El Señor ordena a Josué y le dice: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas muy valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Jos. 1:8,9). Así Dios comisionó a Josué que guiara a los hijos de Israel a la Tierra Prometida. Un asunto vital concerniente a este desafío fue involucrarse en la revelación de la voluntad de Dios.
¿Por qué instó Dios a Josué a que recordara las palabras escritas de la Biblia? La ley -Torah- debía ser la “Biblia” de Josué, y prosperaría y alcanzaría éxito si aprendía a meditar en ella.
Harvey Cox comparte el siguiente relato:
Cierta vez, al parecer, el gran maestro jasídico Levi- Yitzzhak de Berditchev estaba dirigiendo a su congregación en Rosh Hashanah, el día del Año Nuevo judío. Sin embargo, para su gran tristeza, notó que aunque el cuerno de carnero había sido tocado con entusiasmo, ni su sonido penetrante ni las oraciones del pueblo estallan ascendiendo como debían. El rabino escudriñó a su congregación ansiosamente. Finalmente vio que lejos, en la parte posterior, estalla un niño pastor con una mirada de turbación. Cuando el rabino le preguntó por qué estaba afligido, le replicó que aunque se había esforzado por aprender el alfabeto, las letras hebreas en orden, no había aprendido a orar. El rabino pensó por un momento. Entonces le aconsejó al niño simplemente que siguiera repitiendo las letras vez tras vez. Dios, le aseguró, las arreglaría en las palabras convenientes. El niño dio muestras de incredulidad o escepticismo. Pero siguió el consejo y empezó a repetir las letras del alfabeto vez tras vez. Entonces el rabino, al mirar a su alrededor, notó que las oraciones, no sólo del niño pastor, sino de toda la congregación, se elevaban al cielo junto con el sonido de las trompetas.[1]
Este relato rabínico alude al mismo asunto. Si hacemos algo, Dios contesta de alguna manera. Declaraciones como éstas en la Biblia me han causado preocupación. ¿Promete Dios hacer algo cuando por nuestra parte también hacemos algo? Pasajes como éstos son legión en el Antiguo Testamento. Pero esto no es una suerte de proceso descuidado y cambiante. Yo hago esto; Dios hace aquello. Esta es la fórmula tipo. Estas declaraciones están formuladas más a menudo en un contexto de relación de pacto.
En el Antiguo Testamento el pacto era un acuerdo, una promesa, pero no era semejante a las que celebraban los hombres. En nuestro mundo, lo que frecuentemente determinamos es lo que queremos obtener. Pero estas promesas están formuladas en el contexto del modelo de otro mundo. El mundo de Dios funciona sobre la base de la gracia y el amor. El pacto del Antiguo Testamento no era entre iguales. Dios establece su pacto por un acto previo de amor y compasión. “Yo te he elegido a ti”, dice Dios. “Extendí mi manto sobre ti. Cubrí tu desnudez. Te di juramento y entré en pacto contigo. Y fuiste mía”, registra Ezequiel. Esta es una actividad inusual para Dios. Nuestra obediencia debe ser siempre en respuesta al tierno amor de Dios.
El estudio de la Biblia establece la diferencia
No es el libro lo que establece la diferencia, es la persona con quien nos encontramos en el libro. Frecuentemente consideramos las mismas páginas de la Biblia como especiales. Se nos ha enseñado a respetar el libro, a tratarlo con cuidado y valorizarlo. Pero en realidad, el libro es sólo un libro. Sin embargo, ese mismo libro nos señala a una persona que es la fuente de todo poder y fortaleza.
Cuando estudiamos, somos confrontados con los desafíos que prueban nuestros valores. Cuando encontramos al pueblo de la Palabra, comprobamos que algunos, según su forma de vida, realizan buenas o malas elecciones. Aprendemos las consecuencias de las decisiones que afirman la vida o la niegan mientras pasamos tiempo con cada uno de los personajes bíblicos.
