En un concilio ministerial uno de nuestros ministros aseguró que una de las necesidades más urgentes del ministerio adventista de hoy es la del compañerismo leal. Aunque se refería específicamente a los directores de departamentos de las asociaciones, la necesidad que expresó debe incluir a todos los administradores en sus diversos sectores, quienes corren el peligro de presentarse ante los pastores y obreros encarnando la imagen de inspectores de firmas comerciales, o de impasibles síndicos.
No hay duda de que es necesaria la averiguación de ciertas cosas, pero mucho más necesario en cualquier área ministerial es el compañerismo, que desgraciadamente tiende a disminuir entre los dirigentes de la iglesia, quizá debido a la creciente departamentalización de la obra que aumenta cada día en tamaño, con vistas a un trabajo más agresivo en favor del mundo que necesita del poder de la verdad. Todos conocemos a pastores que son compañeros y amigos afectuosos. Por otro lado, no es muy agradable ver a pastores, y obreros que son dejados completamente aislados de todo compañerismo, para que casi sucumban en medio de las luchas que afrontan. Después de todo, ser pastor no es ser ermitaño.
Algunos, por no decir muchos, parecen no tener agrado en practicar el compañerismo debido a su naturaleza cerrada, introvertida. Conozco pastores que rara vez visitan a sus colegas, aunque no vivan muy lejos de sus domicilios.
Un pastor me dijo que no se sentía muy aceptado entre sus colegas. Decía que en general sólo recoge en ese ambiente frutos que incluso perjudican su fe como pastor. He aquí los frutos: chismes, maledicencia hacia los dirigentes y administradores, y citó otros síntomas de malestar que trascienden los bastidores del ministerio adventista. Se refería a cosas que suceden en los concilios ministeriales, en las asambleas de obreros de los campos, etc. Debemos concordar con ese pastor. Tiene razón en decir que tenemos que exterminar el hábito de disecar la vida de los colegas en la obra, incluso de aquellos a quienes Dios confió responsabilidades mayores en la dirección de esta causa, ya sea en el campo local, en la unión, la división o la Asociación General. Con todo, esto no es motivo para mantenernos aislados de la sociedad ministerial y vivir solamente para nuestra esposa, hijos, y la iglesia que cuidamos.
No digo esto para desmerecer a nuestros hermanos laicos, pero en realidad son pocos los hermanos que se identifican como leales compañeros de sus pastores. Un pastor me dijo no tener ningún amigo verdadero en su iglesia relativamente grande. Resultado: Cuando desea pasar momentos amistosos de compañerismo, los encuentra entre personas ajenas a nuestra fe: ingenieros, hombres de negocios, médicos y otros profesionales.
Claro que el pastor es humano, y en sí mismo no tiene nada del otro mundo. Es comprensible que busque compañerismo entre personas de su nivel cultural e intelectual, lo que muy rara vez se da en el seno de la iglesia. Y aunque lo encontrara en la iglesia, la necesidad del pastor, en este caso, es el compañerismo con otro pastor.
No es nuestra intención avaluar cuánta culpa tienen los pastores, o los dirigentes de la obra, por cierta omisión del compañerismo. Conozco colegas en el ministerio que son grandes compañeros, amigos que gozan mutuamente de plena confianza. ¿Por qué no habría de ocurrir lo mismo con todos los pastores? Creo que es tiempo de que nos levantemos y hagamos algo, antes que muchos ministros se enfermen del corazón y del sistema nervioso; antes que otros imiten lo que algunos ya han hecho: abandonar las filas del sagrado ministerio, entristecidos por falta de compañerismo.
Algunos obreros han caído en pecados escandalosos y han salido de la obra porque nunca sintieron el poder del compañerismo entre pastores. ¿Nos hemos detenido a pensar en el poder que significa el hecho de que dos o más pastores doblen juntos las rodillas en oración, en los beneficios que se sacarían de comentar juntos ciertos pasajes bíblicos, ciertos escritos del espíritu de profecía, o incluso de comparar juntos el progreso de su trabajo? Son beneficios que no podemos apreciar en su plenitud aquí en la tierra.
Lo mismo podemos decir acerca de las esposas de pastores y obreros, las que rara vez o nunca experimentan el placer de una conversación íntima con sus colegas, las que jamás tuvieron la oportunidad de recibir una orientación segura y discreta de parte de ministros o esposas de ministros de experiencia. Cabe destacar que algunas esposas de obreros se han enfermado emocionalmente por falta de esa clase de compañerismo; de ahí que algunos pastores hayan abandonado el ministerio a instancias de sus esposas que vivían ausentes del convivio ministerial. No salían del ambiente del hogar y de los hermanos de la iglesia, que generalmente sólo traen problemas para solucionar, lo cual no siempre están en condiciones de hacer.
¿Por qué no cultivamos el compañerismo ministerial? ¿Qué excusas tenemos? ¿Qué estamos lejos de alcanzar nuestro blanco de bautismos? ¿Qué estamos en plena campaña de Recolección? ¿Que nuestro itinerario está muy cargado?
Nuestro Ministro supremo experimentó gran compañerismo con sus discípulos en innumerables ocasiones. Desde San Mateo hasta San Juan, encontramos a Jesús acompañando a sus discípulos en los altibajos del ministerio. En cierta oportunidad les dijo: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer” (Mar. 6:31). Sus palabras expresan hasta el día de hoy la sentida necesidad del compañerismo.
Las grandes empresas bancarias, comerciales e industriales, y los que ejercen profesiones liberales, promueven regularmente un ambiente de compañerismo. Lo mismo ocurre con los clubes sociales y deportivos, las sociedades, etc. Si aquellas agrupaciones, que no tienen por estatuto la Biblia, consideran como suprema la necesidad del compañerismo entre sus miembros, ¿por qué nosotros que pertenecemos a una causa inmensamente superior no fomentamos más y mejor nuestro compañerismo entre colegas y dirigentes de nuestra obra?
Quizá alguno de nosotros viva bastante lejos del colega. Tal vez nuestra ocupación nos exige demasiado (algo que nos pasa a todos). Quizá… Pero si queremos tener más salud, más entusiasmo, y representar mejor la causa a la cual hemos sido llamados, es tiempo de cultivar más nuestro compañerismo, para el bienestar de nuestra familia y para el progreso de nuestra iglesia. No olvidemos que el compañerismo ministerial forma parte del compañerismo con Cristo.