Los alumnos de Biblia que tuve me han mostrado que la religión de una persona y los condicionantes culturales afectan la manera en que él o ella se relacionan con las Escrituras. Lo que ellos me enseñaron ha ampliado mi acercamiento a la Biblia.

El bosquejo general de este trabajo lo conforma el estudio de casos de un trio de culturas religiosas. El tema de discusión será cómo se relaciona cada cultura con el relato veterotestamentario de José.

Primer caso: Los estudiantes occidentales

Los primeros y más evidentes son mis estudiantes del Colegio Malla Walla, muchos de los cuales proceden de un medio conservador. Descubrí que mis estudios están fundamentalmente interesados en la historia de José; lo que desean oír son los hechos históricos acerca de la vida de José. ¿Cuáles eran exactamente las costumbres de entonces? ¿Quién era el Faraón cuando José descendió a Egipto? ¿Quiénes eran los madianitas y de dónde vinieron? ¿Cuándo tuvo lugar todo esto? Y los más valientes acaso pregunten: “¿Sucedió realmente este relato?”, o “¿Fue José una persona real?”.

Para ellos el conocimiento de esta historia cumple dos funciones principales. Explica el relato por medio del desmenuzamiento de los detalles y del entorno dado, y ayuda a demostrar (o no) la veracidad del relato. Esta realidad establece la base para su creencia en la Biblia como un texto sagrado.

Mis estudiantes son creyentes conservadores de la Biblia, pero no son los únicos que se preguntan por las cuestiones históricas.

Todos los cristianos y no cristianos en los Estados Unidos hacen la misma clase de preguntas. Algunos norteamericanos no aceptan como históricos ningún aspecto de la Biblia y la niegan como texto sagrado; otros la aceptan como histórica hasta en sus detalles más minúsculos; y entre estos dos extremos existen toda clase de matices y variaciones. Pero todos preguntan por lo mismo: el aspecto histórico.

Incluso los eruditos bíblicos, entrenados académicamente en el occidente, consideran las mismas preguntas. Difieren únicamente en que las preguntan más profundamente y con mayor persistencia. Ellos no sólo indagan acerca del relato en sí mismo, sino que van más allá e investigan la historia del texto que nos cuenta el relato. Y también preguntan por los factores que dieron surgimiento tanto al texto como al relato.

Mis estudiantes occidentales tratan de aplicar el relato en términos de ética personal. Hable de José, por ejemplo, y lo primero que ellos pensarán es de su encuentro con la esposa de Potifar. Para ellos, el relato enseña castidad y otros principios morales.

Ellos esperan, entonces, que como profesor de Biblia en un colegio me mueva de una cierta manera, casi proscripta, más allá de la simple narración que han oído tantas veces desde su niñez. Esperan de mí que les dé hechos nuevos y más amplios con respecto al entorno histórico, y que les muestre formas de aplicar el relato a la moral personal.

Segundo caso: Los hmongs

Los hmongs son, para la mayoría, adoradores de espíritus, iletrados y animistas. Originarios de la China, su tierra natal se extiende a través de áreas montañosas en el sur del continente y en el norte de Vietnam, Laos y Tailandia. Tienen una relación de amor-odio con los espíritus a quienes sirven; estos espíritus, portadores tanto del bien como del mal, deben ser tratados con cuidado. En el relato bíblico, de inmediato reconocen un conflicto entre lo antiguo y lo nuevo —entre el gran Dios de la Biblia versus los muchos espíritus.

Ellos no pueden leer, ni hacer una investigación bibliográfica o una evaluación confiable sobre la base de la historia. El conflicto entre el camino espiritual y el camino bíblico debe ser resuelto por otros medios. El método más común es un combate de poderes entre los dos. ¿Realmente puede el Dios de la Biblia interpretar los sueños cuando los espíritus doctores no pueden? ¿Puede Dios sanar cuando los espíritus doctores se muestran incapaces? ¿Puede Dios proteger de los embrujamientos y maldiciones de los espíritus, cuando no lo pueden hacer los espíritus doctores? Si la respuesta es sí, la Biblia puede pretender ser verdadera, y entonces el relato de José llega a tener autoridad. Para esta gente, son muy significativos relatos tales como la interpretación del sueño de Faraón por parte de José.

