Las reuniones públicas no son los únicos lugares donde la gente realiza decisiones. Las decisiones más importantes se obtienen en los hogares de la gente. Cuando Pablo comenta su técnica evangelística declara: “Amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Col. 1:28). Las visitas personales ocupaban una parte muy importante en su programa de evangelismo. En otro lugar afirma: “Nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas” (Hech. 20:20). La presentación pública del mensaje es | un medio de abrir el camino para el trabajo ‘ personal.

Cierta vez oí a un evangelista experimentado formular la siguiente pregunta a un grupo de ministros: “Si se os dijera que debéis perder un ojo, y se os diera a elegir, ¿cuál de los dos conservaríais, suponiendo que ambos tienen buena vista?” Esos predicadores pensaron durante un momento y luego admitieron que no sabrían qué ojo elegir. Los necesitaban a ambos. “Por cierto que necesitáis los dos —dijo—, porque un ojo es tan importante como el otro. El uno ayuda al otro. Son dos ojos, pero ambos ven una misma cosa. Ahora, supongamos que estos dos ojos representan las dos fases del evangelismo: el evangelismo público y el personal. Ambos son importantes y necesarios. Se complementan mutuamente. El evangelismo público produce convicción. El evangelismo personal produce decisión”.

¡Cuán cierto es esto! El ministerio público es más general. El ministerio personal es más específico. En la iglesia la gente escucha al predicador. En el hogar el predicador escucha a la gente. Ha cambiado su esfera de trabajo, pero no su misión. Su auditorio es más pequeño pero su trabajo es el mismo.

El evangelismo personal es la verdadera prueba del ministerio de éxito

Sin embargo, las visitas personales no son fáciles de realizar. Probablemente esa sea la razón por la cual a tan pocos les agrada hacerlas. Por cada doce predicadores que están preparados para hacer frente a un auditorio, hay sólo uno que se sentiría verdaderamente a gusto en los hogares. A muchos les gusta pescar con red, pero les desagrada hacerlo con anzuelo. Pero la responsabilidad del pastor-evangelista está tanto en el hogar como en el púlpito; tiene que ver tanto con “la oveja perdida” como con “las noventa y nueve” que están en el redil. Y ha sido enviado precisamente para rescatar a la perdida. La gente, por lo general, no se pierde en la iglesia. En las naves de la iglesia no se encuentran espinas y cardos. Pero muchísima gente se pierde en sus hogares, y allí es adonde debemos ir a buscarla.

La obra personal del profeta Natán

David fue un hombre perdido durante un tiempo, aun cuando ocupaba el trono. Pero, a Dios gracias, había un hombre que estaba dispuesto a entrevistarse con él. Natán necesitó mucho valor para hacer frente al rey, para mirarlo directamente a los ojos y decirle: “Tú eres ese hombre”. Pero esa franqueza salvó un alma. Ese era el evangelismo personal por excelencia. Y la manera como Natán encaró esa situación es digna de ser estudiada. Fue psicológicamente correcta. Formó una parábola y la transformó en el vehículo de su mensaje. Esta parábola transmitió su pensamiento en forma bondadosa y atractiva. No importa qué poder haya tenido este profeta como predicador, se lo recuerda por este incidente sobresaliente ocurrido en su ministerio, por esta visita personal que realizó. Y Natán estaba solo con el rey cuando se esforzó por salvar su alma.

No importa cuán elocuente pueda ser su ministro en el púlpito, su obra siempre será débil si no es capaz de sentarse tranquilamente con un alma necesitada y ganarla para Cristo. Si se empleara menos tiempo en sermonear y más tiempo en el ministerio personal, se verían mayores resultados. Y todavía queda mucho por hacer.

“Hay que socorrer a los pobres, hay que cuidar a los enfermos, hay que consolar a los afligidos y enlutados, hay que instruir a los ignorantes, hay que aconsejar a los inexperimentados. Debemos llorar con los que lloran, y gozarnos con los que se gozan. Esta obra, acompañada por el poder de la persuasión, de la oración, y del amor de Dios, no puede quedar sin fruto, y no quedará”.[1]

“No es la predicación lo más importante; es la obra de casa en casa, que consiste en enseñar la Palabra, en explicar la Palabra. Los obreros que ganan almas para la grey son aquellos que siguen los métodos que Cristo siguió”.[2]

Recordemos que Jesús estaba de visita en un hogar cuando dijo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa”. Y él fue el ejemplo perfecto en el evangelismo personal. Diecinueve veces aparece en el registro evangélico tratando con una sola persona. En efecto, algunas de las verdades más grandes que haya pronunciado, las dijo a una sola persona. Creó situaciones a fin de poder encontrarse a solas con las personas. Nicodemo vino a él de noche, porque temía a la gente. Su esposa, sus amigos, el ambiente social de Jerusalén, le hubieran creado una situación difícil si hubieran sabido que había ido a conversar con Jesús. De modo que ayudado por las tinieblas se deslizó por las calles hasta encontrarse a solas con el Maestro. Actualmente hay muchas personas parecidas a Nicodemo. Necesitan la ayuda personal del evangelista. La ganancia de almas no puede realizarse delegando la responsabilidad en otras personas, sino que debe realizarse en forma personal.

