Hay días en que tengo la impresión de que todas las cosas nos desafían a cada momento. Todo lo que tocamos, hacemos, planeamos o decimos representa un desafío. A veces, eso sucede tanto en la vida personal como en la ministerial. En días así, ¿qué podemos hacer?

“Observa las bendiciones”, me dijo recientemente un amigo. Mientras lo decía, lo escuchaba respetuosamente, no solo porque ya vivió más de noventa años o porque es un gran amigo, sino porque fue un gran pastor.

Mientras enfrentamos desafíos, debemos concentrar nuestra atención en las bendiciones. Si no lo hacemos, esos desafíos nos dominarán. En verdad, debemos centrarnos en las bendiciones en todo momento. Nos vienen de Dios, que conoce nuestras necesidades, nuestras capacidades y nuestro futuro.

Intenta mirar las bendiciones cuando la situación parezca desesperante, como fue la experiencia de los israelitas durante el período de su esclavitud en Egipto. Mi entras tanto, en medio de su desesperación, celebraron la Pascua. De hecho, la Pascua fue más que un ritual; fue la manera por la que Dios los bendijo en medio de la crisis.

Hace poco tiempo que iniciamos el año 2010, y tal vez te veas tentado a demorarte pensando en los desafíos, encontrando así supuestas razones para preocuparte. Si te centras en las bendiciones del pasado y del presente, no temerás el futuro.

¿Dónde podemos ver las bendiciones? Si bien no siempre las percibamos, una de las fuentes incluye las iglesias en las que trabajamos. Todo pastor enfrenta desafíos. Pero todos podemos testificar que hay miembros en nuestras congregaciones que nos bendicen con su altruismo. Recuerdo a una anciana, en una de mis iglesias, que siempre tenía una palabra de ánimo. Seguramente, los muchos años de vida en comunión con el Señor le proporcionaron la seguridad que ella deseaba compartir conmigo. Eso me hacía mucho bien.

También hay personas en la comunidad que actúan como instrumentos de bendición para nosotros. Ese era el caso de un hombre que conocí en Nueva York. Hasta donde sé, jamás se convirtió en miembro de la iglesia pero, siempre que pasaba por allí, se detenía, y me decía palabras de ánimo y consuelo. Y me agradecía por el trabajo que la iglesia realizaba en la comunidad. Han pasado muchos años, y todavía casi puedo escuchar sus palabras de ánimo.

Una fuente de bendiciones frecuentemente descuidada en nuestra vida son nuestros familiares y amigos. Tal vez, esperemos que siempre tengan palabras específicas de ánimo y no es raro que dejemos de percibir que viven como una fuente de bendición para nosotros. Presta atención a lo que dicen y hacen por ti.

Dios, a quien adoramos y que nos llamó al ministerio, es la principal fuente de bendiciones. Hay ocasiones en que es la única fuente de bendiciones en nuestra vida. Recientemente, leí la historia de un clérigo que ha pasado grandes dificultades en su congregación. Me solidaricé con él, mientras leía de los desafíos enfrentados. Todos hemos enfrentado desafíos en nuestro ministerio. Los desafíos que tenía ese pastor parecen ser insuperables, y le será difícil encontrar otra fuente de bendiciones aparte de Dios. Para él, y para tantos otros, recuerdo las palabras de Salomón: “Hay bendiciones sobre la cabeza del justo; pero violencia cubrirá la boca de los impíos” (Prov. 10:6).

“Observa las bendiciones”, dijo mi amigo. A veces, es difícil percibirlas. Soy de los que pueden ir al supermercado a comprar algún producto, y caminar de un lado a otro sin poder encontrarlo. A veces, me he parado delante del área en que se encontraba y, aun así, no lo pude ver. Me veo tentado a mirar hacia cualquier otro lugar, menos donde podría estar. Pero, cuando resuelvo prestar atención al lugar apropiado, encuentro el producto. Si busco las bendiciones de Dios en mi vida, inevitablemente, voy a encontrarlas.

Procura mirar las bendiciones, en todos los tiempos, las situaciones y los lugares, y las encontrarás.

Sobre el autor: Editor de la revista Ministry.