Por qué es tan necesario el trabajo misionero en favor de los niños y cómo enfocar la tarea del evangelismo con y por los niños.

            Cuando Jesús nos dio la Gran Comisión (Mat. 28:19, 20) de llevar el evangelio a todos los pueblos del mundo, yo creo que también estaba incluyendo a los niños. Si bien evangelizamos a los adultos, no debemos olvidar que los niños también necesitan del Señor. De hecho, millones de niños, especialmente en la Ventana 10/40, nunca han oído el nombre de Jesús. Nuestro deseo es llevarlos a Jesús y prepararlos para encontrarse con él cuando regrese.

            Wess Stafford, presidente emérito de Compassion International, aboga por la necesidad de hacer un gran cambio de paradigma en el pensamiento de nuestra iglesia. Considera que los niños son demasiado importantes, y sumamente amados por Dios, como para ser olvidados o abandonados a su suerte. Los niños nos pertenecen a todos nosotros; estamos obligados a intervenir en su defensa.[1] Debemos invertir en su bienestar espiritual. Por esto, debemos ser deliberados.

Misión por los niños

            ¿Por qué debiéramos trabajar por los niños? Estas son algunas razones por las cuales tenemos que comprometernos en la misión por los niños:

Los niños son valiosos para Jesús.

            Jesús reconoció la importancia de los niños y los jóvenes. Los discípulos le preguntaron: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que, si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mat. 18:1-6).

            ¿Hemos escuchado realmente lo que enseña Jesús sobre el lugar de los niños en el Reino de Dios? Los niños nos enseñan fe y discipulado, al mostrarnos a los adultos cómo arrepentirnos humildemente y confiar en el Dios de salvación. Cuando los recibimos, estamos aceptándolos y respetándolos como Cristo mismo lo hizo. Fíjense que Jesús dejó bien en claro que, si los descuidamos, abusamos de ellos o los alejamos de la fe en Cristo, enfrentaremos un juicio severo por parte de Dios mismo.

            En la Biblia, vemos ejemplos de cómo Dios utilizó a niños para transformar su mundo. ¿Recuerdan a Samuel, que era tan solo un niño, pero fue usado por Dios para comunicar un mensaje necesario, pero difícil, a Elí, el sumo sacerdote (1 Sam. 3)? Josías fue un niño rey a quien Dios usó para reformar la situación religiosa de Judá y traer al pueblo de regreso a Dios (2 Rey. 22).

            Dios se valió de niños y jóvenes como instrumentos especiales en un momento especial. Ellos son valiosos en la obra del Reino del Salvador. ¿Podemos nosotros hacer menos que esto?

Muchos niños viven en la Ventana 10/40.

            El estudio de Luis Bush sobre cómo alcanzar y evangelizar a niños en la Ventana 10/40 revela números fascinantes sobre este grupo (de entre cinco y catorce años) en todo el mundo. India está primera en la lista. Con 20% menos de población que China, India tiene una población de niños y jóvenes más de un 30% mayor. Esto se debe a la política china de único hijo por familia. Nigeria e Indonesia, que tienen la mitad de población comparadas con los Estados Unidos, tienen de hecho más niños y adolescentes en números absolutos. En los Estados Unidos, el 25% de los casi 42 millones de niños en edad escolar son hispanos, a pesar de que los hispanos representan solamente el 15% de la población tota[2]l. Y, como lo indica el mapa, en países de África y de Medio Oriente, como Afganistán, Paquistán y otros, entre el 40 y el 50% de la población tiene menos de quince años.

            En la Ventana 10/40 vive el 65% de la población mundial y la mayor parte (86%) de los grupos étnicos no alcanzados. Estas personas nunca oyeron el nombre de Jesús; no tienen la Biblia y tienen muy pocos amigos y vecinos cristianos. La mayoría de budistas, hinduistas, taoístas y musulmanes del mundo viven en la Ventana 10/40. Y dentro de esta ventana hay muchos niños que necesitan conocer al Salvador y ser preparados para su regreso.[3]

Los niños son más receptivos.

