Guardar el sábado significa colocar a Dios como administrador y agente principal en todos los aspectos de nuestra vida profesional.

    El sábado es una celebración del trabajo y del descanso. Por cierto, el sábado celebra el trabajo de Dios, no del ser humano; y los seres humanos son los dichosos beneficiarios del Día de Reposo para conmemorar la obra de Dios.

    Pero, la pregunta es: el concepto del sábado, ¿contribuye a nuestra comprensión y desempeño del trabajo común y diario del ser humano? Este artículo sostiene que la santidad sabática del cuarto Mandamiento no solo tiene que ver con un día de reposo, sino también con un compromiso total con Dios los siete días de la semana. El sábado puede santificarse solo si los otros seis días trabajamos como Dios pretende.

LOS ANTIGUOS

    Los dioses de las sociedades antiguas rehuían el trabajo. El poema épico “Atrahasis”, del primer y segundo milenio a.C., hallado en Mesopotamia, describe que los dioses, cansados del trabajo y luchando entre sí por quién debería hacerlo, crearon a los seres humanos para resolver el problema.[1] El griego Hesíodo, que escribió en el siglo VIII a.C., sugirió que los dioses crearon a los seres humanos para hacer el trabajo de ellos, como castigo por robar fuego. Enviaron su “regalo” a Pandora, que destapó su caja y dejó salir todos los trabajos duros y las enfermedades que han asediado a la humanidad desde entonces.[2] En esos sistemas religiosos, se consideraba que el trabajo no era adecuado para los dioses, de quienes se esperaba que solo disfrutaran del ocio eterno. Los seres humanos todavía comparten con los antiguos la ilusión de que el ocio es la felicidad máxima.

    En este contexto, al Dios de los hebreos se lo describe trabajando triunfalmente. La primera información que la Biblia ofrece sobre Dios es que trabajó; además, trabajó para hacer un mundo maravilloso para los seres humanos (Gén. 1:1-2:3). A los humanos, creados a la imagen de Dios, se les ofreció el don del trabajo con mucho amor (Gén. 1:26-28; 2:15). El sábado celebraba la obra creadora de Dios. Hecho para bendición y santidad, el sábado apunta a una conexión entre la obra de Dios y la vida de los seres humanos (Gén. 2:2, 3).

AVAL DE LOS MANDAMIENTOS

    Los Diez Mandamientos avalan la historia de la Creación en el sentido de que Dios obra en favor de los seres humanos. Dios escribió en piedra que la razón del cuarto Mandamiento era la creación del mundo por parte de él, y el hecho de que él decretara que el ser humano santificase el séptimo día y reposase en él, como monumento de su actividad de creación (Éxo. 20:8-11). Cuando Moisés reiteró este Mandamiento en su sermón de despedida, añadió la obra de redimir a Israel de la esclavitud de Egipto (Deut. 5:15) como razón para el descanso sabático. Por lo tanto, ambas formas del cuarto Mandamiento afirman algo que los ancianos que eran coetáneos de Israel habrían considerado como un concepto vergonzoso: que Dios trabaja en favor de los seres humanos.

    Sin embargo, el Mandamiento del sábado también reconoce el trabajo del ser humano. Además, se hace provisión para que el terrateniente y su familia, con sus siervos y siervas (empleados), e incluso los animales que se usaban para ayudar al ser humano, tuviesen oportunidad de descansar. Y no solo debía cesar todo tipo de trabajo para todos: tampoco se lo podía encargar a trabajadores extranjeros desconocidos (Éxo. 20:10; Deut.5:14). El sábado era para beneficio de todos los israelitas y, también, para el “extranjero que está dentro de tus puertas”.

    Por lo tanto, el cuarto Mandamiento ofrece una lógica triple para la oportunidad del santo reposo sabático: primero, el sábado conmemora la obra de Dios por la humanidad; segundo, su provisión es para todas las criaturas vivientes; y tercero, re‐ conoce la dignidad de la labor humana.

