Los adventistas han escrito mucho acerca de Elena de White a lo largo de su historia de aproximadamente 150 años. La mayor parte de esos escritos tenía como propósito intentar demostrar la autenticidad de su don profético, o defenderlo de un amplio espectro de críticas, como ser acusaciones de errores históricos, plagio, problemas psicológicos y distorsiones teológicas.

Las discusiones al respecto, del lado positivo, ayudaron significativamente a nuestro pueblo a comprender la función de los escritos de Elena de White. La fe de muchos miembros de iglesia se fortaleció. Desde un punto de vista negativo, las discusiones indujeron a muchos pastores y eruditos adventistas a tratar esos escritos dentro del marco de diversas controversias.

El propósito del presente artículo es considerar brevemente la necesidad de 1) reconocer el peligro de tal abordaje centrado en las cuestiones controvertidas, 2) dejar de lado los asuntos periféricos para concentrarnos en el mensaje de Elena de White, 3) abarcar los grandes temas de su mensaje, y 4) vivir de acuerdo con ese mensaje.

El enfoque peligroso

Los eruditos y los pastores adventistas necesitan estar bien informados con respecto a las principales críticas que se han hecho contra el don profético de Elena de White, de modo que cada vez que sea necesario puedan refutar de forma adecuada a esas críticas. Pero también deberían estar conscientes de los riesgos que implica la tarea de rebatir esas objeciones.

Uno de los riesgos consiste en dedicar tanto tiempo al aspecto negativo de una cuestión determinada que termine diluyéndose la belleza del mensaje relacionado con ella. Eso puede ocurrir por el hecho de que algunos de los asuntos más complejos y especulativos requieren de un proceso casi interminable para intentar descubrir la solución de los problemas. También hay ciertos misterios en los escritos inspirados divinamente que nunca serán plenamente comprendidos por la mente humana.[1]

Otro riesgo del énfasis en los asuntos que se prestan a discusión es la fuerte tendencia que tienen a transformarse en ejercicios apologético-legalistas. Como las preocupaciones apologéticas del período anterior a 1888 condujeron a muchos adventistas a un enfoque legalista, del mismo modo las discusiones modernas acerca de los tecnicismos de los escritos de Elena de White pueden generar una investigación sin vida de esos escritos. Algunos incluso pueden concluir sus estudios con la impresión distorsionada de que el principal propósito de esos escritos es criticar la vida de los demás y corregirla.

Un enfoque de los escritos de Elena de White concentrado en cuestiones controvertidas también puede distorsionar la comprensión del lector con respecto al equilibrio general de los temas tratados en esos escritos. Se produce un serio problema cuando asuntos secundarios y periféricos ocupan el lugar del estudio de los temas centrales. Distorsiona el paradigma del lector, que de ese modo pasa por alto en gran medida el propósito de la escritora.

De la periferia al centro

Algunos se interesan mucho en los detalles de la vida personal de Elena de White. Otros se preocupan más por la mecánica de su inspiración y de su estilo literario. Otros se han especializado en encontrar en estos escritos la respuesta a toda clase de asuntos. Pero ese conocimiento sólo es útil en la medida en que ayude a fortalecer la fe personal en el aspecto más amplio del mensaje. ¡Qué lamentable es el hecho de que existan personas más preocupadas por los asuntos relacionados con esos escritos que con el mensaje mismo que proclaman!

Existen también aquéllos cuyo principal interés gravita en torno de ciertos temas específicos de los escritos de Elena de White, como la escatología, la reforma sanitaria, la perfección y la naturaleza de Cristo durante la encarnación. Los identifican como los objetivos de sus escritos. Las enseñanzas de la Hna. White acerca de estos asuntos ciertamente son esclarecedoras, pero todo intérprete honesto de ella jamás aceptará reducir la amplitud de su mensaje a unos pocos temas. Nunca deberíamos permitir que temas periféricos o doctrinas aisladas nos absorban de tal manera que perdamos de vista los grandes aspectos de su mensaje.

