La Iglesia Adventista y el desafío de la multiplicación de los métodos hermenéuticos

Mucha gente lee la Biblia, pero no todos la reconocen como la Palabra de Dios autorizada e incuestionable. La historia muestra que siempre ha habido quienes la ven como un texto común, fantasioso, contradictorio, o como la palabra de una deidad que comunica su mensaje en un lenguaje alegórico, figurativo y oscuro.[1] Las formas en que se lee e interpreta el texto bíblico se han diversificado mucho, y esto se ha incrementado con el tiempo,[2] como resultado de la multiplicación de presuposiciones y métodos hermenéuticos.

Como señalan varios autores, estos cambios se deben al surgimiento de la Ilustración, el racionalismo, el secularismo, el naturalismo ateo, los avances en las ciencias humanas y la filosofía, siendo esta última la de mayor impacto en la hermenéutica bíblica.[3] Friedrich Schleiermacher, Wilhelm Dilthey, Martin Heidegger , Hans Georg Gadamer, Paul Ricoeur, Jacques Derrida, entre otros, originaron formas de interpretación de la Biblia que produjeron un cristianismo sin valores y cada vez más polarizado en su teología. Como ejemplo, se puede citar la Teología de la Liberación, ecuménica, queer, feminista, política, antropológica, socialista, moral, dogmática, mística, entre muchas otras.

Este pluralismo de enfoques y métodos hermenéuticos es apreciado por algunos y despreciado por otros. Sin embargo, antes de emitir un juicio, el estudioso de la Biblia debe responder a la siguiente pregunta: “¿Sé lo que estoy juzgando?” El problema no es juzgar, sino hacerlo sin el conocimiento necesario de lo que se está evaluando. Por otro lado, no juzgar el método o la estrategia que se está usando para interpretar el texto bíblico es aún más peligroso, pues sin querer se podría aún atentar contra la integridad, la autoridad y la pertinencia de la Santa Palabra de Dios.

Asimilación hermenéutica

Es importante aclarar que, normalmente, lo que se juzga en el proceso de interpretación bíblica no es la metodología, sino las conclusiones. Mark Allan Powell, refiriéndose únicamente a los estudios que se hacen en el Nuevo Testamento, mencionó doce posibles métodos o enfoques que el exégeta puede utilizar consciente o inconscientemente en su actividad académica.[4] Si a estas se suman otras metodologías aplicadas al Antiguo Testamento y las menos conocidas, la variedad de métodos y supuestos se vuelve difícil de numerar.

En consecuencia, uno de los mayores peligros a los que se enfrenta el estudioso de la Biblia es asimilar conclusiones que parecen correctas, sin una evaluación previa del método y las presuposiciones que acompañaron su desarrollo, pudiendo ser engañados y confundidos. Además, es importante tener en cuenta que es posible utilizar algún método de estudio de la Biblia sin saberlo, lo que podría llamarse uso metodológico de segunda mano.

El riesgo de asimilar conclusiones sin evaluar supuestos y metodologías no se limita a cierto tipo de conclusiones, ya que incluso los estudios semánticos dependen de sus metodologías y supuestos. Un ejemplo de esto podría ser el significado que se le da a la palabra hebrea bābel, que se ha interpretado como “confusión”, “puerta de Dios”, “Dios Padre” e incluso la unión de todos ellos.

Solo para ilustrar lo que se dijo, Jacques Derrida, considerado el padre de la deconstrucción, concluyó que bābel significa “Dios el Padre”. El deconstruccionismo utiliza herramientas lingüísticas y filosóficas, como el estudio en profundidad del hebreo y el desarrollo del pensamiento humano, para llegar a sus conclusiones. Sus presupuestos son (1) la relatividad del bien y el mal; (2) la inexistencia de Dios; (3) el fin del cristianismo actual; (4) la escritura ilumina y oculta; (5) el desafío del logocentrismo; y (6) la primacía del ser humano en el Universo.[5] Así, el deconstruccionismo ve a la Biblia como un texto de alto valor literario y profunda sabiduría, pero que no debe presumir de superioridad sobre otros, ya que su interpretación está abierta a nuevas posibilidades, que pueden diferir o contradecir las anteriores.

Dadas estas suposiciones, es difícil para un pastor adventista aceptar el significado propuesto por Derrida de bābel. Pero otra afirmación menos problemática, como “la fe es un acto no certificado”, podría no despertar escepticismo si no se supiera que surge como resultado de la misma metodología y presuposiciones deconstructivistas.

Considerando esta compleja realidad hermenéutica, el pastor, el teólogo y el exégeta adventista debe ser consciente de tres cuestiones: (1) no todas las propuestas y conclusiones alcanzadas por un trabajo de investigación, por bíblico que parezca, deben asimilarse sin una evaluación previa de los métodos y las presuposiciones sobre los que se construyó; (2) es necesario conocer, tanto como sea posible, los métodos usados para realizar un determinado estudio bíblico o religioso; y (3) antes de utilizar un método determinado en la investigación bíblica y religiosa, el intérprete debe conocerlo bien y estar consciente de las presuposiciones que lo acompañan.

