La psicología del universitario necesita ser estudiada y comprendida. La pluma inspirada nos dejó estos consejos: ‘‘El tratar con las mentes humanas es la mayor obra jamás confiada al hombre’’ (Obreros Evangélicos, pág. 127). “El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender a la humanidad” (La Educación, pág. 74). Y la Palabra de Dios aconseja: “Considera atentamente el aspecto de tus ovejas; pon tu corazón a tus rebaños” (Prov. 27:23).

    Se tornaría tarea difícil pretender trabajar con un potencial humano como el que constituyen los universitarios adventistas, sin conocer a fondo su naturaleza humana. “Es más difícil alcanzar los corazones de los hombres hoy en día de lo que lo fue hace 20 años” (Evangelismo, pág. 135; escrito el 23 de abril de 1908). Han pasado 63 años desde que fueron expresadas estas palabras inspiradas, y si entonces era difícil alcanzar los corazones, ¿qué será hoy cuando el pecado ha hecho más compleja la vida humana? Nos estimula saber que “Jesús buscaba un camino hacia cada corazón” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág.13).

    Cuanto más nos acerquemos a la vida y a los métodos de Cristo, más éxito lograremos en nuestro trabajo en favor de los universitarios. Jesús fue el más grande psicólogo que el mundo jamás haya conocido, porque “no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre; porque él sabía lo que había en el hombre” (Juan 2:25). Jesús estudiaba y vigilaba el rostro cíe sus oyentes, leía todo corazón, lo tocaba y despertaba las simpatías. Obraba en cada uno conforme a su temperamento y carácter. Necesitamos estudiar y conocer muy de cerca la metodología de Jesús y entonces, nuestro trabajo producirá mejores resultados. (Obreros Evangélicos, págs. 98, 113, 220, 127).

    “La obra de Cristo consistió, en extenso grado, en entrevistas personales. Tenía él una fiel consideración por el auditorio de una sola alma” (Mensajes para los Jóvenes, pág. 201).

    Así como en los días de Cristo las personas se sentían cautivadas porque Jesús las distinguía interesándose en las necesidades individuales y creando así un clima propicio para el diálogo, la juventud universitaria de nuestros días se siente atraída hacia quien les demuestre interés en mantener el diálogo cordial que exprese comunicación de un alma hacia otra alma. Nuestra juventud, especialmente, necesita simpatía, comprensión, compañerismo, y cuando la fibra sensible ha sido tocada, se halla una respuesta favorable.

    El consejero espiritual y amigo de los universitarios, necesita depender mucho de Dios, pasar mucho tiempo sobre sus rodillas y al mismo tiempo mantener un nivel intelectual a tono con sus responsabilidades, pues “la mente cultivada es la medida del hombre” (Consejos para los Maestros, pág. 364). Necesitamos ir donde ellos están para que ellos vengan donde deben estar.

    Debemos tener siempre presente que el joven que va a la universidad afronta una serie de problemas de todo tipo. Deja su hogar para vivir distante de sus padres, familiares y amigos. Se interna en un mundo nuevo, lleno de sorpresas: métodos de vida distintos del habitual, ambiente nuevo, profesores y compañeros nuevos. Pasa a ser una persona independiente. Tentaciones tal vez no sospechadas lo acechan, corrientes filosóficas extrañas a su pensamiento y forma de vida y mil atracciones le depara la nueva vida, la universitaria. Todo esto y mucho más necesita tenerse en cuenta al trabajar por ellos y con ellos.

    “La simpatía es la fuente del ministerio eficaz” (La Educación, pág. 261). ¡Cuánto necesitamos de esta gracia divina! ¡Qué resultados maravillosos se logran cuando se transmite esta virtud que brota de un alma que ama y anhela proyectarse hacia los demás! Esto es captado como por ondas invisibles pero reales y el corazón cede maravillosamente al poderoso influjo del amor y de la comprensión.

