CONCLUSIÓN

TERCERA RAZÓN PARA EL ÉXITO

Jesús logró éxito con la gente debido a que era considerado con los sentimientos de los demás. Leemos (Heb. 4:15) acerca de Cristo que él puede compadecerse de nuestras debilidades. Y nuevamente, “no quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia” (Isa. 42:3). Con respecto al método de Cristo para relacionarse con la gente, leemos en El Camino a Cristo: “Hablaba con el mayor tacto, cuidado y misericordiosa atención en su trato con las gentes. Nunca fue áspero, nunca habló una palabra severa innecesariamente, nunca dio a un alma sensible una pena innecesaria. No censuraba la debilidad humana. Hablaba la verdad, pero siempre con amor. Denunciaba la hipocresía, la incredulidad y la iniquidad; pero las lágrimas velaban su voz cuando profería sus fuertes reprensiones” (pág. 12).

    Como dirigentes nos hallamos en una posición desde la que podemos ayudar o dañar, construir o destruir gente. Podemos hablar de un modo bondadoso y firme, o con ira y pasión. No es difícil que actuemos de acuerdo con nuestras características naturales. Hay algunos que piensan que levantar la mano es signo de madurez y valentía; pero sería más propio calificar eso de inmadurez y cobardía.

    A veces oímos a algunos que dicen: “Le hablé sin rodeos porque se lo merecía, y lo sintió”. “Le cargué doblemente la mano”. Quizá se lo mereciera. ¿Qué se puede decir de su método? ¿Y qué hacer con el espíritu? En el trato con la gente, aun el cargar una mano se puede cuestionar. La fuerza de carácter no se revela oprimiendo el gatillo de las emociones, sino evitando aun el tomar puntería. Sería mejor decir la verdad con corazón antes que con rudeza. No estoy del todo convencido de que la gente reciba mucha ayuda por ese modo de decir las cosas con demasiada franqueza. La verdad dicha de esa manera generalmente rebota en la otra persona. La verdad dicha con el corazón alcanza el corazón.

CUARTA RAZÓN PARA EL ÉXITO

    Jesús tuvo éxito en su trato con la gente porque buscaba lo mejor en la gente. Sin duda él creía que, como dice una poesía, hay mucho de bueno en lo peor de nosotros y mucho de malo en lo mejor de nosotros.

    Cristo nunca magnificó los puntos débiles de la naturaleza humana. Siempre trató de hacer surgir lo mejor de la persona. María era pecadora. Simón era pecador. Cristo buscó lo mejor de ambos. El bien afloró a la superficie. Ambos se convirtieron en humildes y sinceros seguidores del Señor.

    Fue a Lawrence de Arabia a quien, al llevarse tan bien con los árabes, se le preguntó cómo lo había logrado. Respondió: “Trato a todo árabe como a un inglés”. El buscar lo mejor en los demás genera una actitud saludable. Conduce a la creatividad, a nuevos pensamientos, a nuevos descubrimientos, y favorece las mejores relaciones.

QUINTA RAZÓN PARA EL ÉXITO

    Jesús tuvo en cuenta las emociones de la gente. Para entender y ver lo mejor en la gente uno debe comprender la parte que juegan las emociones en la vida. El Dr. William C. Menninger dice: “Muchas veces nos ponemos en contacto con un genio intelectual. Tiene un gran cociente intelectual pero en realidad es un ‘herrero social’. No puede llevarse bien con la gente a pesar de ser tan brillante; debido a su brillantez nos hace sentir al resto de nosotros un poco incómodos”. El hecho de que sea brillante no es ninguna garantía de que sea emocionalmente equilibrado. Todos somos criaturas emocionales.

    Jessie S. Nierenberg, en su libro Getting Through to People dice: “La manera para que una persona se sienta cómoda cuando expresa una intensa emoción es aceptar ésta sin juzgarla o condenarla. Nunca le diga que no debiera sentir esa emoción particular. El hecho es que la siente y que no puede controlar la manera en que la siente. Las emociones no son controlables. Uno puede controlar lo que hace con respecto a las emociones, pero la experiencia de la emoción en si no es más controlable que la secreción de los jugos gástricos o la circulación de la sangre” (pág. 61).

