La fe de un hombre de ciencia en la resurrección

El Dr. A. C. Ivy, del Departamento de Química de la Universidad de Illinois, expresa de esta manera su fe en la resurrección corporal de Cristo: “Creo en la resurrección corporal de Jesucristo. Como suele decirse, éste es un ‘asunto personal, pero no me avergüenzo de dar a conocer mi creencia, porque puedo defenderla inteligentemente… No puedo probar esta creencia de igual manera como podría probar ciertos hechos científicos que hace cien años eran casi tan misteriosos como la resurrección de Jesús. El hombre de ciencia que sea fiel a la filosofía de la ciencia, puede dudar de la resurrección corporal de Cristo, pero no puede negarla. Porque si lo hiciera así, significaría que está en condiciones de probar que no ocurrió. Únicamente puedo decir que en el presente La ciencia biológica no está en condiciones de resucitar un cuerpo que haya permanecido sin vida y sepultado durante tres días. Negar la resurrección de Jesucristo basándose en los conocimientos actuales de la biología sería manifestar una actitud contraria a la ciencia, según mi filosofía de la verdadera actitud científica.”—Citado por Wilbur M. Smith en el artículo “Twentieth-Century Scientists and the Resurrection of Christ,” en Christianity Today, 15 de abril de 1957.

Manos que se extienden sobre el abismo

Un arzobispo europeo ha empleado un lenguaje similar al que aparece en la página 645 de “El Conflicto de los Siglos.”

“Hemos sobrepasado, gracias a Dios, el período en el cual la lucha confesional se colocaba por encima de los intereses nacionales. Antes de la última década, nunca se había puesto tanto énfasis sobre lo que es común a todos los cristianos. Las dos confesiones han extendido reverentemente la cruz de Cristo sobre el abismo que las separa en cuestiones de fe. De manera que se ha colocado un puente sagrado que nos permite, sin dificultad alguna, extendernos mutuamente manos hermanas. Nadie sabe cuándo llegará el día bendito de la reunión.”—Arzobispo Grober de Fri burgo, citado por Adolfo Kellcr en Christian Europa Today, pág. 260.

La ciencia y la filosofía

 “Hay interrogantes que la ciencia no puede resolver, y que, sin embargo, pueden recibir respuesta a través del conocimiento filosófico, capaz de aportar el apoyo de la evidencia, antes que mediante la opinión personal infundada. Los interrogantes que la filosofía, y no la ciencia, puede resolver son de carácter diferente de aquellos que la ciencia puede contestar, y no la filosofía. Y esta diferencia que existe entre los problemas y los objetos de que se ocupan la investigación filosófica y la científica está correlacionada con la diferencia fundamental de sus métodos de investigación…

“Sin embargo, el método de ambas persigue el conocimiento de lo verdadero o probable; y de esta manera los métodos de ambas disciplinas, debidamente aplicados, son capaces de aumentar el acervo del conocimiento humano, cada uno en lo que se refiere a sus propios objetos y problemas. En resumen, ambos persiguen metódicamente el conocimiento de la verdad objetiva…

“La utilidad de la ciencia es de carácter tecnológico o productivo. Construye puentes y cura enfermedades. Pero el conocimiento científico también puede emplearse, por supuesto, para bombardear puentes y esparcir enfermedades por la atmósfera. Nos proporciona energía atómica o termonuclear para utilizarla en empresas constructivas o destructivas; pero no nos dice si hemos de vivir en paz o hacer la guerra, ni nos enseña a gobernar una sociedad justa y libre, ni nos dice cómo los hombres pueden vivir con prudencia y felicidad después que han llegado a ser poderosos y confortables. El conocimiento filosófico no produce absolutamente nada. Pero donde la ciencia tiene una utilidad de carácter tecnológico o productivo, la filosofía tiene una utilidad práctica o moral. No puede enseñar a los hombres a hacer cosas, pero puede dirigirlos hacia un empleo constructivo y no destructivo de esas cosas creadas por la ciencia. Dirige la conducta de la vida individual y de la sociedad mediante las verdades morales y políticas que puede enseñar acerca de la guerra y la paz, la justicia, la libertad y la ley, el deber, la virtud y la felicidad.

“Cuando Bacon dijo que el conocimiento es poder, pensaba únicamente en el poder productivo, y por lo tanto solamente en el conocimiento científico. El poder sin el concurso de la sabiduría es peligroso, puesto que puede usarse para el bien o el mal; y mientras mayor sea el poder que tengamos, más grande será la catástrofe que corremos peligro de desencadenar sobre la humanidad por su uso equivocado. Esta es la situación en que nos encontramos en la actualidad, en un mundo dominado por la ciencia, del cual la filosofía ha sido eficazmente desterrada.

“Concluiré diciendo que la filosofía no se encuentra en los suburbios de la ciudad del conocimiento, tampoco en la cumbre de las montañas ni en las nubes. Debiera decirse que la filosofía constituye un gran estado enclavado en la república federal del conocimiento, a la que también pertenece la ciencia. Ambas se mueven con cierta autonomía; ambas ejercen la soberanía de sus métodos dentro de su propio ámbito.”—Morlimer Adler, director del Instituto de Investigación Filosófica de San Francisco, “The Questions Science Cannot Answer,” Bulletin of the Atomic Scientists, abril de 1957.