Desafíos y lecciones de un líder en la historia del adventismo.

Renato Stencel:  Director del Centro de Investigaciones White, Rep. del Brasil.

     Ludwig Richard Conradi fue, sin duda, el líder más destacado e influyente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en el territorio europeo entre 1890 y 1930. Asumió la conducción de la iglesia en una etapa embrionaria, y desarrolló una estructura organizativa capaz de mantener un sostén propio y, además, dar apoyo para el comienzo de la iglesia en muchos otros países; incluso en el Brasil.

     Al comienzo, como mentor de este extraordinario progreso, Conradi se había ganado la confianza de sus subordinados y la simpatía del liderazgo mundial de la iglesia. También, era un dedicado estudioso de las cuestiones doctrinales. Por otro lado, con el paso del tiempo, él comenzó a distanciarse de las interpretaciones adventistas y dejó de creer en el don profético de Elena de White. Finalmente, una serie de insubordinaciones administrativas hacia el liderazgo mundial de la Iglesia Adventista hizo que Conradi se amargara y apostatara de la fe. Decepcionado, Conradi usó toda su influencia a fin de combatir la comprensión acerca de la doctrina del Santuario y criticar al Espíritu de Profecía.

     De esta forma, podemos indagar cuán amplia puede ser la influencia de un líder para el destino de la iglesia. ¿De qué manera este notable personaje de la Iglesia Adventista pudo abandonar su carrera ministerial, luego de haber dedicado toda una vida de servicios?

UN MINISTRO CAPAZ

     L. R. Conradi nació en 1856, en la ciudad de Karlsruhe, Rep. de Alemania. Provenía de un tradicional hogar católico, y su empeño y avidez por el aprendizaje de las lenguas cautivaron la atención del clero de su escuela. Conradi ciertamente habría sido un sacerdote católico, si no hubiese perdido inesperadamente a su padre, quedando así imposibilitado de costear los estudios. Insatisfecho y desamparado, Conradi emigró a los Estados Unidos cuando todavía era un adolescente de 17 años. Al llegar allí, pasó seis años tratando de encontrar empleo en diversas ciudades, hasta que, al trabajar en una hacienda en el Estado de Iowa, conoció el mensaje adventista.

     Confrontado con la observancia del sábado, Conradi escribió a un antiguo condiscípulo de su escuela, que en esa época era obispo de Providence, Rhode Island, Nueva York. Mientras tanto, su convicción acerca del sábado se volvió todavía más fuerte.

     De una vida sin perspectivas, Conradi pasó a tener un objetivo. Reuniendo sus escasos recursos y contando con el apoyo de la iglesia local, fue al Battle Creek College. Como alumno con carencias, al mismo tiempo que estudiaba, necesitaba trabajar como tipógrafo; incluso así, pudo concluir su carrera en un tercio del tiempo estimado. Jaime White, en la época en que presidiera la Asociación General, invitó al dedicado estudiante para que fuese su secretario personal; pero Conradi deseaba actuar de forma más directa en la predicación del mensaje. El Pr. White, respetando su decisión, le entregó algunas cartas de Elena de White, incentivándolo así en la búsqueda de su sueño misionero. Conradi comenzó a trabajar entre inmigrantes alemanes en los Estados Unidos, y en cinco años se habían organizado varias iglesias; más de setecientas personas habían sido convertidas como resultado directo de su trabajo.[1]

     En 1883, mientras Conradi trabajaba con dedicación en los Estados Unidos, la Iglesia Adventista perdía a su gran líder J. N. Andrews, dejando el territorio europeo sin liderazgo y careciendo de alguien capaz de dominar diferentes lenguas y adaptarse a las barreras culturales. De esta manera, en 1886, la Asociación General votó enviar a Conradi, exitoso evangelista que, por su origen, era capaz de adaptarse a las exigencias de ese campo misionero.

DESAFÍOS EN EUROPA

     Cuando Conradi llegó a Europa, atendió el pedido de un vendedor itinerante de Biblias para que visitase interesados en Rusia. Dado que el país todavía no había recibido la visita de algún pastor, Conradi viajó con él a Crimea, actuando libremente hasta que el bautismo de cuarenta personas y la organización de una iglesia despertaron la oposición de las autoridades locales. Durante cuarenta días, los dos hombres quedaron encarcelados, hasta que el embajador estadounidense, un ex paciente de Battle Creek, intercedió por ellos.

