Debemos reflexionar con anticipación acerca de lo que vamos a decir durante la oración pastoral, para que no se convierta en una mera formalidad

Un componente de suma importancia del culto de adoración es, sin duda alguna, la oración pastoral. Los pastores y los predicadores, en general, dedican buena parte de su tiempo, durante la semana, a la preparación del sermón, con el fin de alimentar el rebaño del Señor. Pero, ¿qué trato se le dispensa a la oración pastoral? ¿Quién será el elegido para elevarla? ¿Será alguien que, en efecto, desempeña una función pastoral en la congregación?

En muchas iglesias -y tal vez en la mayoría de ellas-, el pastor realiza la invocación y encarga la oración pastoral a otra persona. Pero, si esa oración va a ser realmente una oración pastoral, ¿por qué no encargársela a alguien que sea realmente pastor? ¡Qué bendición y qué estimulo recibirían los hermanos si oyeran a su pastor orando fervorosamente en su favor!

La costumbre de que el pastor eleve la invocación y encargue la oración pastoral a otra persona es una innovación. No sabemos cuándo se introdujo, pero no es una tradición adventista. Es posible que el hecho de encargar al pastor la invocación haya comenzado como un intento de darle más solemnidad y dignidad al culto. Pero, cuando él se encarga de esa parte y pide a otra persona que eleve la oración pastoral, en realidad se están invirtiendo los papeles y se le está restando importancia a esa oración.

Planificación

Cuando está bien planificada, la oración pastoral puede ser, para mucha gente, una de las partes más importantes del culto; pero nunca lo será cuando la reducimos a una mera formalidad, como algo que se hace por obligación. Elena de White nos advierte que nada de lo que sea sagrado, nada de lo que esté relacionado con el culto divino debe ser tratado con negligencia o indiferencia.[1]

En la oración pastoral, “el ministro, o quien ore, se une con la congregación y se convierte en la voz del pueblo que habla con Dios. Su confesión personal debe ser la de la iglesia; su gratitud por las cosas espirituales y las bendiciones materiales recibidas también debe ser la de la iglesia. No sólo se debe animar a uno a entregar a Dios su vida, sino también toda la iglesia debe tener ese privilegio. Por eso, el uso del pronombre personal ‘yo’ está, en este caso, totalmente fuera de lugar, especialmente en la oración pastoral”.[2]

Si se la prepara cuidadosamente y se reflexiona con bastante antelación, la oración pastoral puede impartir a la iglesia una frescura y una vitalidad, un fervor y un entusiasmo, que establecerán un nuevo vínculo entre Dios y los miembros de la congregación. La única manera de evitar que se convierta en una mera formalidad es dedicar tiempo a su preparación.

La oración pública puede abarcar muchos aspectos; pero, en este artículo, deseo llamar la atención a seis temas principales: la adoración, la confesión, la gratitud, las peticiones, la intercesión y la dedicación.[3] Es bueno elaborar sólo un par de sentencias cortas referidas a cada uno de esos seis temas, a fin de que la oración no sea larga ni cansadora. El Padrenuestro, por ejemplo, se refiere a seis aspectos distintos, pero cada uno de ellos cabe en una frase corta. Es posible que la oración sea totalmente diferente si nos concentramos en unos pocos puntos bien concretos, en lugar de tratar de abarcar todo de manera general. Así, se evitan también la monotonía y la rutina. No hay que usar nunca frases hechas, ésas que se oyen a cada rato. Es bueno orar por algo actual, y relacionado con las preocupaciones y las necesidades de la congregación.

Adoración

La adoración cristiana consiste en celebrar los actos de Dios manifestados en Jesucristo.[4] Ocurre cuando exaltamos al Señor por su grandeza, su misericordia, su bondad y su amor. Es una buena ocasión para contemplar la grandiosa naturaleza de Dios y adorarlo por haber enviado a su Hijo amado para que muriera en nuestro lugar.

Confesión

Después de expresar nuestra adoración a Dios, podemos recordar nuestra pequeñez, nuestra indignidad y nuestra condición pecaminosa. ¿Cómo podemos pedir algo al Señor antes de hacer una sincera confesión? La debemos incluir para recordar la realidad del pecado. La confesión debe ser lo suficientemente específica como para tocar a los hermanos en su propia experiencia y ayudarlos a ver claramente sus faltas; pero no es necesario entrar en detalles.[5]

“La confesión mezclada con lágrimas y dolor, que brota de lo más profundo del alma, encuentra el camino que conduce al Dios de infinita piedad. Dice el salmista: ‘Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu’ (Sal. 34:18)”.[6]

Gratitud

Al llegar a este punto, se debe estimular la gratitud. Elena de White nos aconseja que seamos más agradecidos: “No oramos demasiado, pero somos demasiado parsimoniosos en cuanto a dar las gracias. Si la bondad amante de Dios provocara más agradecimiento y alabanza, tendríamos más poder en la oración”.[7]

Hay muchas cosas por las que debemos agradecer. Si observamos, veremos que varios salmos terminan con expresiones de loor y gratitud. Debemos entender que permanentemente somos objeto de los paternales cuidados de Dios, y que continuamente recibimos multitud de bendiciones inmerecidas.

