Nacido en Bélgica, el Dr. Raoul Dederen es profesor emérito de Teología Sistemática de la Universidad Andrews, Estados Unidos. Antes de integrarse al cuerpo docente de esa universidad, en 1964, sirvió como pastor de iglesia en su país, entre 1947 y 1954, y como profesor de Teología en el Seminario Adventista Saléve, en Collonges-sous-Saléve, Francia. Durante el período en que dictó clases en Francia, obtuvo también el doctorado en la Universidad de Ginebra, Suiza.

Su profundidad teológica, sus métodos de enseñanza y su fácil capacidad para relacionarse hicieron de él un profesor muy admirado por los alumnos. Además, por sus aulas pasaron miles de pastores que sirven a la iglesia en todas partes del mundo y revelan el mismo compromiso con el Señor, la Biblia y la misión, captado de la experiencia del maestro.

Residente con su esposa, Louise, en Berrien Springs, Michigan, EE.UU., el Dr. Dederen concedió esta entrevista en la que comparte aspectos inspiradores de su vida, su ministerio y la misión.

Ministerio: Cuando llegó a la Universidad Andrews, acostumbraba decir que los tres temas de mayor importancia para la iglesia eran Revelación e Inspiración, Cristología y Eclesiología. Pasados 34 años, ¿qué cambió?

Dederen: Esos temas y sus subproductos básicamente continúan dominando la Teología; son partes del fundamento de todo lo demás. Cada doctrina es afectada por el modo en que alguien aborda esas áreas fundamentales de la Teología. Ha habido muchos encuentros y hay muchas publicaciones en que se discuten estos temas. La mayoría de los encuentros y las publicaciones es positiva y animadora, por lo menos desde mi perspectiva, aun cuando en algunos casos haya cierta tendencia a utilizar presuposiciones extrabíblicas.

Ministerio: ¿Cuáles son algunas de esas presuposiciones?

Dederen: Por ejemplo, hay teólogos que defienden la idea de que Dios no reveló verdades a los profetas, sino que se reveló a sí mismo a ellos. Después del encuentro entre Dios y el profeta, este interpreta el contacto en términos relevantes para su contexto. Así, Dios no reveló verdades a Moisés, sino que se reveló a sí mismo. Moisés, entonces, tradujo el encuentro en leyes y preceptos relevantes para el pueblo israelita. ¿Puede imaginar lo que eso representa para la autoridad de las Escrituras? Está también la mentalidad posmoderna, según la cual, si existen verdades reveladas, no pueden ser absolutas. Estas verdades están coloreadas por la personalidad de alguien, y nadie puede hablar con certera autoridad. Por eso, nada es consistente; su visión es tan buena como la mía, especialmente si ambas supuestamente nos llevan a Cristo. La cuestión permanece en la mente de muchos: “¿Quién es Cristo? ¿Qué vino a hacer?”

Ministerio: ¿De qué manera estos conceptos nos alcanzan?

Dederen: Necesitamos permanecer atentos, porque niegan la veracidad de varias afirmaciones bíblicas. Por ejemplo, consideremos las ideas de Rudolf Bultmann, tal vez el teólogo más influyente de la segunda mitad del siglo XX. Para él, los autores del Nuevo Testamento no solo escribieron sobre Dios y la realidad en términos que reflejan las visiones popularmente mantenidas en el primer siglo, que serían sustentables hoy, sino también sus escritos ni siquiera deberían ser considerados como informes objetivos y confiables de lo que sucedió en la vida de ellos. En la visión de Bultmann, eventos como la encamación, el nacimiento virginal, la transfiguración y la mayoría de los milagros y las enseñanzas del Señor han de ser “desmitificados”. Esto no significa, según Bultmann, que deban ser totalmente descartados, sino reintegrados en términos y categorías relevantes para el moderno mundo científico en que vivimos. Por ejemplo, las declaraciones sobre la resurrección de Cristo no deberían hacer que la entendamos como un hecho literal, sino que Jesús fue resucitado en la vida de los apóstoles, transformándolos. Quiere decir que estos escritos solo revelan el impacto que la muerte de Cristo causó en ellos.

