Hace poco más de cien años la Asociación General de la Iglesia Adventista fue organizada por veinte delegados de seis asociaciones. La feligresía mundial oficial, si es que podemos decir que en ese tiempo hubiera datos oficiales confiables, era de 3.500. A fines de 1962 la feligresía mundial sobrepasaba el millón. Los miembros con que cuenta la iglesia actualmente más las decenas de miles que han entrado en el descanso durante los últimos cien años, muestran las bendiciones de Dios que han acompañado a la predicación del mensaje del tercer ángel. Es evidente que Dios ha obrado poderosamente en beneficio de su verdad.

A pesar de los progresos realizados, debemos ser realistas y aceptar que las pérdidas sufridas a causa de las apostasías nos condenan. Alguien podrá decir que la iglesia siempre ha perdido miembros. Al que aprecia plenamente el don de Dios mediante Jesucristo, le resulta poco consolador que le recuerden que la iglesia primitiva, en su pureza, tuvo que ver con miembros apóstatas como Judas y Demas.

Solamente la eternidad revelará el valor de un alma salvada. Y así mismo, solamente entonces comprenderemos la tragedia de un alma perdida.

Podemos enfocar desde muchos puntos de vista el problema de la apostasía, pero nos limitaremos aquí a analizarlo en conexión con la escuela sabática y el segundo servicio, que puede ser un medio para reducir el número de deserciones de las filas adventistas. No es fácil tratar el tema debido a que en las diferentes iglesias adventistas imperan condiciones disímiles: algunas son atendidas por ancianos locales, otras por obreros principiantes y otras por pastores experimentados que cada semana alimentan bien a su grey. Resulta difícil hacer aplicaciones que se adapten a las diferentes congregaciones y a las distintas circunstancias. Sin embargo, supongo que podemos aplicar principios generales con validez para todas las congregaciones.

Para comenzar nuestro análisis será conveniente formularnos esta pregunta: ¿Por qué la gente se va de la iglesia? No es seguro que como iglesia hayamos explorado, este problema hasta el punto de poder responder con autoridad. Podemos tener algunas ideas, y posiblemente ciertas conclusiones son correctas. Sin embargo, puede haber importantes factores implicados que no alcanzamos a descubrir.

A manera de ilustración emplearemos el caso de Demas. ¿Por qué abandonó la iglesia? Como trabajaba con Lucas, Pablo y otros dirigentes de la iglesia, estaba rodeado por una atmósfera de dedicación y consagración. Estoy seguro que vio pocas inconsecuencias, si es que vio alguna, en las vidas y en el ministerio de los hermanos. Dudo que sea posible que una persona haya estado tan cerca del apóstol Pablo, como Demas, sin haber conocido cabalmente las enseñanzas de la iglesia. Además, es de suponer que los hermanos lo mantuvieron trabajando activamente en la causa de la iglesia. De manera que parece poco probable que dispusiera de tiempo para probar los placeres mundanales.

Veamos ahora, ¿qué le aconteció a Demas? No sabemos mucho más de lo que informa 2 Timoteo 4:10: “Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica”.

¿Cuáles fueron los factores que contribuyeron a llevarlo al mundo? Algunos han sugerido que él eligió al mundo. Es verdad. ¿Pero por qué? ¿Por qué siguió ese camino, mientras Marcos, que comenzó en forma difícil, se convirtió en una columna de la iglesia? Quiero insistir en que Demas contó con la compañía de los santos de la iglesia. No veo cómo podría atribuirse su apostasía a una falta de conocimiento. Por otra parte, esos dirigentes de iglesia eran hombres consagrados. Sus oraciones eran seguidas de milagros. Demas tenía toda clase de ventajas de su parte, y sin embargo se fue al mundo.

He utilizado este caso, no para confundirnos o desanimarnos, sino con el propósito de destacar un factor importante. Conservar nuestra feligresía significa algo más que asociación, ambiente o conocimiento. Significa más que estudiar rutinariamente la lección de la escuela sabática siete veces, suscribirse a las revistas denominacionales o asistir a nuestros colegios. Todo esto es muy importante, pero hermanos, está la posibilidad de que cada uno de esos factores o todos ellos se conviertan en una mera “forma”.

