Cierta vez un pastor presentó a su congregación un cuestionario pues tenía interés en conocer la opinión de sus feligreses respecto al tiempo que debía dedicar por semana a sus diversas actividades: preparación de sermones, administración, asesoramiento, reuniones de comisión y de junta, cultos y reuniones de oración, actividades de la juventud, visitas pastorales, visitas a enfermos y actividades sociales.

Para su gran asombro, las respuestas daban un promedio de 82 horas semanales de trabajo: el doble del período normal de labor que debe cumplir el hombre. Cierto creyente entusiasta había totalizado en su lista 200 horas semanales de trabajo, sin darse cuenta, evidentemente, de que la semana tiene solamente 168 horas.

Los psiquiatras aseguran que la actividad febril con que se quiere abarcar todas las responsabilidades mencionadas es una de las causas principales del agotamiento de los pastores.

¿Qué deberíamos hacer entonces? ¿Desatender nuestras variadas obligaciones y conformarnos con un ministerio mediocre? “¡En ninguna manera!” como diría el apóstol Pablo.

En cambio, lo que necesitamos es volvernos más eficientes, más —digámoslo— “ejecutivos” en nuestras actividades. Debemos emplear cada vez mejor las horas que tenemos a nuestra disposición. A continuación, presento cinco sugerencias que me han ayudado en este sentido:

  1. Delegue Responsabilidades

Cuando la iglesia cristiana primitiva comenzó a desarrollarse y los apóstoles se vieron abrumados por las crecientes responsabilidades administrativas, pastorales y sociales celebraron una reunión especial en la que se realizó una votación.

La iglesia eligió a siete laicos para que se ocuparan de la obra de beneficencia y de otras tareas diversas (Hech. 6:2, 3). De ese modo los obreros de Dios podrían ocuparse “de continuo en la oración, y el ministerio de la palabra” (vers. 4, VM).

Frecuentemente cometemos en la actualidad el mismo error de los apóstoles: dedicamos demasiado tiempo a “servir a las mesas”, y muy poco a la verdadera obra del ministerio, la ganancia de almas, la oración, el estudio y “el ministerio de la palabra”.

Un “ejecutivo” prudente determina lo más importante y delega lo secundario. Este es el secreto de la conducción ágil en los negocios. Del mismo modo, un “ministro” sensato pone a trabajar veinte hombres, en. vez de tratar de hacer él solo la tarea de todos ellos.

“Pero no conozco a nadie que pueda hacer mi trabajo tan bien como lo hago yo”, dicen algunos pastores para excusarse.

Quizá no encuentre al comienzo personas que puedan reemplazarlo. Pero se las puede instruir y, si se les da tiempo, quizá puedan cumplir la tarea mejor que el mismo pastor. Esos trabajos pueden incluir los boletines de la iglesia, la atención del mimeógrafo, del archivo, del tablero exterior de anuncios, las tareas de portería, de secretaría y la invitación telefónica de la hermandad para reuniones especiales.

TRANSMISIÓN DE AUTORIDAD

Frecuentemente los miembros de la iglesia le presentan al pastor ciertos problemas que los otros dirigentes podrían y deberían solucionar. Alguien llama el viernes de noche para informar que está enfermo y que no podrá tomar su clase de Escuela Sabática el próximo día. Por lo tanto, el pastor debe perder la hora siguiente en el teléfono tratando de buscar un reemplazante.

Cuánto mejor hubiera sido instruir a los maestros para que en tales casos recurran al director de la Escuela Sabática. El o sus ayudantes debieran ocuparse del cambio de maestros.

Encargado de cierta tarea por la asociación, un pastor debió partir imprevistamente de la ciudad, pero antes tuvo que perder una hora tratando de hacer los arreglos para el culto de mitad de semana. Una solución mejor habría sido dejar el asunto en manos del primer anciano, que tiene la responsabilidad de servir como pastor en ausencia de éste.

Un método excelente para encauzar a los miembros de la iglesia por los canales de la responsabilidad es convocar a los oficiales a una reunión especial inmediatamente después de la elección anual y presentarles un bosquejo de las diversas responsabilidades.

¡Pero sea concreto! El director de la Escuela Sabática está plenamente a cargo de ella. El primer anciano es el ayudante del pastor y es responsable de los compromisos en ausencia de éste. El jefe de diáconos tiene totalmente a su cargo las tareas de mantenimiento del edificio de la iglesia. Por su intermedio deben efectuarse todas las reparaciones y presentarse cualquier sugerencia referente a la conservación del edificio y a toda otra actividad que abarque este renglón.