UNA PERSPECTIVA LITERARIA HEBREA

    En el relato del Génesis sobre la inauguración del sábado, el verbo “santificar” está en la forma piel, que indica intensificación y repetición de acción.[3] La intensificación implica que la santificación tenía un efecto inmediato, y la repetición implica que la bendición del sábado se repetiría para toda la posteridad. El sábado no llegó a la existencia meramente como una bendición judía.[4]

    Una sola letra hebrea, la waw, generalmente actúa para añadir algo al texto y se traduce como “y”, o similar. A veces, esta simple palabra contrasta significados y se traduce como “pero”, o similar.[5] Para la mayoría de los traductores bíblicos, la waw que aparece en el cuarto Mandamiento entre las órdenes de que los seres humanos trabajen seis días y que luego recuerden el día de reposo, parecía actuar como contraste y, por lo tanto, se tradujo como “mas” (ver Éxo. 20:10). Sin embargo, justificadamente se puede traducir como “y”, y así la presenta Jay Green en la Interlinear Bible.[6] El sábado contrasta el trabajo humano con el trabajo divino; no obstante, el cambio en la traducción waw no contrastaría el trabajo humano con el sábado, sino que podría indicar la intención de Dios de conectar íntimamente la bendición del sábado con el trabajo diario así como bendijo su obra de la creación (Gén. 1:22, 28). El trabajo, por supuesto, fue el propósito de Dios para el ser humano incluso en el Edén (Gén. 1:26; 2:15).

LA PERSPECTIVA DE JESÚS

    Uno de los principios de su Reino, y que Jesús expone en el Sermón del Monte, es: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mat. 5:17). Sin embargo, muchas veces durante su ministerio terrenal, Jesús parece haber estado en desacuerdo con los líderes religiosos de su época sobre la observancia del sábado. Su “ofensa” recurrente era sanar, actividad considerada como trabajo. Aunque estas sanaciones señalaban su habilidad creadora, Jesús se defendía simplemente destacando que era lícito hacer el bien en sábado (Mat. 12:12). No obstante, cuando Jesús sanó al hombre junto al estanque de Betesda, hizo una declaración escandalosa: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). ¡Jesús parece presentar a Dios como quebrantando su propio Mandamiento del día de reposo!

    El aparentemente polémico enfoque de Jesús sobre la observancia del sábado sugiere que estaba tratando de enseñar algo relacionado con el propósito del día de reposo, algo que los judíos de su época no entendían. Declaró que el sábado era para hacer el bien; que era un don, hecho dado a los seres humanos. Y lo más escandaloso fue que conectó a Dios con el trabajo humano.

EMANUEL: DIOS CON NOSOTROS

    El sábado nos recuerda en forma regular que Dios quería estar presente con la humanidad desde el mismo comienzo. El mundo no fue hecho en seis días, sino en siete (Gén. 2:2). Por cierto, la actividad creadora material de Dios ocurrió en seis días. Al final de ese tiempo, vio todo lo que había hecho y lo declaró “bueno en gran manera” (Gén. 1:31). Los cielos y la tierra fueron acabados (Gén. 2:1). Sin embargo, el séptimo día Dios terminó su obra –no la tierra y los cielos–, al hacer algo más, algo inmaterial pero vital: un día bendito y santificado (vers. 2, 3). El Mandamiento señala que Dios santificó el día; y lo que hace que algo sea santo es la presencia de Dios. La provisión de descanso del Mandamiento permitía que el día fuese de comunión entre Dios y los seres humanos, comunión que Dios había hecho sin la distracción del trabajo diario.

