Más de mil pastores y novecientos educadores que están sirviendo o ya sirvieron a la causa de Dios y, en el caso de los profesores, a la causa de la educación, fueron sus alumnos. Ya viajó casi un millón y medio de kilómetros a fin de participar en eventos de la Iglesia Adventista: conferencias y seminarios, y predicaciones ante congregaciones de jóvenes de todo el Brasil. Nos estamos refiriendo al pastor Orlando Rubén Ritter, nacido hace ochenta años en Porto Alegre, Río Grande do Sul, Rep. del Brasil. Cuando tenía 2 años de edad, su familia se trasladó a Curitiba, Paraná, y después se radicó definitivamente en São Paulo. Durante seis años estudió en escuelas primarias adventistas en Curitiba y Santo Amaro, y por similar período fue alumno interno del Instituto Adventista de Ensino (1AE), que en la actualidad es el Centro Universitario Adventista de São Paulo (UNASP – Campus 1).
De acuerdo con el deseo de sus padres, debía haber seguido en el seminario para estudiar Teología, pero Dios tenía otros planes. A pedido de la iglesia, ingresó en la Universidad de São Paulo (USP), donde recibió su licenciatura en Matemáticas y Física. Posteriormente, alcanzó una maestría en Educación por la Universidad Andrews, Estados Unidos.
En 1944, el mismo año en que comenzó a estudiar en la USP, inició sus actividades como profesor del Colegio Adventista Brasileiro (CAB), donde también se desempeñó como administrador, ya que fue director interno y decano de la Facultad de Teología durante los sesenta años en que sirvió en esa institución. Entre los años 1955 y 1962, sin reducir sus actividades en el IAE, dirigió, con el profesor Nevil Gorski, la Iglesia de Santo Amaro. Allí ayudó a concluir la construcción de la Escuela Adventista José Bonifacio, la misma en la que estudió durante su infancia, y fue ordenado al ministerio en 1962.
Respetado y admirado por sus alumnos, el pastor Ritter mantiene en este diálogo con Ministerio su misma firmeza característica en defensa de los principios que deben orientar la educación cristiana adventista y la excelencia pastoral.
A continuación, publicamos los principales párrafos de esta entrevista, que es sencillamente una clara exposición de principios rectores, tal como lo hacía cuando dictaba clases a sus alumnos.
Ministerio: ¿Cómo llegó a ser usted pastor y profesor?
Pastor Ritter: De acuerdo con los planes de mis padres, yo debía prepararme para las tareas pastorales. Pero los dirigentes de la antigua Unión Brasilera del Sur, que en ese entonces se extendía desde Sao Paulo hasta Río Grande do Sul, tenían en vista el fortalecimiento de la enseñanza en el Colegio Adventista Brasileiro. Se me pidió entonces que me preparara a fin de servir como profesor, hecho que al principio desagradó a mi padre. Como compensación, y seguramente porque era la voluntad de Dios, fui durante seis años uno de los dirigentes de la Iglesia de Santo Amaro, y terminé siendo pastor también.
Ministerio: ¿Cómo se siente al estar jubilado? ¿Qué cosas haría de manera diferente si pudiera comenzar de nuevo?
Pastor Ritter: La jubilación, especialmente para alguien que trabajó durante sesenta años en la misma institución, hace que uno se sienta diferente. Pero la preparación para esa nueva etapa de la vida se debe desarrollar durante todos los años de trabajo. se la debe hacer de tal manera que, al llegar el momento de la jubilación, la persona pueda experimentar lo que escribió el profeta al referirse al Mesías: “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho” (Isa. 53:11). Me gustan las palabras de la educadora Elena G. de White, cuando manifiesta que en nuestros trabajos concluidos sentimos una alegría semejante a la que experimentó el Creador en momentos cuando, al terminar la semana de la Creación, vio que todo lo que había hecho era “bueno en gran manera” Si yo pudiera comenzar de nuevo, haría casi todas las cosas de la misma manera, porque creo que Dios guió mi vida a lo largo de estos sesenta años; tengo evidencias palpables de esta bendita realidad.
