Las instrucciones que nos da el Señor Jesús son las mismas que dio a sus apóstoles, a saber: “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:16) y “por tanto id y doctrinad a todos… bautizándolos” (Mat. 28:19).

 Nada más cierto que el ministro que cumple cabalmente su deber es aquel que realiza equilibradamente dos misiones primordiales: cuidado ferviente de las ovejas mediante un consagrado ministerio personal. Sin embargo, el ministro que solamente se preocupa de las tareas pastorales oirá de labios del Señor: “Una cosa te falta”. ¿Qué falta? Trabajo evangélico, ganancia de almas. La labor pastoral constituye únicamente la mitad del deber de un pastor. Quien desee merecer la bendita aprobación: “Bien buen siervo y fiel” deberá dedicar no menos de la mitad de su tiempo a predicar, dar estudios bíblicos y ganar almas.

 Ahora bien, ganar almas es la ciencia de las ciencias. Distinguiremos dos maneras de ganar almas. Primero, los sistemas clásicos que incluyen campañas bien organizadas, estudios bíblicos, clases bautismales. Además están las oportunidades ocasionales que debemos aprender a detectar y aprovechar al máximo. Se nos ha pedido precisamente que expliquemos la última forma, o sea la ocasional. Explícitamente, ¿cómo llevar un alma a Cristo? Sin duda cada día se presentan preciosas oportunidades; el asunto es aprovecharlas y hacerlo bien.

 Presentaremos seis sugerencias prácticas:

 1. RECONOCER QUE PARA LA SALVACION LO MAS IMPORTANTE ES ACEPTAR A CRISTO COMO SALVADOR. Muy a menudo, cuando hablamos de éxitos decimos: Ya está guardando el sábado. Dejó de comer carne de cerdo. Está pagando el diezmo. Pero pocas veces oí decir a un obrero: esta alma aceptó a Cristo como su Salvador. Precisamente allí está el error. Cristo como Salvador debe ser la doctrina resaltante de nuestro trabajo misionero. Es el argumento más poderoso y decisivo. En el trabajo ocasional, cuando probablemente la oportunidad de hablar con una persona es única, nuestro tema será el esencial: Jesús como Salvador.

 2. SABER DETECTAR Y APROVECHAR LAS OPORTUNIDADES. Cuando Jesús vio a la samaritana, de inmediato aprovechó la oportunidad de ganarla para el cielo. De la misma manera, en viajes, en visitas, hospitales, vacaciones y entrevistas, puede surgir la oportunidad de ganar un alma. También las oportunidades pueden provocarse. El asunto es tener un radar sensible que detecta la oportunidad, para luego aprovecharla de inmediato; no hay que desdeñarla ni dejarla pasar, pues puede ser la última. Cuando viajamos, al leer nuestra Biblia o nuestras revistas llamaremos la atención y provocaremos curiosidad que rápidamente puede derivar en una conversación espiritual. Muchas preciosas almas, algunas de las cuales han llegado a ser obreros en la causa, fueron llamadas a la verdad porque un obrero o laico valiente les habló sin ambages sobre Cristo. En esto es necesario desarrollar una sana audacia cristiana y un ferviente amor por las almas

 3. DOMINAR EL ARTE DE CAUTIVAR LA ATENCION Y DERIVAR LA MISMA HACIA LO ESPIRITUAL. Jesús le habló a la samaritana de un tema que le interesaba: “el agua viva”. A los apóstoles, muchos de ellos pescadores, los invitó a ser “pescadores de hombres”. Les hablaba en parábolas, o sea, presentaba los asuntos de interés en forma cautivante.

 De la misma manera, podemos tener éxito introduciendo una conversación que llame la atención por su oportunidad, o la profesión del interesado. Luego hábilmente debemos hacerla derivar hacia lo espiritual. Jesús por lo general presentaba una gran necesidad o problema y luego daba en forma clara la solución. También ilustraba la verdad. A Nicodemo le dijo: tu problema es que debes nacer de nuevo. Lo ilustró con la forma en que actúa el viento, y luego aplicó la verdad diciendo que ese nuevo nacimiento debía ser por agua y espíritu.

 4. EXPLICAR EN FORMA SENCILLA Y CLARA LO QUE CRISTO HIZO POR NOSOTROS. El Evangelio “es poder de Dios”. Cuando hemos ganado la atención de una persona, nada mejor que aplicar ese poder. La presentación de Cristo debe ser clara. Siendo que nuestra relación será ocasional hay que prescindir de todo elemento polémico y argumentativo. Presentemos la sencilla y siempre maravillosa historia de la vida, muerte y resurrección de Jesús y la verdad sublime de que él es nuestro único y suficiente Salvador.

 5. EFECTUAR UN LLAMADO. Luego de explicar la obra de Cristo en nuestro favor, corresponde hacer un llamado para aceptarlo como Salvador. Me temo que hemos subestimado la importancia que tiene aceptar a Jesús como Salvador. Nos preocupa que la persona acepte la ley y el sábado y nuestras normas. Sin embargo, cuando el carcelero preguntó: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” la respuesta fue: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa”. Para Pablo, lo primero era aceptar a Jesús. La aceptación de Jesús como Salvador es la base de toda la experiencia religiosa. Dicha bendita experiencia hará significativas y vivas todas las demás doctrinas.

 6. TENDER UN PUENTE DE UNION PARA PROSEGUIR LA ATENCION DEL INTERESADO. Nuestro encuentro con la persona fue providencial o casual, pero logramos interesarla, y la persona aceptó a Cristo. Conviene proseguir la relación para madurarla. Lo más sencillo sería obtener el nombre y la dirección de la persona para hacerle una visita o enviarle publicaciones. Podemos darle nuestra tarjeta con la dirección de la iglesia y el horario de las reuniones. Podemos inscribirla en el curso por correspondencia. En todo caso conviene tener un archivo con esos nombres y direcciones para enviarles publicaciones e invitarlos a cultos especiales o ciclos de conferencias.

CONCLUSION

 Como obreros debemos estar alerta en todo momento. Cada día puede brindarnos maravillosas oportunidades de llevar almas a Cristo. El secreto es discernirlas y aprovecharlas. Ese contacto con nosotros puede ser la única y última oportunidad de esa alma para salvarse.

 Recordemos la fórmula del éxito que presenta el espíritu de profecía: “A fin de que un hombre tenga éxito como predicador, es esencial algo más que el conocimiento obtenido de los libros. El que trabaja por las almas necesita consagración, integridad, inteligencia, laboriosidad, energía y tacto” (Obreros Evangélicos, pág. 116).

Sobre el autor: Evangelista de la Unión Mexicana.