“Si la mitad del tiempo que ahora se invierte en predicar, fuera dedicado al trabajo de casa en casa, se verían resultados favorables. Se realizaría mucho bien, pues los obreros podrían acercarse a la gente. El tiempo destinado a visitar silenciosamente a las familias y a hablar a Dios en oración, cantando su alabanza y explicando su Palabra, a menudo harán más bien que un esfuerzo público. Muchas veces las mentes resultan diez veces más impresionadas por los llamamientos personales que por cualquier otra clase de trabajo”.[3]

“Al manifestar sensibilidad y acercaros a la gente, podéis cambiar el curso de sus pensamientos más prestamente que con ayuda del mejor discurso. La presentación de Cristo en la familia, junto al hogar, y en pequeñas reuniones llevadas a cabo en casas privadas, a menudo tiene más éxito en la ganancia de almas para Jesús que los sermones presentados al aire libre, a las multitudes inquietas, o aun en los salones o las iglesias”.[4]

Cuando un equipo de evangelismo trabaja en cierto lugar, algunos de sus miembros tendrán la responsabilidad particular de estudiar las Escrituras con la gente en sus casas. Naturalmente, algunos emplearán más tiempo que otros en esta clase de trabajo, sin embargo, cada miembro del equipo debería tener una parte en esta obra, porque el evangelismo personal es el que realmente proporciona buenos resultados.

“Cuando las multitudes se reunían en torno al Salvador, él podía instruir a los discípulos y a la multitud. Luego, después del discurso, los discípulos se mezclaban con la gente, y les repetían lo que Cristo había dicho. Con frecuencia los oyentes habían entendido mal las palabras de Cristo, y los discípulos les decían lo que dicen las Escrituras, y lo que Cristo le había enseñado”.[5]

Hay hogares que accederán a recibir estudios bíblicos regulares, y esto debe continuar durante semanas o meses. Pero cuando ha llegado el tiempo de realizar una decisión, si el evangelista que primero despertó el interés mediante su presentación pública va a ese hogar con el instructor bíblico, ayudará mucho a esa nueva alma que lucha por nacer de nuevo.

La relación que existe entre el médico y la enfermera es una buena ilustración. Cuando llega el momento de traer una nueva vida al mundo, la enfermera quien durante meses ha estado cuidando a la futura madre, envía a buscar al médico, y juntos trabajan para producir el nacimiento. Cada nacimiento es una crisis, y en cada caso se necesita la ayuda personal y profesional. El médico tiene la responsabilidad de velar para que ese pequeño ser que ha nacido se inicie bien en el camino de la vida. Así también la instructora bíblica que conoce el arte de la obra personal, si es posible, logrará que el evangelista esté presente en el momento en que el alma renace para el reino de Dios. Casi todos hemos nacido solos, pero a veces nacen mellizos. Asimismo, la mayor parte de las decisiones para Cristo se hacen en forma individual, y sin embargo a veces toda una familia da junta ese paso. Pero esto no es una cosa usual, y aun en tal caso, cada uno debe recibir atención personal. Y, así como el médico, el evangelista debe velar para que cada converso se inicie bien en el camino que conduce al cielo.

Decisiones progresivas

La persona que finalmente se presenta para ser bautizada, ha tenido que realizar numerosas decisiones a lo largo del camino de la preparación. No sólo decidió seguir a Cristo, sino que esa decisión significó la ruptura con una cantidad de hábitos mundanos. Y eso no fue fácil. Ha conocido el poder del enemigo, porque éste le ha disputado cada pulgada del terreno. A menudo el evangelista ha tenido que acompañarla en momentos de conflicto espiritual. En cada nueva batalla, ha sido la obra personal la que la ha ayudado a vencer. La victoria sobre los vicios, a menudo exige todas las energías mentales, físicas y espirituales de que pueda disponer una persona. La tarea de encontrar un nuevo empleo donde uno pueda servir a Dios satisfactoriamente, a menudo se convierte en una gran prueba, pero nada hay comparable a la prueba que experimentan algunas personas cuando se proponen abandonar el uso del licor y del tabaco.

