La herejía no es algo nuevo; los apóstoles la individualizaron y se enfrentaron con ella. Siempre produce perplejidad y confusión. El pastor de una congregación que adolece de esta enfermedad teológica, se siente perplejo en cuanto al modo de hacerle frente, y los miembros de su congregación se sienten confundidos por las diversas interpretaciones de la Escritura que son el producto lógico de la herejía.

Pasarla por alto resultará desastroso para la organización perturbada por esta actividad de índole cancerosa, por así decirlo. Todo el cuerpo resultará dañado, con consecuencias que pueden ser fatales. Si cierto grupo desea mantener sus características distintivas, la herejía debe ser afrontada y vencida. Puesto que es necesario hacer frente a la herejía, el problema que debemos considerar es cómo hacerlo.

Evolución del término

A fin de comprender apropiadamente el significado del término, es necesario recapitular su empleo y desarrollo. La palabra se deriva del término griego aíresis.[1]Herodoto lo empleó al referirse a la toma de Babilonia por Darío. Su frase, traducida al castellano, se leería así: “Después de tomar Babilonia, Darío marchó contra los escitas”.[2] En este caso el término significa “tomar.”

Josefo empleó esta palabra para referirse a las “tres herejías de los judíos,” que eran los fariseos, los saduceos y los esenios, las tres sectas más famosas de los judíos.[3] Para Josefo el término “herejía” tenía el mismo significado que para nosotros la palabra “secta;” esto es, un grupo de personas que se separan de las demás.

La misma palabra aíresis se traduce por secta en Hechos 15:5 y 26:5 al referirse a los fariseos, y en Hechos 5:17 con respecto a los saduceos. A los cristianos se los denominaba airéseoos en Roma cuando Pablo afrontó a los judíos allí. En Hechos 28:22 se nos relata el incidente, y esta palabra ha sido traducida por secta en la Versión Valera. A Pablo se lo denominó el “príncipe de la secta [airéseoos] de los Nazarenos” y quien lo hizo fué Tértulo durante la audiencia celebrada ante Félix, tal como aparece en Hechos 24:5, y en el versículo 14 Pablo declara en su defensa que él adora a Dios “conforme a aquel camino que llaman herejía [airesin].”

De acuerdo con el empleo que se le daba a esta palabra en los días del apóstol, sacamos en conclusión que significaba partido, división, secta, sin que implicara ninguna idea de censura.

 “Los griegos empleaban comúnmente este término para describir las escuelas en las cuales se dividían sus filósofos”.[4]

Pablo, al escribir a los corintios, declara que ha oído que hay “disensiones” entre ellos, y deduce que “preciso es que haya entre vosotros aun herejías”.[5] La palabra sjísmata ha sido traducida por disenciones, y la palabra airéseis por herejías.

Cuando Pablo escribió a los miembros de la Iglesia de Galacia, tal como aparece en Gálatas 5:19, 20, clasificó las herejías con “las obras de la carne.” Aquí el término herejía comienza a adquirir un significado relacionado con elección hecha por el individuo, porque esas obras son el producto de la voluntad o el deseo del hombre. “Su segunda acepción es ‘elección,’ ‘preferencia’ ”.[6]

Pedro advierte, en su segunda epístola dirigida a los cristianos de la iglesia primitiva (2 Ped. 2:1), que se levantarían falsos maestros entre ellos, que traerían “herejías de perdición” (airéseis). Esta profecía dice que los que introducirían tales herejías serían destruidos. El empleo que Pedro da aquí a este término, señala que él comprendía por herejía, una “falsa enseñanza.” La herejía era algo que debía evitarse.[7] En este caso el término comienza a aplicarse a ciertas enseñanzas y creencias o a la deliberada decisión de creer en forma diferente, y “de allí en adelante la palabra se emplea para designar cualquier noción errónea con respecto a la fe”.[8]

Pablo hace una predicción similar en su primera epístola a Timoteo (4:1): “Empero el Espíritu dice manifiestamente, que en los venideros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus de error y a doctrinas de demonios.” A los colosenses Pablo les escribió: “Y esto os digo, para que nadie os engañe con palabras persuasivas.” (Col. 2:4.) Las frases “palabras persuasivas,” “doctrinas de demonios,” y “se apartarán de la fe,” se emplearon para indicar enseñanzas difundidas por los herejes.

Con respecto a esa época, la Hna. White escribió:

“A medida que los años transcurrían y el número de creyentes crecía, Juan trabajaba con mayor fidelidad y fervor en favor de sus hermanos. Los tiempos estaban llenos de peligro para la iglesia. Por todas partes existían errores satánicos. Por medio de la falsedad y el engaño los emisarios de Satanás intentaban levantar oposición contra las doctrinas de Cristo; cómo consecuencia las disensiones y herejías ponían en peligro a la iglesia. Algunos que creían en Cristo decían que su amor los libraba de obedecer la ley de Dios. Por otra parte, muchos creían que era necesario observar las costumbres y ceremonias judías; que una simple observancia de la ley, sin necesidad de tener fe en la sangre de Cristo, era suficiente para la salvación. Algunos sostenían que Cristo era un buen hombre, pero negaban su divinidad. Otros que pretendían ser fieles a la causa de Dios eran engañadores, negando en la práctica a Cristo y su Evangelio. Viviendo en transgresión, introducían herejías en la iglesia. Por eso muchos eran llevados a los laberintos del escepticismo y el engaño”.[9]

La definición de herejía

En base a esta evidencia podemos definir el término herejía como cualquier doctrina o idea contraria a la enseñanza de las Escrituras, que niega la enseñanza formulada por Cristo y por los autores de su Palabra revelada. Un “hereje” sería una persona que aboga, enseña y ayuda a propagar tales creencias.

