La instructora bíblica y el pastor pueden probar la programación de planes conjuntos de trabajo. Pero la instructora bíblica trabaja en forma separada en su programa diario y en sus estudios bíblicos. Ella mantiene al día un archivo que muestra cómo marchan sus contactos y proporciona otra información al respecto. Entonces, cuando el pastor o un equipo celebra reuniones evangélicas, todos deben coordinar sus esfuerzos para lograr una rica cosecha de almas. Dijo Ray Turnen “He estado en lugares donde el pastor tenía una instructora bíblica. A menudo visitaba con ella su zona y siempre encontraba un campo promisorio. Ella siempre tenía muchos interesados, buenos interesados. De ellos muchos aceptaron el mensaje mediante nuestro evangelismo”.
Cuando se le presentan casos con problemas de familia y hogar, la instructora bíblica puede remitirlos al pastor para que éste dé su consejo. De la misma manera, el pastor le puede confiar a ella algunas personas, especialmente mujeres. “Cuando una mujer está en dificultad, lleve ella sus problemas a una mujer” (Evangelismo, pág. 303).
Como resultado de sus visitas a los miembros de iglesia, la instructora bíblica puede sugerirle al pastor algún tema para sermón. De cuando en cuando también puede dirigir con eficacia clases sobre salud y cocina.
Supongamos que el pastor esté planeando dirigir la Semana de Oración en algún colegio, cuando se le pide que haga lo mismo en la escuela primaria en la misma fecha. Si no hay un pastor ayudante, puede ocurrir que la instructora bíblica tenga que encargarse del segundo pedido.
Es muy necesario que los miembros laicos estén capacitados para dar estudios bíblicos con eficacia a parientes y amigos. El pastor debería sentirse libre de llamar a la instructora bíblica, la cual está en condición de capacitar a esos miembros debido a su preparación y experiencia.
No le incumbe a ella tareas de secretaria. Su tarea principal es la de dar estudios bíblicos. En lo posible, cargos tales como pianista, secretaria, diaconisa y directora de Dorcas deberían ser ocupados por miembros de iglesia.
En las iglesias más grandes o donde hay muchas visitas que asisten a los cultos, es posible que la instructora bíblica tenga que enseñar en la clase de visitas de la escuela sabática mientras el pastor enseña en la clase bautismal. Este es el caso en mi propia iglesia de Miami, Florida. La esposa del pastor es una instructora bíblica empleada por la asociación. Al enseñar la lección, ella siembra la semilla de verdad que puede llevarla a concertar futuros estudios bíblicos.
Leemos nuevamente del libro Evangelismo: “Si hubiera veinte mujeres donde ahora hay una, que hicieran de esta santa misión su obra predilecta, veríamos a muchas más personas convertidas a la verdad” (Id., pág. 309).
Una joven mujer que ha contestado este llamado es la Sra. Felicia LeVere Phillips. Ha trabajado en tres diferentes aspectos de la instrucción bíblica y nos hablará de su experiencia personal en un campo en el cual está trabajando desde que se graduó hace poco en el Southern Missionary College.
“Es realmente un privilegio poderles presentar el curso de instructora bíblica a Uds., que han tenido más que cualquier otro grupo las oportunidades de canalizar sus jóvenes energías y talentos en esta avenida de la ganancia de almas.
“En esta hora culminante necesitamos armarnos de todos los recursos a nuestro alcance. La obra de la instructora bíblica ha demostrado ser uno de los medios más efectivos de evangelismo.
“La fase de la obra bíblica con la cual he estado más íntimamente relacionada desde mi graduación ha sido la de asistente del capellán en uno de nuestros sanatorios. Todos conocemos las declaraciones del espíritu de profecía que dicen que nuestra obra médica es el brazo derecho del mensaje y que debe ocupar en relación con la obra de Dios el lugar que ocupa la mano en relación con el cuerpo. Se verá la gran importancia de esto al pensar que en nuestros grandes sanatorios modernos el personal médico está tan ocupado con las necesidades físicas de los pacientes, que generalmente no tienen bastante tiempo como para atender en forma adecuada sus necesidades espirituales.