Bien recuerdo cómo pasamos toda una noche con una persona sumida en la ciénaga del vicio, caminando por las calles de una gran ciudad, conversando con ella, orando con ella y aconsejándola. Estaba presa en las garras del alcoholismo, y estaba desesperada. Alguien tenía que ayudarla en esta crisis. Finalmente realizó la decisión mientras estábamos de rodillas. Si la hubierais visto en la iglesia, algunos meses después, con el rostro radiante por la victoria ganada, no la hubierais conocido y no habríais sospechado la terrible lucha por la cual tuvo que pasar en aquella triste noche. Poco tiempo después ya le habían encomendado una responsabilidad en la iglesia. Fue el evangelismo personal realizado en las calles de esa ciudad lo que la condujo a la victoria.

Un joven vino a mi casa una noche. Cuando abrí la puerta, dijo: “¿Es usted el pastor Anderson?” Le contesté que sí. Luego en forma deliberada prosiguió: “He venido a pedirle que desanime a mi hermana de asistir a sus reuniones. Ella tiene su propia iglesia y no necesita la suya”.

Sonreí y lo invité a pasar a fin de conversar acerca del problema. Nos sentamos ante un gran fuego que ardía en el hogar. Era invierno, y Nueva Zelandia es fría en el mes de julio. Conversamos un rato, y obtuve varios datos interesantes acerca de él. Era mecánico y corredor en motocicleta. Como la mayor parte de los de su profesión, mezclaba en sus frases expresiones coloridas. Pero era algo más que mecánico; era maestro de la clase de niños de su propia iglesia. Miré sus manos muy manchadas por la nicotina, luego le dije:

—Juan, ¿qué enseña usted a los niños de su clase?

—Bueno, les enseño el Evangelio —replicó.

—¿Pero ha experimentado usted en su vida el poder transformador del Evangelio?

—Sí, pienso que sí.

—Entonces, ¿qué indican esas manchas? —le dije señalando a sus dedos.

—¡Oh, un hombre que trabaja en mi profesión, se volvería loco si no fumara! —contestó.

Así que nos olvidamos de su hermana y comenzamos a discutir sus propios problemas personales. Eso condujo a un estudio sobre la santificación. Antes de terminar, las lágrimas corrieron por su rostro. Entregó su corazón a Dios. Luego, tomando los cigarrillos y los fósforos, los arrojó al fuego como una verdadera ofrenda encendida al Señor. Esa fue una noche de victoria. Pero la lucha fue terrible. Después de eso, todos los lunes de noche vino a mi casa con su hermana y otras personas. Estudiamos la Biblia juntos. Una noche, cuando se levantó para despedirse le dije:

            —Juan, quiero hablar contigo a solas, —y diciendo esto pasamos a otra habitación.      Mirándolo directamente a los ojos le dije:

            —Hijo mío, estás fumando de nuevo.

            —¿Cómo lo supo? —me dijo sonrojándose y bajando la cabeza.

            Le dije que lo había descubierto por la actitud que él había tomado. Era un muchacho    valiente, pero sus ojos se llenaron de lágrimas cuando dijo:

            —Pastor, no puedo ganar la victoria. Comencé a fumar hace dos semanas y esperaba   que nadie lo descubriera.

Trazamos un plan. Mediante el poder de la oración venceríamos al diablo. Pasó a mi casa todos los días mientras iba al trabajo. Convenimos en que todas las mañanas a las 7.30 vendría a casa, luego al mediodía y, finalmente a las 5.30 de la tarde. Le pediríamos a Dios la victoria. Para mí no fue fácil arreglar mi horario para encontrarme en casa en esos momentos, porque tenía muchos compromisos urgentes. Estaba llevando a cabo una gran campaña de evangelismo en la ciudad, pero estaba en juego su salvación. Durante tres meses, nos arrodillamos tres veces al día con este joven. Y el poder de la oración rompió la cadena del vicio. Él y sus dos hermanas fueron a nuestro colegio posteriormente y llegaron a ser obreros en la causa de Dios. Pero fue el evangelismo personal y el estudio de la Biblia lo que lo convirtió en un vencedor en Cristo Jesús.

