La cruz es el argumento más fuerte en favor del cristianismo. Incluso los corazones secularizados tienen hambre del amor que la cruz revela.

El mundo occidental representa un formidable desafío para el evangelismo actual. Los enfoques tradicionales han producido, por lo general, sólo magros resultados. Se está volviendo cada vez más difícil atraer a grandes multitudes. Métodos que una vez fueron productivos ya no lo son tanto hoy. El tipo de publicidad que una vez atrajo grandes multitudes es cada día menos efectivo. Esto nos lleva a hacernos serias preguntas: ¿Dónde reside el poder del evangelio en esta época secularizada? ¿Es posible ver ciudades enteras sacudidas para Dios en la actualidad como lo eran en los tiempos del Nuevo Testamento? ¿Cómo puede el evangelio penetrar la cultura secular? ¿Qué podríamos hacer para influir sobre las mentes secularizadas y ganarlas para Cristo y el reino?

El problema del secularismo, el materialismo, y la falta de interés en los asuntos espirituales, no es nuevo. El mundo del primer siglo revela asombrosos paralelismos con la sociedad humanista, atea y buscadora del placer de la actualidad. La sociedad estaba dominada en gran medida por la filosofía griega, el materialismo romano, el tradicionalismo judío y las supersticiones paganas. Sin embargo, imbuidos del poder del Espíritu Santo, consagrados a la tarea del evangelismo mundial, los discípulos conmovieron al mundo con el poder del evangelio.

La sociedad del primer siglo

Revisemos brevemente el secularismo del primer siglo y notemos la forma en que el poder del Espíritu Santo lo penetró. Will Durante, en su monumental obra, César y Cristo, describe a la sociedad del Nuevo Testamento como moralmente decadente, en la cual florecía la prostitución, el aborto era práctica común y corriente, y la homosexualidad era desenfrenada. Era una sociedad estimulada por los placeres sensuales. Séneca, el filósofo romano, comentó: “Ellos vomitan para comer y comen para vomitar”. Teatros romanos copados hasta reventar deificaban a los actores y actrices favoritos de las multitudes. Las estrellas del escenario eran los ídolos de la sociedad. Los cantantes y bailarines, que existían por millares, entretenían a las multitudes. Las carreras de caballos y los eventos deportivos fascinaban a las muchedumbres. El encanto hipnótico de las competencias atléticas cautivaba a los ciudadanos romanos. La población romana, de aproximadamente un millón de -personas, consideraba la vida humana con una indiferencia asombrosa. Cuando Tito dedicó un templo en Roma escenificó grandes batallas donde murieron miles en lo que no era más que un entretenimiento deportivo. Los luchadores romanos que competían por los premios, con sus gruesas manoplas de metal, no sólo se noqueaban unos a otros, sino que se asesinaban bárbaramente.

Y las posesiones materiales eran los dioses de otros. Adquirir cosas se había llegado a convertir en la única ambición de la vida. Los patrones de pensamiento filosófico minimizaban la idea de la realidad de Dios. Si el secularismo buscaba los valores materiales en la vida y disminuía a Dios en el proceso, Roma era. ciertamente, secular.

No obstante, estos puntos de vista humanísticos y hedonistas, el evangelio de Cristo penetró la sociedad secular. Los corazones honestos eran ganados para el reino puesto que el secularismo no satisfacía sus más profundas necesidades. El secularismo era absolutamente incapaz de suplir el hambre íntima de amor de la gente. El secularismo no podía dar significado ni propósito, ni podía satisfacer el íntimo anhelo por la eternidad, ni asegurar la vida después de la muerte.

El triunfo de la iglesia primitiva

Cristo prometió a sus discípulos poder espiritual extraordinario para contrarrestar el insólito desafío del secularismo romano: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). Y hoy, doquiera haya desafíos similares, se nos ha prometido un poder igual. Donde hay obstáculos para el evangelio, el poder que Dios nos ha prometido es mayor que esos obstáculos.

Al parecer, nuestro enfoque se centra más sobre los problemas del secularismo que en el poder del Espíritu. Me he sentado en juntas y comisiones donde algunos expresaron la idea de que siendo que la sociedad se está volviendo más y más secular, el evangelismo simplemente no funciona. Está fuera de moda, es obsoleto. Debe retirarse de la circulación, como aquellos antiguos casetes de ocho pistas. ¡Qué terrible farsa! El evangelio es tan poderoso hoy como lo fue hace 2,000 años. El método de Dios para alcanzar a las masas todavía es la poderosa predicación evangelística.