    Los seres humanos trataron de controlar el mundo mediante sus propios esfuerzos de trabajo, mediante su conocimiento, que creían que era tan bueno como el de Dios; pero, pronto descubrieron que no lo era (Gén. 3:1-7). En ese momento, Dios no los abandonó. Todavía estaba allí, para obrar en favor de ellos y “sacarlos de casa de servidumbre”. El primer acto de Dios para los seres humanos postedénicos fue hacerles ropa duradera, porque las hojas de higuera que ellos habían elegido eran inadecuadas (vers. 21). De modo que el texto muestra que la gente no podía vestirse con éxito, ni tampoco redimirse a sí misma de la esclavitud, sin la ayuda de Dios.

         Algunos, incorrectamente, consideran que la imperfección actual del mundo significa que la obra creadora de Dios todavía no está terminada y que los seres humanos son llamados a terminarla. Se dice que el trabajo humano es una “continuación de la obra creadora de Dios”; que los seres humanos “continúan la obra de Dios al convertir la tierra en el cielo”,[7] y que los seres humanos fueron escogidos para completar la obra de Dios y llevar al mundo a la perfección.[8] Pero el sábado muestra que es Dios quien está obrando por nosotros y con nosotros. Aunque el propósito original del sábado fue indicar la presencia continua de Dios en el mundo perfecto que él había hecho, un monumento hermoso de la actividad creadora de Dios y su deseo de tener comunión con los seres humanos, Deuteronomio nos recuerda que se requería una obra de Dios no solo para crear a los seres humanos, sino también para redimirlos de la esclavitud (del pecado) (Deut. 5:15).

    Si bien la actividad creadora de Dios se presenta como prácticamente sin es‐ fuerzo –Dios simplemente habla para traer al mundo a la existencia–, la obra de redención de la esclavitud se presenta como física y exigente: “Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido” (vers. 15). Dios no se retiró para dejar que la humanidad intente limpiar el mundo de pecado, sino que quiere estar presente, con su mano poderosa y su brazo extendido, para redimir. Además, a Israel se le recordó: “Cuídate de no olvidarte” (similar al Mandamiento del sábado) de que fue Dios quien lo sacó de Egipto; y se le advirtió especialmente que, cuando prosperara en Canaán, no debía atribuir esa prosperidad a su propio poder (Deut. 8:11-19).

    De modo que el Mandamiento del día de reposo en Deuteronomio presenta certezas hermosas de que Dios todavía obra en nuestro favor. En vez de entregarnos el mundo para que lo completemos en su lugar, está presente para apoyarnos en nuestra necesidad de salvación eterna y en nuestro trabajo diario. Y Dios nos recuerda que él, no nosotros, hará nuevas todas las cosas (Apoc. 21:6). La resurrección de Jesús fue un acontecimiento asombroso que demostró a las claras el poder de Dios sobre la muerte. Sin embargo, esta obra triunfante de Dios no puede ser separada de su compromiso de trabajar por todo el orden creado, de crearlo y redimirlo y de, finalmente, hacerlo nuevo. Pensar de otra manera truncaría trágicamente nuestra apreciación de la majestad de la obra creadora y redentora de Dios por nosotros. Los seres humanos no pueden juzgar cuál es la obra más importante de Dios. Él escogió el sábado como monumento de toda su obra en este mundo, y nosotros cuestionamos su elección, bajo nuestra cuenta y riesgo.

EL YUGO DE CRISTO

   Seis días de nuestro trabajo tienen un “y” que los conecta con el sábado, el monumento de Dios que obra incansablemente con y por su pueblo. Dios hizo el sábado no solo para ofrecer descanso al ser humano, sino también para asegurarle que estaba con él, una señal entre él y su pueblo (Eze. 20:20). El ser humano necesita descanso físico; eso es un hecho. Pero Jesús reconoció la necesidad humana de un descanso más profundo, expresado en estas hermosas palabras: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar […] hallaréis descanso”, no solo para el cuerpo sino también “para vuestras almas” (Mat. 11:28, 29).