El concepto de Vern S. Poythress respecto de una “teología sinfónica” de múltiples perspectivas[2] puede contribuir a que se comprenda mejor el mensaje de Elena de White. En lugar de tener muchos solos temáticos, sería mucho más útil para la comprensión y más enriquecedor si esos solos se unieran en una

sinfonía temática que preservara la belleza de la intención original de la autora. Puede parecer una tarea desafiante, pero sería la manera más apropiada de comprender el mensaje de Elena de White.

Este estudio abarcante del mensaje de Elena de White no aparta necesariamente a nadie de la Biblia. Permitir que esos escritos cumplan su función básica, a saber, “llamar la atención a la Biblia”, ayudar en la “comprensión de la Biblia” y ayudarnos “a aplicar los principios bíblicos a nuestra vida”,[3] nos llevará en realidad a apreciar mejor la verdad bíblica.

Los temas fundamentales

Aunque Elena de White (a semejanza de Martín Lutero y Juan Wesley) jamás haya sistematizado realmente sus conceptos teológicos, muchas de sus declaraciones proporcionan elementos útiles para dicha sistematización.[4] Consideraremos brevemente en la siguiente sección su presentación de temas fundamentales, como: Dios, el conflicto cósmico, el pacto eterno, el santuario, los tres mensajes angélicos y el remanente.[5] Estoy plenamente convencido de que su exposición de estos temas es muy útil para la comprensión del mensaje bíblico.

Dios como el centro originador, Elena de White se refiere a Dios como “el gran centro” del cual “procede toda vida” y a quien “se le debe todo servicio, homenaje y lealtad” (Hech. 17:24, 28),[6] Su idea de Dios como centro es un concepto dinámico que se aplica a las tres personas de la Divinidad[7] para la obra de la redención. De esa manera, ella califica como centro no sólo a la Divinidad sino también a Cristo y su sacrificio expiatorio.

Al hablar con respecto al lugar que ocupa Cristo dentro del amplio espectro del mensaje adventista, la Sra. de White afirma que “la verdad para este tiempo es amplia y abarcante, y comprende muchas doctrinas; pero estas doctrinas no constituyen renglones separados y de poco significado, sino que están unidas por hilos de oro que conforman una totalidad que tiene a Cristo como su centro viviente”.[8]

Con respecto al sacrificio expiatorio de Cristo, la misma autora asevera que “Jesucristo, y éste crucificado” es “el gran interés central”.[9] Considera que la cruz del Calvario es “el gran centro”[10] y la expiación “la gran esencia, la verdad central”.[11] Explica que “la cruz debe ocupar un lugar central porque es el medio de expiación para la raza humana, y por la influencia que ejerce sobre todos los ámbitos del gobierno divino”.[12]

El gran conflicto cósmico como marco. Elena de White pone todo el drama de la existencia humana dentro del marco del gran conflicto entre Dios y Satanás, y las discusiones concomitantes respecto del bien y el mal, la verdad y el error, los que sirven a Dios y los que siguen a Satanás (Apoc. 12).

Al orientar al estudioso de las Escrituras afirma que éste “debería aprender a considerar la Biblia como un todo y a ver la relación que existe entre sus partes. Debería adquirir el conocimiento de su gran tema central, del propósito original de Dios hacia el mundo, del comienzo de la gran controversia y de la obra de la redención. Debería comprender la naturaleza de los principios que luchan por la supremacía, y aprender a rastrear su obra a través de las crónicas de la historia y la profecía, hasta la gran culminación. Debería verificar cómo interviene este conflicto en todos los aspectos de la vida humana; cómo, en su mismo caso, cada acto de su vida revela uno u otro de esos dos motivos antagónicos; y cómo, consciente o inconscientemente, ahora mismo está decidiendo en qué lado de la contienda se va a encontrar”.[13]

El pacto eterno como fundamento. Elena de White explica que, en el contexto de este gran conflicto, Dios salva a los seres humanos por medio de su pacto eterno de gracia. Declara que “la salvación de la raza humana siempre fue objeto de consideración en los concilios del Cielo. El concepto de misericordia ya existía antes de la fundación del mundo. Existió por toda la eternidad, y se lo llama misericordia. Tan cierto como que nunca hubo un tiempo en que Dios no haya existido, nunca existió un momento en que no haya sido el deleite de la Mente eterna manifestar su gracia a la humanidad”.[14]