Hechos 2 describe cómo la predicación llena del Espíritu suplió las necesidades de los corazones profanos y dio lugar al bautismo de 3,000 personas.

Hechos 4:4 registra que “muchos de los que habían oído la Palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil”. Hechos 6 aborda el rápido crecimiento de la iglesia y una reorganización para facilitar el crecimiento: “Y crecía la Palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (vers. 7). En Hechos 8, se ve un crecimiento intercultural. Felipe, imbuido del Espíritu Santo, tocó el corazón de un viajero etíope. Y Dios abrió la puerta del continente africano. En Hechos 10 y 11, continúa el crecimiento intercultural cuando Pedro le predica a Cornelio, y otra puerta se abre para el evangelio.

Para cuando llegamos a Hechos 17, el evangelio ha penetrado en todas partes. Ha tocado los corazones y vidas de millares. Y los discípulos “habían trastornado el mundo entero” (vers. 6).

Hechos 20:20-23 señala que los discípulos estaban tan motivados por el Espíritu que “enseñaban públicamente y por las casas”. Las barreras que reprimían el evangelio se derrumbaron. El evangelio fue llevado de ciudad en ciudad, de país en país, de continente en continente. Según Hechos 21:20, miles de judíos creyeron en unos pocos años. Hechos 22:21 asegura que el evangelio fue llevado a todo el mundo gentil. El libro de los Hechos termina con esta triunfante nota: “Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán” (Hech. 28:28).

En breves 30 años el evangelio triunfó. Toda una sociedad secularizada fue alcanzada en un período de tiempo relativamente corto.

Razones del rápido crecimiento

¿Cómo podríamos explicar el rápido crecimiento de la iglesia primitiva? En primer lugar, consideremos a las personas que estaban detrás de la proclamación. Los discípulos mismos fueron conducidos a un arrepentimiento genuino, un reavivamiento espiritual y a una correspondiente reforma. Tenían un propósito común y el objetivo indiviso de ganar a los perdidos para Cristo. Estaban permanentemente conscientes de la necesidad de la oración intercesora. En segundo lugar, consideremos cómo el Espíritu Santo ensanchó el poder de pensamiento de los discípulos, capacitándolos para abrir posibilidades interculturales para el evangelismo. Como resultado, predicaban la Palabra tanto en un marco público como privado, y su ministerio era acompañado por señales sobrenaturales, maravillas y milagros. Ellos creían que Dios los había llamado para predicar su mensaje en todas partes, y ningún poder terrenal podía detenerlos. Ellos centraban su fe en el poder divino para hacer frente a los obstáculos humanos.

Sin el retorno del poder pentecostal no hay forma posible de alcanzar a los hombres y mujeres de hoy. Y, sin embargo, necesitamos comprender a la sociedad secular y su mentalidad a fin de aproximarnos a ella con inteligencia. Entender la mentalidad secular nos ayudará a desarrollar mejores métodos para alcanzarla y aplicarlos en un marco evangelístico en las situaciones reales de la vida.

Comprensión del pensamiento secular

Para entender la mentalidad secular, consideremos brevemente las filosofías que han formado el pensamiento en los últimos 200 años. La cuestión básica de la vida es triple: ¿De dónde vengo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Hacia dónde voy? Estas son preguntas que tienen que ver con el origen, el propósito y el destino de la existencia humana.

Los forjadores del pensamiento moderno creen que descendemos de un principio impersonal. La teoría de la evolución de Darwin ha permeado todos los aspectos de la vida moderna. Jacques Monod, ganador francés del premio Nobel, resumió el punto de vista de los orígenes de la evolución con estas palabras: “Únicamente el azar es la fuente de toda innovación, de toda creación en la biosfera. El simple azar, absolutamente libre, pero ciego, [está] en el mismo principio del estupendo edificio de la evolución”.[1] Jean-Paul Sartre, filósofo, novelista y dramaturgo francés, añade: “Toda existencia nace sin razón, se prolonga a sí misma a partir de la debilidad, y muere por casualidad”.[2]