     Conradi pasó entonces a trabajar en Alemania, que en esa época poseía solo algunas decenas de adventistas. “En unos cinco años, se habían organizado un instituto de entrenamiento para colportores y obreros bíblicos, una misión urbana y un complejo de publicaciones en Hamburgo […]”.[2] En 1890, los campos alemanes y rusos se unieron bajo su liderazgo. Conradi entendió que el colportaje era la estrategia perfecta para alcanzar la variedad de lenguas existentes en Europa, para actuar donde muchas veces la libertad religiosa estaba restringida.[3]

     Después, la iglesia en Alemania pasó a autosustentarse financieramente, y a financiar obreros para algunos campos misioneros. Su primer representante fue a la Rep. del Brasil en 1895.[4] En esa época, Conradi acopiaba una serie de funciones: bautizaba y organizaba iglesias, traducía libros y administraba el campo ruso-alemán.[5] Conradi siempre mantuvo un elevado ritmo de actividades, y sentía que dormía lo suficiente con tan solo tres o cuatro horas por noche.[6] Cerca del año 1900, la organización de la iglesia en Alemania estaba bien estructurada y daba apoyo a varios campos misioneros, enviando obreros y recursos. Con una comunidad activa de solo cuatro mil miembros bautizados, Conradi entendió que el predominio de Alemania sobre sus colonias africanas no podía ser desperdiciado. Luego de sortear las dificultades burocráticas y establecer vínculos con funcionarios de altas esferas del Gobierno, Conradi consiguió que la iglesia obtuviera apoyo y libre acción en los territorios bajo la colonización alemana.[7]

UN CAMBIO BRUSCO

     En 1886, cuando Conradi fue enviado al continente europeo, se dirigió inicialmente a Suiza, donde se encontró con Elena de White. Conradi la acompañó en algunos viajes, y actuó como su traductor en varias ocasiones. Algunos meses después, Conradi y Perk fueron encarcelados en Crimea y ella le envió una carta reconfortante, que decía: “Querido hermano […]. Podemos ver ahora más claramente algunas de las dificultades que existen en el camino de los que quieren obedecer a Dios. […] Tenga ánimo y recuerde que Dios es el supremo Gobernante. […] Cuidaremos de su esposa y de su hijo de manera especial. […] No lo olvidaremos, y presentaremos su caso en el más elevado tribunal”.[8]

     Algunos años después del inicio del trabajo en Europa, Conradi confesó por carta a Elena de White: “Si bien mi deseo siempre fue trabajar por la unión, no siempre tenía el sentimiento correcto hacia alguna persona”.[9] Conradi conoció el mensaje adventista en Iowa, donde algunos años después de su bautismo se suscitó un movimiento disidente en contra del liderazgo de Jaime White, rechazando también el ministerio profético de Elena de White.[10] Cuando Conradi se convirtió, el tema todavía era evitado, y eso despertó preconceptos antes incluso de que él conociera al matrimonio White.[11]Si bien era una mujer dispuesta, Elena de White escapaba al concepto de una buena housfrau [ama de casa] alemana, una figura sujeta a su marido y limitada a las tareas domésticas. Para Conradi, era difícil tolerar el que una mujer participara de las reuniones de la iglesia, influyendo sobre decisiones administrativas y hasta, a veces, reprendiendo a los líderes.[12]

     En 1888, cuando Conradi concurrió al Congreso de la Asociación General, se opuso a las exposiciones de Waggoner y de Jones acerca del tema de la justificación por la fe, al punto de que fue considerado como uno de sus críticos más ácidos. Algunos llegaron a decir que Elena de White ya estaba muy viejita y se dejaba influir por los dos jóvenes. Conradi formaba parte de ese grupo.[13]

     Cerca de tres años después, Conradi pidió perdón a Elena de White y confesó que en aquella época, en Minneápolis, estaba pasando por una profunda crisis espiritual. Él le escribió, diciendo: “Esperaba ser ayudado, pero la reunión en Minneápolis solo añadió oscuridad. Sus palabras probaron ser verdaderas en mi caso. Intenté superarlo a través del trabajo, algo que a veces ayudó […] pero la oscuridad permaneció”. Así, terminó la carta afirmando: “Puedo ahora apreciar sus amonestaciones del pasado y ver luz donde antes había tinieblas”.[14]

     Años después, Elena de White le envió una carta desde Australia con advertencias personales, reprendiéndolo por un pecado cometido, que causara la pérdida de sus funciones administrativas. Él dejó Alemania, y se resignó a apoyar algunos campos misioneros.[15] En 1897, mientras viajaba por Rusia, Conradi escribió una carta a Elena de White afirmando estar agradecido a “Cristo, que probó ser un amigo fiel y mi Sumo Sacerdote. […] No quiero arruinar su trabajo [el trabajo de Dios] por causa del pasado […]. Estaré satisfecho si usted tuviera alguna luz o exhortación y consejo”.[16]

