La era de la comunicación ha entrado en una atmósfera, muchas veces puramente ideológica, por causa de los sofisticados recursos que están a nuestra disposición. Además de eso, hay mucho énfasis en la elección de la norma culta, que debe dictar las estructuras que serán convertidas en mensaje. También se destaca la claridad de las informaciones y otros tópicos tan bien defendidos por los comunicadores.
En la maraña de ayudas que se enfatizan en busca de una buena comunicación, hay pocas personas que se preocupan por la comunicación para el bien, y que fue incentivada por el lingüista Francisco Gomes de Matos: “Seamos comunicativamente prudentes, piadosos y pacíficos. Usemos un buen lenguaje. Comuniquemos bien, comunicándonos para el bien’[1]
En estas palabras, encontramos características esenciales de la comunicación en las relaciones personales.
Prudencia
La prudencia es una característica de la buena comunicación y está implícita en el consejo de Salomón: “No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras” (Ecl 5:2). En la comunicación prudente, algunos cuidados no deben ser pasados por alto. Por ejemplo, la importancia del vocativo para abrir y probar el canal de la comunicación. Dios y sus mensajeros utilizaron este recurso: “Abraham, Abraham…” (Gén. 22:11); “Simón, Simón…” (Luc. 22:31); “Hijitos míos…”; “Amados…”; “Hijitos…” (1 Juan 2:1,7, 12).
El vocativo llama la atención del destinatario, ayudándolo a tener la certeza de que el mensaje es dirigido a él. Muchas veces, el emisor presenta impaciencia, principalmente si está actuando en una situación en la que tiene el poder de la palabra. Ser comunicativamente prudente es garantizar que nuestro mensaje será recibido; es probar si el destinatario está en nuestro campo visual y, principalmente, auditivo.
Piedad
La comunicación piadosa presupone respeto lingüístico. Trabajamos socialmente con personas de diferentes niveles de escolaridad. En Sudamérica, nuestro hablar es bien diversificado de región en región. Eso contribuye al ejercicio del respeto lingüístico como el camino de la piedad: saber escuchar una diversidad lingüística sin esbozar ironía.
En la iglesia, es fácil encontrarnos con las más diversas clases sociales y niveles de escolaridad variados y diferentes. Necesitamos tener un mínimo conocimiento lingüístico para no despreciar o “hablar” diferente, sin ignorar la corrección gramatical. Saber interactuar con personas carentes de condición educacional privilegiada es uno de los grandes desafíos de la religión práctica. Por sobre la mera orientación del comportamiento, la delicadeza debe ser el estilo de vida del cristiano. Seamos piadosos, al demostrar cariño y afecto hacia todos los que nos rodean.
Paz
El profesor Gomes de Matos llama a los cristianos a comprometerse en el proceso comunicativo con el interlocutor, asumiendo las siguientes responsabilidades:
1. Solución verbal de todo conflicto. Debo ser paciente, abierto y tener dominio propio.
2. Tratar bien y respetar a todas las personas.
3. Comunicar de manera amistosa. Sustituir la maledicencia, el insulto y la ofensa por el hábito de hablar bien de mi semejante.
4. Ayudar a las personas a entenderse. Actuar como mediador.
5. Compartir lo que aprendí acerca de la paz comunicativa.
Gomes de Matos incluso nos aconseja utilizar el idioma con delicadeza; usar vocabulario humanizante, palabras y expresiones que puedan contribuir a dignificar la relación interpersonal.
Buen lenguaje
Nunca debemos despreciar las reglas y los preceptos gramaticales. Por otro lado, el buen lenguaje está más allá de las frases sintácticamente bien construidas, o concordancias y proposiciones impecables. El buen lenguaje está marcado por expresiones de delicadeza, por el uso del condicional (podría, me gustaría), por la melodía de la frase, pues la manera en que se dice es tan importante como el contenido del mensaje.
“Lo esencial se encuentra fuera de las palabras. Fernando Pessoa dice que el habla tiene dos partes. La primera son las palabras que son dichas: la letra. La segunda es la melodía que hace escuchar en los intersticios del habla: la música. La letra es cosa del consciente, cerebral. La música es cosa del cuerpo, inconsciente”. [2]
Hasta la canción de nuestra habla está siendo elaborada. Mientras escuchamos la voz del otro, necesita silenciarse con el fin de escuchar mejor la melodía que viene de nuestro prójimo. No lo olvidemos: el lenguaje de la comunicación, para este autor, se extiende a la amabilidad lingüística.
Nuestra comunicación debe estar inspirada en los valores espirituales. No podemos canalizar nuestro mensaje para el bien si nuestra vida no está dirigida por Dios y para Dios. Utilicemos todas las formas de comunicación que están a nuestra disposición, para la gloria de Dios, el bien del prójimo, de la iglesia y del nuestro propio.
Sobre la autora: Esposa de pastor y profesora de lingüística en la misión Sergipe – Alagoas, Rep. del Brasil.
Referencias
[1] Francisco Gomes de Matos, Comunicar Para o Bem: Rumo a Paz Comunicativa [Comunicar para el bien: Rumbo a la paz comunicativa] (São Paulo, SP: Editora Ave-María, 2002).
[2] Rubem Alves, O Amor que Ascende a Lúa [El amor que asciende a la luna], 6a ed. (Campiñas, SP: Ed. Papirus, 2002), pp. 77, 78.