No es sólo tener el libro lo que establece la diferencia en nuestra vida. Es la persona que encontramos en él. Las vidas de los hombres y las mujeres de las Escrituras son fielmente registradas por alguna buena razón. Siempre enseñan algo. Las victorias enseñan aspectos específicos. Las páginas de la historia, cuando hojeamos las frágiles páginas de nuestra Biblia, nos muestran algún propósito especial. Una cosa única acerca del cristianismo y, en realidad, de todas las religiones monoteístas, es que el tiempo avanza en dirección a una conclusión significativa. No hay evidencia de períodos cíclicos de tiempo que den base para la doctrina de la reencarnación. El cristianismo ve la historia en forma lineal, en continua progresión y en dirección al cumplimiento de un propósito. Como expresó un estudiante: “La vida es como una fila de personas que van al comedor. En algún punto hay un cajero que controla las entradas y los tikets”.
Los adventistas proponen la historia como el desarrollo de un gran conflicto. A través de él vemos a todos los personajes que intervienen en el drama de la salvación. Los buenos y los malos en bandos antagónicos. Los testimonios de ambos lados. Las pruebas de fuerza, no como en los antiguos mitos griegos cuando los dioses probaban a los seres humanos. La historia, desde la perspectiva cristiana, avanza en dirección a un acontecimiento espectacular. Comenzando desde antes de la creación (Juan 1) y avanzando a través de las escenas de la primera realidad de la muerte causada por el pecado en la tierra (la historia de Caín y Abel), vemos que la dirección y el movimiento se centran en la venida de Dios a este mundo mediante su Hijo amado, Jesucristo.
La historia de conquistas, libertades, tribulaciones, lides y éxitos, todos apuntan a la venida de Cristo que salva y domina la historia. El santuario con su incensario, su música, sus vestimentas, sus muebles, etc., dirige la mente hacia el poder salvador de Dios en la muerte de Cristo por nuestros pecados. Aun el altar del sacrificio (o del holocausto) dirige a los creyentes del Antiguo Testamento a enfocar el acto divino de gracia y salvación.
De las ciudades de refugio que aparecen principalmente en el libro de Josué, señalando la naturaleza del perdón de Dios, pasando por las lágrimas de la mujer junto al pozo (indicando que los samaritanos están incluidos en el reino de Dios), y llegando a los actos de bondad del Mesías, descubrimos que Jesús es la figura central que enseña. El mueve toda la historia.
¿Y qué podemos decir del libro de Apocalipsis? ¿Quién es el comienzo y el fin de la historia? ¿Quién camina entre las iglesias? ¿Ante quién, finalmente, se inclinan las naciones, las tribus, las lenguas y los pueblos? Jesús es el centro de la historia. Jesús es la historia. De modo que no es el libro lo más importante; es la persona del libro quien merece nuestra consideración y asegura nuestro éxito espiritual.
La actitud es crucial
No es el mensaje lo que establece la diferencia. Es el compromiso o pacto con lo que la Biblia enseña. A veces nos quedamos admirados con las informaciones que encontramos en la Biblia. A veces nos rendimos ante los expertos que explican la Biblia. Recuerdo a un evangelista que tenía la reputación de ser un entendido en las Escrituras: citaba a voluntad muchos pasajes de las Escrituras, y siempre finalizaba las preguntas de todos con un “Así dice Jehová”. El problema fue que, a medida que crecía y avanzaba en mis estudios, encontré que él no era muy cuidadoso con los principios del estudio de la Biblia. A veces abusaba del contexto, citaba los textos muy parcialmente, ignoraba el propósito del escritor sagrado y frecuentemente usaba incorrectamente los pasajes. Recuerdo que me quedaba pasmado cuando él citaba textos con tanta facilidad. Ahora me doy cuenta de que es posible, aun con abundante información, manipular el texto para que sirva a nuestros propósitos teológicos o psicológicos.
Conocer las palabras del texto siempre es bueno, pero no podemos hacer una reflexión cuidadosa a menos que estemos familiarizados con los pasajes. Sin embargo, lo que establece la diferencia en nuestra vida es el compromiso de vivir de acuerdo con lo que aprendemos de la Biblia. Todo lo que logramos memorizar, puede no servimos de inspiración, ésa que buscamos para madurar en la vida de la fe.