Ahora meditemos en esto cuidadosamente. Si realmente fuera cierto que la vida es simplemente el producto de causas fortuitas, entonces los seres humanos no son más que simples moléculas de proteínas aumentadas de tamaño. Este punto de vista minimiza el pensamiento de que fuimos creados por un Dios personal, infinito y amante. Una idea confusa de los orígenes conduce a una idea confusa del significado de la vida. En una sociedad basada en la cultura evolucionista, la estima propia será, por naturaleza, baja. No extraña, de ninguna manera, que el suicidio sea la causa número uno de muerte entre los estudiantes universitarios. ¿Cómo puede tener significado la existencia si no estoy aquí más que por un accidente casual? El terreno abonado para el surgimiento del secularismo se encuentra en el fracaso en comprender el origen del hombre y el verdadero propósito de la vida. Para los secularistas la vida no tiene significado, excepto el aquí y el ahora. Un destino eterno es una tontería.

Un mensaje que contrarresta la cultura secular

¿Tiene el adventismo un mensaje para los millones que han abrazado este punto de vista secular? ¿Tenemos algo relevante en una era cuando el pesimismo se ha impregnado en esta cultura de la desesperación? ¿Podemos hablarles con profundo sentido a aquellos que se están ahogando en la abundancia? Los adventistas del séptimo día creen que Dios creó el mundo. Nosotros creemos que el orden y el designio que vemos indican la existencia de un Hacedor, que el azar es incapaz de explicar la complejidad del universo. Más allá de todo esto, afirmamos que la vida personal inteligente sobre el planeta tierra no podría haber sido producida por lo ininteligente y lo impersonal. Por tanto, creemos que este mundo fue hecho por un Dios que es el ideal de inteligencia, la esencia del amor, y el gran Diseñador; un Dios que es infinito, y sin embargo, personal. ¿Qué les dice esto a los hombres y mujeres llenos de desesperación y desesperanza? Les dice: “Usted vale, porque fue hecho por este Dios”.

Las pinturas de Leonardo Da Vinci y las esculturas de Miguel Ángel son inapreciables porque cada una de ellas es única. Del mismo modo que cada copo de nieve es una configuración única, así cada vida humana es diferente de toda otra vida humana. Cada ser humano es precioso, valioso, digno. Los adventistas le dicen a la persona secular de la actualidad: “Usted lúe creado como un ser único y singular, a la imagen de Dios. Usted es una persona que tiene mucho valor; ¡valiosa porque es usted, y nadie más es igual a usted!; usted es irremplazable”. Los adventistas dicen: “Dios pensó que usted era tan valioso que cuando los seres humanos cayeron, apartándose de él, él dio a su Hijo, Jesucristo, para morir por ellos”. La fe cristiana no es simplemente un sistema de valores éticos y filosofía moral. Es la creencia de que Dios mismo se zambulló en la arena de la desesperación humana, para morir por los hombres y mujeres a fin de redimirlos.

Y más aún, con nuestra doctrina del advenimiento que inspira asombro y esperanza, le gritamos confiadamente a un mundo sin esperanza: “¡La esperanza está en camino!” Cristo vendrá pronto para ponerle fin al pecado. El sufrimiento, la enfermedad y la muerte se rendirán ante un glorioso mañana. De modo que el adventismo es claramente relevante para la sociedad contemporánea. Habla a las necesidades de nuestro tiempo. Responde a las tres preguntas básicas de la vida.

Además, consideremos la forma en que el sábado suple la necesidad humana básica de descanso, seguridad, raíces, y un hogar en los brazos de Dios. O pensemos la forma en que el concepto bíblico de la vida saludable suple la necesidad secular de integridad física, mental y espiritual.

Del mensaje a la acción

Y sin embargo, ¿cómo podemos traducir en acción este mensaje adventista que suple las necesidades? ¿Cuáles son algunas de las posibles formas de aproximarse a la mentalidad secular? No pretendo tener todas las respuestas para alcanzar a la gente secularizada, y sin embargo, hay algunos principios que hemos usado en Europa occidental, en los bastiones del secularismo como Copenhague, Estocolmo y Londres; en Europa oriental, donde el comunismo y el ateísmo reinaron durante muchas décadas; y en las grandes ciudades metropolitanas de los Estados Unidos.

Los principios no son métodos que llevan un seguro del éxito para alcanzar a las audiencias seculares. Son, más bien, enfoques que hemos forjado en el crisol del evangelismo citadino durante los últimos 25 años.