“Cuando una persona está enferma, generalmente está más propensa a la reflexión espiritual. Sus reservas y prejuicios, si es que los tiene, pasan a segundo plano y se desvanecen rápidamente por el bondadoso trato de médicos y enfermeras. A menudo busca aferrarse de un sentimiento de seguridad del cual ha sido privada por su enfermedad. Es el momento de acercársele con apoyos espirituales: la fe, la esperanza y la confianza en el Señor. Cuando una persona está enferma, existe la posibilidad de que se sienta muy cerca de Dios o muy alejada de él según la actitud que asuma. Es nuestra tarea avivar su fe y sus energías espirituales. A menudo el paciente nos da la bienvenida como a un miembro del equipo de sanidad. Así es como debiera ser, porque las autoridades en medicina nos dicen que más del 50 por ciento de las enfermedades están causadas por la tensión emotiva. Así que para sanar el cuerpo hay que atender también la mente y el espíritu.
“¿Qué parte tiene una mujer en esta tarea en la capellanía? Así como un pastor en un amplio distrito no puede hacer todos los contactos que quisiera y le encarga a la instructora bíblica que haga gran parte de las visitas, de la misma manera el capellán encarga a su asistente que haga visitas, contactos preparatorios y cuide de los casos en los cuales el toque femenino podría resultar más efectivo.
“Entiendo que hay una demanda creciente en nuestra denominación de mujeres asistentes del capellán, y que hay muchos sanatorios que emplean a las tales. Por cierto, tiempo los metodistas y los luteranos han estado usando mujeres con el título de diaconisas en sus sanatorios para que hicieran obra personal.
“Mi programa diario como asistente del capellán consiste en mantener al día un registro de pacientes activos del sanatorio, tomando nota de su filiación religiosa. Cada día informo al pastor local de alguno de sus feligreses que pueda estar hospitalizado y también de algún contacto notable con pacientes no adventistas de la zona a los cuales debiera seguirse atendiendo hasta lograr su decisión.
“Me hice cargo del programa de publicaciones del sanatorio, a menudo he orado con pacientes, y he ayudado a dirigir los cultos regulares de pacientes y empleados.
“Visito a cada paciente llevándole alivio y consuelo. Si se sienten solos o deprimidos escucho con atención sus problemas y las preocupaciones de aquellos que desean compartirlos con alguien. He tenido pacientes que me han dicho, después de descargarse: ‘Nunca le conté esto a nadie, ni siquiera a mi médico’. Parecería que el paciente no tiene, ante una joven mujer que lo visita y le habla de sus necesidades espirituales, el temor que tendría ante la figura autoritaria de un pastor o de un médico.
“Otra fase del trabajo puede ser un programa de visitación regular a los hogares de antiguos pacientes, estableciendo un contacto espiritual más fuerte y ayudando a los pastores locales a hacer madurar el interés por el bautismo.
“Siento que he tenido la oportunidad de plantar la semilla de pensamientos de amor y bondad, produciendo las chispas de un interés en la verdad que puede ser luego regado y cosechado en el bautismo por el pastor.
“Hace algunos años estuve haciendo un estudio acerca de las necesidades de instructoras bíblicas. Supe que en los últimos veinte años el número de obreros evangélicos había aumentado a casi el doble, pero que el número de instructoras bíblicas había quedado igual o había disminuido. Y todavía nuestros ministros y educadores nos han dicho: ‘No, ya no se necesitan instructoras bíblicas’. Pero la Sra. White dijo: ‘También me siento inducida a decir que debemos educar a más obreros para dar estudios bíblicos’ (Id., pág. 313). Seguramente la necesidad es hoy aún mayor que cuando ella escribió esas palabras. Ministros, evangelistas, se os exhorta a que animéis a otros a entrar en este campo. Recordad que la mensajera del Señor dijo: ‘Si hubiera veinte mujeres donde ahora hay una que hicieran de esta santa misión su obra predilecta, veríamos a muchas más personas convertidas a la verdad’ (Id., pág. 309). Ahora se necesitan mujeres que hagan esta obra.
“Desde que habéis aceptado responsabilidades en la dirección de la iglesia, ¿ha crecido en proporción vuestra carga por las almas? ¿Tenéis siempre presente el hecho de que habría muchos que estarían listos para la siega si tan sólo hubiera segadores que hicieran el trabajo? Recordad: ‘Cuando ha de realizarse una obra grande y decisiva, Dios escoge a hombres y mujeres para hacer su obra, y esta obra sentirá la pérdida si los talentos de ambas clases no son combinados’ (Id., pág. 306).
“Si todos seguimos este consejo veremos la obra terminar victoriosamente, y ¡cuán glorioso será ese día cuando los que han ganado almas para Cristo resplandecerán como las estrellas a perpetua eternidad!”