¿Quién de nosotros no ha conocido a alguien que después de asistir durante años a un colegio adventista, tal vez desde la escuela primaria, se aleja de la iglesia a causa de las vicisitudes de la vida? Desafortunadamente hemos visto a hombres bien dotados, con mentes perspicaces, que han predicado el mensaje en forma efectiva, que renuncian a su fe y se unen al mundo. Por cierto que no les faltaba conocimiento.

He dicho todo esto para que reconozcamos con mayor amplitud la necesidad de inspirar a los miembros a creer y experimentar el gozo y el placer que surge de la comunión con Dios y con su iglesia. Debemos conducir a nuestra grey a un terreno donde vivencie la profunda satisfacción y la seguridad que se encuentra cuando se adopta toda la armadura de la iglesia. El testimonio que la iglesia da el sábado de mañana debe ser tan efectivo que los feligreses lleguen a considerar al mundo como metal que resuena y címbalo que retiñe, comparado con la paz, la confianza, la inspiración y la satisfacción que pueden encontrar junto al pueblo de Dios. Este blanco es más que un ideal. Debe ser una realidad. Si nos conformamos con menos que esto, continuaremos contemplando una procesión de buena gente que entra por la puerta de adelante del santuario y marchan a lo largo de la iglesia para salir por la puerta de atrás y sumergirse en el mundo, sin haber sido conmovidos ni inspirados por lo que vieron u oyeron en la iglesia. El descuido con que muchos llevan a cabo los cultos de la iglesia debería alarmarnos, y hacemos esta observación sin ánimo de criticar.

Antes de encarar una posible solución, recordemos lo que sigue:

  1. La mayor parte de los que abandonan la iglesia, siguen creyendo que la Iglesia Adventista es la iglesia remanente.
  2. No se unirían a otras iglesias por razones religiosas, pero probablemente lo harían por conveniencias sociales.
  3. La mayor parte de los apóstatas defienden las doctrinas de la iglesia cuando discuten con otras personas.
  4. Muchos de ellos están sinceramente confundidos en cuanto a las verdaderas razones por las cuales salieron de la iglesia.

De manera que podemos concluir que su alejamiento de la iglesia no se debió a su incredulidad en la iglesia remanente o a una falta de conocimiento.

¿Cómo, cuándo o dónde habríamos podido contribuir a retenerlos dentro de la iglesia? Soy de la opinión de que el empleo debido del servicio de culto constituye una solución importante. En la hora del sermón tenemos a los mejores representantes de nuestra feligresía. Por esto, si queremos hacerle frente al problema, parecería lógico que lo intentáramos desde esta posición. ¿Pero cómo?

La música, el orden del culto, el mensaje de la Palabra de Dios, deberían ser tan dinámicos que las almas salgan estimuladas, conmovidas, inspiradas, condenadas y animadas hasta el punto de reconocer que en la iglesia encuentran su fortaleza, su refugio, su gran fuente de gozo y su única seguridad.

En un torneo atlético de Los Ángeles (EE. UU.) Anunciaron que a las seis de la tarde pondrían en venta cinco mil entradas. Ya habían vendido otras 49.000. Pocos minutos después de las 18 h se había formado una fila de personas de un kilómetro y medio de largo, deseosas de pagar S 3,50 dólares para presenciar ese acontecimiento deportivo. ¿Por qué?

Hace poco, miles de personas realizaron sacrificios a fin de participar en una marcha cuyo destino era la ciudad de Washington. Estaban contentos de poder realizar esa demostración. ¿Por qué había tantos dispuestos a dejar sus trabajos y gastar sus fondos a fin de realizar el viaje a Washington? Tal vez porque se habían dedicado de todo corazón a esa actividad.

El desafío que la iglesia ofrece al corazón humano que padece necesidad, ¿no es infinitamente más importante que las satisfacciones que proporcionan otros acontecimientos comunes como los mencionados?¿Está la iglesia cumpliendo plenamente su comisión en la forma como trata a sus feligreses?

¿Es posible que estemos perdiendo demasiados miembros porque los servicios de culto son mediocres? En muchos casos el orden del culto no ha sido bien planeado; la música constituye un derroche de talento antes que el desborde del corazón en alabanza a Dios. El sermón es tibio y hasta puede ser frío. Carece del fuego de la estimulación. La gente sale de la iglesia sin haber sido alimentada, sin haber sido conmovida por el Espíritu y sin haber sido amonestada.