            Grandes teóricos del desarrollo como Erik Erikson, Jean Piaget y Lawrence Kohlberg coinciden en que existen períodos críticos, o períodos sensibles, en los primeros años de la infancia, en los cuales se forman, positiva o negativamente, los valores, la moralidad, el razonamiento cognitivo, la cosmovisión y las perspectivas de vida.[4]

            Wess Stafford, de Compassion International, se expresa con la misma creencia de que el espíritu de un niñito guarda mucha semejanza con el cemento húmedo. Cuando un niño es pequeño, es muy fácil dejar en él una impresión que puede durar toda la vida.6

            En la revista Nutbrown, del Reino Unido, sobre educación en la infancia temprana, Cathy Nutbrown afirma que “el amor y el cuidado que reciben los niños de sus familias […] son fundamentales para su crecimiento y desarrollo sanos. Los padres influencian los valores, los comportamientos y las ambiciones de los niños, y sientan las bases de quiénes son sus hijos y qué pueden llegar a ser”.[5]

            Elena de White sostenía una idea similar, cuando decía: “No se puede exagerar la importancia de la educación precoz de los niños. Las lecciones que aprende el niño en los primeros siete años de vida tienen más que ver con la formación del carácter que todo lo que aprende en los años futuros”.[6]

            En otra ocasión, la Sra. de White también declaró: “Es todavía verdad que los niños son más susceptibles a las enseñanzas del evangelio; sus corazones están abiertos a las influencias divinas, y son fuertes para retener las lecciones recibidas”.[7]

            El estudio de George Barna indica que 32% de quienes aceptan a Jesús como su Salvador personal son niños de entre 5 y 14 años. Advierte que si las personas no aceptan a Jesús antes de cumplir trece años, las posibilidades de que lo hagan más adelante son bastante bajas.[8]

Los niños pueden convertirse en misioneros

            Desde un punto de vista misionero, nuestro interés en el grupo de cuatro a catorce años no se sostiene solamente en que ellos son receptivos, sino también en el hecho de que pueden convertirse en agentes eficaces para llevar adelante la Gran Comisión. Una vez que se lo dices a un niño, se lo cuenta al mundo. ¡Los niños son nuestros mejores evangelistas! Clifferson Araujo dos Santos, de Manaus, Rep. del Brasil, dirige un grupo pequeño de unos 23 o 28 niños en su barrio, muchos de los cuales son pobres o tienen padres presos. Les muestra un video de una historia bíblica y luego los dirige en un estudio sobre esa historia. Cada niño recibe una Biblia, y ellos subrayan con mucho fervor los versículos bíblicos, al participar del estudio. Con solamente once años, Clifferson es un verdadero misionero que trabaja predicando el evangelio.

            Elena de White nos recuerda que “ejércitos enteros de niños pueden colocarse bajo la bandera de Cristo como misioneros. […] Nunca rechacéis el deseo de los niños de hacer algo para Jesús, el Maestro […]. Nunca apaguen su pasión por trabajar de algún modo por el Maestro”. [9]

Necesitamos alcanzar a los niños de las ciudades

             Así como hemos señalado que muchos niños menores de quince años se encuentran en la Ventana 10/40, dentro de esta ventana muchos viven en grandes ciudades. Las ciudades del mundo presentan a la Iglesia Adventista del Séptimo Día un imponente desafío de evangelismo, a medida que más personas de comunidades rurales se mudan a grandes ciudades donde pueden conseguir empleo.

            Estadísticas de Christianity Today determinan que, en 2008, por primera vez en la historia la población del mundo estaba dividida en partes iguales entre las zonas rurales y las urbanas. “Menos del 30% de los 2,5 mil millones del mundo en 1950 vivían en ciudades. Para 2050, este porcentaje será el 70%, de una población mundial estimada de 10 mil millones, según las Naciones Unidas”.[10] De hecho, Elena de White promueve con insistencia esta tarea:

“No hay cambio en los mensajes que Dios ha enviado en el pasado. La obra en las ciudades es la obra esencial para este tiempo. Cuando se trabajen las ciudades como Dios desea, el resultado será la puesta en operación de un poderoso movimiento cual nunca se ha visto”.[11]

            La iglesia necesita hacer esfuerzos deliberados y serios al planificar su misión para los niños dentro de la iglesia y de la comunidad. En sus planes estratégicos, debieran incluirse proyectos para evangelizar a los niños, como escuelas bíblicas de vacaciones, exposiciones de salud, campañas evangelizadoras, días de manualidades y campamentos bíblicos; proyectos que alcancen a los niños de la comunidad con el evangelio de amor.