Ministerio: Al haber dedicado usted gran parte de su vida a la educación, ¿está de acuerdo con la idea de que el crecimiento de las instituciones de enseñanza puede amenazar ciertos principios relativos a la formación de los jóvenes? Se han adoptado nuevos métodos y filosofías, y el mismo estilo de vida de los internos ha cambiado bastante. ¿Es bueno este cambio o es necesario volver a lo anterior?
Pastor Ritter: Estoy de acuerdo en que el crecimiento de las instituciones, acompañado de cambios en los conceptos y las nuevas ideas, contribuye para que en ciertos aspectos corramos el riesgo de desviarnos del rumbo educacional establecido al principio; y es interesante notar que ese rumbo original contribuyó al crecimiento de nuestras instituciones educativas. Hoy, incluso los legos en educación adventista perciben la necesidad de una constante vigilancia para no desviarnos de ese rumbo. ¡Cuánto más la debe percibir alguien que sirvió durante sesenta años en esa misma área y en la misma institución! En efecto, no podemos perder el rumbo educacional que se trazó en los comienzos de la iglesia, a partir del tratado “Una educación adecuada”, escrito en 1872 por la consejera educacional ya mencionada, Elena de White, año en que se fundó la primera escuela de iglesia en Battle Creek, Michigan, Estados Unidos. Otros tratados escritos por la misma autora aparecieron después, proponiendo rumbos para una educación naciente, y culminaron con la publicación, en 1903, del libro La educación, en cuya página 27 leemos que “los grandes principios de la educación son inmutables. Están ‘establecidos para siempre jamás’ ”. Después de haber sido firmemente probados durante 25 años en el Colegio de Battle Creek, esos principios se aplicaron a escala mundial en la primera mitad del siglo XX: en el Colegio Spicer de la India, en el Colegio de Solusi, en África, en Friedensau de Alemania, y también en el Colegio Adventista Brasileño, por dar sólo algunos ejemplos. La primera mitad del siglo pasado fue testigo del período áureo de la educación adventista en el mundo y en el Brasil, con sus incomparables escuelas de iglesia y colegios superiores; incomparables por cierto desde el punto de vista de la educación. Con todo, el crecimiento desmedido, las nuevas ideas, las modas y la secularización cambiaron los procedimientos en algunas instituciones. Pero nunca debemos olvidar que la prueba fundamental de los procedimientos y las actividades relacionados con nuestro rumbo educacional es la de restaurar la imagen de Dios en el educando. Si la filosofía que se desea implantar contribuye a eso, entonces es buena. En caso de duda, debemos esperar hasta que queden bien claros los caminos por medio de los cuales se desea alcanzar ese sagrado objetivo. Sólo entonces podremos implantar con seguridad el nuevo concepto. Aprecio la declaración de Elena de White que dice: “Vuestra obra no consiste en plasmar belleza en la tela ni en esculpirla en el mármol, sino en grabar en el alma humana la imagen del Creador”.
Ministerio: Se nos ha dicho que “no hay nada más importante que la educación de nuestros jóvenes y niños”. Por favor, comente esta declaración a la luz de las funciones que desempeñan la iglesia, la escuela y la familia.
Pastor Ritter: Frente a la afirmación de que la obra de la educación y la de la redención son idénticas, se infiere que la educación de nuestros jóvenes y niños tiene prioridad tanto cuando se trata de la planificación familiar como cuando tiene que ver con las actividades financieras y académicas de nuestras escuelas. Debemos volver al concepto de que la educación adventista es una educación impartida por adventistas, para adventistas y de acuerdo con los principios adventistas. En una de las actas de la Asociación de Río Grande do Sul, de abril de 1917, leemos lo siguiente: “Votado, prestar la suma de 250 mil reales al Hno. Amador dos Reis para que estudie un año en el Colegio Adventista, debiendo devolver más tarde 150 mil reales de esa cantidad”. Años después, José Amador dos Reis fue el primer brasileño ordenado al ministerio pastoral, y durante su gestión se construyó y se inauguró, en 1929, lo que hoy es la Iglesia Central de Sao Paulo. Todo comenzó cuando la iglesia le dio prioridad, con apoyo tangible, a la educación de un joven.