Sin embargo, la nueva Escritura es oída, no leída. ¿Cómo puede incrementar su conocimiento si no lee más libros acerca de lo que más le interesa? Primero, por escuchar cuidadosamente. Estos iletrados tienen una memoria fenomenal. (No confunda iletrado con baja inteligencia.) Ellos memorizan, repiten y aprecian las Escrituras.

Este grupo también, y muy rápidamente, transforma a las Escrituras en canto y drama. Uno las entiende y aprende nuevos significados cuando él o ella las canta y personifica. Aun puedo recordar aquellos viernes de noche cuando se realizaban representaciones bíblicas. Ellos no se salían del Molde MV. El aire húmedo, las hordas de insectos y los bancos incómodos, todo se olvidaba cuando los actores estaban atrapados en el relato. Ellos eran José. A semejanza de él, ellos eran una minoría despreciable en su tierra. Hablan sufrido y se habla abusado de ellos, pero ahora servían al mismo Dios de José. Dios había mostrado su realidad en un combate de poderes, y de esta manera la emancipación y el triunfo de José eran suyos. Lo estaban personificando justamente ahora. Eso era real. La luz de sus rostros lo mostraba. En el combate con los dioses y los poderes de Egipto, el Dios de José venció. Así también podrían hacerlo ellos.

El relato de José tiene, de hecho, una aplicación ética. Pero, la ética personal no era su interés primario. Ellos consideraban el relato de José como una saga de ética familiar. José fue un hombre leal a su familia y al clan, a pesar de cómo lo maltrataron. Los hmongs vieron bajo esa luz incluso el relato de la esposa de Potifar. Era indudable que en la mente de José estaban el consultar a la familia sobre la elección del cónyuge y la lealtad al hogar. ¡Dios bendice a quienes son leales a la familia!

En resumen, para los hmongs las Escrituras son probadas por su poder en la vida actual. Si son verdaderas, entonces pueden ser aplicadas a las presentes experiencias de vida, y también ser proclamadas por medio de palabras, cantos y dramas. Por otra parte, el profesor es, en primer lugar, una persona de poder: conoce el relato y puede leerlo y contarlo. También es capaz de batallar contra los demonios y mostrar la victoria de Cristo.

Tercer caso: Los chinos

Los chinos de Singapur existen en dos mundos al mismo tiempo —en una sociedad moderna altamente competitiva en la cual los negocios y la tecnología son los campos principales del esfuerzo, y en una sociedad tradicional en la cual los ideales y las prácticas budistas, taoístas y confucionistas gobiernan la vida. Mientras que la primera sociedad demanda mucho de su tiempo y esfuerzo, la mayoría aún venera a sus ancestros, hace visitas ocasionales al templo y son orgullosos de su “condición de chinos”.

La mayoría de los estudiantes de la clase de Biblia a quienes enseñé, en el Colegio Unión del Sudeste de Asia, no eran cristianos convertidos y, algunos, recién convertidos. Cuando comencé a enseñar allí, mi objetivo era mostrarles la inspiración de la Biblia. Les hablé acerca de historia, geografía y arqueología —las cosas que tradicionalmente muchos cristianos norteamericanos utilizan para demostrar la verdad de las Escrituras.

Estos esfuerzos resultaron inútiles. Los estudiantes estaban aburridos, con su característico comportamiento cortés. Pregunté a uno de ellos por la razón, y me dijo que los chinos consideran de valor algún libro religioso si ha sido reverenciado como sagrado por largas edades. Así como aceptaban las Analectas del confucianismo, el Tao Te Ching del taoísmo, y diversos escritos budistas considerados como sagrados, estaban felices de poder reverenciar la Biblia junto con los otros.

Pero no percibían el valor o la importancia de lo que estaba enseñando en clase. Ellos no se preocupaban por “probar” algún escrito por la historia. Lo que necesitaban conocer acerca de la Biblia era por qué resulta valiosa, aplicable y autorizada.

Un diálogo posterior me reveló las tres grandes vías por medio de las cuales ellos probaban la Biblia. El primero era el de una coherencia de sistema. Tomar una doctrina o idea y probarla no los convencía. Ellos deseaban ver si la Biblia tiene sentido como un sistema de verdad.

