Uno de los problemas más graves que preocupan a nuestra organización es el de las apostasías. Esto comprende, hasta cierto punto a los miembros que faltan sistemáticamente a los cultos, y a los que se desvinculan completamente de la iglesia.

Cuando se borra de los registros a un miembro de la Iglesia Adventista debido a que persiste en no acatar las normas, los creyentes reciben una impresión desfavorable. A veces el expulsado queda amargado y descontento; con sus observaciones y críticas indispone a sus parientes y amigos con la iglesia, y contribuye a crear un preconcepto en sus mentes. Si en el futuro estas personas reciben la visita de un colportor, una obrera bíblica o un predicador, de inmediato recordarán las expresiones de crítica vertidas por el apóstata.

El hecho de borrar a un miembro causa además desasosiego en algunos sectores de la iglesia. Se nota descontento de manera especial entre los hermanos de floja experiencia espiritual. El alejamiento de un hermano implica la pérdida del esfuerzo empleado en las oraciones, en la obra personal y en la predicación. Además, se pierde la obra que este miembro hubiera podido hacer para la iglesia. Eso tiene gran importancia, y ni por un instante debemos dejar de pensar en lo que podemos hacer para mejorar esta situación. Los pastores, los administradores de los campos locales y los demás obreros que se relacionan directamente con la obra evangélica debieran trazar planes tendientes a disminuir la pérdida de miembros.

Creemos que en la lucha contra la apostasía nos será de ayuda pensar en los motivos que inducen a los miembros a alejarse de la iglesia. Por una parte está el descuido del estudio de la Biblia y de la oración. En algunos casos el factor básico lo constituye la falta del ancla de la fe y del poder que resultan de un conocimiento profundo de las doctrinas y las creencias adventistas. En otros, el desánimo sobreviene a causa de las críticas de parte de algunos hermanos. El amor al dinero, al mundo y a los placeres son los responsables en no pocos casos del alejamiento de los hermanos. Hay otras causas que determinan la apostasía, y cada obrero debe pensar en la manera de evitarlas.

El apóstol Pablo tuvo que luchar contra este mismo problema. Damos a continuación una lista parcial de los métodos que él utilizó para mantener animadas a las iglesias y evitar la apostasía.

1. Nunca cesó de orar por la grey de Dios; los hermanos sabían que el apóstol oraba por ellos.

2. Aprovechaba toda ocasión para manifestar su estima por las cosas buenas que hacían los hermanos de las iglesias. No lisonjeaba, pero demostraba su sincero aprecio. A los tesalonicenses les escribió que siempre se acordaba de su “trabajo de amor.’ (1 Tes. 1:3.) También a los colosenses les manifestó su aprecio por el amor que profesaban por todos los santos. (Col. 1:4.)

3. Era muy cuidadoso, no sólo en enseñar las verdades del Evangelio, sino en repetirlas a través de sus epístolas y por el ejemplo personal, del cual dan fe sus escritos a los creyentes de Corinto y Galacia.

4. Al finalizar sus viajes misioneros, San Pablo volvía para “confirmar” las iglesias.

Hay también otras enseñanzas valiosas que podemos aprender de la manera en que actuaba este gran apóstol que serán de gran utilidad en nuestra lucha contra este mal.

Los misioneros verán grandemente facilitada la solución del problema de las apostasías si tienen cuidado en visitar a los miembros indiferentes. El pastor necesita un sexto sentido que le revele algunos indicios del desinterés de los hermanos a quienes visita. Hará bien en exhortarlos personalmente y en predicar sermones tendientes a fortalecerlos espiritualmente y a prevenir todo distanciamiento de la iglesia.

Hay que tener cuidado especial en instruir a los conversos cabalmente en todas las doctrinas y prácticas de la iglesia antes de bautizarlos. Es una buena norma animar a los interesados a practicar la religión por algún tiempo antes de ser bautizados. Los miembros nuevos necesitan un período de afianzamiento en la iglesia. El pastor liaría bien en animarlos a tomar parte en las actividades de la iglesia y a participar de todas las reuniones.

Por otra parte, las reuniones debieran alcanzar ciertas normas de perfección y solidez espiritual. Hay temas que deben presentarse en el transcurso del año para afirmar a los miembros en la verdad y guiarlos en la vida espiritual. Es necesario desarrollar en cada miembro la conciencia de que es guarda de su hermano. (Gén 4:9.) Los hermanos que hace más tiempo conocen la verdad debieran interesarse en animar a los nuevos.

No hay nada que contribuya tanto a evitar las apostasías como el estudio de la Biblia y la oración en privado. Si cada uno estudiase todos los días su lección de la escuela sabática, recibiría una enseñanza valiosísima. La Hna. White escribe: “Muchos se apartarán de la fe y prestarán oído a espíritus seductores. ‘Patriarcas y Profetas,’ y ‘El Conflicto de los Siglos,’ son libros que están especialmente adaptados a los recién llegados a la fe para que sean establecidos en la verdad.”—Evangelism, pág. 264.

No deberíamos perder de vista la importancia de nuestras revistas que traen artículos de valor espiritual al propio tiempo que informan del progreso de la obra de Dios en otros lugares. Cada familia tendría que leerlas, incluso las publicaciones para los jóvenes y los niños.

Muchas veces las personas indiferentes y apóstatas nos han mencionado, durante el transcurso de una conversación sobre su vida espiritual, lo siguiente: “¡No tuvimos la Cena del Señor por tanto tiempo!” Creo de todo corazón que uno de los valores de la vida cristiana consiste en tomar parte de la Santa Cena. Este es el rito de la iglesia que probablemente nos acerca más a Dios y nos apareja para su reino. No lo descuidemos, pues, y preocupémonos de que los miembros de nuestras iglesias participen de él.

Como ministros y obreros evangélicos, tratemos de evitar en lo posible que los miembros se tornen indiferentes y espiritualmente fríos. Estudiemos a fondo las causas de la apostasía y hagamos esfuerzos especiales para corregirlas por la gracia de Jesucristo.

Sobre el autor: Presidente de la División Sudamericana.