Permítanme comenzar con lo obvio. El evangelismo personal es todavía la mejor forma de ganar a la gente secular. Se necesitan personas para ganar a personas. Los programas no ganan a las personas; la gente amante es la que desarrolla relaciones con otras personas generosamente. Por lo general, la gente responde a la bondad. La amistad genuina rompe los prejuicios. Una cosa es segura: usted no ganará a los secularistas para Cristo discutiendo con ellos.

Todo ser humano ha tenido necesidades en su vida. Estas sensibles carencias son áreas donde el individuo siente la necesidad de ayuda. Ellas podrían incluir una mejor salud, ayuda para dejar de fumar, una dieta baja en grasas, reducción del estrés, un matrimonio más feliz, un empico más satisfactorio, amistad, perdón, libertad del sentimiento de culpabilidad, o paz interior.

Yo conozco esto muy bien. Si los miembros de la iglesia fueran sensibles, amantes, interesados en el bienestar de los demás, y buscadores de oportunidades para ayudar a suplir las sensibles necesidades de sus amigos, el muro de los prejuicios se derrumbaría. Las mentes cerradas se abrirían. Las oportunidades se presentarían para que nosotros compartiéramos el evangelio.

Según el libro A Summary of Qualitative Research of the Unchurched[3] la gente secularizada tiene cuatro actitudes negativas básicas hacia la iglesia. En primer lugar, sienten que la iglesia es demasiado materialista. Que ésta ha llegado a convertirse en un gran negocio. Las iglesias se parecen mucho a las grandes corporaciones comerciales. Segundo, consideran que la iglesia ha llegado a ser muy poderosa, trata de controlar el pensamiento. No hay libertad de expresión; hay manipulación mental. Se le dice a la gente cómo debe vivir.

En tercer lugar, la iglesia es hipócrita. La brecha entre lo que enseña y la forma en que vive es demasiado grande para atravesarla. Hay una discrepancia entre las palabras y las acciones. Para muchos la iglesia es semejante a un club del cual ellos no quieren formar parte.

Y cuarto, los secularistas creen que la iglesia no es relevante, no se actualiza para estar al día con este mundo cambiante; no ha logrado ser parte de la vida real. La gente secularizada experimenta una especie de aburrimiento e indiferencia durante los servicios religiosos.

Pero sorpresivamente, este mismo estudio indica que muchos considerarían la posibilidad de asistir a la iglesia si pudieran discutir sus dudas religiosas abiertamente con alguien. Si ellos vieran que la iglesia es una institución seriamente interesada en trabajar por el mejoramiento de la sociedad; si descubrieran una iglesia donde la predicación espiritual supliera sus necesidades, asistirían indudablemente. Un programa de educación religiosa, sólido y efectivo para implantar valores morales en los jóvenes y los niños, es extremadamente importante. Los miembros secularizados de la generación de padres modernos están regresando a la iglesia por millares, porque están preocupados por sus hijos.

Cuando consideramos la estrategia de Jesús para alcanzar a la gente secularizada de sus días, notamos que él comenzaba donde ellos estaban y no donde él estaba. Jesús siempre comenzaba ministrando con amor las necesidades de aquellos a quienes conocía. De hecho, el libro de Juan es, en realidad, un estudio de casos en los que el Salvador suplió sus necesidades espirituales. Muy al principio de su ministerio Jesús notó que dos hombres le seguían, y les hizo esta pregunta: “¿Qué buscáis?” (Juan 1:38). Me parece que Jesús siempre hace esta pregunta: ¿Qué buscas? ¿Qué hay en lo más profundo de tu corazón? ¿Qué es lo que realmente deseas?

A través de todo el evangelio de Juan Jesús contesta esta pregunta: “¿Qué buscáis?” Se preocupa por descubrir las necesidades de la gente y entonces actúa para suplir esas necesidades. En las bodas de Caná el anfitrión de la fiesta estaba a punto de sufrir una catástrofe social. Jesús suplió esas necesidades de carácter social al convertir el agua en vino. Las necesidades de Nicodemo, sin embargo, eran espirituales. La religión formal no las satisfacía, y Jesús las suplió compartiendo con él la necesidad de un nuevo nacimiento espiritual (Juan 3).

La mujer junto al pozo tenía necesidades emocionales y Jesús le dijo que el amor del Padre podía satisfacer su carencia de amor. El hombre junto al estanque de Betesda necesitaba sanidad física y la hambrienta multitud tenía necesidad de alimentos. Y Jesús suplió todas esas necesidades.