La segunda prueba se relacionaba con el pragmatismo de la Biblia. Ellos querían saber si lo que enseñaba tenía beneficios para la vida diaria. Tradicionalmente la religión china, y especialmente la tradición confuciana, ha estado relacionada con este mundo. Originalmente no han tratado con asuntos esotéricos y dogmáticos, sino con ética, gobierno, sociedad y familia. El mensaje bíblico debe relacionarse con estos últimos temas, o permanecerá como un libro respetado pero muerto.

En relación con el relato de José, el estudiante chino estaría impresionado con él como un hombre de éxito en todas las áreas de la vida. El ascendió a una alta posición en el gobierno, fue rico, prosperó en las relaciones tanto con su propia gente como con los egipcios, y tuvo éxito como hombre de familia. Fue un digno ideal. Ellos preguntarían: “¿Corresponde al Dios de la Biblia dar a entender que cosas similares pueden suceder hoy en la vida de la gente?” Si seguir a la Biblia en verdad produce gente como José, entonces tiene valor.

La tercera prueba es la vida del profesor. Semejante a la fe de los indúes, las religiones chinas tienen la larga tradición del gurú. Quien les cuenta el relato no puede ser separado del mensaje, de modo que los chinos escudriñan tanto al profesor como su mensaje.

Recuerdo a un jovencito en particular, de Singapur, quien a veces visitaba nuestro hogar. Era tranquilo, y las primeras veces que vino me esforcé valientemente por mantener una conversación activa siguiendo la buena tradición occidental. A menudo había largos silencios, y algunas veces la frustración crecía dentro de mi, hasta el punto que deseaba levantarme violentamente y gritar. Finalmente aprendí que él no esperaba que le hablara todo el tiempo. Incluso no necesitaba que me sentara junto a él. Podía andar de aquí para allá en mi trabajo y simplemente permitirle estar allí.

Un día preparé mis nervios para averiguar, de la forma más gentil y sutil posible, sobre el propósito de sus visitas. Sonriendo, dijo: “Nosotros los chinos no aceptamos a la gente fácilmente. Debemos ver primero que son absolutamente confiables. La única forma de saberlo es ir a su casa, sentarse y observarlo por largos períodos de tiempo”.

¡Nunca tuve el coraje de preguntarle si la investigación era únicamente para su beneficio, o si era un emisario de algún grupo de personas!

Para el chino, entonces, la Biblia está autorizada si es un sistema coherente, si es aplicable en la vida diaria de muchas maneras, y si el profesor encarna el mensaje. El profesores primeramente un modelo —personifica el mensaje de un modo práctico en la vida.

Estos estudios de casos demuestran la forma en que la religión y los condicionantes culturales de la gente afectan su percepción y acercamiento a las Escrituras. Nuestras situaciones diferentes nos afectan de maneras tan básicas que a veces fallamos en realizar nuestras inclinaciones —o nos ocupamos de ellas en nuestro acercamiento a los demás.

Los norteamericanos, en particular, deberían examinar con humildad otras formas de enfocar las cosas. Tendemos a considerar como un acercamiento superior nuestras maneras de ver las Escrituras, y en particular nuestras preguntas históricas. Pero pregunto si nuestro acercamiento nos ha dado una mejor comprensión de la Biblia, como escritura, de la que tienen los hmongs y los chinos.

El simple hecho de que para nosotros la Biblia es, básicamente, un documento leído, nos enceguese de diversos modos. Somos víctimas de lo que Hans-Ruedi Weber llama la “cautividad Gutenberg” de la Biblia.[1] Y nuestro acercamiento analítico a las Escrituras, con un enfoque parcial, puede conducirnos a otras trampas.[2]

En resumen, mi encuentro con otras religiones me han enseñado a dudar de la envergadura y la capacidad de comprensión de la metodología que tanto mi cultura como mi educación superior me han impregnado. Estas dudas son las parteras que facilitan el nacimiento de nuevas formas de presentar la Palabra eterna.

Sobre el autor: Jon Dybdhal, enseña religión en el Colegio Walla Walla, en Walla Walla, Washington, Estados Unidos.


Referencias

[1] Véase su libro Experiments With Bible Study (Philadelphia, Westminster Press, 1982), págs. 2-42

[2] Véase Walter Wink, Transforming Bible Study (Nashville, Abingdon Press, 1980).