    Jesús nos dejó un ejemplo de cómo tratar con personas que estallan emocionalmente. Hallándose en el patio de Caifás, Cristo oyó a Pedro que maldecía y negaba con vehemencia. Lo oyó no solamente una vez o dos sino tres. Cristo sabía que durante esa erupción emocional el Pedro que hablaba no era el Pedro real. Jesús miró a su pobre discípulo. Pedro miró a Jesús. Los ojos de ambos se encontraron. Pedro leyó profunda compasión y tristeza en el semblante de Cristo. No había ira allí. Era como si Cristo quisiera decirle: “¿Querrá el Pedro real ponerse de pie?” Luego de derramar sinceras lágrimas de arrepentimiento en el Getsemaní el Pedro auténtico se levantó. Durante toda la vida se mantuvo fiel a la causa de Cristo.

    Cuando nos sintamos tentados a desatar nuestras emociones haremos bien en recordar el consejo de Daniel Webster: “Mantente frío; la ira no es un argumento”. Debemos tratar con gente que está emocionalmente lista para hablar pero no para argumentar. ¿Cuál es la razón de la ira individual? ¿La preocupación? ¿La pena? ¿La frustración o cualquiera otra cosa? Haga que esa persona hable de sus sentimientos. Acepte las emociones pero no las critique. Recuerde que existen muchos factores que pueden desatar las emociones. La diferencia entre la gente emocionalmente madura y la que no lo es, en la gran mayoría de los casos es la diferencia entre un hígado congestionado y uno normal; entre un estado de hipertiroidismo y otro sano; entre una baja presión y una normal; o entre un régimen alimentario crónicamente malsano y uno equilibrado; o es la diferencia entre un hombre con una esposa regañona y machacona en su hogar y uno cuya esposa es una buena compañera; o es un hombre que no se casa debido a una fijación con su madre y uno que no está más atado a su madre por un afecto excesivo; o es un hombre acosado por la ansiedad de sostener a sus numerosos hijos o familiares con un sueldo muy reducido y uno sin apremios monetarios.

SEXTA RAZÓN PARA EL ÉXITO

    Jesús sabía cómo tratar con los criticones. ¿Qué hacer con la persona que nos crítica y nos difama? ¿Qué hace usted? Ante todo, un líder debe estar dispuesto a pagar el precio del liderazgo. La crítica es una buena parte del mismo. Si piensa que el precio es muy elevado, debiera descender a donde la crítica no sea tan costosa. No estoy sugiriendo que haya que invitar la crítica, pero cuando venga —y viene cuando quiere—, no debiera ser motivo de sorpresa y de pérdida del equilibrio.

    Jesús dijo: “Bienaventurados sois cuando… digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”. Si es una bendición ser acusado falsamente, no haré nada por evitar la bendición. Mark Twain, luego de dar una de sus conferencias, fue severamente criticado. Uno de sus amigos le preguntó por qué no replicaba al crítico. Él contestó: “Lo hice. Le di con un gran trozo de silencio”.

    El otro día estaba interesado en averiguar cómo respondió Jesús a las burlas y mofas y el ridículo de sus compañeros de trabajo en la carpintería. Elena de White dice: “Comenzaba a cantar uno de los hermosos salmos de David y sus compañeros antes de darse cuenta lo que estaban haciendo, se le unían en el himno” (SDA Bible Comentary, comentario de E. G. de White sobre Sant.3: 2).

    Debiéramos orar con fervor por esa clase de fortaleza interior. El fruto del Espíritu —amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza— ha sido prometido a todo el que lo desee. El Espíritu y la esposa dicen ven y toma gratuitamente del agua de la vida. Si poseemos ese Espíritu, entonces podremos imitar a Jesús en nuestro trato con la gente. Qué maravilloso sería si se pudiera decir de nosotros: “Ninguno que acudió se fue sin ayuda”. La gente no sólo se sentiría mejor debido a nuestro trato con ella, sino que sería mejor. Sabría que nos interesamos en su bien y que no sólo somos sinceros sino íntegros; que tomamos en cuenta sus sentimientos y que siempre buscamos hallar sus mejores cualidades.