Hemos visto anteriormente que cuando nos encontramos con la pregunta, ¿y entonces qué?, al final de un estudio bíblico, ella nos exige buscar el sentido de un texto y, además, nos lleva a comprometemos con sus consejos. Esta es la práctica que necesitamos para el cambio de vida. Buscar el “propósito de transformación” -no sólo de información- de un texto es lo que nos motiva a seleccionar los textos bíblicos que causan impacto en nuestra vida.
Trata de lograrlo. Selecciona un texto para leer. Después de haberlo estudiado, concluye tu sesión con la siguiente sentencia: “Si tomo seriamente este texto, ¿cómo impactará… “(aquí se puede llenar el espacio con las frases: “mi familia”, “mis elecciones”, “mis valores”, “mis creencias”, “mis acciones”, etc.)?
El compromiso viene cuando reconocemos la importancia de algo. Ahora, teológicamente hablando, sabemos que la Biblia es una autoridad imprescindible en nuestra vida. El razonamiento lógico avanza en esa dirección. Si hay Dios, este Ser procurará comunicarse con su creación. Es importante conocer toda revelación de Dios. Como la Biblia es una revelación específica de la voluntad de Dios en forma escrita, la información contenida en ella está allí por alguna razón. Y, por extensión, dicha información llegará a ser fundamental para entenderla y dejamos guiar por su mensaje. Ilógicamente, entonces, su importancia y calidad única demandan atención, compromiso y acción.
Es relativamente fácil llegar a esta deducción lógica, pero es más difícil ponerla en práctica. No entregamos nuestra lealtad fácilmente. Tenemos que ser inspirados, y a menudo motivados, para llevar nuestros compromisos a la acción. Esto es lo hermoso en las Escrituras. Mediante las historias de la Biblia aprendemos cómo otras personas cumplieron con el llamamiento de Dios en sus vidas. Vemos los resultados del compromiso llevado a la acción. Com probamos tanto el lado positivo como el lado negativo de los compromisos. Por ejemplo, vemos a Pedro, Santiago, Juan, Nehemías, Débora, Rut y Dorcas respondiendo a los desafíos de la fe. Sus respectivas historias y elecciones nos ayudan a distinguir nuestros propios compromisos. Esto es muy importante en nuestro estudio de la Palabra de Dios. Es la comprensión espiritual que recibimos mediante el estudio que avanza hacia un serio compromiso personal.
No es lo que conocemos lo que cuenta
No es el conocimiento que hemos adquirido lo que establece la diferencia en nuestra vida, sino la aplicación de lo que comprendimos a nuestra vida práctica y cotidiana.
Hay muchas cosas que aprender en la Biblia. Recuerdo que cuando era joven, los miembros de la escuela sabática de los jóvenes nos reuníamos el sábado de tarde en casa de Clark y jugábamos al “Bolo bíblico”. Este juego demandaba demostrar nuestros conocimientos acerca de incidentes comunes e historia. Lo ganaba usualmente mi amigo, que tenía una memoria casi fotográfica. Yo salía muy descorazonado con mi reservorio de información bíblica. Mi conocimiento no creció tanto como para conocer todas las historias y todos los nombres de la Biblia. Nombres como Abiú, Taré, Micaía y Sisac eran difíciles de recordar, ya no digamos saber lo que hicieron en la historia. Más Urde, cuando tuve tiempo de entenderlos en su contexto histórico y memorizar su contribución a la historia de Dios, me resultó mucho más fácil. Me he dado cuenta de que mi vida espiritual está en proporción directa al tiempo que paso en asegurarme de entender el texto y no sólo de conocer los hechos contenidos en él.
No puedo subrayar lo suficiente cuán importante es saber cómo aplicar el mensaje bíblico a nuestra vida personal. Se alcanza la victoria cuando entendemos cómo obtuvieron el triunfo los personajes de la Biblia, no sólo de que ellos salieron victoriosos. Por ejemplo, entender el mensaje de las 7 iglesias del Apocalipsis es más significativo para mí cuando me coloco a mí mismo como si estuviera íntimamente entretejido en la visión de Patmos de Juan. Puedo ser uno de los tibios. Puedo perder mi primer amor.