¿Qué podemos hacer? El pastor constituye la clave. Forma la espina dorsal del futuro de su iglesia. Hablando humanamente, su iglesia sube o cae con él. Él es quien producirá un reavivamiento o sumirá a sus feligreses en la tibieza. Él es quien inspirará a su congregación o la enfriará. Como administradores podemos hacer más en ayudar a nuestros pastores a convertirse en hombres poderosos en la presentación de la Palabra de Dios. Debemos desarrollar a hombres que sean predicadores de la Biblia. Nuestras congregaciones reconocen de inmediato cuándo un predicador presenta lo que otros han digerido.

Cierta vez un miembro de una iglesia me dijo, sin deseo de criticar, que un sábado su pastor comenzó muy bien su sermón. Presentó un excelente alimento espiritual. Dijo que eso había continuado durante veinte minutos, pero a partir de ese momento pareció que la fuente se había secado, y el pastor llenó el tiempo restante con historias y observaciones intrascendentes. Esta observación fue hecha acerca de un pastor que se destaca por encima del promedio de nuestros ministros. Creo que ha llegado el tiempo cuando nuestras asociaciones deben gastar más dinero enviando a sus ministros a nuestros seminarios a fin de prepararlos para un ministerio más eficiente. La filosofía, las conjeturas, el sensacionalismo y la especulación no retendrán a los miembros.

Por lo general, una congregación responde favorablemente cuando se le da alimento espiritual. Cierta vez conversaba con un médico. La conversación giró en torno a su pastor. Con profundo sentimiento manifestó su aprecio por la fortaleza espiritual que recibía de los mensajes presentados por su pastor en los cultos de los sábados. También habló de su asistencia, con cientos de otros miembros, a los cultos de oración del miércoles, porque apreciaba mucho los estudios dados. En el curso de la conversación, el médico realizó una observación muy importante: “Mi pastor me hace pensar”. Una hermana, miembro de otra iglesia, me escribió hablándome de los excelentes sermones presentados por su pastor. Me decía que a menudo comentaban algunos puntos del sermón con su familia mientras regresaban a casa.

Hay algo más que debemos considerar. La llama del evangelismo debe penetrar todos nuestros servicios religiosos. En cualquier asociación, un poderoso programa en favor de la salvación de las almas será el resultado de la realización por parte de cada iglesia de reuniones que estimulen a sus miembros en ese sentido. Deberíamos hacer más por emplear los servicios religiosos para atraer a la comunidad. Hay que estimular a los miembros para que lleven a la iglesia a sus amigos y parientes, sabiendo que las condiciones imperantes en la iglesia los atraerán.

En los cultos debería manifestarse notablemente el espíritu de comunidad. En el mundo hay mucha gente solitaria. Algunas de esas personas están en la Iglesia Adventista. En muchos hogares hay adventistas que están solos en su fe. Necesitan calor, amistad y comunión con sus hermanos el sábado de mañana. En esto, el pastor marca el paso al actuar amigablemente o con frialdad. Las iglesias adventistas cada vez son más grandes, y esto hace imperativo que tengamos en ellas una atmósfera de amistad. ¿Qué podemos hacer para manifestar calor y amistad? Conozco a un pastor que utiliza un procedimiento novedoso. En un momento dado, los diáconos entregan a la primera persona de cada asiento una tarjeta de registro. Cada persona del banco escribe su nombre, y así todos se familiarizan con los nombres de los que se sientan junto a ellos. En otras iglesias, al final del servicio los hermanos se reúnen afuera para charlar unos con otros y conocerse.

El servicio de culto correctamente realizado no es una cura radical para la apostasía. Por otra parte, un segundo servicio conducido desorganizadamente, sin reverencia y destinado a promover campañas, no sirve para inspirar, estimular y alimentar a los miembros. Como dirigentes administrativos necesitamos preparar a nuestros pastores para que prediquen la Palabra en forma más efectiva. Podemos gastar millones de pesos edificando templos e instituciones. Tal cosa es buena y conveniente. Sin embargo, debemos gastar más dinero en la tarea de formar a pastores más eficaces. Deberíamos sentir profunda preocupación por esto, porque nuestra feligresía refleja una necesidad en este sentido.

Sobre el autor: Presidente de la Asociación Sur de California