro no hará nada que empequeñezca su cargo sagrado” (White, Obreros evangélicos, p. 17).

[12] Ver Melbourne, Slow to Understand.

[13] Evans E. Crawford y Thomas H. Troeger, The Hum: Call and Response in African American Preaching (Nashville, TN: Abingdon Press, 1995), p. 17.

[14] M. Chartier, Preaching as Communication: An Interpersonal Perspective (Nashville, TN: Abingdon,

1981).

[15] Joel B. Green, Scott McKnight e I. Howard Marshall, Dictionary of Jesus and the Gospels, p. 594.

[16] Ver Elena de White, Parábolas de Jesús (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2015), pp. 2-7.

[17] Robert Johnston (Berrien Springs, MI: Universidad Andrews). Material inédito.

[18] Bertram Melbourne, “Still Teaching After Two Millennia: What Can We Learn From the Master Teacher?”, Journal of Adventist Education 65, Nº 5 (2003), pp. 5-9.

[19] David Noel Freedman, Gary A. Herion, David F. Graf, John David Pleins y Astrid Billes Beck, eds., The Anchor Bible Dictionary (New Haven, CT: Yale University Press, 2008), p. 1.153.

[20] Michael E. Lawrence, ed., The New Interpreter’s Bible (Nashville, TN: Abingdon Press, 1995), t. 8, p. 436.