“La influencia personal es poderosa. Cuanto más directa sea nuestra obra por nuestros semejantes, tanto mayor bien hará… Debéis acercaros a aquellas personas por quienes trabajáis, para que no sólo escuchen vuestra voz, sino que también os estrechen la mano, aprendan vuestros principios y comprendan vuestra simpatía”.[6]

En su excelente libro, El Instructor Bíblico, Luisa C. Kleuser establece los verdaderos principios que rigen el evangelismo personal. No hay necesidad de añadir mucho más, tan completo ha sido el desarrollo de su tema. Y la señorita Kleuser habla por experiencia cuando escribe lo que sigue:

“El instructor bíblico es la herramienta que el Señor utiliza para cultivar el suelo en el que el evangelista ha sembrado la semilla. Pero únicamente Dios puede hacer que la planta lleve fruto. Únicamente él puede cambiar el corazón; sólo él puede conducir a esta alma a la decisión. Si el obrero permanece cerca de esta fuente de todo poder, si está dispuesto a ser la herramienta en la mano de Dios, entonces puede utilizar su efectividad para traer almas a Cristo”.[7]

En las págs. 72 y 73 de este estimulador libro, encontramos un maravilloso análisis acerca de todo este tema. Está basado en el libro Evangelismo. Presenta relatos interesantes y establece principios vitales que se pueden estudiar con provecho. Cada pastor evangelista recibirá beneficio si estudia detenidamente estos principios. A continuación, damos algunos de los títulos que agrupan a más de cincuenta temas: “La obra personal en el mensaje final”. “Ilustraciones de la obra personal”. “Cómo encontrar el camino al corazón”. “La obra personal y el estudio bíblico”.

Siete principios para obtener decisiones

Ahora analizaremos siete principios definidos que debemos observar en la obra personal por la ganancia de las almas si queremos tener éxito. Son los siguientes:

  1. Concordad. Discutid aquellos temas en que podéis concordar con la persona que estudia. Así acentuaréis su confianza. “Si el obrero mantiene su corazón en oración, Dios le ayudará a pronunciar las palabras debidas en el momento debido”.[8]

“Concordad con la gente en todo punto en que podáis hacerlo consecuentemente”.[9]

  • Estad alerta. Estad alerta para captar las indicaciones que revelan la dirección de los pensamientos. Ayudad a las personas a obtener sus propias conclusiones. Recordad que estáis construyendo un puente, de modo que edificad por partes.

“El ministro tiene la sagrada responsabilidad de velar por las almas como quien tiene que rendir cuentas. Debe interesarse en forma personal por las almas en favor de las cuales trabaja, y encontrar todo aquello que las confunde, impidiéndoles andar en la luz de la verdad”.[10]

  • Sed directos. Id directamente a vuestro objetivo. Evitad todo rodeo. Mantened los pensamientos de la persona en constante progreso hacia el blanco. Pero no vayáis demasiado rápido.

“El secreto de nuestro éxito y poder como predicadores de verdades avanzadas, yace en la presentación de llamamientos personales a los interesados”.[11]

“Se presentan invitaciones generales; pero no se presentan suficientes invitaciones definidas y personales. Si se hicieran más llamamientos personales, más personas se decidirían a seguir a Cristo”.[12]

“Muchas veces las mentes son impresionadas con diez veces más fuerza por los llamamientos personales que por cualquiera otra clase de labor”.[13]

  • Sed bondadosos y corteses. Recordad que Jesús siempre fue cortés. Nunca pronunció palabras descomedidas. Cada mañana recibió “lengua de sabios” (Isa. 50:4).

“Sabía ‘hablar palabras al cansado’, porque la gracia era derramada sobre sus labios, para que pudiera presentar a los hombres los tesoros de la verdad en la forma más atractiva”.[14]

 “Poned el espíritu y la vida de Cristo en aquello que decís”.[15]

“Poned en la voz toda la ternura y el amor de Cristo posibles”.[16]

  • No discutáis nunca. Es posible ganar el argumento y perder a la persona. Un buen vendedor nunca discute. Y el evangelista debe ser un buen vendedor.

“Satanás procura constantemente producir efecto mediante violentas embestidas, pero Jesús encontró acceso a las mentes por el camino de sus asociaciones más familiares. Perturbaba lo menos posible su forma acostumbrada de pensar.[17]

  • Haced frente a las objeciones con las Escrituras. Jesús hizo frente a los argumentos de los fariseos y a las tentaciones del diablo, citando de la Palabra de Dios. A cada nuevo desafío replicaba: “Escrito está”. Y nosotros también podremos encontrar nuestro poder donde el Salvador encontró el suyo.

