El pastor Carlos Gill nació en Paraguay, pero creció y estudió en Argentina, donde se graduó en Teología y completó su maestría en la Universidad Adventista del Plata. Se desempeñó como pastor de distrito, director de departamentos y presidente de la Asociación Argentina del Norte, además de liderar la Unión Austral (posteriormente, la Unión Argentina). También sirvió en la Asociación Planalto Central (APlaC), en Brasilia, estudió Clínica Pastoral en los Estados Unidos y fue director espiritual de Adventist Health Brasil. Está casado con Anny, directora de AFAM y del Ministerio de la Mujer en APlaC, es padre de Eric y Kevin, y abuelo de Alicia. A continuación, la entrevista con el nuevo líder de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana.
¿Cuáles serán tus prioridades como secretario ministerial de la División Sudamericana?
El objetivo principal del ministerio es, según Elena de White, “mantener oculto el yo y hacer que aparezca Cristo. La exaltación de Cristo es la gran verdad que han de revelar todos los que trabajan en palabra y doctrina” (Mensajes selectos [ACES, 2015], t. 1, p. 190). Mi propósito es desarrollar un ministerio cristocéntrico: pastores que miren a Cristo, que caminen con Cristo y que hablen de Cristo. Por eso, mis prioridades son fortalecer la espiritualidad pastoral, invertir en la preparación continua y ayudar a cada ministro a redescubrir la belleza y la fuerza de nuestra identidad adventista, con el fin de cumplir nuestra misión profética. Exaltar a Cristo también significa cuidar de quienes cuidan: estar cerca de los pastores, apoyar a sus familias y fortalecer su camino espiritual y emocional.
¿Cuáles consideras que son los mayores desafíos que enfrentan los pastores hoy en día en Sudamérica?
Los pastores enfrentan presiones que no pueden ignorarse. Vivimos en una cultura marcada por vínculos frágiles, exceso de exigencias y ritmos acelerados que desgastan la vida. La tentación es medir el valor del ministerio solo por el rendimiento, vivir en medio de relaciones superficiales y correr el riesgo de perder la profundidad espiritual. En este escenario, el primer gran desafío es cuidar la espiritualidad y la identidad pastoral: fortalecer la comunión con Dios, renovar la visión ministerial y vivir con integridad. Al mismo tiempo, es necesario redescubrir el equilibrio entre la vida personal y el ministerio, cultivar la salud física y emocional, y aprender a lidiar de manera más saludable con los medios digitales. El segundo aspecto está relacionado con el desarrollo continuo y el apoyo mutuo. Necesitamos capacitación permanente, pero también que cada pastor asuma un proyecto personal de crecimiento espiritual y ministerial, valorando sus propias iniciativas.
¿Qué consideras esencial para prevenir el desgaste emocional y espiritual en el ministerio?
En el ministerio a menudo sentimos la presión de no parar nunca. Al tratarse de una tarea sagrada, acabamos exigiéndonos más de lo necesario y, con ello, dejamos de lado el descanso, la familia e incluso la recreación saludable. Es precisamente en este punto donde surge el desgaste. Lo esencial para prevenirlo es establecer las prioridades correctas (Mat. 6:33): antes de la agenda, la vida devocional; antes de la acción, la comunión; antes del hacer, el ser. También debemos recordar que cuidar de nosotros mismos no es egoísmo, sino parte de la fidelidad al llamado. Vivir con temperancia significa equilibrio: saber trabajar y saber parar; servir con dedicación y también cultivar tiempo para restaurar fuerzas en el Señor. El ministerio no es una carrera de cien metros, sino una maratón, y quien desee llegar hasta el final necesita aprender a correr al ritmo de la gracia.
¿Qué consejos le darías a los pastores para mantener el equilibrio entre la vida personal, la familia y el ministerio?
El ministerio exige una dedicación exclusiva, pero eso no significa descuidar otras dimensiones de la vida. Cuando cuido mi salud física y emocional, también estoy cuidando mi ministerio; cuando dedico tiempo a mi familia, fortalezco mi vocación. Una práctica sencilla que me ayudó fue la “regla del minuto”: empecé haciendo solo un minuto de ejercicio y, cada día, añadía otro. Al cabo de un mes, ya llegaba a media hora, convirtiéndose en parte de la rutina. Con la familia, aunque viajaba mucho, siempre traté de crear momentos de calidad, aunque fueran breves. Diez minutos plenos y conectados con los hijos valen más que horas distraídas. También creo que la forma en que presentamos el ministerio en casa marca la diferencia: si lo tratamos como una carga, ellos lo sentirán así; pero si lo vivimos como un privilegio, aprenderán a amar lo que nosotros amamos. Cuando tenemos una vida devocional sólida, vínculos familiares fuertes y hábitos de temperancia, también estamos cuidando el ministerio.
¿Cómo buscas fomentar la colaboración y la unidad entre pastores de diferentes regiones y culturas de América del Sur?
La familia ministerial de la DSA es muy grande: somos unos 5.600 pastores en ocho países, y dentro de cada país encontramos realidades culturales diversas. A pesar de estas diferencias, hay muchos aspectos que nos unen. Enfrentamos los desafíos de un mundo globalizado, interconectado y, al mismo tiempo, polarizado, en el que los grupos tienden a cerrarse en sí mismos. Por eso, quiero fortalecer los canales que ya tenemos, como nuestras publicaciones oficiales, y actualizar nuestros sitios web y recursos digitales, ampliando los espacios en los que podemos recibir y compartir materiales y experiencias que enriquezcan el ministerio. Además, para este quinquenio, la iglesia está planeando un gran Concilio Ministerial que reunirá a todos los pastores del continente. Una reunión como esta no es solo un evento: es un espacio de comunión, de renovación espiritual y de fortalecimiento de la unidad de nuestra familia ministerial.
¿Cuáles son los planes para la capacitación continua de los pastores?
Una de nuestras prioridades será acompañar de cerca a los pastores más jóvenes desde su formación, para que puedan crecer con bases sólidas. La División Sudamericana ya ha avanzado significativamente en la implementación de un modelo de desarrollo ministerial que contempla las cualidades esenciales que se requieren de un pastor adventista. A lo largo del último quinquenio, la Secretaría Ministerial impulsó un extraordinario plan de capacitación y formación, definiendo claramente las competencias que deben caracterizar al ministerio pastoral en el contexto sudamericano. Nuestro propósito ahora es continuar con este proceso, reconociendo que se trata de un plan a largo plazo que requiere una evaluación constante. Además, queremos profundizar el programa de formación continua para todos los pastores. Hoy en día, la tecnología nos permite acompañar más de cerca a cada ministro, y nuestro objetivo es fortalecer las plataformas digitales que facilitan el acceso a cursos y recursos de actualización.
¿Cómo buscas mantener un canal abierto de diálogo con los pastores y líderes ministeriales?
El desafío es enorme, pero la red ministerial en Sudamérica está creciendo y consolidándose. Hoy contamos con 106 secretarios ministeriales en las Uniones y Asociaciones, lo que nos da la certeza de que no caminamos solos. Una de las prioridades y estrategias de nuestra División es el discipulado, que requiere cercanía. Nuestra función no es burocrática, sino pastoral: estar cerca, caminar juntos y cuidarnos unos a otros en el ministerio. El discipulado no se da a distancia, sino en la convivencia. En resumen, el discipulado no es un evento o un programa, sino la cercanía encarnada en el cuidado cotidiano