Al considerar que los conceptos bíblicos son pasos progresivos en el desarrollo del pacto eterno de la gracia de Dios, Elena de White puede mantener una relación tipológica bien equilibrada entre el pacto antiguo y el nuevo.[15] El pacto del Sinaí, por ejemplo, tuvo, según ella, el propósito de restaurar los principios del pacto eterno concertado con anterioridad con Abraham, para permitir que los israelitas vieran “su pecaminosidad y su necesidad de perdón” y sintiesen “la necesidad del Salvador revelado en el pacto con Abraham y simbolizado en los sacrificios”.[16]

La misma autora afirma que el pacto eterno de la gracia de Dios encontró su expresión típica en los sacrificios rituales del Antiguo Testamento (véase Éxo. 25:8), y su expresión antitípica en el Santuario Celestial del Nuevo Testamento (Heb. 8, 9).[17]

El santuario como medio organizador. Al analizar los escritos de Elena de White, se puede ver que ella consideraba el santuario como algo más amplio y más abarcante que una simple doctrina entre otras. Ella, en realidad, identificó el santuario como el medio organizador de la verdad bíblica al declarar que “desde la creación y la caída del hombre hasta el tiempo actual ha habido un permanente desarrollo del plan de Dios para la redención de la raza caída por medio de Cristo. El tabernáculo y el templo de Dios en la Tierra tenían como modelo al original del cielo. En torno del santuario y sus servicios se reunían místicamente las grandes verdades que se debían desarrollar a través de las generaciones sucesivas”.[18]

La Sra. de White reconocía que el fin de las 2.300 tardes y mañanas de Daniel 8:14, en 1844, era el punto de partida tanto de la purificación del verdadero Santuario en el Cielo, como de la restauración final del sistema de verdades bíblicas relacionadas con el santuario terrenal.

Aclara que la comprensión de la doctrina del santuario por parte de los primeros adventistas observadores del sábado “reveló todo un sistema de verdades que formaban un conjunto armonioso y demostraban que la mano de Dios había dirigido el gran movimiento adventista y, al poner de manifiesto la situación y la obra de su pueblo, le indicaba cuál era su deber de allí en adelante”.[19]

Ella consideraba que “la correcta comprensión del ministerio del Santuario Celestial” era “el fundamento de nuestra fe”,[20] por el hecho de que “el Santuario en el cielo es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres. Concierne a todo ser humano que vive en la Tierra. Nos revela el plan de la redención, nos conduce hasta el fin mismo del tiempo y anuncia el triunfo final de la lucha entre la justicia y el pecado”.[21]

Al presentar la íntima relación que existe entre Cristo y el santuario, la Sra. de White puede afirmar correctamente que “Cristo, su carácter y su obra, es el centro y la circunferencia de toda verdad. Es la cadena que une las joyas de la doctrina. En él se encuentra completo todo el sistema de la verdad”.[22] Por lo tanto, ella identifica el santuario como el concepto fundamental que ordena las doctrinas bíblicas en torno de “Cristo como su centro viviente”.[23]

Los mensajes de los tres ángeles como proclamación escatológica. Este sistema de doctrinas, centrado en Cristo y organizado por el santuario, según Elena de White, había sido restaurado en el contexto esca-tológico del tiempo del fin por la proclamación de los tres mensajes angélicos de Apocalipsis 14:6 al 12. Se refirió metafóricamente a esos mensajes como peldaños que conducen a la “plataforma sólida e inconmovible” de la verdad presente.[24]

Al recordar la experiencia de los primeros adventistas observadores del sábado, explicó que “muchos percibieron el perfecto eslabonamiento de verdades en los mensajes angélicos y, aceptándolos gozosamente uno tras otro, siguieron al Señor por la fe hasta el Santuario Celeste. Estos mensajes me fueron representados como un áncora para el pueblo de Dios. Quienes los comprendan y acepten quedarán libres de verse arrastrados por los muchos engaños de Satanás”.[25]

Que los tres mensajes angélicos abarcan de forma embrionaria los principales componentes del sistema de doctrinas adventista resulta evidente por el hecho de que la Sra. de White se refirió varias veces a él, relacionándolo con dichos mensajes[26] y más definidamente aún con el tercero.[27]