“Cada objeción puede contestarse con un ‘Así dice Jehová’”.[18]

Los relatos bíblicos constituyen una base excelente desde la cual hacer llamamientos al corazón. Cuando Rebeca hizo frente a la decisión de su vida, escuchaba por una parte el llamado de Dios, y por la otra sentía la atracción natural .de su hogar. Eso fue una crisis en su vida, y no fue fácil realizar la decisión. Pero finalmente contestó valientemente que iría. Esa decisión la colocó en la línea real.

  • Formulad las preguntas adecuadas. Cuando una persona ha sido preparada por los estudios bíblicos y la oración, y se encuentra en un punto donde está lista para realizar una decisión inteligente, le formulo tres preguntas importantes; y como se las presento en el orden debido, generalmente proporcionan la respuesta adecuada.
  • “Por cierto que usted cree que éste es el mensaje de Dios para el mundo, ¿no es así?” Cuando la respuesta es afirmativa, podéis añadir: “Sí, yo sabía que usted creía eso”. Sin embargo, no sigáis hablando acerca de ese punto, sino que proseguid pausadamente a formular la siguiente pregunta.
  • “Y algunas veces usted se propone decididamente aceptarlo, ¿verdad?” Luego, si la respuesta es afirmativa, formulad la tercera pregunta. Podría ser esto;
  • “Ahora quiero hacerle una pregunta más: ¿CUANDO?”

Después de formular esta pregunta vital, mirad a la persona directamente a los ojos y esperad su respuesta. No digáis una palabra más, sino que esperad mientras vuestro corazón eleva una plegaria para que Dios le dé el valor que necesita. Con frecuencia esa persona pasará por una verdadera lucha. Y el silencio hace aún más real la voz “apacible y delicada” del espíritu.

Cuando la persona conteste que ahora se entregará a Cristo, decid: ‘‘Doy gracias a Dios por esto. Esta decisión proporciona gozo a los ángeles”.

Invitadla inmediatamente a arrodillarse, y a sellar esa decisión por medio de la oración. Conviene insistir en que esa alma que acaba de decidirse por Cristo ore ella misma. Si tiene algún inconveniente o está muy nerviosa, invitadla a repetir las palabras que vosotros pronunciéis.

Es muy importante recordar que esta última pregunta no debe formularse a menos que anticipadamente se haya puesto el fundamento debido, a menos que seáis impresionados por el Espíritu Santo de que “ahora es el tiempo aceptable, ahora es el día de la salvación”, para esa alma en particular.

Los corazones se ganan no mediante argumentos sino por el amor. A veces es posible destruir la resistencia de una persona mediante el argumento, pero los corazones no son impulsados hacia Dios mediante ese método. Un bloque de hielo puede ser destruido por un golpe de martillo, pero los trozos resultantes siguen siendo hielo. Ponedlo en contacto con los tibios rayos del sol y el hielo desaparecerá.

Nunca salgáis de una casa sin tener oración con sus ocupantes. Puede ser que no siempre sea necesario o conveniente arrodillarse, pero

una oración sencilla ofrecida con sinceridad podrá ser muy valiosa y significativa. Ninguna cosa puede estimular el corazón como el espíritu de oración y el amor de Jesús.

“Presentad a Jesús… que su amor fundente, su rica gracia, fluyan de los labios humanos… Tomad la palabra y con amor tierno y ferviente por las almas, mostradles la preciosa justicia de Cristo, a quien vosotros y ellos debéis acudir para ser salvos”.[19]

“Si tan sólo nos humilláramos delante de Dios y fuéramos bondadosos, corteses y compasivos, habría cien conversiones a la verdad adonde ahora hay una sola”.[20]

Sobre el autor: Director de la Asociación Ministerial de la Asociación General.


Referencias

[1] Obreros Evangélicos, pág. 376.

[2] Id., pág. 483.

[3] Carta 95, 1896.

[4] Obreros Evangélicos, pág. 201.

[5] Id., pág. 424.

[6] Review and Herald, 8-12-1885.

[7] The Bible Instructor, pág. 71.

[8] Obreros evangélicos. Pág. 126.

[9] Historical Sketches, pág. 122.

[10] Obreros Evangélicos, pág. 197.

[11] Review and Herald, 30-8-1892.

[12] Id., 15-8-1899.

[13] Carta 95, 1986.

[14] El Deseado de Todas las Gentes, pág. 219.

[15] Consejos para los Maestros, pág. 194.

[16] Manuscrito, 127, 1902.

[17] Manuscrito 44, 1894.

[18] Carta 95, 1896.

[19] Manuscrito 27, 1895.

[20] Testimonies, tomo 9, pág. 189.