La relación entre el principio Sola Scriptura y los escritos de Elena de White

Los adventistas del séptimo día creen que Elena de White recibió el don de profecía (1 Cor. 12:10), y que Dios la designó como mensajera especial para llamar la atención sobre las Sagradas Escrituras. “Desde los 17 años hasta que murió, 70 años después, recibió de Dios alrededor de 2.000 visiones y sueños. Las visiones variaron en duración, desde menos de un minuto hasta casi cuatro horas. Ella escribió el conocimiento y el consejo recibido a través de estas revelaciones para compartir con los demás”.[1]

Este artículo considera la relación entre los escritos de Elena de White y las Escrituras. Los pioneros adventistas tuvieron que lidiar con este problema poco después de que ella recibiera sus primeras visiones. James White aceptó las revelaciones desde el principio. Con respecto a su relación con la Biblia, dijo: “La Biblia es una revelación perfecta y completa. Es nuestra única regla de fe y práctica. Pero esa no es razón para que Dios no pueda mostrar el cumplimiento pasado, presente y futuro de su Palabra, en estos últimos días, mediante sueños y visiones, según el testimonio de Pedro. Se nos dan visiones verdaderas para llevarnos a Dios y su Palabra escrita; pero aquellas que se dan como una nueva regla de fe y práctica, aparte de la Biblia, no pueden ser de Dios, y deben ser rechazadas”.[2]

Cuando se presentó el argumento de “la Biblia y solo la Biblia” en oposición al ministerio de Elena de White, Uriah Smith declaró: “Cuando afirmamos creer en la Biblia, y solo en la Biblia, nos comprometemos a aceptar, de manera inequívoca y completa, todo lo que la Biblia enseña”.[3] Luego citó Joel 2:28: “Después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne”. Uriah Smith explicó que esto comenzó a cumplirse el día de Pentecostés. Y, siguiendo el derramamiento del Espíritu, Joel predijo que “los hijos y las hijas” también profetizarían (vers. 28), a lo que Smith comentó: “Luego de anunciarse que el Espíritu iba a ser dado, se anunció que el don de la profecía sería ejercido. Una vez cumplida una parte de la profecía, y Dios ha dado Su Espíritu a su pueblo, sabemos con seguridad que la otra parte se cumplirá, y en medio de ella se manifestarán profecías, sueños y visiones; porque están juntos, unidos e inseparables”.[4]

Apocalipsis 12:17

En Apocalipsis 12, Juan esboza la historia de la iglesia cristiana desde el tiempo de Jesús (12:5) hasta tiempo del fin (12:17). El texto dice que “entonces el dragón se airó contra la mujer, y fue a combatir al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”. Según esta profecía, la iglesia remanente de la profecía sería reconocida por dos marcas específicas: (1) guardar los mandamientos de Dios; y (2) tener el testimonio de Jesús. Cualesquiera que sean los mandamientos que queramos incluir en la primera marca, ciertamente debemos incluir los Diez Mandamientos. Por lo tanto, la primera señal de identificación de la iglesia remanente es su lealtad a los mandamientos de Dios, todos, incluidos el cuarto, que se refiere a la observancia del sábado. Parafraseando, en Apocalipsis 12:17, el Señor, “al fin de los tiempos, tendré una iglesia visible, la iglesia remanente, que será reconocida por el hecho de que guarda los mandamientos tal como los di en el principio, incluido el mandamiento del sábado”. En la iglesia apostólica esto no habría sido una señal especial, porque todos guardaban el sábado. Sin embargo, hoy en día, cuando la mayoría de los cristianos guardan el domingo, el sábado se ha convertido en un sello distintivo. La segunda marca de identificación es “el testimonio de Jesús”. Pero ¿qué significa esta frase? La expresión “testimonio de Jesús” (gr. marturia Iesou) aparece seis veces en el libro de Apocalipsis (1:2, 9; 12:17; 19:10 [dos veces]; 20:4). Se han presentado dos explicaciones gramaticalmente posibles de su significado. La primera considera marturia Iesou como un genitivo objetivo, y lo interpreta como el testimonio de la humanidad respecto de Cristo. La segunda toma marturia Iesou como genitivo subjetivo, y entiende el testimonio de Jesús como su autorrevelación, su propio testimonio.[5] Un estudio de la palabra marturia en la literatura joánica, donde se usa 21 veces, indica que “testimonio de Jesús” es claramente un genitivo subjetivo, referido al testimonio dado por el mismo Jesús, y no al testimonio de la gente acerca de él.