El remanente como resultado de estos mensajes. El resultado de la proclamación de los tres mensajes angélicos es el sistema integrado de verdad presente, el cual, según Elena de White, suscita y prepara al pueblo remanente para la segunda venida de Cristo. (Véase Apoc. 12:17; 14.12.)[28]

La Sra. de White afirmó que “Dios está sacando a un pueblo del mundo para colocarlo sobre la exaltada plataforma de la verdad eterna: los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.[29] “El mensaje del tercer ángel debe llevar a cabo su obra de apartar de las iglesias a un pueblo que ocupará su lugar sobre la plataforma de la verdad eterna”.[30]

“Las personas sinceras verán la cadena de la verdad presente. Verán sus armoniosas conexiones, eslabón tras eslabón unidos en un gran conjunto, y se aferrarán a ella. No es difícil comprender la verdad presente, y el pueblo que Dios está conduciendo estará unido sobre esta plataforma amplia y firme”.[31]

A los que están sobre esta plataforma se los describe como protegidos por Cristo en el contexto del conflicto cósmico (véase Apoc. 12:17). “El enemigo de los seres humanos está decidido a oponerse a todos los que afirmen sus pies sobre la plataforma de la verdad eterna y levanten el estandarte con la inscripción ‘los mandamientos de Dios y la fe de Jesús’. Son el blanco del odio mortal de, Satanás. Pero pueden estar seguros de que Cristo pelea con su ejército. Él mismo conduce a sus seguidores, y renovará la fuerza de cada fiel soldado”.[32]

Y la misma autora añade que “a menos que nos encontremos sobre la elevada plataforma de la verdad presente, seremos arrastrados por la marea de los errores engañosos que están asolando al mundo”.[33]

Con estos conceptos en mente, podemos sugerir que la amplia estructura teológica provista por la interrelación de los temas mencionados anteriormente parece ser un adecuado punto de vista para el estudio del mensaje de Elena de White.

Vivir de acuerdo con el mensaje

Aun si se comprenden los grandes temas del mensaje de Elena de White, y se pone énfasis en ellos, nos encontramos con el riesgo de perder de vista su propósito principal: conducirnos a una verdadera experiencia de salvación. La teoría doctrinal es muy importante, pero no significa nada sin la influencia santificadora de la verdad sobre nuestra vida personal en su conjunto (Juan 17:17).

La misma Hna. White nos advierte acerca de este problema al afirmar que “muchos aceptan una religión intelectual, una forma de santidad, sin que el corazón esté limpio”.[34] “Una persona puede oír y aceptar toda la verdad y, sin embargo, no saber nada en cuanto a la piedad personal y a la verdadera religión de la experiencia. Puede explicar los caminos de la salvación a otros y, sin embargo, él mismo ser un desechado”.[35]

Algunos se satisfacen con tecnicismos sin vida y con asuntos periféricos relacionados con los escritos de Elena de White, e incluso con un conocimiento teórico de su mensaje. Pero deberíamos ir más allá del nivel teórico y llegar a una verdadera experiencia de salvación con Cristo y sus enseñanzas. De acuerdo con las palabras de la misma Hna. White, “como la flor se dirige hacia el Sol, con el fin de que sus brillantes rayos la ayuden a perfeccionar su belleza y simetría, así debemos tornarnos hacia el Sol de justicia con el fin de que la luz celestial brille sobre nosotros, para que nuestro carácter se transforme a la imagen de Cristo”.[36] La comprensión del mensaje de Elena de White carecerá de provecho para nosotros si no permitimos que ejerza una influencia santificadora sobre nuestra vida. Más allá del nivel teórico, debemos permitir que su mensaje nos conduzca a una verdadera experiencia de santificación con Cristo y sus enseñanzas. Si Jesús es el centro de nuestra experiencia religiosa, nos deleitaremos en conocer más y más acerca de su voluntad tal como está revelada en los escritos de Elena de White.

Sobre el autor: Director del Centro de Investigaciones White para el Brasil, Centro Universitario Adventista, Ingeniero Coelho, San Pablo.