    Captado ese aprecio y respeto necesario, es admirable ver cómo el corazón se abre y se vuelca el torrente de energía creadora, con su chispa y su gracia, que inflama a la iglesia, dando origen a nuevas formas de trabajo, con resultados insospechados. A la juventud universitaria le agrada participar en el planeamiento y ejecución del trabajo misionero o de cualquiera otra índole y cuando se siente parte integrante de la iglesia, es capaz de acometer empresas que requieran esfuerzo verdadero. Las iglesias de Córdoba, al contar con unos 90 universitarios, vieron conveniente organizar el Centro Universitario Adventista; su presidente forma parte de la junta directiva de la Iglesia Central. Esto ha sido de positiva ayuda, pues a la juventud no le agrada tanto el recibir directivas sobre algo ya estructurado, sino que le encanta y entusiasma el gestar, crear, aportar ideas, ser parte integrante del equipo que planea las tareas a efectuarse.

    La dinámica de grupos ha producido fructíferos resultados. Les agrada agruparse en equipos por afinidad de gustos, de ideales, de inquietudes, y es notable ver los resultados que se obtienen. Los alienta el que se los tome en cuenta, y prestan entonces un servicio variado y eficaz. La crisis de fe en nuestra juventud es así superada, dando lugar a una fe vigorosa y firme. Responsabilidades dentro de la iglesia, tales como de ancianos, diáconos, directores misioneros, directores o maestros de escuela sabática y de MV, relaciones públicas, predicadores laicos, La Voz de la Juventud, La Biblia Habla, y otras actividades, muchas de ellas planeadas por los jóvenes mismos, pueden ser desempeñadas con toda eficiencia por ellos. Necesitamos poner responsabilidades sobre sus hombros a base de consagración, confianza y eficiencia.

    Las mesas redondas donde se analizan temas de su interés y preocupación son de mucho valor. Les agrada que se les hable con franqueza. Necesitan conocer que hay una plataforma libre para expresar sus ideas en forma respetuosa y cordial. Quieren ser escuchados y comprendidos, y a los mayores nos toca la tarea de guiarlos y aconsejarlos. Nuestros jóvenes tienen buenas intenciones, pero a veces poseen mala base, mala formación, errónea o parcial información, y por lo tanto, les agrada que haya información y discusión sólida y constructiva.

    La inhibición, el retraimiento, la falta de interés de parte de cierto sector, debe ser tenida en cuenta y buscada una solución particular para cada problema. Deben sentirse integrados intelectual y emocionalmente, y los resultados serán maravillosos. La participación viene como consecuencia de haber descubierto talentos y habilidades no conocidas y de conferir responsabilidades adecuadas a ellos. No les agrada la rigidez, sino la amplitud de criterio y debe haber una combinación de aprendizaje y acción; preparación y ejecución desarrollados en un ambiente de confianza mutua y afectuosa camaradería que ligue íntimamente.

    “[El Señor] desea que [los jóvenes] alcancen la cima de la excelencia. Desea que alcancen el más alto peldaño de la escalera para que desde él puedan trasladarse de un paso al reino de Dios” (Mensajes para los Jóvenes, pág. 162). Si el consejero universitario tiene siempre presente este deseo del Señor, planificará su trabajo teniendo muy en cuenta este maravilloso potencial humano que Dios ha puesto en sus manos y tratará de inspirar y aconsejar de tal manera que todo el conocimiento adquirido por la juventud en su paso por la universidad, no llevará otro objetivo que el prepararse para esta vida y la venidera. Animará y orientará de tal manera que el joven, dentro y fuera de la universidad, tendrá siempre presente que el Señor lo ha colocado en situación de privilegio y le ha otorgado la responsabilidad de compartir su fe cristiana con profesores y alumnos, demostrándoles, por precepto y ejemplo, la solidez de los principios que sustenta.

    Durante su permanencia en la universidad, será conveniente promover visitas a nuestras instituciones, para vincular estrechamente a nuestra juventud con los intereses y necesidades de la obra. Todo lo que se haga en este sentido reportará los mejores dividendos. Nuestra organización necesita de jóvenes consagrados y talentosos, y nos alegra saber que hay instituciones nuestras que han establecido un sistema de becas y ayudas para jóvenes promisorios. Que el Señor nos bendiga ricamente y nos ilumine en relación con el trabajo con nuestra querida juventud, que constituye el mejor capital que poseemos y la mayor esperanza de nuestra iglesia.

Sobre el autor: Director Ministerial de la Asociación Argentina Central