Por medio de estas líneas queremos expresar al pastor N. R. Dower nuestra cordial y calurosa bienvenida como Secretario de la Asociación Ministerial de la Asociación General. Los obreros ministeriales de las Divisiones Interamericana y Sudamericana le desean las más ricas bendiciones que el Espíritu Santo inunde su corazón al emprender la dirección de tan importante sección de la obra de Dios.

El pastor Dower comenzó su trabajo como pastor-evangelista y después de 10 años de fructífera labor fue llamado como presidente de la Asociación de México y más tarde, con el mismo cargo, a las Asociaciones de Texas y Washington. Durante su ministerio se ha preocupado especialmente en ayudar a los ministros a ser más eficientes y a resolver sus problemas. Mientras ejercía la presidencia de los campos mencionados, tuvo siempre especial interés en la obra evangélica, conduciendo él mismo, cada año, ciclos de conferencias. Tiene la profunda convicción de que el ministro debe ser un hombre agresivo en la ganancia de almas y que éste debe ser el primer trabajo y la vocación suprema de todo hombre que ha sido consagrado al ministerio. Nos sentimos muy felices de tenerlo al frente del rebaño de pastores.

Al volver la vista a la asamblea ministerial realizada en Detroit, bajo la sabia y entusiasta dirección del pastor Roy Allan Anderson, nuestros pensamientos van hacia la mejor asamblea a la que hayamos tenido el privilegio de asistir. Tanto el pastor Anderson como los demás colegas que tuvieron a su cargo este concilio ministerial, hicieron mucho hincapié en la urgente necesidad del derramamiento del Espíritu Santo, como único camino para la terminación de la obra. Se notó la premura en este sentido y la urgencia de un ministerio libre de pecado e incompatible con los negocios de la vida secular, para que sus miembros puedan de esa manera ser canales limpios por los cuales fluyan a raudales las bendiciones de Dios.

Esta asamblea no dedicó tanto tiempo a los métodos y formas de trabajo, como al estudio de la Palabra de Dios, la oración y los servicios de consagración. Se enfatizó también que nuestra mayor necesidad, como ministros, es una entrega plena a los propósitos de Dios.

Nuestros corazones se sintieron conmovidos muchas veces ante los fervientes llamados de consagración, y en el silencio de la meditación, repetidas veces resolvimos ser más fieles a Dios y dedicar todas nuestras energías a la predicación de su Palabra.

Mediante este número de EL MINISTERIO ADVENTISTA y otros sucesivos, queremos hacer llegar a nuestros compañeros de labor el espíritu magnífico de consagración que predominó en esas reuniones, esperando que pueda llenar también el corazón de todo creyente en la segunda venida de Cristo.

La sierva de Dios nos exhorta a estudiar más acerca del Espíritu Santo y su obra, a orar pidiendo el derramamiento de la lluvia tardía, a conversar unos con otros acerca de esta gran esperanza, que terminará la obra de Dios. Nos insta igualmente a predicar muchas veces en nuestras iglesias acerca del Espíritu Santo, su naturaleza, su obra y la preparación que nos corresponde hacer para recibirlo en nuestro corazón. Quiera el Cielo ayudarnos para que esto sea una pronta realidad y podamos ver con alegría a miles de almas bautizadas, preparándose para entrar en las mansiones eternas.

Fue un momento sumamente emotivo cuando en la última noche el pastor Roy Allan Anderson, este veterano que había prestado 47 años de servicio fiel y exitoso a Dios, anunció que había solicitado su jubilación. Se pronunciaron muchas palabras de aprecio, y lágrimas de gratitud corrieron por las mejillas de muchos cuando presentó su último mensaje a los ministros allí reunidos, instándolos a seguir firmes en la tarea de salvar almas. El pastor Anderson terminó sus declaraciones manifestando que ahora al jubilarse no se dedicaría a ninguna otra actividad, sino que deseaba morir predicando, detrás de un púlpito. ¡Qué ejemplo digno de todo pastor! Quiera el Señor bendecir a este fiel siervo de Dios y agradecemos al Señor por haberlo tenido por tantos años como nuestro “jefe” en el ministerio adventista. Hagamos frente al desafío de recibir la unción del Espíritu Santo y apresuremos el paso para terminar la obra que nos ha sido confiada.