     A pesar de las disculpas y de la disposición a recibir nuevos consejos, Conradi pasó a dudar de algunas citas del libro Primeros escritos que no armonizaban con el entendimiento que él había desarrollado para el término “diario” de Daniel 8:12, y a entender que los tres mensajes angélicos fueron proclamados primeramente por Lutero; algo que le quitaba importancia al movimiento millerita y al origen del movimiento adventista. Al comienzo, él comenzó a imaginar que había diferentes niveles de inspiración y que no todo lo que Elena de White escribía necesitaba ser considerado como verdaderamente inspirado. Esa concepción peligrosa, con el tiempo, lo llevó a considerar que poco de lo que ella había escrito era, en realidad, inspirado; y luego, llegó a la conclusión de que no era una profeta verdadera.

    Hasta ese momento, Conradi había sido responsable solamente por el campo alemán y ruso, donde el adventismo se había desarrollado extensamente, de forma que su liderazgo era muy estimado por el resto de las autoridades eclesiásticas en el ámbito mundial. En 1901, fue electo presidente de la División Europea, y en 1903 agregó la función de vicepresidente de la Asociación General.[17]

    Hasta ese momento, nadie había notado o evaluado los desvíos teológicos que Conradi venía promoviendo. Además, todo indica que sus opiniones no eran percibidas por los líderes de la Asociación General, localizada en los Estados Unidos. Traicioneramente, Conradi pasó a diseminar sus ideas y a minimizar el trabajo de Elena de White, en un intento por “salvar”[18] a la iglesia de su influencia.

     En 1914, su oposición ya se había vuelto más firme y abierta: “Las chapas [para la impresión del libro] Los hechos de los apóstoles llegaron, pero me sentí desanimado cuando vi que la Sra. Elena de White lo había escrito. […] Europa tiene una gran aversión a los escritos religiosos y teológicos de mujeres”.[19] Además de la creciente disonancia doctrinal, comenzaron a surgir disensiones entre Conradi y el liderazgo mundial de la iglesia; situación que minó fatalmente su fe adventista.

APARTAMIENTO DE LA IGLESIA

     Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914, la Iglesia Adventista en Alemania fue tomada por sorpresa, y no poseía mucha orientación respecto de cómo proceder con el tema de la portación de armas y la observancia del sábado. La comunicación con la sede estadounidense se hizo difícil. Asumiendo una sorprendente autonomía en relación con el resto de la iglesia mundial, los líderes de la iglesia en Alemania informaron oficialmente al Estado Alemán que los adventistas portarían armas y prestarían servicios militares los sábados.[20] Después de la guerra, una delegación de la Asociación General se dirigió a Alemania, con el objetivo de resolver los equívocos. Buena parte de los dirigentes reconoció sus actitudes precipitadas, pero Conradi continuó obstinadamente diciendo haber tomado la decisión correcta, de acuerdo con las exigencias de las circunstancias.[21] En 1922, luego de ser presidente de la División Europea durante 22 años, no fue reelecto, y el Pr. L. H. Christhian fue colocado en su lugar. Profundamente ofendido por el cambio, Conradi declaró: “Esto es más de lo que puedo soportar. Esto no se le hace a un pionero maduro, que construyó todo por sus propios esfuerzos; y ahora se le da todo a un joven, un muchacho sin experiencia […]”.[22]

     Durante los siguientes años, Conradi comenzó a escribir libros que atacaban la doctrina del Santuario, que buscaban desarrollar una identidad, para la iglesia europea, independiente de los Estados Unidos y del resto de la iglesia mundial. En 1931, los líderes de Europa y de la Asociación General buscaban reconciliarse con el disgustado pionero y convencerlo de desistir de sus ideas. Pero, él se mostró inflexible. Mientras tanto, su credencial fue mantenida, bajo el pacto de que él no atacaría más las doctrinas ni el liderazgo adventista.[23]

     Mientras tanto, poco tiempo después, Conradi no mantuvo su palabra y se convirtió en pastor de la Iglesia Bautista del Séptimo Día, llegando a reclutar miembros enojados con la Iglesia Adventista. En total, organizó en Alemania 27 iglesias bautistas y reunió cerca de 500 miembros.[24] Conradi murió algunos años después, en1939, a los 83 años. Un poco antes de morir, terminó de escribir un libro en el que atacaba a Joseph Bates, Guillermo Miller, al matrimonio White y a otros pioneros. Su hijo, un notable médico, continuó siendo adventista, destacándose por el sostenimiento del Sanatorio de Zehlendorf, Berlín, durante la Segunda Guerra Mundial.[25]

