La Biblia nos instruye que debemos hacer “todo decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40). La sierva del Señor también nos dice que la obra del Señor debe ser hecha en forma elevada, refinada y concienzuda.
Hace un tiempo me introduje en un auditorio para observar una reunión evangelística. No había música mientras la gente llegaba, sino sólo un murmullo confuso de ruido y voces que hablaban. Antes de mucho Legó un hombre joven y pasó de prisa al frente. Levantó un himnario y comenzó a hojearlo, evidentemente para elegir un himno, luego miró hacia el auditorio para encontrar a alguien que tocase el piano. Subiendo entonces a la plataforma anunció el primer himno para el servicio de canto, y el programa siguió. Nada parecía haber sido planeado. Se hubiera dicho que todo simplemente ocurría.
En otras reuniones evangelísticas he observado violinistas emplear un tiempo considerable ajustando las clavijas y afinando el instrumento con el piano mientras todos esperábamos la pieza. Lo mismo ocurrió con trompetas y otros instrumentos.
Desgraciadamente, no es raro ver un programa evangelístico mal organizado, y creo que debemos prestar seria atención a la crítica que se nos hace a los evangelistas de no conducir nuestro programa con dignidad y orden. Demasiado a menudo el programa es trazado en forma apresurada, aparentemente con la creencia de que las partes preliminares sólo llevarán poco tiempo, y que la parte importante y principal es el sermón en sí. Esto es cierto, pero no creo que una presentación tan descuidada esté de acuerdo con los deseos de nuestro Dios.
Habiendo estado en el evangelismo sólo unos pocos años, he decidido examinar los programas de otros evangelistas y cantores evangelistas para aprender de ellos maneras de proceder que yo considero dignas y de acuerdo con la maravillosa verdad que estamos presentando a los que no son de nuestra iglesia. Comparto aquí con Uds. algunas de las cosas que he observado y he tratado de incorporar en el programa con el cual estoy relacionado.
MOMENTOS CRUCIALES
La filosofía básica a tener en cuenta al comienzo de una cruzada evangelística debiera ser vender el programa del equipo evangelístico a los habitantes de la zona. Esta parte del proyecto descansa mayormente sobre los hombros del cantor evangelista, porque en muchos casos es él el primero en enfrentar al público y quien organiza el orden del programa a ser presentado.
Los momentos iniciales de toda campaña evangelística son cruciales, porque es entonces cuando los evangelistas son juzgados por el auditorio. Si el local está dispuesto en forma atractiva, y si a cada rincón del mismo llega una música placentera, la actitud de los presentes será respetuosa y sosegada. No queremos necesariamente que haya una atmósfera tipo iglesia, pero debiera haber una atmósfera de quietud y descanso mientras la gente va llegando.
En nuestras cruzadas de La Voz de la Profecía, siempre pedimos que el organista toque por lo menos quince minutos antes que comience el servicio, y a veces hasta media hora.
CAPTAD LA ATENCIÓN
Al comenzar el programa, tratamos de hacer algo que capte la atención de la gente. A las 19.30 en punto el organista Norm Nelson hace una serie de arpegios en el órgano desde los registros más altos hasta los más bajos, y esto es una señal para que se apaguen todas las luces en el auditorio. Por supuesto, sería bueno si pudieran ser apagadas con un sistema reductor de intensidad; pero si no se dispone del mismo, se las apaga en una forma ordenada y preestablecida. Tan pronto como las luces están apagadas el Sr. Nelson presenta el primer número al órgano. En la oscuridad, mi esposa se cerca al piano, que tiene un micrófono instalado, y yo me ubico cerca de un micrófono en el extremo opuesto del escenario. Apenas termina la introducción del órgano, un reflector me enfoca mientras canto la primera frase de nuestro número inicial, “Pronto Vendrá”, el reflector al lado de mi esposa se enciende mientras ella canta “Pronto Vendrá”, y entonces cantamos juntos el resto de la estrofa. Es un recurso muy breve, pero sirve para hacerle saber a la gente que el programa ha comenzado en serio. No es tan sólo algo para llenar el tiempo mientras la gente todavía conversa. Ya han dejado de hablar, y nuestro programa está en desarrollo. El evangelista toma su lugar en la plataforma en este momento.
