Elena G. De White tuvo muchos secretarios y ayudantes durante su vida. Probablemente ninguno de ellos fue tan apreciado como Marian Davis, que trabajó para ella durante 25 años, desde 1879 hasta 1904. El papel especial de la Srta. Davis consistió en organizar los escritos de la Hna. White como tarea previa para la preparación de sus libros. La Sra. de White escribió El Deseado de Todas las Gentes, El Ministerio de Curación, La Educación, Patriarcas y Profetas, El Conflicto de los Siglos, El Discurso Maestro de Jesucristo, El Camino a Cristo y Lecciones Prácticas del Gran Maestro, pero Marian Davis los compiló.

Cuando Marian tenía 21 años, en 1868, su familia se trasladó desde Maine a Battle Creek. Una de sus hermanas murió allí en la fe del mensaje del tercer ángel. La otra se casó con W. K. Kellogg y pudo llevar una vida bastante cómoda. Marian decidió trabajar para la Sra. de White. Esto la llevó desde Michigan a Texas, a California, a Europa, otra vez a California y a Michigan, y luego a Australia durante nueve años, y finalmente de vuelta a California. Cuando Marian se enfermó de gravedad a principios de octubre de 1904, la Sra. de White interrumpió su viaje al este y regresó a Santa Elena a fin de estar junto a su fiel colaboradora durante las últimas semanas de su vida.

Podemos comprender el aprecio de la Sra. de White por Marian Davis cuando leemos algunas de las cosas que escribió acerca de ella. En 1884 la Sra. de White le hizo un cumplido muy generoso, juntamente con otra secretaria, al escribir: “Marian y Elisa son las mejores ayudantes que podría tener, y son sumamente apreciadas por mí”. [1]

Cuatro años después, en 1889, la Hna. White comentó: “Estamos comenzando ahora los tomos 1 y 2 (Patriarcas y Profetas y Profetas y Reyes), y La Vida de Cristo. Marian es fervorosa y desea poner toda su alma en este trabajo”. [2]

Pero la tarea avanzaba lentamente, y la Sra. de White no pudo dedicar al libro acerca de la vida de Cristo todo el tiempo que deseaba. Después de transcurridos otros cinco años, escribió desde Australia al presidente de la Asociación General, pastor O. A. Olsen: “Aún no he hecho casi nada acerca de La Vida de Cristo, y a menudo he tenido que recurrir a Marian en procura de ayuda… Ella está en condiciones de trabajar muy bien; ¡ojalá me sintiera libre de consagrar toda mi atención a ese trabajo! Ella tiene la mente educada y preparada para el trabajo; y ahora pienso, como he pensado un par de centenares de veces, que después que salga este correo podré tomar La Vida de Cristo y seguir adelante, si Dios quiere”.[3]

Algo del espíritu con el cual encaraba Marian su trabajo puede verse en las líneas que escribió la Sra. de White un año después, en 1895: “Marian conserva celosamente cada carta que escribo a otras personas a fin de descubrir frases que pueda usar en La Vida de Cristo. Ha estado coleccionado todo lo que tiene que ver con las lecciones de Cristo a sus discípulos, de todas las fuentes posibles”. [4]

Los libros no fueron producidos por Marian

Al escribir al pastor G. A. Irwin, presidente de la Asociación General que sucedió al pastor Olsen, la Sra. de White describió de esta manera el trabajo de Marian: “Usted ha visto trabajar a mis copistas… El trabajo que realiza Marian es de índole completamente distinta. Ella es mi compiladora de libros… ¿Cómo se hacen mis libros? Marian no pretende que se le reconozca nada. Ella hace su trabajo de este modo: Toma mis artículos, que han sido publicados en las revistas, y los pega en cuadernos en blanco. También tiene una copia de todas las cartas que escribo. Al preparar un capítulo de un libro, Marian recuerda que en alguna parte he escrito algo sobre ese tema específico, que puede reforzar el argumento que estoy presentando. Comienza a buscar ese pasaje, y cuando lo encuentra, si ve que aclara el capítulo, se lo añade.

“Los libros no son producidos por Marian, sino por mí misma, y compilados de todos mis escritos. Marian dispone de un vasto campo del cual extraer ideas, y su capacidad de reunir material es de gran valor para mí. Me ahorra la tarea de revisar gran cantidad de manuscritos, trabajo que no tengo tiempo de hacer.