Referencias

[1] Elena G. de White, Obreros evangélicos, p. 327; El camino a Cristo, pp. 106-115.

[2] Vem S. Poythress, Symphonic Theology: The Validity of Múltiple Perspec Hits in Theology [Teología sinfónica: la validez de las perspectivas múltiples en la teología] (Gránd Rapids, MI, Zonder- van, 1987).

[3] T Housel Jemison, A Prophet Among You [Una profetisa entre ustedes] (Mountain View, CA, Pacific Press Publishing Assn., 1955), pp. 364-374; Roy E. Graham, Ellen G. White, Co-Foun- (ler of the Seventh-day Adventist Church (Elena de White, cofundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día] American University Studies, serie 7, Theology and Religión [Teología y religión], t. 12 (Nueva York, Peter Lang, 1985), pp. 140-185.

[4] Elena G. de White, Primeros escritos, pp. 63, 249; El evangelismo, pp. 127-206; El otro poder, pp. 28-32, 52-54.

[5] Véase Alberto R. Timm, O Santuario e as Tres Mensagens Angélicas: Palores Integrativos no Desen- volvimcnto das Doutrinas adventistas (Engenheiro Coelho, SP, Imprenta Universitaria Adventista, 2000), pp. 239, 252, 284.

[6] Elena G. de White, Testimonies for the Church [Testimonios para la iglesia], t. 6, pp. 236, 237; El discurso maestro de Jesucristo, p. 67; Obreiros Evangélicos [en portugués], p. 396.

[7] _______________, El evangelismo, pp. 445-448; Questions on Doctrine [Preguntas acerca de doctrinas] (Washington D.C, Review and Herald Publishing Assn. 1957), pp. 641-646.

[8] _______________, Mensajes selectos, t. 2, p. 99. Véase también t. 1, pp. 185, 186, 449-455.

[9] _______________, Testimonios para los ministros, p. 331.

[10] ____________, en Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 1194.

[11] ____________, El evangelismo, p. 166.

[12] ____________, Testimonies for the Church, t. 6, p. 236.

[13] ____________, La educación, p. 190

[14] ____________, The Faith I Live By [La fe por la cual vivo] [Meditaciones matinales, en inglés, 1959], p. 76.

[15] ____________, Patriarcas y profetas, pp. 378- 390; Review and Herald [Ln Revista Adventista, en inglés], 2 de marzo de 1886, p. 129; Youth’s Instructor [El instructor de la juventud], 28 de julio de 1901, p. 226.

[16] ____________, Patriarcas y profetas, pp. 389.

[17] ___________, El Deseado de todas las gentes, pp. 14-16; Cristo en su Santuario.

[18] ___________, The Faith I Live By [La fe por la cual vivo] [Meditación matinal 1959], p. 194.

[19] ___________, El conflicto de los siglos, p. 476.

[20] ___________, El evangelismo, p. 165.

[21] ___________, El conflicto de los siglos, p. 543.

[22] ___________, Meditacoes Matinais, 1962 [en portugués], p. 14.

[23] ___________, Mensajes selectos, t. 2, p. 99.

[24] ____________, Primeros escritos, pp. 259

[25] ____________, Ibíd., p. 256

[26] Véase El conflicto de los siglos, pp. 356-358, 404, 405, 661-670; Testemunhos Seletos [en portugués], t. 2, p. 156.

[27] Véase Eventos de los últimos días, pp. 201-204; Testimonios para la iglesia (AP1A), t. 5, pp. 190-193; t. 6, p. 241.

[28] Véase Mensagens Escolhidas, t. 2 [en portugués], pp. 384, 385.

[29] ___________, Testimonios para los ministros, p. 29.

[30] ___________, Testimonies for the church, t. 6, p. 61

[31] ___________, Ibíd., 11, p. 326.

[32] Véase Signs ofthe Times [Las señales de los tiempos], Io de septiembre de 1898, p. 3.

[33] Véase Manuscripts Releases (Manuscritos puestos a disposición del público], 1.16, p. 54.

[34] Véase El camino a Cristo, p. 33.

[35] Véase El evangelismo, p. 494.

[36] Véase El camino a Cristo, p. 68.