Una vez que los oficiales hayan comprendido y asimilado bien este plan de responsabilidades, preséntelo a la iglesia toda. Quizá algunos miembros tarden un poco en ajustarse a este programa, pero persevere. Se librará de incalculable cantidad de problemas triviales y mezquinos que sólo hacen perder el tiempo.

Pero debo hacerle una advertencia. Wayne Dehoney, pastor de la Iglesia Bautista del Sur de Jackson, Tennessee, lo aclaró bien: “Cuando delegue una responsabilidad, delegue también la autoridad. No trate de entrometerse en aquello que encargue a otra persona”. Es acertado supervisar o vigilar, pero sin llegar al extremo de eliminar toda oportunidad de estímulo y creatividad individuales. Y, sobre todo, reconozca el mérito toda vez que eso sea justo. Nada favorece tanto la ejecución de un buen trabajo como un elogio merecido.

  • Planee con Anticipación

Algo que produce gran pérdida de tiempo en la vida de un pastor es la preparación de sermones a último momento. Usted ya sabe de qué se trata: de la búsqueda apresurada de un tema y de las ilustraciones adecuadas a las ocho y media de la noche del viernes. En realidad, debería haberse formado una idea del bosquejo con semanas y hasta con meses de anticipación.

Andrew W. Blackwood, en su libro Planning a Year’s Pulpit Work [Planeando la obra del púlpito de un año], dice: “Un sermón viviente madura con lentitud… A fin de que cada mensaje tenga tiempo para desarrollarse, en conformidad con el espíritu de vida contenido en su simiente, el pastor debe tener en su huerto homilético sermones en diverso estado de crecimiento” (Abingdon Press, 1942, pág. 16).

En Planning Your Preaching [Planee su predicación] (Broadman Press; Nashville, Tenn., 1967), J. Winston Pearce presenta siete razones para la planificación anticipada de los sermones:

  1. Da mayor oportunidad al Espíritu Santo para hacer su obra con y en el predicador.
  2. Ayuda al ministro a predicar el Evangelio completo.
  3. Tiende a formar un ministerio instructivo.
  4. Contribuye a la mejor organización del culto (con himnos que se refieran al tema, con música especial, etc.).
  5. Ayuda al ministro a crecer y a renovarse en su predicación.
  6. Contribuye a que la predicación sea oportuna.
  7. Ahorra tiempo.

EL AÑO PASTORAL

¿Cómo se realiza tal planeamiento? En primer lugar, tómese tiempo para analizar el año pastoral. Haga una lista de los 52 sábados, e indique los acontecimientos importantes relacionados con cada uno de ellos: la campaña de libertad religiosa, la semana de extensión misionera, Semana Santa, el día de la independencia nacional, la Navidad, los días de ofrendas especiales, etc. Luego haga una lista de temas que señalen con precisión las necesidades de los miembros de su congregación. Incluya una o más series de estudios, quizá de naturaleza expositiva. Incluya temas prácticos como también doctrinales. Por, sobre todo, permita que cada uno se origine en su estudio personal de la Biblia.

Luego asigne temas a sábados específicos. Al mismo tiempo prepare carpetas para cada tema, en las cuales pueda ir colocando datos apropiados, ilustraciones y materiales que vaya descubriendo en su lectura, estudio y observación diarios. En algún lugar visible de su escritorio coloque también una lista de los sábados con los temas que se refieran a cada uno de ellos. Un cuaderno de hojas desprendibles, con 52 páginas numeradas y con el título que corresponda a dicha lista, también servirá para conservar los materiales pertinentes.

  • Trace un Programa

El Dr. Edward Hakes, ex director y ex profesor del Colegio Wheaton, dijo cierta vez: “Cuando usted hace un presupuesto de su tiempo, descubre que no le alcanza para ‘comprar’ todo lo que quisiera (así como sucede con su presupuesto monetario), por lo tanto ‘compre’ con su tiempo sólo aquellas actividades que merezcan ‘comprarse’”.

El pastor que se queja diciendo: “No tengo tiempo suficiente”, en realidad está diciendo: “No manejo sabiamente mi tiempo”.

