Mi amigo y colega Eldon E. Carman, que ha dirigido el programa de misión dental adventista durante muchos años, me habló hace poco del ministerio que ha venido ejerciendo después de jubilarse en favor de los individuos portadores del virus HIV.
Al comparar el HIV y la epidemia resultante del SIDA con la lepra de los días bíblicos, Carman dio sus razones para trabajar 20 horas por semana aconsejando a quienes desean hacerse una prueba anónima después de lo cual deben esperar tres semanas para saber si afrontan o no una sentencia de muerte. “Mientras viajaba por todo el mundo estableciendo clínicas dentales, observé los devastadores resultados del HIV. Después de la muerte de mi esposa, yo anhelaba servir a otros. Si puedo ayudar a un individuo, física y espiritualmente, entonces mis esfuerzos valen la pena”. La obra de Carman comprende estrategias y acciones específicas que ayuden a las iglesias a ministrar más efectivamente en la era del SIDA:
El SIDA no es simplemente una enfermedad de los homosexuales. Si bien la epidemia del SIDA en los Estados Unidos de Norteamérica se difundió primero entre los hombres *homosexuales, en la actualidad el espectro del HIV mira hacia el resto del mundo y afecta a los heterosexuales más de lo que nos imaginamos. Se teme que para el año 2000 más mujeres que hombres estarán infectadas con este virus. Pocas congregaciones y virtualmente ni una sola familia quedará sin tener un miembro infectado con el HIV.
Admitir el riesgo no evita las consecuencias de un comportamiento insensato. Muchos individuos que vienen a la clínica dental deseando someterse a la prueba del HIV informan que su contacto se debió a un encuentro sexual casual, debido al juicio perturbado por el alcohol. Hoy desean proteger a sus cónyuges o a cualquier compañero sexual en potencia de las consecuencias de lo que temen hayan atraído sobre sí mismos. La pena y la vergüenza de su propia necedad son expresiones típicas de muchos heterosexuales. La negación y el fatalismo sin esperanza son las reacciones de muchos homosexuales.
Personas inocentes pueden ser infectadas con el HIV por sus compañeros sexuales irresponsables. En la actualidad son pocos los riesgos de ser infectados por una transfusión de sangre en los Estados Unidos, gracias a una agresiva campaña para proteger la provisión de plasma. Pero los niños, hijos de los adictos, son los que tienen mayores riesgos, así como el que comparte una aguja hipodérmica.
Independientemente de cómo se hayan infectado, los individuos con HIV necesitan expresiones de bondad y simpatía. Jesús se preocupó por alcanzar a aquellos que estaban contaminados por la lepra en sus días. Sus seguidores ejercen su ministerio sirviendo a aquellos que son víctimas de esta plaga. La iglesia debe hablar con claridad acerca de las formas de evitar la infección del HIV y de cómo ministrar a los infectados. No todos los portadores del HIV desarrollan el SIDA, pero todos los sidosos se contagiaron previamente con el virus HIV. Los adultos deberían asombrarse de cuánto ignoran los jóvenes acerca de los hechos básicos de la anatomía, las funciones del cuerpo, y la sexualidad. La iglesia debería ayudar a los padres a encontrar formas de enseñar a sus jóvenes cómo vivir vidas castas, informadas y responsables en un mundo saturado de tentaciones y oportunidades para las prácticas inmorales.
Debemos transmitir amor, aceptación y perdón. Jesús está tan dispuesto a perdonar el pecado de juzgar a otros, como lo está de perdonar los pecados de la promiscuidad sexual. Si la iglesia ha de hacer la voluntad de Dios, debe amar a los pecadores y aborrecer el pecado. La iglesia debe proveer un lugar seguro para aquellos que han caído víctimas de las tentaciones de Satanás y que desean comenzar de nuevo. Los seguidores de Jesús pueden apoyar a las personas con problemas sin aprobar sus acciones. Debemos comunicar los inseparables principios enseñados por Jesús de que los pecadores son bienvenidos, pero que deben irse y no pecar más.
Si la iglesia no ministra, ¿quién dará a conocer el plan de Dios para la recuperación? Los cristianos, a lo largo de la historia han estado a la vanguardia en el cuidado de la salud y la educación. Hoy, no debe suceder lo contrario; la comunidad necesita saber que los creyentes se preocupan por cada enfermedad que el pecado inflige y que Jesús es el bálsamo de Galaad que cura a las almas enfermas de pecado. Una iglesia adventista participó en la feria de la salud de su comunidad distribuyendo folletos para prevenir contra la infección del HIV y proveyendo información contra el uso de drogas.
Los grupos de apoyo ofrecen oportunidades para servir. Las congregaciones pueden patrocinar grupos de recuperación, foros educativos, campañas para donaciones de sangre, clases de paternidad responsable, y otros servicios comunitarios. Los miembros pueden ofrecer sus servicios como voluntarios en escuelas, centros de consejería, circunstancias críticas y hospicios. A los enfermos de SIDA, con mucha frecuencia, se los aísla y abandona. Necesitan prepararse y alimentarse, necesitan ayuda para sus compras, transporte o simplemente compañerismo. Las acciones sencillas transmitirán el amor de Jesús. Nadie debería preguntarse si la iglesia en verdad se interesa en la comunidad. Esta referirá inmediatamente a los que estén buscando ayuda a una iglesia que expresa su compasión a favor de aquellos que están sufriendo el trauma de la enfermedad.
El apoyo puede extenderse a las familias de los que sufren el SIDA.