Ministerio: ¿Cuál es el teólogo que más lo ha impactado o influenciado?

Dederen: Es difícil decirlo. Probablemente, Oscar Cullmann. Pero incluso cuando otros teólogos tengan ideas cuestionables sobre la autoridad de las Escrituras, han influido sobre mí en el sentido de que me llevaron a decidir escuchar solo la Biblia. Para mí, esta siempre fue la última palabra. Cuando los teólogos cuestionan la validez de un encuentro entre Dios y el profeta, por ejemplo, tenemos que buscar la respuesta bíblica. Y esa respuesta siempre es muy clara: Dios se comunica, comparte informaciones con el profeta, y punto final. ¿Por qué deberíamos tomar más en serio a los teólogos que a los profetas, que experimentaron el fenómeno de un encuentro con Dios?

Ministerio: ¿Qué lo llevó a sentir pasión por la teología?

Dederen: No sé. Creo que algún tipo de abrasadora devoción por algo o alguien que había descubierto. Acepté a Cristo Jesús luego de la década de 1940 y, a partir de allí, comencé a descubrir una verdad bíblica fascinante tras otra. Cuando alguien comprende una verdad que aclara sus dudas, que le causa impacto, y transforma su vida y la visión de las cosas, es imposible que permanezca sin compartir la verdad descubierta. En este proceso, la verdad crece dentro de la persona. Fue eso lo que sucedió conmigo. Esa pasión, como usted la llama, no contradice la razón, porque necesitas comprender lo que encontraste, y necesitas encontrar una manera racional, inteligente, natural de compartir la verdad, o la Persona, encontrada. Creo que mis siete años de entrenamiento clásico, especialmente en latín y griego, una hora por día, cinco días y medio por semana, entre mis 12 y mis 19 años de edad, modeló mi formal de expresar las cosas. Buena parte de este entrenamiento sucedió antes de mi encuentro con Cristo.

Ministerio: Se convirtió en adventista en los años ’40. Entonces, ¿fue por causa de la Guerra Mundial?

Dederen: En 1939, a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, tema 14 años. Cuando terminó, había cumplido 20 años. Louise y yo tenemos vividos recuerdos de esos años. Había mucha destrucción, pánico y derramamiento de sangre. Frecuentemente, era incomodado por el hecho de que mi fe católica difícilmente respondía a mis indagaciones, principalmente acerca del bien y el mal, así como de mi futuro y el de Europa. Rechacé la postura filosófica de Jean Paul Sartre, muy difundida en aquella época. También rechacé la visión humanista de un mundo absurdo, con sentimientos de angustia y de odio. Fue en esa ocasión que entré en contacto con los adventistas del séptimo día. Su comprensión del gran conflicto entre Cristo y Satanás y su interpretación de las profecías bíblicas dieron algunas respuestas significativas. Todo comenzó durante una excursión, en el invierno de 1942. Mi hermana y yo estábamos esquiando en las montañas nevadas no muy lejos de casa, y encontramos a algunos jóvenes adventistas, ya conocidos por nosotros. Entonces, los invitamos a unirse a nosotros. Mientras caminábamos por los montes y los valles, compartieron su fe con nosotros, comenzando por la doctrina del milenio.

Ministerio: ¿Comenzaron tan pronto por el milenio?

Dederen: Sí. Era el asunto más relevante en esos días. Adolf Hitler, que comandaba gran parte de Europa, había prometido mil años de reinado germánico. Eso nos llevó al estudio de las profecías escatológicas de los libros de Daniel y Apocalipsis, en muchas reuniones en las tardes de domingo. Quedé impresionado, y quise profundizar en el conocimiento de esas profecías que se referían a eventos tan relacionados con estudios que había realizado antes. Mis amigos, muy sabiamente, me encaminaron a un adventista laico que era quince años mayor que yo. A partir de allí, estudiamos otras doctrinas bíblicas. Nunca recibí estudios bíblicos de un pastor adventista; no había muchos disponibles en ese tiempo. Meses después, comencé a asistir a las reuniones de sábado de tarde, muchas de las cuales encontré aburridas, excepto por el hecho de que eran dirigidas por mi instructor laico y, en ellas, podía encontrarme nuevamente con mis amigos de las montañas nevadas. Terminé casándome con una de aquellas chicas, Louise, en 1947.

