Cómo administrar el estrés y maximizar el bienestar en la familia pastoral

En su libro The Hidden Link Between Adrenalin & Stress [La conexión ocultaentre la adrenalina y el estrés], ArchibaldHart describe, con detalles sorprendentes,los efectos fisiológicos negativos yperjudiciales de una experiencia religiosa,cuando implica un grado alto de adrenalina;[1] incluso, cuando semejante condición espromovida por alguna práctica espirituallegítima.[2]

 Existen el estrés agudo, el estrés crónico y la vulnerabilidad individual frente al estrés. Además de esto, está presente la susceptibilidad de la familia al estrés. De esa manera, más que meramente sobrevivir, los pastores y sus familias necesitan encontrar maneras de ser exitosos, a pesar de su exposición inevitable a esas varias formas de estrés. El propósito de este artículo es reflexionar sobre métodos por los que podemos a aprender a lidiar con la dura realidad del estrés en el contexto familiar.

La analogía de la viga

 Como el aire, el estrés está en todas partes. Está alrededor y dentro de nosotros, también. No podemos verlo ni tocarlo, pero puede aplastarnos. Como el océano, el estrés fluye y vuelve a fluir. En ciertos momentos, mal conseguimos percibir su poder; en otros, se asemeja a una tempestad que amenaza con tragarnos vivos. El estrés es una fuerza que puede destruir a las personas y minar las familias.

 Los estudiosos pueden discordar acerca de una definición precisa de esa condición. Sin embargo, se verifica cierto consenso en relación con el modo en que ocurre. Por ejemplo, los ingenieros saben de la importancia de conocer cuánto peso es capaz de soportar una viga de acero. A fin de tener esa información, la viga es probada por medio de un aumento gradual de presión. Entonces, calculando el margen de seguridad y garantizando que las piezas no sean sobrecargadas muy cerca del punto de ruptura, pueden servir a su finalidad, sin peligro de llegar a colapsar.

 No podemos medir tan fácilmente la tolerancia de las personas al estrés. Obviamente, no es correcto lanzar sobre ellas responsabilidades cada vez mayores hasta que tropiecen y caigan, solo para comprobar cuánto podían soportar. Sin embargo, hay una forma indirecta de estimar el “peso relativo” de los variados factores de estrés. La respetada Escala de Holmes y Rahe identifica 43 situaciones estresantes de la vida que, combinadas, pueden sobrecargar a alguien a punto tal que resulte en una probable enfermedad física.[3]

 No todos entrarán en colapso cuando sean sometidos a los mismos eventos estresantes. De esa manera, así como existen diferencias con relación a la fortaleza física, las personas difieren también en términos del grado de resiliencia que poseen o cuán resistentes son frente al estrés. En diferentes períodos de la vida, hasta la persona más fuerte puede enfrentar momentos de mayor vulnerabilidad. Sin embargo, eventos como la muerte de un ser querido, una enfermedad grave o un accidente prueben, probablemente, los recursos disponibles para la resistencia de la mayoría de las personas.

 Además de esto, una viga de acero puede soportar un gran peso por un largo período sin debilitarse. Sin embargo, si está expuesta a frecuentes variaciones de presión, incluso con una carga más liviana, con el paso del tiempo eso puede generar fatiga en el material, que se vuelve inestable. De idéntica manera, la fuerza de una persona no puede ser mensurada por medio de la forma vigorosa con la que enfrenta una gran emergencia. Lo que importa, de hecho, es la capacidad que tenga de enfrentar los efectos negativos de las crisis esporádicas que le sobrevengan, y también los efectos acumulativos del desgaste diario.

 Por lo tanto, cuando hablamos sobre “gerenciamiento del estrés pastoral”, nos referimos al peso de las cargas, en ocasiones excesivo; a la exposición continua a intensas presiones diarias; y al grado de vulnerabilidad al estrés del pastor y de cada miembro de su familia.

Preparación para las crisis

 Prever con exactitud cuándo tendremos que enfrentarnos con problemas personales es casi imposible, pero hay algunas cosas que podemos hacer a fin de prepararnos para esos desafíos.