Tarea hermenéutica

El gran desafío para el adventismo es cumplir con éxito su tarea hermenéutica, y de acuerdo con la voluntad de Dios. Para ello, el mayor problema es la distancia que algunos adventistas han mantenido de los presupuestos de fe provistos por la revelación escrita, para adoptar métodos y presuposiciones críticos, científicos, evolutivos, sociales o políticos, entre otros. Esto ha llevado al pluralismo teológico[6] y al cuestionamiento de las creencias adventistas, obra que podría esperarse de los críticos externos, pero que lamentablemente es la ocupación de una crítica interna más recalcitrante que la externa.

Esto muestra que el adventismo no solo enfrenta el método histórico-crítico y sus presupuestos, sino una plétora de nuevas hermenéuticas[7] que se está introduciendo en su seno casi imperceptiblemente. Otro problema directamente relacionado con la hermenéutica adventista gira en torno a la comprensión de la revelación y la inspiración, un tema que también divide al adventismo en muchos sectores y es fundamental para la interpretación bíblica.[8]

Aunque la hermenéutica adventista ha enfrentado desafíos en todos los períodos de su historia, en los últimos años se ha intensificado. Lecturas ecuménicas, cristológicas, canónicas, retóricas, posmodernas o subjetivas, representan un gran desafío para la teología adventista.[9] Además, los teólogos de la iglesia no han definido un método específico para abordar el texto bíblico,[10] por lo que los resultados en términos de interpretación se vuelven diversos. El crecimiento de la iglesia es también un desafío para la hermenéutica adventista,[11] ya que el ingreso masivo de personas con formación universitaria secular, sin madurez doctrinal, favorece la proliferación de diversas metodologías hermenéuticas que, con el tiempo, se van poniendo en práctica.[12]

Frank Hasel señala que la Biblia no debe estar sujeta al estándar de la razón humana, y mucho menos a la crítica, ya que esto podría producir otro adventismo.[13]

Lo cierto es que para el adventismo no parece haber un método de interpretación perfecto, pero hay métodos mejores y más respetuosos que, bien utilizados, conducen a una mejor comprensión del texto bíblico.[14] Por tanto, la evaluación de los métodos más respetuosos, al igual que de las herramientas hermenéuticas que proporcionan, es una tarea imperativa que debe realizarse. Solo entonces la Iglesia Adventista puede estar segura de que su comprensión de la Biblia no está guiada por la filosofía del momento.

Propuesta hermenéutica

El adventismo, debido a su visión particular de la Biblia y las acciones de Dios en el mundo, solo puede valorar un método o estrategia interpretativa que considere o incluya diversos factores. Este método debe valorar a la comunidad, sin ignorar, sin embargo, que la persona inspirada es la que habla a la comunidad, no la comunidad “inspirada” que habla a la gente. También debe admitir que Dios inspiró la Biblia y los escritos de Elena de White y analizar el contexto del lector, sin convertirlo en el factor hermenéutico decisivo a la hora de interpretar las Escrituras.

También debe considerar su contexto literario e histórico, su retórica, su gramática, su veracidad, su estatus canónico y su autoría divino-humana. Por otro lado, conviene también favorecer una lectura bíblica basada en la fe, con la firme convicción de que es posible conocer el significado que tuvo el texto para el autor y sus primeros lectores.

Al mismo tiempo, este método debe aceptar que Dios se comunica de manera proposicional e interviene en la historia produciendo eventos naturales y sobrenaturales. Además, debe considerar sus temas centrales en una relación armónica y colaborativa, sin convertir a ninguno de ellos en juez hermenéutico de los demás, promoviendo así una lectura de la Biblia sinfónica más que monofónica.

Este método también debe tomar las Escrituras como un todo, y a Cristo como su personaje central, mientras se aleja de hacer una crítica cristológica de la Biblia, para evitar crear un canon dentro del canon. Asimismo, debe promover una lectura intrabíblica, que compare un texto con otro dentro del canon, con discernimiento, prudencia e imparcialidad.

Finalmente, este método, que aún no existe, debe considerar que el propósito de la Biblia no es satisfacer curiosidades intelectuales, que no fue dada para especialistas, que comunica la obra y la voluntad de Dios, que transforma al ser humano, y que su comprensión es una obra sobrenatural, y no el resultado del esfuerzo humano.[15] Debido a ello, se propone aquí que la práctica interpretativa correcta del texto bíblico o el método tan buscado podría depender más de un patrón espiral y no tanto de una metodología específica.

Este patrón comienza con Dios como Maestro y la Biblia como libro de texto. Leer la Biblia o escucharla es el primer gran paso, reconociendo la iniciativa de comunicación por parte de Dios. La segunda etapa, el estudio, consiste en utilizar varios métodos hermenéuticos, tan simples como el estudio sistemático de la lección de Escuela Sabática, o complejos como la aplicación de principios semióticos, retóricos o intertextuales al texto bíblico. Este es el cuadrante en el que hay mayor participación humana y que podría eliminar por completo la participación divina, realidad ampliamente demostrada en contextos académicos. El siguiente cuadrante, que corresponde a la comprensión, depende de Dios en su totalidad,[16] porque quien ignoró a Dios en la fase de estudio nunca podrá entender el texto bíblico. En el último cuadrante, vuelve a prevalecer la acción humana, pues lo que se entiende debe ser enseñado y practicado, y para que esto se convierta en realidad, se debe utilizar la voluntad humana. Aquí es necesario aclarar que, si el proceso no llega a este cuadrante, el divino Maestro no dará la siguiente clase, que es más amplia y profunda.

