Bajo el título ‘Crisis de la Educación Adventista en la División Sudamericana”, el Dr. Werner Vyhmeister abordó desde las páginas de esta revista en 1973, en forma muy clara y precisa, la situación de la educación cristiana en nuestro territorio, basándose en los datos de 1972.

    Han pasado cinco años desde entonces. Estamos llegando al fin del año que, por acuerdo de la Asociación General, fue llamado “Año de la Educación”. ¿Cómo marcha la educación? ¿Avanzamos? ¿Retrocedemos? ¿Estamos estancados?

    Si creemos que las recomendaciones del espíritu de profecía son válidas para nuestros días, como cuerpo de obreros debemos revisar periódicamente el resultado de nuestros esfuerzos a fin de verificar si los objetivos que nos fueron propuestos están o no están alcanzándose.

    Algunas de entre las muchas declaraciones inspiradas nos exhortan: “No hay nada de mayor importancia que la educación de nuestros niños y jóvenes” (Consejos para los Maestros, pág. 157).

    “Dondequiera que haya unos cuantos observadores del sábado, los padres deben unirse para habilitar un lugar destinado a escuela diaria donde sus niños y jóvenes puedan ser enseñados” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 457).

   “Aunque debemos hacer esfuerzos fervientes por las masas que nos rodean, y hacer avanzar la obra en los campos extranjeros, ningún caudal de trabajo en este ramo puede sernos una disculpa por descuidar la educación de nuestros niños y jóvenes” (Consejos para los Maestros, pág. 157).

    “Los obreros que comienzan un trabajo en territorio nuevo… no sólo deberían levantar una humilde casa de culto, sino hacer todos los arreglos necesarios para establecer en forma permanente una escuela de iglesia…El aula se necesita tanto como el edificio de iglesia” (Testimonies, tomo 6. págs. 108, 109).

    ¿No será exagerada esta última afirmación? Ciertamente no, pues por cada tres o cuatro horas pasadas en la iglesia, el niño pasa veinte o más horas en la escuela. La suma de las influencias de los maestros y los compañeros durante este tiempo, sin duda será mayor que la influencia de aquellas tres o cuatro horas preciosas pasadas en el templo.

    Si este consejo se hubiese seguido siempre, hoy no tendríamos que hacer frente al grave problema de tener tantas y buenas iglesias sin sus respectivas escuelas, y a millares de nuestros hijos estudiando en escuelas seculares.

    Las declaraciones aquí transcriptas pueden interpretarse como refiriéndose a las escuelas de primera enseñanza; pero veamos otras dos que con toda seguridad se refieren a nuestros colegios secundarios: “Quisiera hallar palabras para expresar la importancia de nuestro colegio. Todos deben sentir que es uno de los instrumentos de Dios para darse a conocer al hombre” (Counsels on Education, pág. 39).

    “Cuando el ángel de Dios me mostró que debía establecerse una institución para la educación de nuestros jóvenes, vi que éste sería uno de los mayores medios ordenados por Dios para la salvación de las almas” (Id.,pág. 33).

    En este tiempo cuando, más que nunca, nos identificamos con los planes de la penetración, no deberíamos olvidar que la educación es parte del plan divino para la evangelización.

    Como iglesia, como individuos, si queremos estar sin culpa en el juicio, debemos hacer esfuerzos más generosos para la educación de nuestros jóvenes, a fin de que puedan estar mejor preparados para las diversas ramas de la gran obra confiada a nuestras manos” (Consejos para los Maestros, pág. 42).

   Después de estas observaciones iniciales consideraremos algunos aspectos de la obra educativa en nuestro territorio:

   Al concluir su primer artículo en 1973, el Dr. Vyhmeister preguntaba: “¿Qué haremos? Nuestra educación primaria (básica, fundamental) está perdiendo terreno aceleradamente. Nuestra educación secundaria también retrocede. Nuestra educación superior está estancada y en inminente peligro de retroceder” (El Ministerio Adventista, julio-agosto de 1973, pág. 10).

    Pasados cinco años, usando este mismo Órgano de comunicación con nuestros obreros, preguntamos: ¿Qué hicimos? La palabra de alerta y el sonido de la trompeta, ¿produjeron los efectos deseados? Dejemos que hablen los números al comparar lo que éramos y teníamos en 1973 con lo que somos y tenemos en 1978 (con datos de fines de 1977). Al hacer estas comparaciones, recordemos que en 1972 teníamos 1.125 iglesias y hoy tenemos 1.333, habiéndose registrado un crecimiento del 18,5%. En aquel tiempo éramos 309.001 miembros bautizados; hoy somos 400.876, por lo tanto crecimos el 29,7% en feligresía.