 Primero, tenemos que encarar los hechos. Puedo pensar: “Soy un buen conductor, sin ninguna multa en mi historial. Los accidentes les ocurren a otras personas”. También: “Estoy seguro en mi trabajo, y confío en que nada va a cambiar”. Incluso: “Cuando cuides de tu salud como yo lo hago, no tendrás ninguna enfermedad grave”. Sin embargo, la realidad es que aun las personas más organizadas y celosas pueden pasar por circunstancias ruines; por lo que deberíamos estar preparados para cualquier eventualidad.

 Algunas actitudes simples tendientes a este objetivo incluyen saber cómo actuar en caso de un incendio en casa, mantener documentos importantes en un cofre, cargar números de teléfono de emergencias en la billetera, y distribuir entre los miembros de la familia tu plan de gestión de crisis. Con esas y otras medidas de emergencia personalizadas, el impacto de las situaciones estresantes será moderado para las personas y las familias.

 El pastor siempre tiene más trabajo por realizar qué horas en su día. Eso exige disciplina. Evidentemente, una agendar es esencial; y aunque existan ciertos compromisos fijos, los eventos de la semana no deben ser rígidamente cerrados, de manera tal que una circunstancia inesperada llegue a desmantelar todos los planes tan cuidadosamente delineados. Enseguida, necesitamos aprender a priorizar las actividades. Al final de la semana, el pastor debe alegrarse por el hecho de haber cumplido con los puntos más importantes de su listado de tareas. Considera ese elemento como algo esencial, a fin de conseguir mantenerse en equilibrio.

 Sin embargo, los beneficios de conseguir atender todos los compromisos importantes durante la semana se perderán dependiendo de cómo reacciona el pastor ante cualquier imprevisto que pueda surgir en el camino. Generalmente, los puntos de mayor prioridad son, con frecuencia, sustituidos por cuestiones de menor importancia que demandan acción instantánea.

 Por eso, es fundamental ejercitar la tercera disciplina. Es una cuestión de integridad decir “no” cuando responder “sí” significaría anular compromisos marcados con anterioridad. Algunas personas quieren que dejes todo lo que estás haciendo para ayudarlas con aquello que consideran –ellas y en ese momento– algo urgente pero que, de hecho, no se podría llamar una urgencia real. El estrés momentáneo que puedes sentir al dar una serie de pulidas, pero seguras, negativas a una persona insistente será compensado con la satisfacción de saber que no tendrás que “desnudar a un santo para vestir a otro”.

 Además de esto, es necesario saber decir “no” a algunas tareas, cuando la lista en agenda es muy larga para el día y las prioridades establecidas serían alteradas. A algunos pastores les parecerá sencillo solucionar eso, eligiendo las actividades sobre la base de lo que es más fácil de realizar. Sin embargo, es necesario decir “sí” a tareas más importantes y, al final del día, “no” a los trabajos incompletos y menos importantes. En ese caso, es imprescindible valorar lo que has realizado y resistirte a la tentación de entristecerte por causa de las tareas que no fueron concluidas.

 Por ejemplo, debes separar tiempo para preparar tus sermones; en promedio, eso puede tomar unas diez, o más, horas por semana. Si te gusta vivir en el límite, puedes comenzar a elaborar el mensaje uno o dos días antes de presentarlo. Sin embargo, pueden surgir imprevistos que podrían comprometer seriamente tu tiempo de estudio. La sensación de que el sermón no fue adecuadamente preparado puede generar incomodidad y aumentar tu estrés. Entonces, al inicio de la semana, concluye las tareas más complejas, a fin de que tengas tiempo disponible para preparar satisfactoriamente los mensajes.

 Trabajar con personas –principal actividad del pastor– es muy desgastante, especialmente si varios miembros difíciles parecieran tener el placer de organizar problemas. Agrega a esto el diluvio interminable de correos electrónicos, mensajes en las diferentes redes sociales, llamadas telefónicas (a veces, hasta en la mitad de la noche) y asuntos de comisión. ¡A nadie puede admirarle que muchos pastores sobrevivan únicamente porque viven bajo adrenalina continua!