DESCUBRA LO QUE TIENE PRIORIDAD

Cuando planee el empleo prudente del tiempo, determine cuáles de sus actividades merecen precedencia. En primer lugar, señale tiempo para la oración y la devoción personal, luego para el estudio de la Biblia, de los libros del espíritu de profecía y de otras obras escogidas. Después puede pensar en la correspondencia, en los planes administrativos y, finalmente en las visitas a enfermos y en las pastorales.

Muchos pastores dividen sus días de labor en tres secciones generales: dedican la mañana al estudio y a las tareas administrativas, la tarde a las visitas, y la noche a los estudios bíblicos o a las reuniones. Un día de la semana, el lunes generalmente, debiera quedar completamente libre de responsabilidades pastorales, excepto en casos de emergencias serias. Ese día ha de dedicarlo a su familia. 

Cierto emprendedor dirigente denominacional asume cada lunes un compromiso con su esposa y sus hijos. Si alguien reclama sus servicios ese día, saca su libreta de apuntes y responde: “Lo lamento, pero ese día tengo otro compromiso. ¿Podríamos hacerlo en algún otro momento?”

Los especialistas en la técnica de la eficiencia coinciden en que, si durante una semana se lleva un registro exacto de lo que se hace en las horas de vigilia, se descubre que mucha gente malgasta el tiempo. En tal caso será útil tomar asiento y evaluar ese registro. Habrá que descubrir en qué se puede ahorrar tiempo y qué momentos libres podrían haberse utilizado.

SIMPLIFIQUE SU TRABAJO

La General Motors y otras empresas gigantescas analizan constantemente la técnica que se emplea en sus líneas de montaje. ¿No deberíamos hacer nosotros lo mismo? ¿No deberíamos ver qué se puede podar, simplificar y eliminar? Tomemos como ejemplo la preparación del sermón. ¿Seguimos todavía el procedimiento de copiar en un papel una cita especial de un libro, para pasarla a máquina en una tarjeta semanas más tarde? ¿Por qué no la copiamos a máquina directamente del libro y nos ahorramos la mitad del trabajo? O, mejor aún, ¿por qué no marcamos las citas y dejamos que las copien luego nuestra esposa o la secretaria?

La correspondencia que recibimos es otro terreno en el cual se puede economizar tiempo. Trate de que una misma carta no pase dos veces por sus manos. Abra todos los sobres con el cortapapeles. Luego comience con la primera y ocúpese de cada una de ellas a medida que las vaya tomando. Algunas irán a parar al “archivo redondo” después de una lectura superficial. Las que necesiten respuesta deben contestarse inmediatamente, y algunas de ellas sólo con una tarjeta postal. No postergue la respuesta; conteste cada carta mientras la tenga entre manos y pase inmediatamente a otro asunto.

Escoja o encargue todos los artículos de escritorio al mismo tiempo. Tenga a mano un pequeño surtido adicional de todos los elementos que use más frecuentemente: cinta adhesiva, goma de pegar, marcadores, grampas, sujetapapeles, fajas de goma, etc. De ese modo evitará hacer viajes innecesarios a la librería por la falta de uno sólo de esos artículos.

Haga planes para que las reuniones de junta se celebren después de los cultos de oración, así se ahorrará toda una tarde que podrá dedicar a otras actividades.

Las visitas pueden absorber innecesariamente muchas horas, si no se las organiza con anticipación. Visite por la tarde o por la noche del mismo día a la gente que vive en determinada zona, teniendo en cuenta su distribución geográfica y no la alfabética.

Lea libros que se refieran a la obra pastoral y aproveche la valiosa experiencia que tengan en este sentido sus compañeros de ministerio. Los libros usados que traten este tema generalmente son tan útiles como los nuevos.

  • Emplee los Minutos Libres

El libro Cheaper by the Dozen [Más barato por docena] describe los esfuerzos que realizaba el extinto Frank Gilbreth para aprovechar el tiempo en su propio hogar formado por dos adultos y doce niños. No escatimaba esfuerzos para ganar unos minutos en casi cada actividad hogareña: al bañarse, vestirse, hacer las tareas domésticas, etc. En un párrafo de su libro indica cómo los miembros de la familia aprendían idiomas extranjeros mediante tarjetas pegadas en el espejo del cuarto de baño mientras se cepillaban los dientes.