Entonces, cuando afirmamos creer en la Biblia, y solo en la Biblia, debemos aceptar lo que la Biblia profetizó acerca de la iglesia remanente del tiempo del fin. Uriah Smith ilustró esto con la siguiente parábola:

“Supongamos que estamos a punto de embarcarnos en un viaje. El dueño del barco nos da un manual de direcciones, diciéndonos que contiene instrucción suficiente para todo nuestro viaje, y que –si les hacemos caso– llegaremos a salvo a nuestro destino. Al salir, abrimos el libro para conocer su contenido. Encontramos que el autor presenta principios generales para guiarnos y nos instruye, en la medida de lo posible, atendiendo las diversas contingencias que puedan presentarse hasta el final. También nos cuenta que la última parte del viaje será especialmente peligrosa, ya que las características de la costa siempre están cambiando debido a las arenas movedizas y las tormentas.  Sin embargo, ‘para esta parte del viaje’, dice, ‘he proporcionado un piloto que se reunirá contigo y te dará las instrucciones que las circunstancias y los peligros puedan requerir. Debes prestarle atención’. Con estas indicaciones llegamos al punto peligroso especificado, y aparece el piloto, como prometió. Pero, mientras ofrece sus servicios, algunos tripulantes se rebelan contra él: ‘Tenemos el libro de instrucciones original’, dicen, ‘y eso es suficiente para nosotros. Confiamos en eso, y solo en eso. ¡No necesitamos nada de tu parte!’ A fin de cuentas, ¿Quiénes obedecieron cabalmente el libro original de instrucciones? ¿Los que rechazaron a este piloto o los que lo recibieron, como manda el libro? Juzgue usted mismo”.[6]

Posición de Elena de White

Elena de White conocía muy bien el principio Sola Scriptura. Sus escritos contienen frases como “la Biblia y solamente la Biblia”, 92 veces.[7] Por ejemplo, “se hace muy necesario volver al gran principio protestante: la Biblia, únicamente la Biblia, como regla de la fe y del deber”.[8] Al aconsejar a los maestros de la Escuela Sabática, ella escribió: “No hagáis que las lecciones de la Escuela Sabática sean desabridas y sin espíritu. Dejad en la mente la impresión de que la Biblia y solamente la Biblia es nuestra regla de fe, y que los dichos y los hechos de los hombres no han de constituir un criterio para nuestras doctrinas o acciones”.[9]

Aunque Elena de White estaba segura de que Dios se había comunicado con ella por sueños y visiones, animó a sus lectores a juzgar sus escritos por las Escrituras. Ella dijo: “Si los Testimonios no hablan según la Palabra de Dios, rechazadlos. No hay comunión entre Cristo y Belial”.[10] Esto indicaba cuánto ella “valoraba la autoridad de la Biblia sobre todas las demás, incluyendo su ministerio profético”.[11]

Alberto Timm aporta una útil distinción entre autoridad autoral y autoridad funcional. Desde la perspectiva de la autoría divina, no ve distinción entre los escritos bíblicos y los escritos de Elena de White, porque ambos fueron inspirados por el Espíritu Santo, “pero la autoridad funcional de los escritos de Elena de White no es igual que la de las Escrituras”.[12] Los 66 libros del canon bíblico fueron reunidos bajo la guía del Espíritu Santo. Con Apocalipsis, estos libros se convirtieron en el canon cerrado de las Escrituras, al que no se puede agregar ningún otro libro inspirado. Si acaso, mañana, los arqueólogos encontraran el libro perdido del profeta Natán (1 Crón. 29:29), este libro no se agregaría al canon bíblico. Sería considerado un libro inspirado fuera de la Biblia. El canon bíblico es el estándar por el cual se deben medir todos los demás escritos inspirados.