La investigación acerca de los adultos de la iglesia nos da indicios de lo que quieren dichos miembros. Ellos clasifican 10 cosas que desearían conocer o aprender, o contar con alguien que se los pudiera ofrecer. Conocer la Biblia está en el puesto número 1. Pero buscando respuestas posteriores, notamos que no se trataba sólo de aprender acerca de la Biblia, sino de conocer cómo podía ser relevante el conocimiento de la Biblia para la vida práctica.
Hay una forma especial de estudio de la Biblia que no hemos mencionado anteriormente. Ella puede aplicarse a esta discusión de un modo personal. Es el Método Relacional. En este método, el estudiante siempre plantea preguntas importantes. Cada vez que se estudia un pasaje, se ven los hechos y se resaltan los personajes de la historia, pero se orientan hacia las partes prácticas y personales del texto. Por ejemplo, cuando estudiamos el pasaje acerca de “orar sin cesar”, nos ponemos en la situación del texto y vemos cómo su mensaje nos ayuda en nuestra situación actual. Podemos plantear preguntas semejantes a las siguientes:
Instrucciones: Tomemos la frase bíblica: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán” (Isa. 40:31).
Formula las siguientes preguntas:
Asignación: ¿Cuáles son las situaciones en tu vida que representan los problemas aludidos en este pasaje? ¿Qué dice realmente en su contexto?
Veamos otro caso. Ahora, pregúntate: ¿Qué significa en mi vida, mi trabajo, mi familia, ser “reparador de muros caídos”?
El Método Relacional de estudio de las Sagradas Escrituras implica que la situación contemporánea -sus sentimientos, problemas, desafíos y temores- ayuda a dar un nuevo contexto donde el consejo del texto pueda inspiramos. Esto no es difícil de hacer. Debes procurar hacer una aplicación relevante y, al mismo tiempo, mantenerte leal al texto.
A menudo, este método de estudio de la Biblia es criticado porque parece olvidar el sentido original del texto; pero recuerda, este método empieza con una exposición clara y cuidadosa del texto. De otra manera no sabrías cómo aplicarlo.
No es el pueblo, sino sus victorias
No es el pueblo del libro lo que establece la diferencia en nuestra vida. Son sus victorias y fracasos los que nos ayudan. Los teólogos reconocen el poder de la forma de relato que permite la aplicación personal inspiradora. Después de todo, si Pedro fracasó y fue perdonado, también nosotros podemos tener esa misma oportunidad. Si David fue tentado y encontró perdón y ayuda, puede ser suficiente para que otros también reciban lo mismo. Si Moisés pecó, es posible que haya también auxilio para los líderes modernos.
Podemos dejamos abrumar con los detalles de cualquier relato. Aunque es verdad que debemos estar inmersos en el contexto cultural de la Biblia para comprender muchas situaciones e historias registradas en ella, puede llegar a ser una fuente de frustración cuando no tenemos tiempo para identificar esos aspectos de la historia o para investigar el contexto como nos gustaría. Esta es la razón por la cual en nuestro estudio personal debemos aprender a definir el propósito de la narración. Después de pedir a Dios que nos guíe en nuestro estudio, debemos confiar en que nuestro Señor nos ayudará a conmover nuestros corazones mientras estudiamos. Recordemos, a estas alturas, la historia que registramos en la introducción. Sólo cuando Dios está incluido en el proceso, la historia adquiere significado, de acuerdo con la tradición judía.
Por esta razón, las victorias y los fracasos y desafíos registrados en las historias de nuestra Biblia son tan importantes como actuales. Pero me dirás que son muchas historias. Sí. Así están todas registradas en la Palabra de Dios por alguna buena razón. Piensa en todas las historias que pudieron ser incluidas. Cuanto más nos familiarizamos con la Biblia, más notamos las brechas en la historia. Las que están, aparecen por alguna razón. Lo que sobrevivió en la historia del mundo y encontró un lugar en la Palabra, es porque nos enseña algún aspecto importante del carácter de Dios y su voluntad para todos los seres humanos.