Los minutos libres pueden aprovecharse casi en todas partes. Cierta vez, mientras esperaba que le sirvieran la comida en un restaurante vienés, Strauss escribió uno de sus famosos valses en el reverso del menú. Enriqueta Beecher Stowe escribió en la cocina parte de La Cabaña del Tío Tom. Imaginaba las escenas a medida que amasaba el pan. La Sra. Eleanor Roosevelt empleaba los minutos libres que le quedaban antes de los compromisos, las reuniones y las asambleas en escribir artículos para los periódicos. Y Abrahán Lincoln escribió su famoso discurso de Gettysburg en el reverso de un sobre mientras viajaba en el tren.

Muchos pastores amplían los horizontes de su conocimiento prestando atención a mensajes grabados mientras viajan en su automóvil hacia los hogares de sus feligreses. Otros siempre llevan consigo un libro y lo leen mientras esperan en un cruce de ferrocarril, antes de la reunión de oración, en la sala de espera del dentista, antes de que se pongan en marcha los cortejos fúnebres, en las colas que se forman frente a las ventanillas de los bancos y en la peluquería.

Sócrates dijo cierta vez: “Emplea tu tiempo para perfeccionarte mediante los escritos de otros hombres; así obtendrás fácilmente aquello que otros han conseguido tras penoso esfuerzo”.

  • Hágalo Ahora

Quizá uno de los mayores pecados del pastor común sea la dilación. Examinamos la correspondencia, la leemos y apartamos varias cartas para responderlas más tarde. Las volvemos a leer un par de días después, contestamos una o dos y dejamos las que restan para responderlas cuando tengamos más tiempo. Luego las leemos una vez más y procedemos conforme a la misma costumbre. De este modo se pierde incalculable cantidad de horas cada año. No tema hacer decisiones con rapidez. Decídase ahora y responda inmediatamente. Tener al día su correspondencia le ayudará a preparar su ánimo para todo el resto de la jornada. Domine su trabajo, y el trabajo no lo abrumará a usted.

Cierto funcionario pegó en el escritorio de su oficina una tarjeta en la cual había escrito las letras “LDRT”. Cuando alguien le preguntaba su significado, respondía: “La dilación roba tiempo”.

El Dr. Harold Lindsell, director de la revista Christianity Today y ex vicepresidente del Seminario Teológico Fuller, dice: “El hombre nunca puede reunir suficiente entusiasmo para cumplir todas las tareas que debe hacer. Por lo tanto, recuerdo que todo lo que debo hacer es abordar un asunto por vez, y de ese modo acabo todos rápidamente”.

LAS REVISTAS Y SUS NÚMEROS ATRASADOS

Muchos pastores guardan todos los ejemplares de las revistas que reciben. Seamos sinceros con nosotros mismos. ¿Con cuánta frecuencia nos tomamos tiempo para examinar el importante material que tenemos almacenado? En tanto, piense en el valioso lugar ocupado en su biblioteca por ese material, del cual un 95 % jamás le irá a hacer falta. Es preferible, entonces, que lea las revistas tan pronto como las reciba, examinando detenidamente algunos artículos y repasando superficialmente otros. Si en uno o en dos de ellos encuentra datos que le puedan servir en el futuro, recórtelos y archívelos en carpetas apropiadas.

Cierto pastor acostumbraba a guardar sus revistas hasta el verano y luego trataba de leerlas todas durante sus vacaciones. Después de haber pasado un par de veranos rodeado por maletas cargadas de revistas, de haber tratado de llevar todos los recortes a su oficina bajo cierta apariencia de orden, y de haber dedicado la mayor parte de sus vacaciones al trabajo y no a la recreación, decidió leer cada revista, un día después a más tardar de haberla recibido. Fue archivando todos los temas importantes y arrojando el resto al cesto de los papeles.

Por sobre todo, tómese tiempo para archivar debidamente los materiales. Así, a la larga, habrá ahorrado bastante tiempo.

Juan Wesley, el famoso predicador inglés, era perito en este asunto de economizar tiempo. Durante su vida logró dominar seis idiomas extranjeros, predicó cuarenta mil sermones, viajó cuatrocientos mil kilómetros a caballo (a menudo leyendo mientras cabalgaba), y escribió 440 libros y folletos.

Dios nos da a cada uno exactamente 24 horas, es decir, más de 86.000 segundos por día. De nosotros depende el uso que les demos, pero el modo como los empleemos determinará la diferencia entre un ministerio fructífero y uno infecundo.

Sobre el autor: Pastor en la Asociación de Oregon, Estados Unidos.