“Espero que usted entienda que Marian es una ayuda muy valiosa para mí en la publicación de mis libros”.[5]

En 1903 la Sra. de White le hizo otro cumplido a Marian. Escribió: “Me siento muy agradecida por la ayuda de la Hna. Marian Davis en la publicación de mis libros. Ella extrae material de mis diarios, de mis cartas y de los artículos publicados en las revistas. Aprecio altamente sus servicios fieles. Ha estado conmigo durante 25 años, y ha ido aumentando constantemente su capacidad de clasificar y agrupar mis escritos”. [6]

Comprendía el carácter sagrado de su obra

Pocos días después de la muerte de Marian, la Sra. de White, al hacer una apreciación retrospectiva, escribió: “[Marian] fue mi principal colaboradora en la compilación de material para mis libros. Siempre consideró esos escritos como material sagrado colocado en sus manos, y a menudo me relataba qué consuelo y bendición recibía al realizar ese trabajo; que era su salud y su vida el hacer esta obra. Siempre manejaba como sagrados los asuntos confiados a sus manos. . . La extrañaré muchísimo. ¿Quién podrá ocupar su lugar?”[7]

Revelan este aprecio en que Marian Da- vis tenía el carácter sagrado de su obra las cartas que le escribió a la Sra. de White cuando estaban en Australia. (El trabajo de la Sra. de White a menudo la alejaba del hogar).

En una carta Marian declaró: “Esta obra me es muy cara, y los mismos zarcillos de mi corazón y mi vida están entretejidos con ella. No soy digna de ella, pero ¡cuánto anhelo ser santificada, ser purificada, estar donde Dios pueda usarme, a fin de que no contamine la obra mientras esté en mis manos! Y cuando llegue el tiempo cuando tenga que entregarla a obreros más eficientes, me dará gracia para sobrellevarlo. Jesús es tan precioso. Lo he sentido muy cerca de mí en estos últimos días. He hallado la paz… Lamento que esto esté tan mal escrito. Mis ojos están tan cegados por las lágrimas que apenas puedo ver para escribir”. [8]

Las cartas de Marian Davis también nos revelan algo de sus condiciones de trabajo: Cuando se descompuso la única máquina de escribir que tenían, escribió: “Ya no tenemos máquina de escribir, ni oportunidad de practicar ni de copiar. No sé qué vamos a hacer. Cuesta mucho el alquiler de las máquinas, y costará una libra esterlina arreglar la máquina vieja… Debo añadir, además, que no es seguro que la máquina vieja pueda arreglarse. El Hno. Rousseau teme que ya no tenga arreglo… ¡Ojalá tuviéramos una máquina! Tengo un espléndida oportunidad de que alguien me haga las copias. May Israel está ansiosa por hacer algo”.[9]

No sólo compilaba material para los libros

El trabajo de Marian en verdad incluía mucho más que la compilación de libros. Una carta que le escribió la Sra. de White en 1894 empieza con esta frase: “Querida Hna. Marian: ¿Quiere Ud., por favor, buscar los distintos manuscritos y cartas que se han despachado en los últimos dos correos, y enviarme una copia de todo?”.[10]

También ayudaba a la Sra. de White con su correspondencia. Al escribir al pastor G. A. Irwin, en 1900, Marian declaró: “A veces se le escriben cartas a la Sra. De White haciendo preguntas que, por falta de tiempo, no puede contestar. Estas cartas le han sido leídas, y ella ha dado instrucciones acerca de cómo se las debe responder. Las respuestas han sido escritas por W. C. White o por mí misma. Pero estas cartas no han sido enviadas como escritas por la Sra. de White. Las ha firmado el autor agregando las palabras: Por la Sra. E. G. de White”.[11]

Marian se lamentaba muchas veces por las imperfecciones de su trabajo, pero el Señor estimaba más su obra de lo que ella misma lo hacía. La Sra. Nellie Helen Druillard, que pasó mucho tiempo en el hogar de la Sra. de White, años más tarde dijo: “La Srta. Davis dirigía a los obreros que trabajaban para la Sra. de White mientras yo estaba allí, y solía decirnos que debíamos tener el mismo cuidado al trabajar con los escritos de la Sra. de White como lo haríamos si se tratara de la Biblia. La Srta. Davis la amaba entrañablemente y la Hna. White pensaba que Marian era un ángel”. [12]

Aunque la Sra. de White no trató de ángel a su secretaria, manifestó: “Aprecio en grado sumo su fiel servicio”. Fueron necesarias tanto la profetisa como su secretaria para darnos los libros inspirados que todos apreciamos tanto hoy en día. La Sra. De White los escribió. Durante 25 años Marian Davis efectuó la recopilación y la ordenación. La próxima vez que lean El Deseado de Todas las Gentes tal vez quieran agradecer al Señor no sólo por la obra de la profetisa, sino también por la fiel labor de su consagrada secretaria literaria.

Sobre el autor: Secretarlo asociado de la Junta de Publicaciones White.


Referencias

[1] Carta de E. G. de White S-7-1884.

[2] Carta de E. G. de White F-30-1889.

[3] Carta de E. G de White 0-55-1894.

[4] Carta de E. G. de White K-41-1895.

[5] Carta de E. G. de White I-61a-1900.

[6] Carta de E. G. de White B-9-1903.

[7] Manuscrito 146, 1904.

[8] Carta de Marian Davis, 20 de noviembre de 1892.

[9] Carta de Marian Davis, 4 de mayo de 1893.

[10] Carta de E. G. de White D-14-1894.

[11] Carta de Marian Davis, 23 de abril de 1900.

[12] N. H. Druillard a Dores Robinson, 22 de septiembre de 1933.