    Al llevar el yugo de Cristo, reconocemos nuestra incapacidad de lograrlo por nuestra cuenta. No obstante, uncidos a él, podemos regocijarnos en la obra que hace en nosotros y con nosotros. El hecho de que Dios trabaje con nosotros permite que nuestro trabajo sea una bendición. Dios bendijo a la pareja original (Gén.1:28). Después del diluvio, Dios bendijo nuevamente a Noé y su familia (Gén. 9:1). Cuando Dios llamó a Abram, prometió no solo bendecirlo a él: lo más asombroso es que haría de él una bendición (Gén. 12:2).[9]

    Esto parecería una demanda muy onerosa y absurda, a menos que recordemos la promesa encubierta de Jesús: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). Por cierto, sin Jesús no ocurrirá nada pero, unidos a él, el Mandamiento de ser una bendición se puede cumplir.

EL TRABAJO SABÁTICO

    Por eso el sábado es una hermosa celebración del trabajo. Si bien, en primer lugar, se celebra la obra creadora y redentora de Dios en nuestro favor, el sábado también contiene una promesa maravillosa de que la presencia de Dios nos permitirá llevar a cabo nuestro trabajo diario como una bendición. El sábado ennoblece nuestro concepto del trabajo. Mientras el ser humano intenta frenéticamente este y aquel método para salvar el planeta, prolongar la vida y destruir abusos de todo tipo, Dios promete que añadir la adoración de su día de reposo a nuestro pensamiento en el trabajo diario, como un día completamente santificado y dedicado a él, nos permitirá ser de bendición. El Señor del sábado es Dios, el Gran Trabajador. Tenemos el privilegio de estar incluidos en sus planes. “Guardar” el sábado significa más que tener un día de reposo: significa tener en cuenta a Dios en cada aspecto de nuestra vida laboral.

    Por lo tanto, el sábado nos da un patrón con el que medir el valor del trabajo realizado. Dios evaluó su propia obra como una actividad presabática, y declaró que era “bueno en gran manera” (Gén. 1:31-2:3). Todo trabajo humano puede evaluarse a la luz de la bendición del sábado. El criterio es simple: el trabajo ¿fue una bendición? ¿Se realizó con la fuerza de Jesús y bajo su yugo? Si es así, podemos esperar escuchar: “Bien, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25:21, 23), el descanso sabático eterno hecho realidad por la presencia de Dios.

Sobre el autor: Magíster en Ministerio, vive en Auckland, Nueva Zelanda.


Referencias

[1] Citado en Norbert Lohfink, Great Themes From the Old Testament, trad. Ronald Walls (Edinburgh: T&T Clark 1982), pp. 204, 205.

[2] Hesiod, “ ‘Theogony’ and ‘Works and Days’ ”, trad. M. L. West (Nueva York: Oxford University Press, 2008), pp. 38, 39.

[3] Ethelyn Simon, Irene Resnikoff, y Linda Motzkin, The First Hebrew Primer, 3a ed. (Berkeley, CA: EKS Publishing, 2005), p. 255.

[4] Ver un ejemplo de la presentación de la visión opuesta en Lohfink, Great Themes, p. 216.

[5] David J. A. Clines, ed., The Concise Dictionary of Classical Hebrew (Sheffield: Sheffield Phoenix Press, 2009), p. 95.

[6] Jay Patrick Green (p), ed., The Interlinear Bible: Hebrew-Greek-English, ed. 1986, (Peabody, MA: Hendrickson, 1986; reimpresión, 2011), pp. 65, 159.

[7] Lohfink, Great Themes, p. 220.

[8] Papa Juan Pablo II, “Laborem Exercens”, (1981), inciso 25.

[9] El hebreo de este pasaje es una orden, no una promesa: ver Laurence Turner, Genesis (Sheffield: Sheffield Academic Press, 2000), p. 64; y W. Lee Humphries, The Character of God in the Book of Genesis (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2001), p. 83.