UN TRISTE LEGADO

     Construyendo un paralelo histórico, se puede afirmar que Conradi representó, para la iglesia en Europa, lo que el Dr. John H. Kellog significó para la iglesia en los Estados Unidos.[26] Por otro lado, las consecuencias causadas por él fueron más duraderas y más catastróficas. “Si bien en las apariencias todo parecía funcionar bien, estaban en operación influencias sutiles que, posteriormente, afectaron de manera negativa a la iglesia […] durante muchos años”.[27] Conradi era un líder con mucha capacidad, y poseía una oratoria fascinante y era muy carismático. No obstante, la convivencia bajo su liderazgo era, más bien, complicada. Alfred Vaucher relató que, como joven pastor, nunca le gustaba encontrarse con Conradi, pues su saludo habitual era: “¿Cuántas almas?” La actitud de las personas se polarizaba entre la admiración y la aversión hacia él.[28] Lo seguían sin cuestionar o lo ignoraban.[29] “Conradi era visto como una personalidad patriarcal y, luego de que él hablaba, no había más que declarar”.[30]

     Además de su influencia administrativa como presidente de la División Europea durante 22 años seguidos, Conradi era también un hábil y prolífico escritor, con decenas de libros y otros materiales publicados. En total, la circulación de sus materiales es estimada entre los 12 y los 15 millones de unidades.[31] Solo su comentario sobre Daniel y Apocalipsis fuere impreso cuarenta veces, ¡con un total de casi 4 millones de ejemplares![32]

     También, dejó un fuerte rastro legalista por donde su actuación fuera ejercida. La experiencia individual de los líderes que aceptaron el mensaje de la justificación por la fe en Minneapolis trajo, como resultado, la recuperación de un adventismo que se había visto doctrinalmente afectado. En contraste, la actitud de Conradi ciertamente impidió que su visión administrativa se interesara por la verdad de la justificación por la fe o se preocupara por la corrección de su mentalidad legalista. La esfera de la iglesia que estuvo bajo su tutela no pasó por la reforma[33] que el adventismo de ese momento tanto necesitaba.[34]

     Además de eso, Conradi también sembró dudas y cuestionamientos acerca del ministerio de Elena de White, que con el paso del tiempo anularon la influencia de sus escritos sobre la vida de los pastores, la dirigencia y la comunidad eclesiástica en general. Notoriamente, se puede observar que, todavía hoy, la semilla de la duda lanzada por él con respecto a la comprensión de la doctrina del Santuario celestial y sobre el don profético en los escritos de Elena de White ejercen fuerte influencia para la formación de un espíritu de desunión en diversos círculos del adventismo por donde Conradi desempeñara su liderazgo.

CONCLUSIÓN

    El liderazgo de Conradi al frente de la Iglesia en Europa fue inicialmente evaluada solo por el vigor de las instituciones, el crecimiento de los miembros, la recaudación de recursos y el envío de misioneros. Pero, su cualidad moral y las motivaciones reales detrás de sus decisiones fueron lo que determinaron los resultados de su influencia, no sencillamente como administrador sino, principalmente, como guía espiritual.

     Lamentablemente, se puede constatar el elevado riesgo que acompañó la delegación de libre poder administrativo sobre los hombros de un solo hombre. La perpetuación de un líder único permitió la manifestación de errores, los que ciertamente habrían sido evitados si Conradi no hubiera sido el único en pautar el rumbo de la obra en Europa durante tantos años.

     Conradi fue un hombre extraordinariamente capaz y eficiente, que, sin duda, podría ser recordado en los anales de la historia adventista como ícono de liderazgo y de competencia. Lamentablemente, no fue capaz de dejar atrás sus heridas, su orgullo y sus presuposiciones personales; algo que finalmente redujo su luz hasta que se apagó por completo.

     “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Cor. 10:12).

Sobre el autor: Alex Voos: Alumno de la Facultad de Teología en la Universidad Adventista de San Pablo, campus Ingeniero Coelho, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] Fredy Grob, “Conradi and the Consequences of his Apostasy” (Monografia presentada en el curso “CH 570 History of the Seventh-day Adventist Church”, Andrews University Seventh-day Adventist Theological Seminary, primavera de 1974), p. 3.

[2] Richard W. Schwarz y Floyd Greenleaf, Portadores de luz (Engenheiro Coelho, São Paulo: Unaspress, 2009), p. 212.