“Su significado para el catolicismo es una doctrina que se mantiene dentro de la iglesia pero que contribuye a destruir su unidad. Es más seria que un cisma, puesto que mientras éste se refiere a la lealtad eclesiástica, la primera tiene que ver con la separación espiritual”.[10]

Es esencial que no se confundan otros términos, tales como cisma, fanatismo y apostasía. con la palabra herejía. Aunque estos términos son parcialmente sinónimos, existen ciertas diferencias de matiz en su significado.

Un cisma es una división producida en la iglesia debida a diferencias en algún punto de doctrina o en varios de menor importancia. El fanatismo es un entusiasmo o celo por un tema, doctrina o práctica particular de la iglesia. La apostasía significa abandonar la iglesia y las doctrinas, los principios o creencias que antes se profesaron.

La herejía, si no se la abandona, puede llevar al cisma. Se puede ser cismático sin ser hereje. Puede ser que el fanatismo no sea herejía, pero un hereje puede ser fanático. La apostasía puede ser resultado de un cisma y de la herejía, pero un apóstata no es necesariamente hereje o cismático.

Para los católicos, la palabra cisma significa “el rehusar someterse a la autoridad del papa, o no comulgar con los miembros de la iglesia sujeta a él. Se diferencia de la apostasía y la herejía, pero el cisma muy a menudo conduce a ella. Todo aquel que se haga culpable de un acto externo de cisma es excomulgado ipso facto; las condiciones para la absolución son las mismas que para la herejía. Los sacramentos no serán administrados a los cismáticos, ni siquiera a aquellos que lo sean de buena fe”.[11]

La misma fuente declara con respecto a la apostasía:

“La apostasía es el acto de rechazar totalmente una fe creída con anterioridad. El abandono de la práctica de la fe no es apostasía para los católicos. Un apóstata puede unirse a otra iglesia y caer en el ateísmo, pero permanece sujeto a las leyes de la iglesia”.[12]

“Innumerables son las doctrinas erróneas y las ideas fantásticas que se desarrollan en el seno de las iglesias de la cristiandad. Es imposible calcular los resultados deplorables que acarrea el desprecio de una sola verdad de la Palabra de Dios. Pocos son los que se aventuran a hacer cosa semejante y que se contentan con rechazar lisa y llanamente una sencilla verdad. Los más siguen rechazando una tras otra las principales verdades, hasta que se convierten en verdaderos incrédulos.

“Los errores de la teología hoy de moda han lanzado al escepticismo muchas almas que de otro modo habrían creído en las Escrituras. Es imposible para ellas aceptar doctrinas que hieren sus sentimientos de justicia, misericordia y benevolencia; y como tales doctrinas les son presentadas como enseñadas por la Biblia. rehúsan recibirla como Palabra de Dios…

“Hay muchas cosas que el espíritu limitado del hombre que no ha sido alumbrado por la sabiduría divina, es incapaz de comprender; y así encuentran motivo para criticar. Hay muchas personas que parecen creer que es una virtud colocarse del lado de la duda, del escepticismo y de la incredulidad… Y aun hay quienes empiezan a criticar y a argumentar contra la verdad por el mero gusto de discutir”.[13]

Sobre el autor: Pastor evangelista de la Asoc. De Michigan, EE. UU.


Referencias:

[1] George Cross, “Heresy”, “Enciclopedia of Religion and Ethics” (ed. 1914), tomo 6, pág. 614.

[2] Herodoto (libro IV, pár. 1), traducido por A. D. Godley. “The Loeb Classical Library”, tomo 2, págs. 198. 199.

[3] W. L. Alexander, “Heresy,” Kitto’s Encyclopaedia of Biblical Literature (Edinburgh: Adam and Charles Black, 1869), tomo 2, pág. 282.

[4] Opus citatus.

[5] 1 Cor. 11:18, 19.

[6] Morley Stevenson. “Heresy,” “Dictionary of the Apostolic Church’’ (Nueva York: Charles Scribner’s Sons, 1922), tomo 1, pág. 560.

[7] Alexander, op. cit.

[8] J. H. Blunt, ed., “Heresy,” “Dictionary of Doctrinal and Historical Theology” (Filadelfia: J. B. Lippincott y Cía. 1872), pág. 306.

[9] Elena G. de White, “Los Hechos de los Apóstoles,” pág. 397.

[10] George Cross, opus cit.

[11] “A Catholic Dictionary” (Nueva York: Macmillan, 1949), art. “Cisma,” pág. 451.

[12] Id., art. “Apostasía,” pág. 27.

[13] “El Conflicto de los Siglos,” págs. 580, 581.