Por tanto, aunque los métodos pueden ayudar a comprender el texto bíblico, de hecho, la interpretación correcta no está ligada a la sofisticación del método, sino a la intervención divina y la voluntad humana de enseñar y practicar lo que Dios ha mostrado.

La interpretación bíblica es imposible, desafiante y poco inspiradora si se lleva a cabo sin la presencia del gran Autor del texto sagrado. Su presencia lo cambia todo, porque “a medida que estudiemos la Palabra de Dios [bajo su guía], nuestras mentes serán agudizadas, y ampliada nuestra comprensión. Los que estudian y asimilan esta Palabra, haciéndola parte de todo su accionar y atributo de carácter, se fortalecen en el poder de Dios. Esto da vigor al alma, haciendo perfecta la experiencia [hermenéutica], y trayendo un gozo que permanece para siempre”.[17] El adventismo puede avanzar con confianza, con clara consciencia de que el desafío hermenéutico que hoy enfrenta es solo una motivación para depender más de quien transforma los desafíos en victorias.

Sobre el autor: director de la Escuela de Teología de la Universidad Peruana Unión.


Referencias

[1] Justo L. González, Historia del pensamiento cristiano (Barcelona: Clie, 2010), pp. 41-968.

[2] Kathryn Greene-McCreight, “Interpretation, History of”, en Dictionary for Theological Interpretation of the Bible, Kevin J. Vanhoozer et al. (orgs.) (Londres; Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2005), p. 331.

[3] Colin Brown, Christianity & Western Thought (Nashville, TN: Broadman & Holman, 1990), pp. 19-336.

[4] Powell hace referencia a: 1) El criticismo textual; 2) Aproximación arqueológica; 3) Criticismo científico social; 4) Criticismo histórico; 5) Criticismo de las fuentes; 6) Criticismo de las formas; 7) Criticismo de la redacción; 8) Criticismo narrativo; 9) Criticismo retórico; 10) Estética de la recepción; 11) Criticismo ideológico; 12) Aproximación desconstructiva. Mark Allan Powell, “How Do Biblical Scholars Study the New Testament?”, Bible Odyssey, https://www. bibleodyssey.org:443/en/tools/bible-basics/howdo- biblical-scholars-study-the-new-testament, consultado: 3 de mayo 2021.

[5] Benjamin Rojas Yauri, “Presuposiciones del acercamiento desconstruccionista derridiano y su influencia en la aproximación al texto bíblico” (Tesis de Maestría, Universidad Peruana Unión, 2012).

[6] Kenneth Wood, “The Mother of us All: Mainstream Adventist”, Adventist Today, t. 2, Nº 1, 1994, pp. 4, 5.

[7] Gerhard Hasel, La Interpretación de la Biblia (Buenos Aires: ACES, 1986), p. 92.

[8] Fernando Canale, “Revelación e inspiración”, en Entender las Sagradas Escrituras: El enfoque adventista, George W. Reid (org.) (Buenos Aires: ACES, 2009), p. 87.

[9] Alberto R. Timm, “Las Escrituras y la experiencia”, Ministerio Adventista, sep-oct 2009, p. 31.

[10] Richard M. Davidson, “Interpretación bíblica”, en Tratado de Teología Adventista del Séptimo Día (Buenos Aires: ACES, 2009), p. 108.

[11] Samuel Koranteng-Pipim, Recibiendo la Palabra: ¿Cómo afectan a nuestra fe los nuevos enfoques bíblicos? (Buenos Aires: ACES, 1997), pp. 18, 19.

[12] Ángel Manuel Rodríguez, “Polarización teológica: causas y tendencias”, Ministerio Adventista, sep-oct, 2011, p. 13-19.

[13] Frank M. Hasel, “Recent Trends in Methods of Biblical Interpretation”, en Biblical Hermeneutics (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 2020), p. 461.

[14] S. Teófilo Correa, “Intertextualidad y exégesis Intrabíblica: ¿Dos caras de la misma moneda? Breve análisis de las presuposiciones metodológicas”, DavarLogos, t. 5, Nº 1, 2006, p. 11.

[15] En 1906, Elena de White publicó 21 artículos en la Signs of the Times sobre el tema, y mucho de lo que sugiero aquí refleja el estudio de estos documentos, así como de otras publicaciones adventistas.

[16] En el artículo publicado el 4 de abril de 1906 en Signs of the Times, Elena de White afirma que en el caso de los discípulos fue el Gran Maestro resucitado quien abrió el entendimiento, produciendo así la comprensión de aquello que hubiese sido de otra forma incomprensible para ellos.

[17] Elena de White, “The Incarnate Word”, Signs of the Times, 4/4/1906, p. 8.