Nuestro corazón está confiado en el Señor. Es la respuesta que damos mi esposa, Elizabeth, y yo, con William (ocho años) y Elise (seis años), nuestros hijos, cuando se nos pregunta acerca del nuevo desafío como secretario ministerial asociado de la División Sudamericana. Tenemos una base bíblica en nuestra vida: “Confía”; “encomienda”; y “espera”, que son palabras de los versículos 3, 5 y 7 del Salmo 37.
Amamos esta iglesia, y dedicamos nuestra familia a su servicio. Ver familias, líderes y pastores felices y apasionados por Jesús es nuestra mayor alegría. Elena de White, en el libro El ministerio pastoral, p. 21, dice: “Queremos hombres que caminen con Dios diariamente, que tengan una conexión viva con el cielo. El Señor no puede trabajar con los que son autosuficientes, y que se exaltan a sí mismos. El yo debe ser escondido en Jesús”.
“¿Cómo está su corazón?”, le preguntó un pastor a otro. La respuesta fue lágrimas por algunos minutos. Después, respondió: “NO-A-GUAN-TO-MÁS”. Lo que siguió fue una explicación de las causas de esa situación. Casi al final de la charla, calmo y agradecido, habiendo hecho catarsis y con sus pensamientos en orden, dijo: “Nunca le hubiera contado esto si no me hubiera preguntado: ‘¿Cómo está su corazón?’”.
Cada pastor que está ligado a un amigo con el que puede conversar libremente para abrir su corazón con sinceridad y confianza es más feliz. Al mismo tiempo, todo pastor podrá tener una realización mayor si hace lo mismo con otro pastor. El psicólogo Levinson condujo, en los Estados Unidos, una investigación entre profesionales exitosos de diversas áreas. Todos enfatizaron la decisiva importancia que la figura del mentor tuvo en determinada fase de sus carreras. El concepto de “capacitador-mentor” todavía no existía, pero la persona, sí. De acuerdo con John Crosby, un ejecutivo estadounidense citado por la Sociedad de Gerenciamiento de Recursos Humanos, “tener un mentor es tener más ideas disponibles, tener un oído que escucha y un estímulo para la dirección correcta”.
Todo David debería tener un Natán para abrir los ojos. Un gran predicador llamado Pedro, que convirtió tres mil personas con solo un sermón, tuvo a Jesús, quien siempre creyó en lo que alguien es capaz de convertirse. El apóstol Pablo tuvo un Bernabé, que se arriesgó por la certeza de canalizar todo el potencial en la dirección correcta. La revelación, a través de Elena de White, nos muestra eso en la práctica: “Feliz el ministro que tenga un Aarón y un Hur que fielmente fortalezcan sus manos cuando se cansan, y lo sostengan por la fe y la oración. Un apoyo tal es una ayuda poderosa para el siervo de Dios en su obra, y con frecuencia hará triunfar gloriosamente la causa de la verdad” (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 522).
Ella recomienda que cada pastor reúna a otros para orar por él: “Yo sentí en el alma que sería un gran privilegio para mí reunir a algunos de los antiguos siervos experimentados de Dios, y unirnos en oración para solicitar la ayuda y la fortaleza que tanto necesitaba. Seguí el deseo ferviente de mi corazón. Todos los hermanos ministros presentes, unidos en oración. El Señor escuchó esas oraciones. Nos sentimos tan contentos” (El ministerio pastoral, p. 57). Un pastor ciertamente tendrá sus talentos multiplicados si tiene un grupo de dos o de tres orando por él y con él frecuentemente. Tenga un mentor, un amigo de ministerio en quien confía, y sea un mentor y amigo leal también, en el caso de que no lo tenga ya. Y que las bendiciones del Cielo fluyan hasta usted y a través de usted.
Sobre el autor: Secretario ministerial asociado de la División Sudamericana.