Al suplir las necesidades Jesús rompió todos los prejuicios de la sociedad de su tiempo. A medida que las barreras de la oposición se derrumbaban, los corazones y las mentes se abrían al evangelio. La siguiente declaración de Elena G. de White, que se cita con mucha frecuencia, sigue siendo verdad: “Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les decía: “Seguidme”[4]

La iglesia es el pueblo de Dios preparado para servir, que suple con amor las necesidades de la vida diaria en el nombre de Jesús. La iglesia es el cuerpo de Cristo, y cada miembro tiene dones impartidos por el Espíritu Santo para servir. Cada miembro del cuerpo tiene mucho valor. Y Dios ha dado a cada miembro dones que deben usarlos en su servicio. Cuando los miembros de la iglesia comprendan esto, podrán hacer planes con amor para suplir las necesidades de sus amigos y vecinos. Entonces habrá una explosión de interés en el evangelio. Sensibilidad ante el sufrimiento, deseos, y preocupaciones por los demás, demostrar un interés genuino en las necesidades de otros es un método dado por Dios para ganar los corazones. Y como miembros de iglesia, poseedores de los dones particulares que Dios ha dado a cada uno para trabajar por sus amigos y vecinos, tenemos la garantía de que habrá resultados.

Yo he hallado particularmente útil el simple hecho de compartir el plan de salvación en el contexto de mi propia experiencia. Compartir Su evangelio del amor sanador desmenuza cualquier prejuicio. Gana los corazones. Cambia las vidas. La cruz es el argumento más fuerte en favor del cristianismo. Incluso los corazones secularizados tienen hambre del amor que la cruz revela.

He visto al Espíritu Santo conmover los corazones humanistas, secularizados y endurecidos, por medio de una sencilla presentación del plan de salvación. Un espíritu combativo apela al espíritu de debate. Los argumentos de las mentes intelectuales se encuentran con la resistencia de las mentes escépticas. Pero un mensaje de la gracia de Dios, que surge de un corazón amante, tocará los corazones.

Sin embargo, ningún plan o enfoque está diseñado para alcanzar a todos los individuos. Hay personas secularizadas que, en principio, responden mejor a una estrategia alternativa. Hay muchos que sienten que la Biblia carece de sustancia intelectual. Casi desconfían de su integridad. Compartir con ellos algunas de las grandes profecías bíblicas, que demuestran la confiabilidad y veracidad de la Escritura, tocará en algún momento sus corazones. Las profecías de Daniel fueron particularmente diseñadas por Dios para desarrollar la confianza en la veracidad de la Escritura. Las profecías del Antiguo Testamento concernientes a Jesús como el Mesías son especialmente conmovedoras. Su nacimiento en Belén (Miq. 5:2), su nacimiento virginal (Isa. 7:14), el origen del nacimiento y el linaje de Jesús (Gén. 49:10), así como los eventos que rodean la crucifixión bosquejados en Zacarías 13, Salmo 22, y otros, producen gran confianza en la gente secularizada de que Jesús es más que un buen hombre, más que un filósofo moralista, que es el Hijo divino de Dios.

La comprensión de algunas de las profecías concernientes al surgimiento y caída de las naciones a través de todo el Antiguo Testamento es una evidencia convincente para muchas mentes seculares. Profecías como las de Ciro el Persa, nombrado 150 años antes de su nacimiento (Isa. 44:28; 45:1, 2), la destrucción de Tiro y Sidón (Eze. 26:1-4,19- 21), y la desolación de Egipto (Eze. 19:1-9), todas establecen la confiabilidad en las Escrituras como un documento divinamente inspirado.

He visto a gente secular llegar a nuestras reuniones evangelísticas y cambiar del escepticismo a la fe al oír las profecías. En Chicago, una pareja joven, graduada de la Universidad del Estado de Illinois, fue conducida del secularismo a la salvación al asistir a uno de los seminarios de Daniel. Un radiólogo de Niles, Michigan, al oír las profecías de Daniel y las evidencias arqueológicas de la confiabilidad de las Escrituras, fue tocado por el evangelio.