Sí, Jesús fue traicionado en el huerto de Getsemaní. Fue probablemente en el área de ese huerto donde eran presionados los frutos de los olivos, donde la gente se protegía del pesado rocío en cuevas de piedra. Pero, mientras el hecho histórico es importante para comprender el significado original del texto, la comprensión espiritual es imprescindible para entender el relato de la traición de Jesús consumada por Judas. Pensemos acerca de lo que hizo Judas, un seguidor de Cristo durante los años de su vida pública: olvidó las enseñanzas del Maestro y se volvió a su propio yo. Consagra un momento de reflexión acerca de los sentimientos que te dominarían durante aquella noche oscura. ¿Cómo serían destrozadas tus esperanzas al ver el descorazonamiento en los ojos de Jesús cuando su propio amigo le besa en la mejilla en un acto de traición? Medita por unos momentos acerca de las acciones de los que rodean a Jesús durante este momento estremecedor en la pasión de Cristo.
La historia es importante, pero las acciones, las actitudes y los sentimientos registrados son poderosos. El mensaje -el aspecto básico del relato- es lo crucial. Y, creo, que al desarrollar este proceso es cuando la Biblia empieza a cobrar vida. Las historias llegan a ser reales y personales.
Sí, todos esos acontecimientos ocurrieron hace mucho tiempo. Pero las historias son tan reales como hoy y ayer. Y el dominar su significado cambia nuestra vida.
Bill McNabb y Steven Mabry comparten una nueva visión a la luz del Sermón del Monte.
Entonces Jesús llevó a sus discípulos a la montaña y, juntándolos a su derredor, les enseñaba diciendo:
“Bienaventurados los pobres en espíritu; bienaventurados los misericordiosos; bienaventurados los que tienen sed de justicia; bienaventurados los que sufren; alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en el cielo”.
Entonces Simón Pedro dijo: “¿Se supone que sabemos esto?”
Y Andrés dijo: “¿Tenemos que escribir todo esto?”
Y Santiago dijo: “¿Tenemos que ser probados en esto?”
Y Felipe dijo: “No tengo papel”.
Y Bartolomé dijo: “¿Tenemos que conocer todo esto?”
Y Juan dijo: “Los otros discípulos no supieron esto”.
Y Mateo dijo: “¿Puedo ir al baño?”
Y Judas dijo: “¿Qué tiene que ver todo esto con la vida real?”
Y Jesús lloró.[2]
Y ahora ¿qué hay con eso?
Leer es una actividad tan pasiva que a menudo no satisface nuestras necesidades. Probemos experimentar con métodos creativos de estudio y lectura que puedan beneficiamos a nosotros personalmente, a la iglesia en general y a nuestra familia en particular.
Cuando era joven asistía a una iglesia que sabía cómo cuidar de su juventud y orientarla en el proceso del aprendizaje religioso. El estudio de la Biblia no siempre fue pasivo. Los alumnos de las escuelas públicas y de las instituciones adventistas eran tratados de manera similar. Las reuniones eran preparadas para incorporamos en el culto y la adoración. Nuestra lectura de la Biblia era tomada seriamente. Los que integrábamos nuestro grupo juvenil éramos dinámicos y los líderes eran abiertos y amables. Nuestro grupo fue animado a explorar formas creativas de oración y estudio. Ensayamos los clubes del libro, la lectura dramática de la Escritura, el teatro del lector, los cantos bíblicos. Y si fuera joven ahora, creo que experimentaría la forma de cómo desarrollar una charla bíblica para familiarizamos con el mensaje de la compasión y del cuidado de Dios. Tratemos de interpretar los mensajes del Señor aplicándolos a las situaciones de la vida real. Podríamos reescribir la Biblia. Podríamos aun preguntar a otros lo que piensan que la Biblia dice y entonces informar al grupo de estudio.