Los niños en la misión

            Cuando los niños aceptan a Jesús como su Amigo especial, están inspirados para compartir a Jesús con sus amigos. En ese momento es que tenemos que involucrarlos en la misión local y en el extranjero. Podemos comenzar a capacitarlos para ser testigos de Cristo y para servir a otros desinteresadamente.

            De hecho, Elena de White aconseja: “Por sus preceptos y su ejemplo, los padres han de enseñar a sus hijos a trabajar por los inconversos. Los niños deben ser educados de tal manera que simpaticen con los ancianos y los afligidos y procuren aliviar los padecimientos de los pobres y los angustiados. Se les debe enseñar a ser diligentes en la obra misionera; y desde sus primeros años debe inculcárseles que, a fin de colaborar con Dios, han de ser abnegados y hacer sacrificios para beneficiar a los demás y hacer progresar la causa de Cristo”.[12]

            Lo que sigue son algunos de los beneficios que trae incluir a los niños en la misión.

Las vidas de los niños son transformadas

            Los niños y los adolescentes que participaron en la misión o en servicios comunitarios dan respuestas positivas. Vuelven a casa entusiasmados, e inspirados a reconsagrarse para un mayor servicio por los menos afortunados y para Dios.

            Chris, alumno del séptimo grado en la escuela de Spencerville, Maryland, EE.UU., participó de un proyecto misionero en Centroamérica orientado a construir una iglesia y organizar programas para niños. Su testimonio después de esto fue: “Los viajes misioneros cambiaron mi visión de la vida. Me han ayudado a pensar más en los demás y menos en mí mismo. Incluso hacer cosas pequeñas puede cambiar vidas. La misión es algo para mí”.

Los niños desarrollan compasión

            Debiera darse a los niños una oportunidad para responder ante las necesidades de su mundo. Comprometer a los niños haciéndolos ayudar en un refugio, orar por los enfermos y dar de su dinero y sus juguetes para víctimas de inundaciones, por ejemplo, los ayuda a desarrollar su compasión por los más desafortunados. Dar y servir desde la niñez los ayuda a llegar a ser adultos solidarios.

            Después de mudarse a los Estados Unidos, los hermanos Owino —Brian, Calvin y David— recibieron noticias de que algunos de sus primos habían muerto de HIV/SIDA. Entonces lanzaron el proyecto “Latas BCD”, a fin de recolectar fondos para ayudar a niños con HIV/SIDA en Malela, Kenia. Recolectaron latitas de gaseosa cada día después de las clases, luego las canjeaban por dinero y lo enviaban a huérfanos por causa del SIDA en el África. Han recolectado 33 mil dólares en cuatro años, y han ayudado a más de cuatrocientos de estos huérfanos.

Los niños aprenden a compartir a Jesús

            Cuando a los niños se los inspira y capacita para testificar y compartir el evangelio con sus amigos y compañeros de escuela, experimentan gozo al ver que otros aceptan a Jesús. Mateus Soares, de la Rep. del Brasil, comenzó a compartir a Jesús cuando tenía ocho años. Visitaba a sus vecinitos para orar por ellos, y luego los invitaba a su clase de estudio de la Biblia. Después de un tiempo, logró llevar a 25 personas al Señor, quienes se bautizaron en la iglesia.

            Elena de White señala que “durante sus primeros años, los niños pueden ser útiles en la obra de Dios. […] Desea que sean sus pequeños misioneros, que sacrifiquen sus propias inclinaciones y sus deseos de placer egoísta a fin de servirlo; y este servicio es tan aceptable para Dios como lo es el de sus hijos adultos”.[13]

Los niños aprenden a ser generosos

Los padres cuyos hijos han participado de proyectos o viajes misioneros, dan testimonio de que sus hijos llegan a ser más sensibles a las necesidades de los más desafortunados y son más generosos cuando donan su dinero para ayudar. De hecho, tienen mayor entusiasmo y fervor que muchos adultos, al juntar fondos para proyectos misioneros.

