Pastorear un distrito grande no necesita ser una tarea agotadora. Aunque es desafiante, también produce alegrías y recompensas. Si usted es pastor de una iglesia o de muchas, siempre tendrá la sensación de que su distrito y sus congregaciones tienen más necesidades de las que es capaz de satisfacer. El éxito o el fracaso de su misión no dependen de cuánto puede hacer usted para mantener el control sobre las iglesias, sino de cuán bien puede trabajar con ellas, motivándolas y entrenándolas para que lleven las cargas y asuman las responsabilidades del ministerio.
Se debe entrenar a los miembros para que asuman sus responsabilidades con un sentido de llamado y misión, no como sustitutos de su sobrecargado pastor en la atención de sus congregaciones desatendidas. Cuando el pastor y las congregaciones entienden esto, pastorear muchas iglesias no es tan difícil.
De alguna manera incluso puede ser más fácil. Con frecuencia, los miembros de una sola iglesia dependen mucho de su pastor y esperan que haga mucho del trabajo que ellos mismos podrían hacer, como preparar boletines o tareas administrativas que forman parte de los deberes de los ancianos y diáconos. En un distrito con muchas iglesias es fácil convencer a los miembros de que el pastor es en primer lugar un supervisor espiritual, un entrenador, un conquistador de personas para Cristo, en vez de ser un señor que está listo para hacer cualquier tarea que aparezca por allí.
Durante los últimos seis años me ha tocado pastorear distritos grandes. Desde el principio me ayudó mucho el hecho de que los miembros comprendieron dos grandes principios. Primero: “Todo miembro de iglesia ha de llegar a ser un obrero activo: una piedra viva, que emita luz en el templo de Dios” (Servicio cristiano, p. 79). Segundo: “Los que tienen la visión espiritual de la iglesia deben idear formas y medios por los cuales pueda darse una oportunidad a todo miembro de la misma para que desempeñe una parte en la obra de Dios” (Ibíd., p. 78). Esto no es sólo una estrategia inteligente para aliviar al pastor, sino un principio abarcante que contribuirá a la prosperidad de la iglesia. Es el modelo de servicio del Nuevo Testamento (1 Cor. 12:4,14; 1 Tes. 1:1, 8; 2 Tim. 2:2).
Si los pastores hacen todo solos y transmiten solos todas las instrucciones espirituales, realmente no le estarán prestando un verdadero servicio a las congregaciones, pues les impiden a los miembros que descubran y desarrollen sus dones espirituales. Están perpetuando la mentalidad medieval, según la cual sólo los pastores están calificados espiritualmente para predicar la Palabra y ministrar al rebaño. Cuando los ministros vean la iglesia como un centro de entrenamiento para los miembros y un lugar donde sus dones se usan para el crecimiento del reino de Dios, tendrán un fundamento sólido para comprender cómo pastorear un distrito grande.
Deseo compartir con ustedes algunas lecciones que he aprendido al pastorear muchas iglesias.
La familiarización
Dedique los primeros tres o seis meses de su trabajo en un nuevo distrito a familiarizarse con todos los miembros. Si no lo hace pronto, cualquier plan que quiera desarrollar en favor de su pastorado carecerá del fundamento esencial para el éxito. Aprenda la historia básica de cada una de sus iglesias. Toda congregación tiene una personalidad diferente, tal como la comunidad a la que sirve. Sea sensible a los programas y ministerios que serán más eficaces para cada iglesia. Su enfoque debe ser sugerente, no autoritario. Es posible que los programas que funcionan en una iglesia no funcionen en otra o, si lo hacen, podrían no resultar tan bien. No haga cambios con la sola intención de dejar su marca en la congregación. Los miembros pueden interpretar que esa manera de proceder es egoísta.
Familiarícese con los puntos fuertes y débiles de las iglesias. Evite, sin embargo, hacer comparaciones desfavorables entre congregaciones, ya sea en público o en privado. Siempre que sea posible, use la fuerza de una congregación para suplir la debilidad de otra. Por ejemplo, es posible que en una iglesia usted tenga muchos predicadores voluntarios, y en otra ninguno. Hasta que usted entrene a algunos de esa congregación para que prediquen, supla la necesidad con predicadores de otras congregaciones. Eso une a las iglesias y desarrolla en ellas un sentido de hermandad. Pero no deje que la congregación más débil se sienta permanentemente como si fuera el pariente pobre. Descubra dones en esa congregación que se podrían usar en otros lugares.
La planificación
Para comenzar, tenga sus propios planes para que la obra avance en su distrito. Presente primeramente esos planes y aspiraciones a sus líderes locales. Consúltelos, pero recuerde que esos líderes laicos están esperando en muchos casos su liderazgo. Al trazar planes, tome en cuenta las necesidades y habilidades que ha notado en sus iglesias. Acepte las observaciones y percepciones de los miembros, y enséñeles también a trazar planes. Trabaje íntimamente con las comisiones y, con mucha oración, procure modelarlas para que se conviertan en un grupo unido y positivo.
No tema introducir cambios en sus planes, o ampliarlos, a medida que la iglesia progrese. No tenga nunca ínfulas de superioridad. Sea realista, práctico, dependiendo del Espíritu para motivar y conducir sus iglesias.