    Comparemos a continuación el crecimiento del número de iglesias con el crecimiento del número de escuelas en las diversas uniones de nuestro territorio en el período que acabamos de mencionar:

    Aunque este cuadro muestra que el aumento de las escuelas casi acompañó al aumento de iglesias, nos muestra que en algunas uniones hubo incluso disminución en el número de escuelas. Si en 1972 la situación no era favorable, se ha vuelto todavía más difícil si encaramos el problema desde el punto de vista de que cada iglesia debería esforzarse por tener su propia escuela.

    Analicemos a continuación el aumento de las matrículas de alumnos adventistas en nuestras escuelas en comparación con el aumento de los miembros:

    Este segundo cuadro nos dice que crecimos el 29,7% en número de miembros y el 39,7% en cuanto al número de alumnos adventistas matriculados en nuestras escuelas primarias. Ciertamente esto significa un progreso, y nos hace pasar de 5,6 alumnos matriculados por cada cien miembros a la cifra de 6,0. Pero a pesar de haber registrado este pequeño aumento en el conjunto, comprobamos que todavía estamos lejos de alcanzar el mínimo deseable, que es de diez alumnos por cada cien miembros. A este respecto, en todas las uniones debemos hacer un gran esfuerzo para mejorar nuestra posición.

    Al examinar los datos referentes a la educación secundaria, notamos que aquí está el punto más débil de nuestro sistema educativo en la América del Sur, pues si en 1966 teníamos 23 establecimientos, llegamos a 1977 con 21 colegios. Con todo, hubo en estos últimos años una sensible mejora en el porcentaje de alumnos adventistas, que llegó al 70,9%, y al 84,7% en los colegios con internado. Se espera que para 1978 este porcentaje se acerque al 90%.

    En la actualidad las perspectivas referentes a la enseñanza secundaria son más alentadoras para nuestra juventud, pues el Instituto Adventista Paranaense reabrió este año sus puertas como colegio secundario en su nueva propiedad y con instalaciones totalmente nuevas. El nuevo Colegio Adventista del Sur de Chile inauguró su primer año académico el 30 de marzo pasado. El Instituto Adventista de la Transamazónica inició sus actividades el 18 de abril en su propiedad de 2.800 has con las clases primarias, pero en breve se espera iniciar las secundarias. La Misión Bahía-Sergipe ya adquirió una hermosa propiedad de 348 has para su colegio. Otras misiones y asociaciones están dando pasos para obtener una propiedad para su futuro colegio, y los ya existentes procuran mejorar sus instalaciones para servir mejor a la juventud de la iglesia.

  En términos de educación postsecundaria, el aumento de alumnos en nuestros colegios superiores ha acompañado aproximadamente el crecimiento de la iglesia, y aun lo habrían superado si nuestros colegios ofrecieran una mayor gama de opciones profesionales a nuestros jóvenes.

 En todos los niveles, aunque ha habido algún progreso, la situación no es ideal, y mucho puede hacerse todavía para dotar a la iglesia de un sistema educativo sólidamente cristiano y que tenga condiciones de asegurar el futuro de nuestros hijos y de la misma iglesia.

    Veamos algunas situaciones en las cuales, como ministros, podemos prestar nuestra colaboración.

    ¿Posee escuela su iglesia? ¿Está funcionando como una escuela realmente cristiana, donde se observan los principios adventistas? Si la respuesta es sí. reciba nuestras felicitaciones, y si no, procure ayudarla para que se torne una luz y una verdadera bendición.

    ¿Su iglesia no posee escuela? Entonces, procure redimir el tiempo, reúna a la iglesia, y haga planes para cumplir lo que recomienda la sierva del Señor en la declaración citada al principio de este artículo, que encontramos en Testimonies, tomo 6, págs. 108, 109.

    ¿Su iglesia tiene jóvenes cuyos padres están en buena posición económica? Anímelos a dirigirse a nuestros colegios, como verdaderas ciudades de refugio para sus hijos.

    ¿Los jóvenes no tienen recursos? Movilice a la iglesia para ayudarlos, anímelos a salir a colportar, y, sin lugar a dudas, obtendrá buenos resultados.

    Apreciado compañero en el ministerio, coloque su consagración y capacidad creativa al servicio de los niños y los jóvenes de la iglesia; muchas serán sus alegrías y Dios lo recompensará.

Sobre el autor: Es director de Educación de la División Sudamericana.