Ministerio: ¿Cuán abarcante y significativo es para usted el verbo “educar” en su relación con el docente, su ejemplo, su manera de tratar a los alumnos y los objetivos que tiene para ellos?
Pastor Ritter: Educar -que también significa desarrollar- es mucho más que dictar clases, enseñar, transmitir informaciones o “pedagogizar”. El proceso de educar es una profunda interacción humana, que va acompañada de una buena manera de modelar tanto en lo personal como en lo ambiental. El docente educa tanto por medio de lo que enseña como por lo que no enseña, mediante su carácter y su personalidad. Por eso, se ha formulado esta declaración: “Nunca se enseña una sola cosa, porque se enseña lo que se quiere y también lo que no se quiere; y muchas veces se enseña mejor lo que no se quiere que lo que se quiere”.
Ministerio: Siendo que usted también ha sido formador de pastores, ¿de qué manera compara los peligros y los desafíos que enfrentan los maestros con los que amenazan hoy a los pastores y sus familias?
Pastor Ritter: Tanto el ministerio pastoral como el magisterio están rodeados de nuevos desafíos como consecuencia de las nuevas ideas, necesidades y modas, y por los ataques arteros que tienden a reflejar y alterar las formas, y que afectan la permanencia de las instituciones. Diversas formas de amoralidad e ilegalidad han logrado introducirse, de modo que ciertas actitudes y conductas, censurables en el pasado, hoy carecen de importancia y se las considera “normales”. Y, para que eso suceda, sencillamente no es necesario hacer nada ni en la escuela ni en la iglesia: basta con dejar de combatirlas. Por eso, se deben cultivar los lazos familiares, y se deben cuidar y proteger las estructuras de la organización. Creo -y la experiencia me lo ha enseñado- que un modo seguro de enfrentar estos desafíos consiste en levantar un altar en el seno de la familia, en el hogar, para que padres e hijos puedan adorar juntos. Un altar con cuatro costados, para proveer, en al ámbito familiar, enseñanza, unión, protección y salvación. No hay gloria mundana que compense el fracaso en el hogar. El compañerismo y la supervisión amorosa son antídotos adecuados contra la destrucción de la familia, tan común hoy en día, para lo cual no son inmunes ni los miembros de la iglesia ni las familias pastorales. “Y mi pueblo habitará en moradas de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo”, dijo el profeta (Isa. 32:18).
Ministerio: ¿Cómo puede tener éxito en su trabajo un pastor, si consideramos que este mundo está cada vez más secularizado e indiferente a las cosas espirituales?
Pastor Ritter: Sin duda es lícito que el pastor busque con humildad el éxito, incluso en el contexto de su apostolado. Éxito en la evangelización, en la predicación, en la atención de las almas; lo que, en realidad, constituye una profunda interacción personal y humana. A su vez, el reconocimiento -uno de los mayores motivadores de la conducta- puede proveer el estímulo necesario para la búsqueda del éxito, y eso hasta el día en que el Pastor supremo diga: “Bien hecho”, en la consumación de los siglos. Para alcanzar el éxito en el mundo actual, se debe aconsejar al pastor, tanto durante su formación como durante su ministerio, que confíe en Dios, que se mantenga en comunión con él, que busque su protección, que procure y permita la dirección divina y la conducción del Espíritu Santo. Debe recordar que el púlpito es la ciudadela y la gloria del pastor. La predicación es su voz. Por eso, el sermón debe tener un contenido eminentemente bíblico, debe estar bien estructurado, y debe basarse en el estudio profundo y la buena cultura general. El tema escogido debe ser el resultado del conocimiento de las necesidades de su congregación, de una buena percepción y una delicada sensibilidad. El sermón debe ser bien presentado, con el lenguaje correcto y los matices adecuados de la voz. Debe ser provechoso para la iglesia en general, y debe tomar en cuenta sus diversos niveles sociales y culturales. Por sobre todo, debe ser bien dicho y bien practicado. Cada sermón debe ser más que una obra de arte: debe ser vivido y vivido, como siempre les digo a los docentes.