Delegue responsabilidades
Es esencial en todo tipo de liderazgo la delegación de responsabilidades, y es indispensable cuando se pastorea un distrito grande. No crea que después de nombrar la comisión ya terminó su trabajo y que todos los oficiales que fueron elegidos ya están al tanto de las responsabilidades que deben asumir; por el contrario, déles más orientación. Los miembros de iglesia necesitan estar al tanto de los deberes que implican sus funciones, y muchos necesitan que se les ayude a aprender cómo llevar adelante sus deberes. También necesitan que se los capacite y se los anime en la realización de sus actividades. Necesitan que se les dé una palabra de reconocimiento cuando alcanzan el éxito, e incentivo y ayuda cuando las cosas no andan tan bien.
Eduque y entrene a sus líderes.
Provéales de recursos y guías para el desarrollo de sus habilidades. Esté junto a ellos durante los seminarios de entrenamiento, y anime a los que pueden colaborar para que ayuden en la ejecución de sus respectivas tareas. Infórmese sobre los recursos disponibles para usted mismo y para sus iglesias en la sede del campo.
Lleve a los ancianos con usted mientras hace visitas pastorales; entrénelos con el fin de que puedan predicar. Invite a otros oradores para que prediquen en sus iglesias. Así dispondrá de más tiempo para visitar diversos lugares, de manera que conozca mejor a su gente y esté al tanto de la dinámica de sus iglesias. Y los miembros se alegrarán de verlo tan seguido.
Asistencia espiritual
Además de las visitas, use el teléfono para mantenerse en contacto con sus miembros. Una llamada animadora, sin un motivo definido de trabajo, siempre será bienvenida. La gente se enterará de que tiene un pastor atento. Sea diligente en especial al visitar a los enfermos. No sea parcial: no le dé más atención a unos en detrimento de otros, a menos que tenga una razón especial y bien fundada para hacerlo.
En efecto, los miembros comprenderán en general que usted debe dedicar buena parte de su tiempo a los interesados que surgieron como resultado de una serie especial de reuniones, o a atender a un anciano que se encuentra ya al borde de la muerte, o tal vez a un joven de 18 años, sin problemas, lleno de vida o a atender una iglesia donde está llevando a cabo una campaña de evangelización; y todo eso en lugar de quedarse todo el tiempo en una iglesia que no está participando de esas actividades.
No descuide las reuniones de oración en las iglesias grandes, y no deje de proporcionarles buenos estudios. Galvanizan la fe, convencen acerca de la verdad presente y proporcionan un celo evangelizados Haga arreglos para que las reuniones de oración estén dirigidas en todas las iglesias por los líderes más capaces.
Esté disponible
Evite dar la impresión de que está tan ocupado que sería mejor que los miembros no lo buscaran salvo en alguna emergencia. Distribuya su itinerario entre todas las iglesias y congregaciones de su distrito. Especifique en qué días de la semana o del mes estará en cada lugar. Visite sistemáticamente a los miembros y entrénelos para la tarea misionera. Si es posible, facilite las llamadas telefónicas a cobrar o instale un sistema 0800 (llamadas gratuitas) en su escritorio, para los miembros que viven lejos. Haga arreglos para que el campo se haga cargo de esas llamadas. De todos modos es un servicio compensador porque además de agilizar la resolución de los problemas, los miembros sentirán que usted los está atendiendo mejor.
Responda, sin demora, todas las llamadas telefónicas. Los miembros se sienten ofendidos cuando no se responden pronto sus llamadas. Interpretan que a usted ellos le importan muy poco y que sus asuntos tampoco le interesan.
No descuide ni lo personal ni lo familiar
Las actividades de la iglesia tienden a sustraemos el tiempo que deberíamos dedicar al cuidado de nuestra propia vida espiritual. La oración, el estudio de la Biblia y la devoción personal se pueden descuidar con suma facilidad. Ese peligro está especialmente presente en las vidas de los pastores que atienden distritos grandes. “En nuestra obra no hay nada es más necesario que los resultados prácticos de la comunión con Dios… Esto impartirá al obrero un poder que ninguna otra cosa le podría dar. Y no debe permitir que se lo prive de este poder” (Obreros evangélicos, pp. 526, 527).
Permanezca en la intimidad del Señor. Esté al tanto de la agenda del Espíritu. De esa manera usted hará mucho más, predicará con más poder y será un conducto de motivación de las unificadoras gracias celestiales.
Reserve una parte de cada día para estudiar y meditar, demás de dedicar un día entero de la semana a la familia. No se case tanto con su pastorado como para divorciarse de su esposa y sus hijos.
Sea positivo. No se pase la vida quejándose de que está muy sobrecargado, que su sueldo no alcanza o que no se lo valoriza lo suficiente. No exprese esos sentimientos ni frente a su familia ni ante los miembros de la iglesia. Las declaraciones negativas jamás podrán producir resultados positivos. Por el contrario, la reacción de los hermanos podría ser: “Nuestro pastor no está contento aquí; en cuanto surja la oportunidad, nos dejará”.
La conclusión es sencilla: ya sea que usted pastoree un distrito grande o pequeño, está colaborando con Cristo. Su yugo es suave y su carga es liviana. Cuando ministramos al lado de Jesús, descubrimos que en él encontramos la fuerza que necesitamos. Podemos incluso cansamos y buscar reposo. Pero si nuestra actitud es correcta y positiva, nunca nos daremos el lujo de agotamos.
Sobre el autor: Es doctor en filosofía, pastor de las iglesias adventistas de Brekley Springs y Charles Town, Estados Unidos.