Ministerio: En los últimos años, ha enfrentado un gran desafío en relación con su salud. ¿Cómo está transitando este camino?

Dederen: A comienzos de 2002, tres semanas antes de viajar para participar de reuniones en Grecia y en el Extremo Oriente, comencé a sentir dolores en el estómago. El médico ordenó, entonces, que se hiciera una endoscopía, cuyo resultado arrojó la existencia de un cáncer. Fui sometido a una cirugía en la que me extirparon el estómago, el bazo y parte del páncreas. Vi la muerte bien cerca. Había muy pocas probabilidades de supervivencia, pero durante todo este proceso de prueba rehusé preguntarme: “¿Por qué? ¿Por qué a mí?” Sabía que no había respuesta para esta clase de preguntas. Durante toda mi vida, como pastor, siempre aconsejé a las personas que enfrentaban situaciones semejantes: “Confíe en Dios; espere en Dios”. ¿Por qué ahora actuaría diferente, al vivir esa experiencia? Mi esposa también rechazó preguntarse esto. Siempre me decía: “Raoul, debe haber una razón, hay una razón por la que estás pasando por esto”. Sé que sufrió intensamente, pero jamás renunció a la fe y siempre esperó en Dios. Le dije a Dios: “Si este es el fin de mi vida, estoy agradecido, muy agradecido, por los años que viví y compartí a Cristo y las Escrituras”. Era alimentado por intubación y necesitaba ayuda las 24 horas. Los médicos querían transferirme a una clínica especializada en esta clase de cuidados, pero convencí a mi esposa de que no permitiera eso. Ella estuvo de acuerdo, y les pedí a los médicos que, si no fuese a sobrevivir, podría morir entre mis libros. El Señor extendió su mano sobre mí, y todavía estamos aquí: ella, los médicos y yo.

Ministerio: ¡Dios sea alabado por la fe que ha demostrado al pasar por esta dificultad!

Dederen: Con frecuencia, murmuro algunos pasajes de las Escrituras y algunos himnos también. Dos de ellos, de manera particular, están en mi mente y en mi corazón: “Grande es tu fidelidad” y “¡Oh, qué Salvador!”

Ministerio: Háblenos de su experiencia como pastor de iglesia.

Dederen: Dejé el catolicismo y fui bautizado a fines de diciembre de 1944. Los alemanes estaban atrincherados no muy lejos de nuestra casa y el sonido de los cañones se escuchaba a nuestro alrededor. A comienzos de 1945, inicié mi entrenamiento ministerial en el Seminario de Collonges, en Francia. No tuve problemas con los estudios; no me faltaban disciplina intelectual y persistencia, ya que mis hábitos de estudios anteriores se habían encargado de eso. Mi problema era mucho más serio: la falta de conocimiento de la Biblia como un todo. Además, mis compañeros podían cantar himnos sin himnario; yo, no. Era una experiencia humillante. El profesor de Biblia, por otro lado, felizmente notó la situación y, cierto día, me llamó y me dijo: “Hermano Dederen, usted es un alumno brillante, el mejor de la clase, pero algo anda mal. No conoce la Biblia. Vaya a mi oficina y le enseñaré a estudiarla solo”. Era eso lo que me faltaba. Desde entonces, todas las semanas, durante muchos meses, dedicábamos algunas horas en la oficina de ese profesor, y aprendí muchos métodos de estudio de las Escrituras. Le debo mucho al Dr. Vaucher.

Ministerio: ¿Cuáles fueron algunos de los métodos que le enseñó?