Contrarrestando el mito de la evolución

Mucha gente secular cree que la evolución es un hecho probado científicamente. Concluyen que una creencia en la Escritura niega los así llamados hechos de la ciencia. Es casi imposible aceptar un cristianismo que sus mentes les dicen que no es genuino. Ellos razonan: “Si el registro del Génesis está equivocado, ¿cómo puedo confiar en cualquier otra porción de la Escritura? Si la raza humana está evolucionando hacia estadios más elevados de desarrollo, ¿por qué necesitamos un Salvador? ¿No es un hecho que la religión sólo produce neurosis de culpabilidad?” He descubierto que es útil acercarse a estos individuos selectos desde una perspectiva científica. La evolución no es un hecho científico probado, sino una hipótesis especulativa. Hay tres leyes científicas que cuestionan toda la teoría evolutiva.

La evolución afirma que si se da el tiempo necesario y las condiciones correctas, las cosas inanimadas producirán cosas vivientes. Pero no hay absolutamente ninguna evidencia en el mundo natural de que las cosas inanimadas puedan producir algo viviente. Es una ley fundamental de la ciencia que sólo la vida produce vida. La ciencia declara también que los semejantes producen cosas semejantes. La evolución dice que hay lazos o eslabones entre las clases y las especies de animales. Sin embargo, no hay evidencia científica concreta para afirmar que tales eslabones existan. Los evolucionistas declaran que cuando se dejan solas, bajo determinadas condiciones, las mutaciones tienden a mejorar. En el mundo natural, las mutaciones son deformaciones genéticas, no mejoras genéticas.

Cuando se les presenta a los materialistas secularizas el pensamiento de que la evolución atea es una teoría y no un hecho, de que se requiere más fe para ser evolucionista que para ser un creacionista, comenzarán a pensar seriamente en las suposiciones que son el mismo fundamento de la evolución.

La respuesta segura

Sólo la Biblia puede dar significado a las grandes cuestiones de la vida. La Biblia revela a un Cristo amante que nos formó y quien guía personalmente nuestras vidas. En él podemos estar seguros. Nuestro futuro eterno está en sus manos. Cuando usted trate con gente secularizada, demuéstreles que no hay esperanza sin Dios y, contrariamente, que la hay al estar seguros en sus manos. Dios desea ganar para Jesucristo a la gente que está perdida. El poder del Espíritu Santo es mucho más grande que todas las fuerzas del infierno que puedan oponerse al evangelio de salvación. Llenos del Espíritu Santo, armados con las armas espirituales de la oración, la Palabra, y el amor genuino por las almas, el remanente de la última generación presenciará de nuevo el Pentecostés; y en esta ocasión, será en una medida más abundante. Millares se convertirán. La luz del evangelio iluminará los más negros y oscuros rincones de esta tierra. Algunos de los corazones más duros del mundo darán acceso al evangelio. Millares de voces proclamarán el evangelio eterno. A través de la página impresa, por medio de la radio y la televisión, por medio del genio de los medios masivos de comunicación electrónica, la Palabra de Dios llegará a toda la tierra. La obra de Dios sobre la tierra triunfará en una llamarada de gloria.

Que ese día ocurra pronto.

PASOS QUE AYUDARAN A SU CONGREGACION

A ALCANZAR A LA GENTE SECULAR

1. Ayude a los miembros a descubrir personalmente sus dones espirituales y áreas de servicio específicas.

2. Capacite a los miembros en los recursos y métodos que los habilitarán para alcanzar a las personas con diferentes necesidades.

3. Desarrolle un plan de evangelismo multifacético dedicado a alcanzar a la gente con diferentes necesidades.

4. Hilvane v entrelace conscientemente pensamientos espirituales durante cada presentación con, relación a una necesidad especifica.

5. Invite abiertamente a los asistentes a seminarios espirituales que suplirán necesidades específicas.

6. Enseñe a los miembros de la iglesia “cómo hacer amigos para Dios”, convirtiendo toda conversación casual en oportunidades para testificar. (The Making Friends for God, videos de HART Research provee excelente material al respecto.)

7. Distribuya con confianza publicaciones apropiadas entre sus amigos seculares.

Sobre el autor: Mark Finley es director y orador del programa de televisión It is Written.


Referencias

[1] Jacques Monod, Chance and Necessity (New York: Vintage Books, 1971), pág. 112.

[2] Jean-Paul Sartre, Nausea (New York: New Directions, 1959), pág. 126.

[3] A Summary of Oualitative Research of the Unchurched (New York: Religion in American Life, Inc., n.d ,).

[4] Elena G. de White, El ministerio de curación (Bogotá: Asociación Publicadora Interamericana, 1959), pág. 102.