Líderes que desarrollan habilidades extraordinarias en personas comunes.

Generalmente, somos atraídos por personalidades caracterizadas por grandes realizaciones, que dejaron marcas cargadas de emociones, dramas, luchas y victorias. Sin embargo, hay también personas que son recordadas por su atención y su compromiso en desarrollar a otras personas. Entre tantos personajes de la Biblia, quiero destacar a Bernabé, un hombre que cuidaba de la gente.

Bernabé es mencionado por primera vez en Hechos 4:36 y 37, cuando hizo una donación significativa para la iglesia, que crecía repleta de desafíos y necesidades. Un detalle que llama la atención en esta historia es el hecho de que su nombre fuera cambiado por los apóstoles de José a Bernabé, que significa “El que da ánimo”. Ese cambio puede provocar algunas preguntas: ¿Qué características tenía Bernabé para que fuese llamado de esa manera? ¿A quién daba ánimo? ¿De qué manera lo hacía? Sin duda, su experiencia al discipular a Pablo ayuda a responder a esas preguntas. En ese contexto, podemos destacar cuatro principios que deberíamos tener en cuenta para dar ánimo.

Aceptación: “Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús” (Hech. 9:27). Había mucha resistencia en relación con la conversión de Pablo. Sobre él reposaban acusaciones y mucha desconfianza; sin embargo, Bernabé creyó en él y lo aceptó. Con convicción, presentó al nuevo converso a las autoridades de la iglesia, asumiendo de esa manera total responsabilidad sobre su conducta. Esto ilustra una importante lección: a pesar de los antecedentes históricos de la persona, debemos esforzarnos por aceptarla y verla como Cristo la ve, aunque sus frutos todavía no hayan aparecido.

Compromiso: “Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente” (Hech. 11:25, 26). Nota los verbos: buscar, hallar [encontrar], traer. Pablo ya había sido aceptado, pero eso no era suficiente para Bernabé. ¡Quería más que eso! Quería verlo crecer, y por eso fue a buscarlo y lo comprometió en la obra misionera en Antioquía. Involucrar no es solamente dar una oportunidad, sino estar juntos en el servicio, en el desarrollo de los dones y en el perfeccionamiento del carácter.

Promoción: “Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo les hablasen de estas cosas” (Hech. 13:42). A partir de ese punto, el orden de aparición en el texto no será más Bernabé y Pablo sino Pablo y Bernabé. Eso significa que Pablo se transformó en el nombre principal y asumió el liderazgo en el trabajo. Invertir en alguien al punto de transformar su campo de acción en mayor que el propio, y verlo actuar en una posición más elevada que la de uno mismo, es algo profundamente noble. Esa era la intención de Bernabé; y era eso lo que le proporcionaba realización.

Ejemplo: “Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos; pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra” (Hech. 15:37, 38). Por alguna razón, Juan Marcos desistió de acompañarlos a Panfilia, y Pablo no vio esa actitud con buenos ojos. Por eso, cerró la puerta al joven pues, desde el punto de vista del apóstol, no se mostraba confiable. Sin embargo, Bernabé defendió a Marcos y luchó por él, a punto tal que terminó su trabajo en conjunto con Pablo. Bernabé podría haber dicho a Pablo algo así como: “¿Te olvidas de que yo luché por ti cuando nadie te quería cerca?” O, tal vez, una frase como esta: “¿Recuerdas que cuando todos te rotulaban yo creí en ti?” Pero la Biblia no deja ni imaginar comentarios en ese tono.

Posteriormente, Pablo se arrepintió de su actitud, y consideró a Marcos útil para su ministerio (2 Tim. 4:9-11). Sin duda, el ejemplo de Bernabé le habló al corazón en algún momento posterior de su ministerio.

Como líderes cristianos, no podemos limitar el éxito de nuestro trabajo al volumen de actividades que realizamos ni a los resultados que obtenemos; aunque eso tenga su lugar. Antes que todo, necesitamos dedicarnos al desarrollo de personas, a dar ánimo a aquellos que necesitan de nuestro hombro, nuestra atención y nuestro apoyo para vivir a la altura del llamado que recibieron de Dios. Abraham Lincoln afirmó: “La mayor habilidad de un líder es desarrollar habilidades extraordinarias en personas comunes”.

Haz de esa frase una práctica. ¡Sé un Bernabé!

Sobre el autor: Secretario ministerial asociado para la Iglesia Adventista en Sudamérica.