Dederen: Fueron, de hecho, métodos muy simples: estudiar un capítulo cada vez, estudiar palabras específicas, buscando sus significados en la misma Biblia. Recuerdo muy bien al profesor pidiéndome que le hablara sobre el uso de la palabra “mano”, con referencia a Dios, y qué era lo que eso significaba para mí. Fue una experiencia increíble, ¡fue como usar una lupa! También había otra forma: el estudio de personajes y oraciones de la Biblia. Una exhaustiva concordancia, en inglés, se convirtió en uno de los instrumentos más indispensables en mis manos. También me enseñó a no utilizar el mismo método por un período superior a dos meses, pues sino, aconsejaba el Dr. Vaucher, “quedaría montando un caballo de madera sin salir del lugar”. Cuando inicié mi pastorado en Bruselas, en 1947, Louise y yo acordamos que dedicaría todas las mañanas al estudio de la Biblia, cinco días por semana; todo bien cronometrado. Comenzaría a las siete de la mañana. La primera hora, debía leer la Biblia; solo leer. La segunda hora, leía acerca de la Biblia. Para eso, compré dos diccionarios que sumaban seis tomos. La tercera hora sería dedicada al estudio de la Biblia, sobre la base de los métodos enseñados por el Dr. Vaucher. La cuarta hora, preparaba estudios bíblicos y sermones. La quinta hora de la mañana era ocupada por la atención de correspondencia. Durante las tardes y las noches, permanecía más que ocupado con estudios bíblicos e interesados, y visitas a los hermanos. En pocos años, percibí que era conocido como un predicador centrado en la Biblia. Después de dos años en Bruselas, fui llamado a llenar una vacante en Liége, donde estaba localizada la segunda mayor iglesia de habla francesa en Bélgica. Debería permanecer allí por unos seis meses, mientras buscaban a alguien más experimentado. Terminé quedándome cinco maravillosos años. Predicaba solo la Biblia y conducía dos series de evangelización por año; una de seis semanas y la otra de tres semanas. Generalmente, no había una multitud que asistiera: solo unas cincuenta o sesenta personas, que era mucho en ese tiempo. La iglesia creció rápidamente. Louise y yo nos alegramos muchísimo de nuestro ministerio pastoral. Entonces, en 1954, vino el llamado para enseñar en el Seminario de Francia. Tema 29 años. Al principio me resistí, pero terminé cediendo a los pedidos de la Administración, incluso intentando convencer a todos de que habían cometido un error. Allí permanecimos durante diez años, período en el que obtuve un doctorado en la Universidad de Ginebra, Suiza. También nos alegramos en el ministerio de la enseñanza.

Ministerio: Entonces, llegó el tiempo de Andrews.

Dederen: Sí; y aquí, nuevamente, la idea era quedar uno o dos años. Pretendíamos regresar a Europa, pero luego de comenzar se nos pidió insistentemente que permaneciéramos. “Oramos acerca de esto, hermano”, decían los rectores. Así, estamos aquí desde hace 42 años, ¡y cada vez más bendecidos!

Ministerio: Tiene ex alumnos en todo el mundo.

Dederen: Eso es una bendición para mí. Siempre que encuentro a mis ex alumnos expresan aprecio y agradecimiento, siempre relacionados con el aprendizaje de los temas de Revelación e Inspiración, Cristología y Doctrinas de la Iglesia. Para mí, representa un gran privilegio, una oportunidad singular, ¡una experiencia magnífica! Todavía tengo dificultades en comprender cuán graciosamente Dios trabaja, otorgándonos dones y habilidades para una tarea especial en su favor y para beneficio de su causa salvadora de hombres y mujeres. Y eso ha hecho conmigo. Cuando se me pide que resuma mi experiencia, hago una paráfrasis de la afirmación de Pablo en 1 Corintios 4:1: Soy siervo de Cristo y mayordomo de los misterios de Dios. Eso es lo que todos nosotros, en verdad, debemos ser.

Sobre el autor: Nikolaus Satelmajer es editor de la revista Ministry. Raoul Dederen es Doctor en Teología y profesor emérito de Teología Sistemática de la Universidad Andrews.