La frustración asalta a veces a muchos obreros. Esto es algo normal si tenemos mentes activas y despiertas y espíritus sensibles. Si usted nunca se sintió frustrado eso se debe probablemente a que usted ha caído en la rutina de seguir adelante sin preocuparse demasiado de nada, mientras a fin de mes cobre su sueldo, ya sea que lo haya merecido o no. Si usted cae dentro de esta última categoría, por supuesto, es digno de lástima. Si no, usted ciertamente experimentará la frustración, le guste o no le guste. El hecho de que nos asalte no es lo que debe preocuparnos, sino cómo hacerle frente cuando llegue. A menos que la dominemos resueltamente, puede envenenar nuestra experiencia y reducir nuestra productividad y eficiencia.
He aquí algunas sugerencias prácticas acerca de cómo hacer frente al próximo asalto de frustración:
1. Haga algo creativo. Pinte un cuadro; cultive una flor; escriba una poesía, una historia o un artículo. Si no puede hacer ninguna de estas cosas, escriba una carta –de consuelo, de aprecio o de congratulación. (Y por favor, al escribirle a alguien que haya sido elegido para un cargo en el campo de lo espiritual, nunca diga “congratulaciones” o “felicitaciones”. Esto revela mal gusto y sabe a política. Diga más bien: “Que Dios lo bendiga. Puede estar seguro de que estoy orando por usted”).
Gran parte de nuestra frustración se origina en el hecho de que se les niega expresión a nuestros impulsos creativos. El hacer algo creativo y que satisfaga liberará la presión, haciendo que un rayo de luz se abra paso a través de las nubes. Lea 1 Reyes 19 y verá que ésta fue la terapia que Dios usó con Elías que yacía desanimado debajo del enebro. Le dio tres encargos específicos, todos ellos creativos. Elías necesitaba una tarea creativa para reaprovisionarse de sus recursos físicos, intelectuales y espirituales que había gastado.
2. Haga algo por lo cual no recibirá ninguna recompensa, como ayudar a un alumno secundario en un problema de matemáticas, llevar a alguien a pasear en su automóvil, o invitar a comer a alguien que no está en condiciones de devolverle la invitación. Gran parte de lo que hacemos como obreros, lo hacemos esperando alguna clase de recompensa. El deseo de recompensa no es necesariamente malo en sí mismo; es indudablemente una chispa implantada por el mismo Creador en el corazón humano. Pero el mal uso y el abuso de este impulso constituye pecado. Lo que estamos diciendo aquí es que es un ejercicio espiritual sumamente saludable hacer algo, alguna vez, por lo cual nunca recibiremos ninguna recompensa, aparte de la satisfacción de haber hecho feliz a alguien. El hacer algo sin recompensa desarrolla en nosotros una dimensión espiritual que nos ayuda a mantener el equilibrio.
3. Pase algún tiempo a solas. Los entusiastas de la pesca dicen que su deporte es una maravillosa cura para la frustración, simplemente porque separa al hombre de la muchedumbre y le obliga a estar solo con su caña, el agua y el cielo. No estamos defendiendo la pesca, pero el principio es bueno. Le hace bien al alma estar lejos de la alocada confusión de gente y cosas, y estar a solas con uno mismo, la naturaleza y Dios. Hoy día no tenemos mucho tiempo para estas cosas, pero indudablemente eso es una de las causas de la escasez de gigantes espirituales en nuestra era materialista. No podemos negar el hecho histórico de que, como los gigantes de la vegetación, los gigantes del espíritu se elevan a las alturas bajo las estrellas.
4. Cultive una filosofía positiva. Si hubo alguna vez un hombre que tenía razones para sentirse frustrado, fue el apóstol Pablo. Lea la lista de circunstancias que se combinaron para destruirlo, registradas en 2 Corintios 11:24-33. Uno se pregunta cómo pudo capear semejante tormenta de circunstancias sin zozobrar. ¿Cuál fue el secreto de Pablo? Lo descubrirá si lee sus epístolas. Ellas abundan en expresiones como éstas: “[Estoy] persuadido…”, “estoy seguro…”, “me gozo…”, “yo sé…”. La victoria de Pablo sobre las adversidades siempre ha sido el ejemplo clásico del poder del pensamiento positivo. Él estaba seguro de que Dios lo había llamado. Estaba seguro de que el Dios que lo había llamado no lo abandonaría. Estaba seguro de que el llamado de Dios era a la vez la promesa de que Dios cumpliría en su vida el propósito para el cual lo había apartado. Pablo vio en cada frustración apenas un intento humano o satánico de echar a perder ese propósito. Sabía que Dios era más poderoso para llevar a cabo su propio plan mejor de lo que los esfuerzos unidos de hombres y demonios para frustrarlo.
Esta debe ser nuestra filosofía personal si queremos ser los hombres y mujeres que Dios espera que seamos. Debemos tener una confianza inquebrantable en que Dios nos ha llamado individualmente y como pueblo. Debemos estar completamente persuadidos de que el Dios que nos ha llamado nos habrá de conducir hasta el fin. Cuando las circunstancias que aparecen como obstáculos impenetrables se acumulan en el horizonte de nuestra vida, debemos ver en ellas los intentos del enemigo de hacernos desistir, y entonces debemos seguir adelante con fe sencilla, confiados de que el Dios que nos ha llamado a salir nos está llamando a seguir.
Una filosofía positiva tiene como elementos esenciales la confianza, la certidumbre y la persuasión, tal como estuvieron personificadas en la vida de Pablo. Si no la tenemos, debemos cultivarla. Debemos cultivarla, o nos hundiremos. ¿Por qué soy adventista del séptimo día? No lo soy por casualidad. Tales y tales fueron los maravillosos procedimientos de Dios en llevar a cabo mi conversión. Él tenía algo en mente al hacerlo. Sea eso lo que fuere, yo voy a dejar que él cumpla su propósito, a pesar de las agencias destructoras que se yerguen en contra de su cumplimiento. Una filosofía tal nos llevará triunfantes a través de cada crisis, nos permitirá superar cada obstáculo y capear cada tormenta.
