Parte I

Si un colportor no logra decisiones con sus presentaciones, tarde o temprano abandonará. Sin embargo, parecería que algunos ministros pueden seguir indefinidamente sin preocuparse por la obtención de decisiones. Pero no nos equivoquemos, la tarea principal del ministro es conseguir decisiones para su Señor, decisiones de los inconversos de rendirse a Cristo, decisiones de los convertidos de una relación más íntima con Cristo.

La comisión del ministro de parte de su Señor puede reducirse a cuatro palabras: Ve, enseña, haz discípulos. Uno de nuestros peligros es que nos hallamos tan ocupados haciendo muchas otras cosas buenas que estamos perdiendo de vista nuestra tarea principal: conseguir decisiones en favor de nuestro Señor.

ESPERAD DE RODILLAS LA RESPUESTA

Es bueno que el predicador haga tiempo por lo menos una vez por semana, mejor aún una vez por día, en el silencio de su estudio para preguntarse: “¿Por qué soy ministro?” Luego debiera quedarse de rodillas hasta que oiga la respuesta del Señor.

La respuesta será semejante a la que el Señor le dio a Pablo: “Para ponerte por ministro… para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios” (Hech. 26:16-18).

El Señor le dijo a Pablo que era su ministro con el único propósito de traer hombres y mujeres del lado de Satanás para el lado del Señor, de guiarlos del camino de la muerte al camino de la vida. Esta es la razón por la cual Dios hace a los hombres sus ministros.

Desde el momento en que recibió este llamado, Pablo se entregó completamente a su divina tarea. Siguió adelante a pesar de todas las dificultades, persecuciones y sufrimientos. No fue rebelde a la visión celestial. ¡Ojalá sea cierto esto con referencia a ti y a mí! Esto es lo que constituye la hora máxima de un ministro.

SOLAMENTE EL ESPÍRITU SANTO

Esta pregunta, “¿Cómo conseguir decisiones en favor de Cristo?”, requiere una respuesta abarcante y múltiple porque hay muchos factores que la componen. La respuesta básica se encuentra en Zacarías 4:6: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Toda verdadera decisión en evangelismo puede venir solamente por la obra del Espíritu Santo. Este debe ser el principio guiador, el timón de mando y la fuerza motora del carro evangelístico.

LA FÓRMULA DE BERNABÉ

Fue tan sólo por inspiración divina por lo que el autor del libro de los Hechos relacionó la obtención de muchas decisiones con el hombre que ha tenido una rica experiencia por sí mismo y está lleno del Espíritu y de fe. Así escribió de Bernabé: “Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe., Y una gran multitud fue agregada al Señor” (Hech. 11:24). ¡Ojalá sea éste el caso de cada ministro! Si así fuera, ¡cuán pronto se terminaría la obra!

Consideremos qué hace el Espíritu Santo en el asunto de la decisión. Atrae a Cristo. Convence a las personas de las cosas malas de las cuales debe apartarse. También convence a una persona de las cosas buenas que necesita hacer: del día que debe guardar, la forma correcta de bautizarse, la iglesia de la cual debe ser miembro.

El Espíritu Santo guía a toda verdad. Da la comprensión correcta de la Escritura. Da la victoria sobre el pecado. Crea el deseo de obedecer a la verdad y proporciona el poder para obedecer. Permite que Cristo viva su vida en el creyente. Implanta el amor de Dios en el corazón como la única fuente verdadera de obediencia. Crea un nuevo corazón en el creyente para que pueda obedecer. Cambia al creyente a la imagen de su bendito Señor, listo para el cielo. ¡Gracias a Dios por esta maravillosa obra del Espíritu en la decisión!

EMPAPELOS EN LA ORACIÓN

Por esto hay que darles al Espíritu Santo y a la oración el primer lugar en todo lo que hagamos en evangelismo. Tome su evangelismo —los sermones, los estudios bíblicos y las charlas personales— y empápelos en la oración, el amor de Dios, la cruz de Cristo, la gracia de Dios y el Espíritu de Jesús hasta que hayan absorbido lo más posible. Entonces se verán los resultados cuando predique y haga obra personal.

Además de dar a estos agentes divinos su propio lugar, Dios espera que recurramos a todo principio de persuasión y de ganancia de almas. La decisión, persuasión o aceptación no se dan por casualidad o por accidente. No. Están reguladas por leyes puestas por Dios de la misma manera que los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor en el mundo de la naturaleza.

He aquí una de las llaves más importantes para abrir la puerta de la decisión. En Testimonies, tomo 9, pág. 221, leemos:

“Hay grandes leyes que gobiernan el mundo de la naturaleza, y las cosas espirituales están controladas por principios igualmente ciertos. Para lograr los resultados apetecidos deben usarse los medios para ese fin”.

EL MÉTODO CIENTÍFICO

Esto de conseguir decisiones se deja generalmente en el reino del método de la prueba y el error, una especie de tiro al blanco en el cual se malogra la mayoría de los tiros. La mayor parte de los predicadores parece ignorar el método científico. El predicador que no sabe cómo y por qué se formulan las decisiones en la mente está ciertamente en desventaja en su predicación y en la entrevista evangelística con una persona interesada. El saber cómo hacer las cosas es indispensable para el éxito en cualquier campo.