[3] Ibíd., pp. 212, 276.

[4] Ibíd., p. 276.

[5] Grob, ibíd., p. 6.

[6] Daniel Heinz, “Ludwig Richard Conradi”, Adventist Heritage 12, no 1 (1987), p. 17.

[7] D. F. Hay, “Louis Conradi’s Afro-Pacific Connection”, Record – Official Paper Seventh-day Adventist Church South Pacific Division, 23 de noviembre de 1991, pp. 4, 5; Janet Morris, “Our Work in Africa”, The Youth’s Instructor (10 de enero de 1911), p. 5.

[8] Elena de White, Manuscript Releases, 21 vols. (Silver Spring, MD: Ellen G. White Estate, 1981, 1987, 1990, 1993), t. 8, p. 411.

[9] Ibíd.

[10] Seventh-day Adventist Encyclopedia (1996), Ver “Marion Party”.

[11] Daniel Heinz, Ludwig Richard Conradi: Missionary, Evangelist und Organisator der Siebenten Tags-Adventisten in Europa (Frankfurt, Germany: Peter Lang Europäischer Verlag der Wissenschaften, 1998), p. 32.

[12] Grob, ibíd., p. 13; Schwarz, Light Bearers to the Remnant (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1979), p. 475.

[13] Le Roy Edwin Froom, Movement of Destiny (Washington, D. C.: Review and Herald Publishing Association, 1971), pp. 248, 259.

[14] Carta de L. R. Conradi a Elena de White, 16 de agosto de 1891, citada en D. A. Delafield, Ellen G. White in Europe (Grantham, Lincolnshire: The Stanborough Press Limited Alma Park, 1957), p. 291.

[15] Heinz, ibíd., pp. 95, 96; Heinz, “Ludwig Richard Conradi”, Adventist Heritage, p. 24. Ver también Grob, ibíd., pp. 15, 16.

[16] Carta de L. R. Conradi a Elena de White, 6 de octubre de 1897. Citado en Delafield, ibíd., p. 291.

[17] Seventh-day Adventist Encyclopedia (1996). Ver “Conradi, Louis Richard”.

[18] Haloviak, “In the Shadow of the ‘Daily’: Background and Aftermath of the 1919 Bible and History Teachers Conference”, p. 58, citado en Herbert Douglas, Mensageira do Senhor (Tatuí, São Paulo: Casa Publicadora Brasileira, 2009), p. 441.

[19] Carta de L. R. Conradi, 8 de febrero de 1914, p. 2. Citado en Grob, ibíd., pp. 13, 14.

[20] Schwarz y Greenleaf, ibíd., pp. 364, 365, 372.

[21] Ibíd., p. 620.

[22] Richard W. Schwarz, Light Bearers to the Remnant, p. 476.

[23] Grob, ibíd., pp. 9, 10; Heinz, Ludwig Richard Conradi: Missionar, Evangelist und Organisator der Siebenten-Tags-Adventisten in Europa, pp. 107, 108.

[24] Froom, Movement of Destiny, p. 678; Grob, ibíd., p. 3; Schwarz y Greenleaf, Portadores de luz, p. 621.

[25] L. H. Christian, “Livramentos Providencias na Europa”, Revista Adventista (febrero de 1947), p. 24; Delafield, ibíd., p. 296.

[26] Gerhartd, Johann Helmut. “L. R. Conradi, The Development of a Tragedy”. Monografia presentada en el curso “CHIS 570 History of the Seventh-day Adventist Church”, Andrews University Seventh-day Adventist Theological Seminary, otoño de 1977.

[27] Schwarz, Light Bearers to the Remnant, p. 475.

[28] Heinz, “Ludwig Richard Conradi”, ibíd., p. 18.

[29] Johann Helmut Gerhartd, ibíd., p. 3.

[30] I. Simon, Die Gemeinshaft der S. T. A. in Volkskund Licher Sicht (Münster: Münster Verlag Aschendorf, 1965). Citado en Grob, ibíd., p. 12.

[31] Heinz, ibíd., pp. 22, 24. 32; Grob, ibíd., p. 19.

[32] Grob, ibíd., p. 19.

[33] Con respecto a la reforma que el adventismo de mediados de 1880 necesitaba, ver la exposición de George R. Knight en George R. Knight, A Mensagem de 1888 (Tatuí, São Paulo: Casa Publicadora Brasileira, 2003), pp. 85-87.

[34] Grob, ibíd., pp. 21, 22; Gerhardt, ibíd., p. 3.