El Dr. Harry A. Ironside, famoso predicador, visitó cuando era joven al anciano Alexander Fraser y escuchó extasiado a medida que una verdad tras otra surgía de la abierta Palabra de Dios y de los labios del señor Fraser, hasta que no pudo contenerse más y exclamó: “¿Dónde aprendió Vd. todas estas cosas?”

“Sobre mis rodillas en el piso de tierra de una cabañita miserable del norte de Irlanda— replicó el señor Fraser. —Allí, con mi Biblia abierta ante mí, acostumbraba pasar arrodillado horas enteras suplicándole al Espíritu de Dios que revelara a Cristo en mi alma y que abriera la Palabra a mi corazón. El me enseñó más mientras estuve sobre mis rodillas en aquel piso de tierra, que todo lo que podría haber aprendido en todos los colegios y seminarios del mundo.

Impedimentos

“Hay tres cosas que impiden el progreso:

  1. Sabemos demasiado poco.
  2. Hacemos mucho menos de lo que sabemos.
  3. Nos preocupamos muy poco de lo que no sabemos y no hacemos.”—Citado por el Dr. Andrés C. Ivy en una conferencia dictada ante el Instituto de Estudios acerca del Alcoholismo, en el Colegio de Médicos Evangelistas, en 1952.

Música Durante la Oración

Hay una tendencia creciente en algunas iglesias a sobrecargar el culto con música. Mientras se ofrece la oración, toca el órgano. En algunos servicios, el coro entona un himno con voz suave. Nos preguntamos si agrada a Dios semejante confusión. ¿No es la oración un ejercicio tan intelectual como la predicación? ¿Por qué tener música que aparte el pensamiento mientras hablamos al Señor y no tenerla cuando el predicador le habla a la gente? ¿Se presume que los que no oran no usan su inteligencia? Si lo hacemos, ¿a quién o a qué prestarán atención: a Dios, al órgano o al coro? Hay una gran verdad en las palabras del pastor Roberto D. Brodt: “…La música ha llegado a ser necesaria para sobrecargar el culto debido a la secularización creciente del término medio de las personas que asisten a los servicios y a la disminución del contenido intelectual de la religión. La gente va a la iglesia con la actitud mental del que quiere entretenerse. . .. Cuando llegamos al punto en que nuestras emociones están sencillamente a merced de la música, nos encontramos en peligro de convertir nos en víctimas de sentimientos estéticos en lugar de obtener la victoria en medio de la lucha.” ¡Precisamente! Cuidémonos de no arruinar el verdadero culto en el empeño de embellecerlo demasiado. —Watchnum Examiner.

“La indiferencia y la pereza parecen ser los pecados más terribles del ministro evangélico.” —Dr. A. W. Blackwood.