Reservas profundas

 Además de los efectos negativos inmediatos del estrés provocado por las presiones diarias, esa condición también resulta en consecuencias perjudiciales a largo plazo. Hans Selye describe lo que su investigación reveló sobre la “energía de adaptación”,[4] recurso que nos ayuda a superar momentos difíciles. Algunos heredan una gran fortuna en cuanto a esa energía para manejar los estresores de la vida; otros, una cantidad menor. Sin embargo, la oferta es limitada para cada persona, y no existe manera de reponer esa reserva. “El nivel de agotamiento, después de una demanda temporal sobre el cuerpo, es reversible (por el sueño restaurador y las vacaciones), pero el agotamiento completo de todas las reservas de energía de adaptación no lo es. Una vez que quedan agotadas, ocurrirá la senilidad y, finalmente, la muerte”.[5]

 Curiosamente, en 1890, 17 años antes de que Selye naciera, Elena de White escribió:  “Aquellos que realizan grandes esfuerzos para realizar mucho trabajo en un determinado tiempo, y continúan trabajando cuando su juicio les dice que deben descansar, nunca lucrarán. Están viviendo sobre capital prestado. Están desperdiciando la fuerza vital de la que van a necesitar en algún momento futuro. Cuando la energía que ellos han utilizado de forma imprudente es exigida, fallan por la falta de esa energía. La fuerza física se fue, las facultades mentales trabajan. Su tiempo de necesidad llegó, pero sus recursos físicos están agotados. […] Dios nos proveyó energía indispensable, que será necesaria en diferentes períodos de la vida. Si de forma imprudente agotamos esa energía por el cansancio continuo, habremos sufrido pérdidas en algún tiempo. […] Nuestra utilidad será disminuida, cuando no destruida nuestra propia vida”.[6]

Sensibilidad al estrés

 Esto lleva a una reflexión sobre la vulnerabilidad del pastor ante el estrés. Obviamente, cuanto más susceptible sea la persona, mayor será la necesidad de tomar medidas de protección.

 Un buen punto de partida sería descubrir a cuántas crisis de estrés has estado expuesto durante los últimos doce meses. Es posible obtener una idea de esto completando el test de la escala de Holmes y Rahe online.[7] Si descubres que tu nivel de estrés está elevado por causa de alguna situación extraordinaria como, por ejemplo, una crisis financiera o un problema familiar, necesitas tener un cuidado especial para protegerte de los efectos adversos de esa condición el próximo año.

 Además de estar alerta para apartar el estrés que no es necesario, puedes fortalecer tu resistencia física prestando una atención especial a tu salud. Un sueño adecuado, ejercicio físico, alimentación saludable y recreación revitalizante son esenciales.

 También debes reconocer que no es solo el estrés externo el que debe ser observado. Hay emociones tóxicas que atormentan el espíritu y acaban con las energías. “Las penas, la ansiedad, el descontento, remordimiento, sentimiento de culpabilidad y desconfianza menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte. […]El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida. Un espíritu satisfecho y alegre es como salud para el cuerpo y fuerza para el alma”.[8]

 Si realizas una suma aproximada del número de pensamientos negativos y autocríticos que ocupan tu conciencia diariamente, y lo comparas con la frecuencia de tus pensamientos edificantes y afirmativos, tendrás un buen indicador de la cantidad de estrés autoimpuesto, que puede ser reducido por medio de un pensamiento correcto.

Estrés familiar

 Así como el ministro, las familias también pueden experimentar estrés. Por eso es importante que sus integrantes aprendan a protegerse de los elementos estresantes perjudiciales. De la misma manera que ocurre con las personas, los sistemas familiares también pueden ser productores de estrés en el hogar. “El estrés de vivir unos con los otros todavía representa una de las mayores causas de aflicción”,[9] escribió el padre de la investigación sobre este asunto, Hans Selye. Aunque estuviese hablando de las interacciones humanas, los asistentes sociales, los terapeutas familiares y los pastores pueden ser testigos de los trastornos generados cuando las cosas salen mal en las familias.

 Al intentar administrar el estrés en la casa del pastor o al aconsejar a personas para ayudarlas a enfrentar las adversidades en el hogar, es necesario aumentar la conciencia sobre lo que provoca esa condición en la familia. De hecho, escribir qué sucede y quién desencadena los problemas puede concentrar la atención sobre qué cambios deberán ser realizados.

