Recordad hermanos, que el decaimiento en la gracia y la apostasía son muy semejantes a la caída de las hojas de otoño. Observad los árboles, porque aun ahora están comenzando a dar indicio de la caída de las hojas que se avecina. Evidentemente saben que serán despojados de su verde ropaje, porque ya están desechando las primeras prendas sueltas. ¡Con cuánta lentitud se aproxima el tiempo de las hojas secas! Distinguís aquí y allá un matiz cobrizo, y luego aparece la hoja dorada o color de bronce. Semana tras semana observáis que se acerca la caída general de las hojas, pero es algo que se acerca con lentitud. Y así sucede con los apóstatas. No salen de la iglesia visible todos a una; no se convierten en transgresores abiertos todos al mismo tiempo. Su corazón, lenta y gradualmente se aparta del Dios viviente, y finalmente aparece el pecado al descubierto y la vergüenza al exterior. ¡Que Dios nos libre de caer poco a poco! Los pequeños goces del diablo han derribado muchos grandes robles. Las pequeñas gotas de la tentación han horadado muchas piedras.
Que Dios nos salve de eso. Algunas ciudades han sido destruidas por los huracanes. Valientes soldados han hincado los hierros de las escalas de asalto en lo alto de las murallas, y se han lanzado hacia arriba desafiando a la muerte, y en pocas horas han rendido la fortaleza por la fuerza. Pero muchas otras ciudades han sido conquistadas por el lento procedimiento del sitio; los suministros han quedado interrumpidos; los guerreros han sido muertos en las poternas, lentamente; se han ido cavando trincheras cada vez más cerca de las murallas, se han minado los bastiones, se han debilitado los fortines, se han asaltado las puertas, y finalmente la ciudad ha sido sometida. Donde Satanás captura a una persona por la fuerza de la tentación violenta, captura a diez por el proceso gradual de zapar y minar los principios que debieran regir en lo interior.