5. Analice las causas de la frustración. Debemos ahora, en conclusión, reconocer el hecho doloroso de que medidas tales como la actividad creativa, el servicio sin recompensa y el retiro temporario de las presiones de la vida, que comentamos en nuestros puntos primero, segundo y tercero, son meros remedios y no curas. Ayudan a paliar la severidad de las embestidas que muchas veces nos aplastarían si no las usáramos como válvulas de seguridad. Pero en última instancia, no son más que válvulas de seguridad. Su beneficio será de poca duración si las causas básicas de la frustración subsisten cuando volvemos a los duros hechos de la realidad.
Habiéndonos salvado del impacto, necesitamos considerar fríamente los factores en juego. Sean los que fueren, hay algo básico: la razón de nuestra frustración es que no estamos realizando todo lo que queremos realizar. Quizá le echemos la culpa de esto a otras personas, o a una variedad de circunstancias, o a ambas cosas. Y aunque las mismas contribuyan a formar el cuadro, bien pudiera ser que las estemos usando como coartadas para evadirnos de nuestra responsabilidad personal. Siempre hay algo que podemos hacer por nosotros mismos, no importa cuántos factores externos conspiren en contra. No se preocupe por los factores por los cuales usted no puede hacer nada. Concéntrese en los factores internos, aquellos por los cuales usted puede hacer algo.
Usted descubrirá ciertos cambios definidos que necesitan ser hechos en su vida. Pueden referirse a la conservación de su tiempo. Quizá usted esté permitiendo que los demás le roben su tiempo con trivialidades. Usted puede estar dedicando a ciertas actividades más tiempo del que realmente merecen, en desmedro de objetivos más dignos. Tal vez usted necesita aprender a decir que no a ciertos compromisos que no son vitales y que no contribuyen en absoluto a su mayor eficiencia como ganador de almas. Usted puede estar dedicando demasiado tiempo a servir a las mesas, de modo que no le queda tiempo para la importantísima tarea de alcanzar a la gente con el mensaje. Si esta situación no lo hace sentirse frustrado, pues, ¡debiera hacerlo! Si lo hace, no permita que lo hunda. Haga algo. Descubra cómo puede derivar en otros esas responsabilidades marginales de modo que usted pueda concentrarse en las cosas centrales. No permita que nada en el mundo lo distraiga de la tarea suprema de ganar almas.
El mejor tónico para la frustración
No conozco mejor tónico para la frustración que ganar un alma. Es trágico que haya obreros adventistas que se conforman con dejar pasar un año tras otro sin ganar un alma mediante su trabajo personal. Creen que porque están empleados en una de nuestras instituciones –“en la obra”– no tienen la responsabilidad directa de ganar las almas. Si un obrero institucional experimenta alguna vez un ataque agudo de “frustracionitis” –¡el Cielo se apiade del hombre o la mujer que no lo experimentan!– mi ferviente consejo para el tal, o la tal, es: ¡Gane un alma! Si usted ha sido obrero de una institución durante diez o quince años sin jamás entrar en una casa para dar estudios bíblicos, usted se debe a sí mismo el estímulo que significa una experiencia tal. Eso añadirá una nueva dimensión a su vida. Usted podrá pensar que no tiene tiempo debido a su programa sobrecargado. Esto no es cierto. Con unos pocos, pero deliberados, arreglos en su programa usted puede incluirlo. Algunas de las cosas de menor importancia asumirán su verdadera perspectiva. Hay 10.000 obreros institucionales registrados en el anuario adventista. Si cada uno de ellos ganara un alma durante el próximo cuadrienio, por este solo medio 40.000 almas aceptarían la verdad. Y la bendición fluiría en los dos sentidos. Una velada por semana dedicada a estudiar la verdad con alguien en su casa, mantiene al obrero afilado espiritualmente.
Dedique tiempo a dar una buena mirada objetiva a su programa. Pregúntese: ¿Qué estoy realizando? Es cierto, estoy trabajando duro, pero, ¿estoy teniendo éxito? ¿Está bien mi orden de prioridades? ¿Estoy dedicando tiempo que vale oro a empresas de escaso valor? ¿Podría realizar más? ¿Podría usar mi tiempo con más provecho? ¿Podría reducir mis “gastos generales fijos” de energía? ¿Podría ser más eficiente, recordando que eficiencia es producción máxima con mínimo gasto? Estas son preguntas que sólo nosotros podemos contestar con referencia a nuestra propia experiencia. Lo que es más, debemos contestarlas sobre nuestras rodillas. Allí mismo, en el lugar de nuestra cita sagrada, mientras reclamamos el cumplimiento de la promesa de Santiago 1:5, Dios se acercará para revelar algunas de las cosas que albergan frustraciones en nuestra vida, y nos indicará la forma de aumentar la productividad.
¡Gracias a Dios por la frustración! Puede ser una de las formas en que él trata de hacernos saber que tiene cosas mayores y mejores reservadas para nosotros. En lugar de que vayamos de aquí para allá en un laberinto de activismo improductivo, Dios quiere que rompamos con eso y hallemos el camino real de la fecundidad en su servicio. En lugar de hundirnos de la frustración en la desesperación, es nuestro privilegio avanzar de altura en altura, de victoria en victoria, de fortaleza en fortaleza. Podemos iniciarnos hoy en ese camino.
Sobre el autor: Director de Signs of the Times, Sudáfrica