De ahí en adelante seguimos con nuestro servicio de canto, para el cual usamos sólo tres himnos. Al fin de la primera estrofa del tercer canto, el organista y la pianista modulan a una escala más alta, y yo pido a la congregación que se ponga de pie mientras cantamos la última estrofa. Al fin de la misma, el que ha sido designado para ofrecer la primera oración se dirige inmediatamente al micrófono sin anuncio, inclina su cabeza, y comienza a orar. En seguida, yo estoy frente al micrófono para introducir la ofrenda. La oración introductoria no sólo pedía la bendición de Dios sobre la reunión, sino también sobre la ofrenda que sería recogida, de manera que no se hace otra oración especial para la ofrenda. Mientras ésta es recogida, se escucha música de órgano o de órgano y vibráfono. Después de eso, sigue el período de anuncios en el cual presentamos nuestros obsequios de la tarde y anunciamos los programas futuros. Entonces el evangelista H. M. S. Richards (hijo) anuncia el programa musical, que comenzamos de inmediato y se conecta con el sermón. Después del último número, el pastor Richards se pone de pie y pronuncia una breve oración antes de su sermón. Al fin del sermón hay una oración, un canto de llamado, y una invitación a levantar las manos o a ponerse de pie. El pastor Richards agradece a la gente por su presencia, la anima a volver, y yo canto una canción de buenas noches. Luego pido al auditorio que permanezca sentado un momento mientras los que están en la plataforma van al fondo del salón. Yo pido a pianista y organista que toquen suavemente, y ellos saben que cuando hay un aumento en el volumen pueden retirarse. Los que estamos en la plataforma bajamos rápidamente por un costado y nos colocamos en las puertas para saludar a la gente a medida que va saliendo.
SED ORGANIZADOS
Estas son unas pocas sugerencias acerca de cómo hemos incorporado a nuestro programa los detalles que le prestan una atmósfera profesional. Algunos dirán: “Yo no tengo todos esos recursos técnicos y humanos para que mi programa sea profesional. No tengo a los Heraldos del Rey, Del Delker, un organista como Norm Nelson y todos los reflectores y adornos que debieran usarse”. Esto puede ser cierto. Cuando muchos de nosotros comenzamos, tampoco teníamos nada de eso. Un programa no necesita tener todas esas cosas para tener éxito. Lo importante es que el programa debe ser planeado. Esto es lo más importante para que resulte profesional. Las corridas de último minuto, el afinar los instrumentos, el elegir los cantos y el ponerse a arreglar cosas con el que toca el piano inevitablemente crean una atmósfera de improvisación y un programa indigno. Si en su iglesia hay quienes puedan tocar bien el piano o el órgano, reúnase con ellas antes de comenzar su cruzada evangelística y haga un bosquejo de la forma en que han de actuar. Deben estar disponibles bastante tiempo cada tarde a fin de ensayar cada parte. Asegúrese que cada uno sepa lo que va a ocurrir y en qué secuencia.
IMPOSIBLE EXAGERAR
Ud. puede reclutar su propio equipo evangelístico entre los miembros laicos de su iglesia, pero recuerde que debe estar organizado. Es imposible exagerar la importancia de esto. No es suficiente llamar por teléfono y decir: “Quisiéramos que Ud. toque el piano en nuestras reuniones”. Debe haber organización, consultas en reunión plenaria, reiteración de la filosofía del evangelismo y del propósito por el cual se realiza la cruzada, y una consagración de todo el equipo para el cumplimiento del plan de Dios en esa zona. El director de canto, sea quien fuere, miembro de su congregación o ministro de un distrito cercano, debe tener parte integral en planear este programa. Debe dejarse bien en claro que su responsabilidad no es meramente la de llenar el tiempo, sino que debe planificarse su actuación tan bien como la hora del sermón. A él le incumbe hacer que sea de carácter profesional el programa que noche a noche se presenta con el mensaje de nuestra iglesia y de nuestro Dios.
Todos los que participan en cualquier programa deberían estar en el auditorio con bastante anticipación para que los ensayos hayan terminado antes que llegue la gente. Generalmente yo me encuentro allí para recibirlos y les doy un bosquejo del programa para que ellos sepan cuándo tienen que entrar y cómo se desarrolla el programa. Infórmelos que tienen que disponer de un buen margen de tiempo para practicar con el acompañante, afinar sus instrumentos y cuidar de todos los preliminares, y estar listos para subir a la plataforma en el momento oportuno para que no haya pérdida de minutos preciosos en la cruzada evangelística.
Pará hacer que el programa sea tan jerarquizado como sea posible, mientras Ud. esté presentando a los que van a interpretar la música especial, sería bueno que el pianista u organista toque una introducción, alargándola lo suficiente como para que Ud. diga lo que tiene que decir y las personas interesadas pasen al púlpito listos para comenzar a cantar o tocar su instrumento.
REFLECTORES SIMPLIFICADOS
Con respecto a los reflectores, si se desea puede prepararse fácilmente uno usando un proyector de mil vatios. Córtese un pedazo de cartón del tamaño de un slide para ese proyector, hágase un agujerito en el centro del cartón, póngaselo en el soporte y hágase pasar la luz por ese agujerito. El haz luminoso producido será adecuado para la mayoría de los casos. Lo he usado muchas veces con buenos resultados.
Hay muchas innovaciones que una persona imaginativa puede introducir para hacer un programa profesionalmente satisfactorio. No es indispensable poseer un equipo técnico grande y costoso, pero sí se necesita tener organización y planeamiento cuidadoso.
Las mayores oportunidades para el evangelismo de parte del pueblo de Dios están ante nosotros, y necesitamos estar preparados para estar a la altura de lo que se espera. Sería una tragedia fallarle a Dios en esta hora portentosa. Que cada obrero una sus manos con los laicos para esparcir el último mensaje de amonestación con dignidad y orden.
Sobre el autor: Director de Evangelismo de la Voz de la Profecía