SABER DONDE GOLPEAR

Cuenta la historia que el emperador Francisco José de Austria estaba viajando en su carruaje cierto día, cuando el vehículo se averió en una pequeña aldea. Varios de sus sirvientes trataron de arreglarlo sin éxito, porque lo que se había descompuesto era una pieza interna. Llegó un artesano local y se ofreció a ayudar.

—Estoy en un apuro —dijo el monarca—. Le pagaré a Ud. lo que me pida si puede reparar esta avería.

El hombre trajo un martillo, se acostó debajo del carro y dio tres golpes secos en la estructura. Reapareció con las siguientes palabras animadoras:

—Majestad, Ud. verá que todo está bien ahora.

—¿Cuánto le debo? —preguntó el emperador.

—Quinientos chelines —contestó el hombre.

—Pero, esto es inaudito —exclamó Francisco José—. Todo el carruaje vale solamente 600 chelines. Ud. me tiene que dar una factura detallada.

El hombre tomó un lápiz y un papel, escribió algunas cifras y se lo alcanzó al distinguido cliente.

—Aquí está, majestad —le dijo.

La cuenta decía: “Tres golpes con el martillo —un chelín cada uno. Saber dónde golpear —497 chelines”.

Se le pagó inmediatamente, sin ningún comentario.

Si quiere que su predicación, sus estudios bíblicos, su obra personal produzcan decisiones, debe saber cómo y dónde golpear en lo que presenta. Debe saber cuáles son las leyes rectoras de la mente para hacer decisiones, para poder construir y dirigir sermones y obra personal en la forma más favorable de influir en la voluntad para lograr la decisión deseada.

¿Tendrá esto en cuenta la mensajera del Señor? Leemos:

“A fin de conducir a las almas a Cristo, debe… estudiarse la mente humana” (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 454).

Roberto Oliver, en su Psychology of Persuasivo Speech, dice:

“El que quiere influir en los juicios de los hombres debe primero, sobre todo, y por último conocer los más íntimos recovecos de sus mentes” (pág. 6).

“Si el orador persuasivo, pues, ha de tener éxito al iniciar, activar y dirigir las respuestas de su auditorio, ante todo debe comprender las razones por las cuales se toman las decisiones” (Id,, pág. 14).

Carlos Woolbert afirma:

“Estudiar intensivamente la persuasión es estudiar detalladamente la naturaleza humana. Sin una guía de las probabilidades de acción de los hombres, sin apreciar y comprender la rutina en la cual se mueven sus acciones, un orador o escritor trabaja en un vacío y no tiene una base posible para asegurarse el éxito… Más de la mitad del éxito en ganar a los hombres está en comprender cómo obran (Id., pág. 3).

INTERACCIÓN DEL DESEO Y LA CONVICCIÓN

Ante todo, necesitamos comprender que cada decisión que tome alguna vez una persona sobre cualquier asunto proviene de la interacción del deseo y la convicción en su mente en relación con el asunto en cuestión. Esto es tan cierto tratándose de la decisión de comprar cierto traje o ropa con preferencia a otra, o de comprar cierta marca de automóvil en lugar de cualquier otra, o de casarse con cierta persona, o de guardar cierto día, como si se trata de unirse con el movimiento adventista en lugar de cualquiera de los centenares de otros movimientos religiosos.

En todo caso, el deseo y la convicción son los que mueven la mente para hacer la decisión. Sabemos, por supuesto, que, en la decisión por Cristo, o por el día de reposo de Cristo, y en otras decisiones religiosas, el Espíritu Santo obra mediante el deseo y la convicción para llevar a la decisión.

Algunos podrán pensar: “¿Por qué no dejar todo el asunto de la decisión en manos del Espíritu Santo?” Esto no está de acuerdo con el plan de Dios. Su plan es que el Espíritu Santo obre mediante los esfuerzos de sus discípulos para llevar a las personas a la decisión por su verdad.

El día de Pentecostés el Espíritu Santo llevó a tres mil personas a hacer decisiones. Pero, ¿hubiera ocurrido esto si Pedro y los otros discípulos se hubieran tomado vacaciones ese día? No. ¿Hubiera ocurrido si se hubiesen sentado en mecedoras para meditar? No. El Espíritu Santo los usó para despertar el deseo y la convicción en las mentes de aquellos que hicieron decisiones.

Tomemos lo que está registrado del sermón de Pedro de ese día. Analicémoslo desde el punto de vista del deseo y la convicción que llevó a la consideración de sus mentes. ¿Qué hallamos? Su sermón fue la conjugación más efectiva y apropiada de deseo y convicción para producir decisión en su interrelación con sus oyentes. Esto muestra cómo el Espíritu Santo obra según las leyes de la mente en llevar a la decisión. Obra mediante el ministro al elegir el contenido apropiado del sermón, y en la ordenación lógica de su material, para que sea efectivo en crear el deseo e implantar la convicción que produce la decisión deseada. ¡Qué desafío llega a ser para nosotros el seleccionar el contenido del sermón y el disponer su secuencia para crear el deseo y despertar la convicción! Sí, debemos saber “dónde golpear”.

(Continuará.)

Sobre el autor: Conferenciante, Loma Linda, California.