 Normalmente, el pastor creerá que es contraproducente intentar cambiar a las personas; sin lugar a dudas, intentarán resistir el cambio. Lo que necesita de ajuste son las palabras y las acciones. Debes tener en mente que los cambios repentinos son difíciles; los graduales son más fáciles. Entonces, piensa en reducir la frecuencia de ciertos comportamientos que provoquen estrés, y aumentar la ocurrencia de palabras y actos que alivien el estrés. Recuerda siempre celebrar las mejoras, aunque sean pequeñas.

 El tiempo y, otra vez, los consejeros encuentran problemas muy comunes en familias que se involucran en situaciones negativas simplemente porque los miembros no están provistos de habilidades básicas de comunicación y de resolución de problemas. Cuando son corregidas esas deficiencias, los niveles generales de estrés pueden disminuir drásticamente.

 Jóvenes familias que nunca tuvieron la oportunidad de aprender cómo vivir bien en el contexto familiar pueden beneficiarse mucho al observar a otras familias que manejan de manera eficiente el estrés presente en cada relación. La sabiduría acumulada por matrimonios con más años de convivencia puede ser compartida, de modo que los desafíos enfrentados por aquellos sin tanta experiencia puedan ser más controlables.

 Para alcanzar la armonía familiar, es fundamental la capacidad de sus miembros para administrar sentimientos. Selye afirma: “Entre todas las emociones, aquellas que cuentan, más que cualquier otra, para la ausencia o la presencia de estrés en las relaciones humanas son los sentimientos de gratitud y buena voluntad, y sus contrapartes negativas, odio y deseo de venganza”.[10]

 Traduciéndolo en términos teológicos, se nos aconseja cultivar “el agradecimiento. Alabad a Dios por su amor maravilloso al dar a Cristo para morir por nosotros. Nunca nos vale de mucho pensar en nuestros pesares. Dios nos pide que pensemos en su misericordia y en su amor sin par, para que nos inspiren alabanzas”.[11]

Antídoto poderoso

 Mientras, como ya vimos, “el estrés de vivir unos con los otros todavía representa una de las mayores causas de aflicción”, encontramos también la verdad de que “muchos estudios muestran que el principal factor de resiliencia es contar con relaciones de apoyo y cuidado, dentro de la familia y fuera de ella. Relaciones que crean amor y confianza, que proveen modelos y ofrecen incentivo y credibilidad, que ayudan a reforzar la capacidad de resistencia de una persona”.[12]

 Los pastores están estratégicamente colocados para promover relaciones fuertes y saludables, y para realizar el santo trabajo de traer brillo y bendición[13] sobre sus propias familias, y también sobre las familias de los miembros de sus iglesias, que componen la casa del Señor, caracterizada como poseedora de “la paz de Dios, que excede a todo entendimiento”.

Sobre el autor: profesor del Seminario Teológico de la Universidad Andrews, Estados Unidos.


Referencias

[1] Hart, Archibald D., The Hidden Link Between Adrenalin & Stress [La conexión escondida entre la adrenalina y el estrés] (Waco, TX: Word Books, 1986), p. 32.

[2] Ibíd., p. 56.

[3] “The Holmes and Rahe stress scale”, Mind Tools, acceso el 19/4/2016. www.mindtools.com

[4] Selye, Hans. Stress Without Distress, (London: Hodder and Stoughton, 1977), pp. 22-24.

[5] Ibíd.

[6] White, Elena de, Christian Temperance and Bible Hygiene, pp. 64, 65. www.egwwritings.org.

[7] Ver “The Holmes and Rahe stress scale”, Mind Tools. www.mindtools.com

[8] White, Ministerio de curación, p. 185. www.egwwritings.org

[9] Selye, Hans, Stress Without Distress (1977), p. 46.

[10] Ibíd., p. 48.

[11] White, Obreros evangélicos, p. 493. www.egwwritings.org

[12] American Psychological Association. “Resilience factors & strategies”, en The Road to Resilience, www.apa.org. Acceso: 19/4/2016.

[13] White, Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 190.www.egwwritings.org