Peticiones

Es una tendencia natural del ser humano pedir antes de agradecer. Sólo después de dar gracias podemos pedir que Dios supla nuestras necesidades; y debemos hacerlo tal como lo hace un hijo que se acerca a su padre para demandarle algo, con la seguridad de que será atendido. No necesitamos presentar una larga lista de cosas, sino mencionar lo más importante para el día de hoy. Puede ser algo sugerido por el tema del sermón o una necesidad ampliamente conocida por la congregación, o por parte de ella. Puede ser un pedido de bendición para los hijos o de una conciencia más afinada del deber y la misión por parte de la iglesia. No importa de qué se trate, los pedidos deben ser específicos y oportunos.

“Nuestro Padre celestial está esperando para derramar sobre nosotros la plenitud de sus bendiciones. Es nuestro privilegio beber abundantemente de la fuente de su amor infinito”.[8]

Cada iglesia tiene sus propias necesidades, y es apropiado orar por nosotros mismos y por lo que necesitamos. Pero debemos recordar que no podemos abarcarlo todo en una oración.

Intercesión

Aunque nuestras oraciones se deben referir a nuestras propias necesidades, es necesario que vayamos más allá de las preocupaciones inmediatas y personales, para orar por los demás. Al terminar esta parte, el encargado de la oración debe orar por la unción del Espíritu Santo sobre la exposición del mensaje. No debe olvidarse de orar también por el predicador.

Dedicación

Durante la parte final de la oración se debe proceder a la dedicación. La congregación debe ser entregada cuidadosamente en las manos de Dios. Cada adorador debe sentir la convicción de la solemnidad de ese momento tan lleno de significado y grandeza. “La oración será eficaz si induce a la gente a dedicar la vida al Señor […] Se debe animar a cada cual a ofrecerse a sí mismo a Dios como un sacrificio vivo en todos los aspectos de la vida”.[9]

“Cristo desea fortalecer a su pueblo con la plenitud de su poder, de manera que, gracias a ellos, todo el mundo quede envuelto en la atmósfera de la gracia. Cuando su pueblo se entrega a Dios de todo corazón, este propósito se cumple”.[10]

Oremos con el corazón

Lo que hemos dicho hasta aquí acerca de la oración pastoral no son más que una serie de sugerencias con meros fines de orientación, no como una fuente de molestias. Nadie debe llegar a la conclusión de que estamos analizando y juzgando sus oraciones. Debemos seguir siendo espontáneos y libres, orando de corazón, recordando que Dios sólo acepta la oración que proviene de lo íntimo del ser. Algún esfuerzo se debe hacer, sin embargo, para orar de manera eficaz y sensata.

Algunos creen que deben escribir sus oraciones, para presentarlas como corresponde en público. No debemos criticar esa modalidad, pero tampoco debemos considerarla indispensable. Lo que sí es necesario es reflexionar previamente acerca de lo que vamos a decir en la oración, para que no se reduzca a una mera formalidad. Es muy bueno que memoricemos las diferentes partes de la oración pastoral, conforme lo hemos delineado aquí.

Los ministros que disfrutan de una íntima comunión con Dios cuando oran durante sus momentos de devoción personal, y de ese modo transforman la oración en una fuente de poder y de paz para su vida diaria, servirán absolutamente de vínculo entre Dios y su pueblo durante la oración del culto divino Cuando la oración se convierte en adoración, por fe vemos a Jesús y nos sentimos jubilosos porque sabemos que estamos ante su presencia.

Sobre el autor: Pastor de la iglesia central de Bauru, São Paulo, Rep. del Brasil.


Referencias:

[1] Elena G. de White, Joyas de los testimonios (Buenos Aires: ACES, 1975), t. 2, p. 193.

[2] Horne P. Silva, Culto e Adoracão (Sao Paulo, SP: Imprenta del Instituto Adventista de Ensino, 1984), p. 59.

[3] Ibíd., pp. 139-141.

[4] Miguel Ángel Darino, La adoración, análisis y orientación (California: DIME, 1992), p. 39.

[5] Horne P. Silva, Ibíd., p. 139.

[6] Elena G. de White, Mente, carácter y personalidad (Buenos Aires. 1990), t. 2, p. 473.

[7] Joyas de los testimonios (Buenos Aires: ACES, 1975), t. 2, p. 110.

[8] El camino a Cristo (Buenos Aires: ACES, 1991), p. 93.

[9] Horne P. Silva, Ibíd., p. 141.

[10] Elena G. de White, Testemunhos Seletos, t. 3, p. 149.