Esta distinción entre la autoridad funcional de los escritos de Elena de White y la autoridad de las Escrituras “nos ayuda a evitar (1) la dicotomía artificial entre profetas canónicos y no canónicos y (2) la falsa generalización de otorgar estatus canónico a todos los profetas verdaderos, incluyendo a Elena de White”.[13] Esta diferenciación también explicaría su renuencia a utilizar públicamente sus escritos como autoridad canónica: “En el trabajo público, no hagáis prominente ni citéis lo que la Hna. White ha escrito, como autoridad para sostener vuestra posición. El hacer esto no aumentará la fe en los Testimonios. Presentad vuestras evidencias en forma clara y sencilla, extrayéndolas de la Palabra de Dios”.[14] Ella no quería que sus escritos tomaran el lugar de la Biblia, porque Dios “no ha dado más luz para tomar el lugar de su Palabra”.[15]

El don profético en la vida y la obra de Elena de White ha sido una gran bendición en la vida de la Iglesia Adventista. Los setenta años de su ministerio mostraron que Dios la usó repetidamente para guiar a la iglesia a través de muchos peligros y dificultades.

Las Escrituras son el mensaje de Dios para todos los tiempos, para todas las personas y en todos los lugares. Es la regla que debe medir todas las cosas. Es la directriz suprema para todo cristiano. Los escritos de Elena de White, a su vez, son mensajes de Dios para su iglesia remanente. Sus escritos no son un nuevo estándar doctrinal, sino una ayuda para la iglesia del tiempo del fin. Por lo tanto, tienen un propósito específico: son “una luz menor para guiar a los hombres a la luz mayor”,[16] que es la Biblia.

Nota: Publicado originalmente en Perspective Digest, vol. 27, Nº 3, 1/7/2022.

Sobre el autor: exdirector asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Iglesia Adventista del Séptimo Día


Referencias

[1] Elena de White, “About the Author”, Our Father Cares (Silver Spring, MD: Ellen G. White Estate, 1991), p. 5.

[2] James White, “A Word to the Little Flock”, 30/5/1847, p. 13.

[3] Uriah Smith, “Do We Discard the Bible by Endorsing the Visions?”, The Advent Review and Sabbath Herald , 13/1/1863, pp. 52, 53.

[4] Ibíd.

[5] James Moffat, “The Revelation of St. John the Divine”, W. R. Nicoll, ed., The Expositor’s Greek Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1956), t. 5, p. 465.

[6] Smith, “Do We Discard the Bible by Endorsing the Visions?”, p. 52.

[7] Merlin Burt, Ellen G. White and Sola Scriptura (Louisville, KY: Office of the General Assembly PC, 2007), p. 6.

[8] Elena de White, El conflicto de los siglos (Miami: Asociación Publicadora Interamericana, 2007), p. 188.

[9] Elena de White, Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1992), p. 93.

[10] Elena de White, Mensajes selectos (Miami: Asociación Publicadora Interamericana; 2000), t. 3, p. 51. Original inglés en Testimonies for the Church, t. 5, p. 691.

[11] Frank Hasel, “O Uso das Escrituras por Ellen G. White”, en Quando Deus Fala, Alberto R. Timm y Dwain N. Esmond, eds. (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2017), p. 352.

[12] Alberto R. Timm, “The Authority of Ellen White’s Writings”, en Understanding Ellen White, Merlin D. Burt, ed. (Nampa, ID: Pacific Press, 2015), pp. 56, 57.

[13] Timm, Understanding Ellen White, p. 57.

[14] Elena de White, Carta 11, 1894. En Mensajes selectos (Asociación Publicadora Interamericana; 2000), t. 3, p. 31.

[15] Ibíd., pp. 31, 32.

[16] Ibíd.