En mi hogar, mis padres eran muy respetuosos y, mientras mi madre yacía enferma por un tiempo prolongado, pues padecía de cáncer, su vida me movió a estudiar la Biblia. Antes de morir, me regaló su juego completo de libros de Elena de White. Sus páginas tenían párrafos escogidos, subrayados y manchados con tinta roja y con sus lágrimas. En cierta ocasión pude ver cómo sus lágrimas caían sobre sus páginas. Su Biblia estaba tan saturada de notas y de versículos subrayados que no siempre me era posible descifrar lo escrito. Ella hablaba acerca de lo que había aprendido en la Biblia, y me animaba a avanzar en mi itinerario espiritual. Le resultaba muy natural hacerlo. Y, mediante esas experiencias, aprendí que las imágenes, la naturaleza y el ritmo de las lecturas empleadas en los servicios religiosos no eran simplemente añadiduras decorativas. No eran elementos superfluos. Los seres humanos somos criaturas tanto físicas como intelectuales y, por lo tanto, estos elementos especiales llegaron a ser parte de la sustancia de mi adoración. Harvey Cox sugiere: “Y desde que la vida en sí misma está tan llena de conflictos y anhelos, esperanzas y expectativas, ninguna religión que no vibre con la plenitud de los sentimientos y no provea formas de cómo satisfacerlos es digna de aprecio”.[3] El estudio de la Biblia nunca debe llegar a ser una actividad fría y distante.
El estudio de la Biblia que no intenta involucrar a la persona total fracasa. Los jóvenes lo llaman aburrido. Los adultos, sin un buen nivel de participación, simplemente dejan de hacerlo.
Aquí está, entonces, el desafío. Hacer que la lectura de la Biblia sea una nueva experiencia. Idear alguna actividad más dinámica y no tan sólo conformarse con una lectura pasiva. Pensemos cómo podemos explorar formas más creativas, a fin de permitir que la Biblia sea viva y actual.
No hemos explorado plenamente el poder de las representaciones. Jesús siempre se refería a cosas que estaban ocurriendo en su alrededor cuando enseñaba a sus discípulos. ¿Por qué no tratar de representar delante de nuestras congregaciones las historias de la Biblia? Esto trae vida a la lectura de la Escritura. Podríamos involucrar a grupos de diferentes edades en la exposición pública del texto de la Palabra de Dios. Los grupos de lectura, que toman seriamente cómo leer en público, podrían practicar las lecturas bíblicas con la congregación. Y, por supuesto, los niños podrían aprender pasajes, recitándolos dramáticamente a los otros.
Hasta ahora no hemos tocado lo referente a los muchos cantos con letras de pasajes bíblicos que podríamos aprender. Y, para los jóvenes, qué mejor forma de memorizar las Escrituras que conectándolas con las melodías. ¿Por qué no buscamos a los poetas perdidos en nuestra congregación? Que tomen un pasaje de la Biblia y lo compongan en el contexto contemporáneo. Ciertamente, Dios recibirá la alabanza cuando exploramos las profundidades creativas de nuestra alma y usamos la Biblia como una fuente de inspiración.
Un amigo mío estaba en dificultades para mantener activo su estudio de la Biblia. Era compositor de música clásica. Cuando había alcanzado el éxito con la música, se sintió obligado a estudiar su Biblia como lo solía hacer cuando era niño. Tenía que sentarse con su libro de lecciones, leer porciones de las Escrituras y tratar de buscarles sentido. Nos encontramos y discutimos acerca de la aridez espiritual de su vida. Sentía que no le encontraba ningún provecho a su estudio de la Biblia. Entonces le planteamos una sugerencia. ¿Por qué no usar el ambiente de victoria de los israelitas en Jericó como el motivo de una composición musical? ¿O por qué no usar el libro de Jeremías como el contexto de una pieza musical? Cuando empezó a poner en práctica la idea, su vida espiritual creció y el mundo fue bendecido con una hermosa cantata acerca de la victoria bíblica y de la gracia de Dios hoy.
El desafío de mantener en plena vigencia el estudio de la Biblia es muy serio. Pero es un desafío que, guiado por el Espíritu de Dios, puede volver con bendiciones acrecentadas cuando lo tomamos, valga la redundancia, con toda seriedad.
Sobre el autor: El Dr.es profesor de Teología y Personalidad Cristiana y director ejecutivo del John Hancock Center for Youth Ministry, en la Universidad de La Sierra, La Sierra, California, Estados Unidos.
Referencias
[1] Harwy Cox, Fire From Heaven. (Reading: Addison-Wesley Publishing Company, 1995), pág. 96,97.
[2] Bill McNabb y Steven Mabry, Teaching the Bible creatively (Grand Rapids: Zondervan-Publishing, 1990),
págs. 19, 20.
[3] Ibid, pág. 11.