Ministerio: La Asociación General de la Iglesia Adventista publicó y recomendó la divulgación de un documento titulado ‘Afirmación de la Creación”. Como profundo investigador de las cuestiones científicas, ¿qué puede decirnos usted acerca de este asunto?
Pastor Ritter: El tema de la Creación es crucial para el mundo moderno y posmoderno, si se tiene en cuenta que la comunidad científica tomó partido en favor de la teoría materialista de la evolución como sistema de pensamiento, sin dejarle lugar a Dios. Esa decisión no es consecuencia de evidencias irrefutables. Es, en realidad, el fruto de actitudes y posturas intelectuales supuestamente científicas. Hay muchos tramos insuperables en la columna evolucionista, si dependemos del trío integrado por la casualidad, el tiempo y la selección natural. Muchos son evolucionistas porque especialmente la arrogante comunidad científica lo es. Pero también hay una posición intermedia que es sumamente preocupante: el evolucionismo teísta, que cree que Dios creó el mundo, pero no en seis días literales. Esa postura penetra cada vez más en las comunidades religiosas letradas, y se agrava cuando le añadimos el hecho de que no creen en la literalidad de los primeros capítulos del Génesis, con lo que invalidan prácticamente el texto bíblico en su totalidad. Contra esa tendencia y otras afines es necesario reforzar, como se lo está haciendo, la posición creacionista de nuestra iglesia. Al mismo tiempo, deberíamos insistir en la enseñanza de Biblia en nuestras escuelas, en todos sus niveles, disciplinas y lugares.
Ministerio: La Asociación General también votó otro documento relativo a los principios que deben orientar la cuestión de la música en la iglesia.
Pastor Ritter: En este caso, me gusta pensar en lo que llamaría equilibrio juicioso. Se trata de que cuando se desarrolla una actividad de índole estética, se debe mantener un juicioso equilibrio entre los elementos emocionales, intelectuales, técnicos y espirituales de aquélla. Esto se basa en lo que enseña Elena de While (Review and Herald, 24 de noviembre de 1899). Este principio tiene que ver especialmente con la práctica musical, y determina que en ésta se debe evitar la tendencia de tratar de causar impresión mediante la distorsión deliberada de la melodía y el ritmo, y otras modalidades extrañas que están en boga en las iglesias y las escuelas. En la música religiosa, el mensaje debe tener preponderancia sobre la melodía y el ritmo, y la preocupación excluyente debería ser honrar y glorificar a Dios, además de promover la mejoría y el desarrollo de la naturaleza moral del hombre.
Ministerio: En su opinión, ¿cuál es la mayor necesidad de la iglesia y los pastores en la actualidad?
Pastor Ritter: Desarrollar una visión que equilibre lo inmediato -el aquí y ahora- con lo mediato y lo trascendente: con el mundo del después y el más allá. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Estamos inmersos en el mundo posmoderno, pero no pertenecemos al mundo “mundano”. Estamos en el mundo poscristiano, pero continuamos siendo cristianos de todos modos.
Ministerio: Hemos oído que usted está proyectando publicar un libro acerca de una de sus especialidades. ¿A qué tema se va a referir dicha obra?
Pastor Ritter: Creo que ha llegado el tiempo en el que se debe hablar menos y escribir más. Pero todavía no tengo definido acerca de qué voy a escribir.
Ministerio: ¿Cuál es la última lección de esta “clase maestra” para los pastores de la División Sudamericana?
Pastor Ritter: Elijan un buen modelo. Sean buenos modelos, para que la gente los imite. Que el Pastor Supremo sea su Modelo. Sean buenos modelos, como subpastores de este Pastor. Los que avanzan al frente de la gente, marcando el paso y esperando que los sigan, deben dar pasos acertados, y avanzar por caminos certeros y firmes.
Sobre el autor: Pastor jubilado, ejerció altas funciones docentes y administrativas en instituciones de la Iglesia Adventista.