            Cuando mi marido y yo llevamos a nuestros dos hijos a repartir canastas con comida a las familias pobres y a ayudar a niños que vivían cerca de las vías del tren, notamos que, al llegar a casa, juntaron muchos de sus libros, juguetes y ropas para dárselos a los niños pobres.

Los niños aprenden a confiar en Dios

                        Después de participar en proyectos misioneros, los niños aprenden a confiar en la ayuda de Dios en situaciones difíciles. Una vez, un grupo de preadolescentes estaba ayudando a construir una iglesia en Guatemala. Cuando las lluvias amenazaban con destruir el techo, oraron fervientemente a Dios para que detuviera la lluvia hasta que el techo estuviera seco. Dios respondió a sus oraciones. Esta situación fortaleció su fe y confianza en Dios.

            Sí, es imperativo que veamos a los niños y los jóvenes como una fuerza crucial y estratégica que puede terminar la obra del Señor. Elena de White escribió: “En las escenas finales de la historia de esta Tierra, muchos de estos niños y jóvenes asombrarán a la gente por su testimonio de la verdad, que darán con sencillez, pero con espíritu y poder. […] En el cercano futuro, muchos niños serán dotados del Espíritu de Dios, y harán en la proclamación de la verdad al mundo una obra que en aquel entonces no podrán hacer los miembros adultos”.[14]

            Necesitamos sembrar en nuestros niños a una edad temprana las semillas del interés por la misión, si esperamos cosechar en los años por venir reclutas misioneros y personas que apoyen firmemente las misiones. El tiempo es breve. Jesús viene pronto. Involucren a nuestros niños ahora.

Sobre la autora: Doctora en Educación, directora del departamento de Ministerios del Niño de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland, Estados Unidos.


Referencias

[1] Wess Stafford, Too Small to Ignore: Why the Least of These Matters Most [Demasiado pequeños como para ignorarlos: Por qué estos más pequeños son los que más importan] (Colorado Springs, CO: Water brook ress, 2007).

[2] Luis Bush, “Raising up a New Generation From the 4/14 Window to Transform the World” [“Levantando una nueva generación de la Ventana 4/14 para transformar el mundo”], 4/14 Window Movement (“Movimiento Ventana 4/14”), consultado el 22 de marzo de 2015, www.4to14window.com/wp-content /uploads/2013/06/4-14%20Window%20Booklet%20 Full%20 Resolution.pdf

[3] Ibíd., Indonesia and Nigeria populations [sic] [Poblaciones de Indonesia y Nigeria].

[4] Angela Oswalt, “Sensitive Periods in Child Development” [“Períodos sensibles en el desarrollo del niño”], MentalHelp.net, actualizado el 17 de enero de 2008, www.mentalhelp.net/poc/view_doc.php?type=doc&id=7923&cn=28

[5] Cathy Nutbrown, Foundations for Quality: The Independent Review of Early Education and Childcare Qualifications, Final Report [Fundamentos para la calidad: La revista independiente de educación temprana y calificaciones para el cuidado de niños, informe final], junio de 2012, www.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/175463/Nutbrown-Review.pdf, p. 11.

[6] Elena de White, Conducción del niño, p. 177.

[7] __________, El Deseado de todas las gentes, p. 474.

[8] George Barna, Transforming Children Into Spiritual Champions [Transformando a niños en campeones espirituales] (Ventura, CA: Regal Books, 2003).

[9] White, That I May Know Him [A fin de conocerle, versión en inglés] (Washington, DC: Review and Herald Pub. Association, 1964), p. 42.

[10] Sarah Eekhoff Zylstra, “Urban Urgency: Missionaries Follow Migration to City Centers” [Urgencia urbana: Misioneros siguen la migración a centros urbanos], Christianity Today, 16 de agosto de 2010,www.christianitytoday.com/ct/2010/august/21.14.html.

[11] White, El ministerio médico, p. 403.

[12] __________, El hogar cristiano, p. 443.

[13] __________, Ibíd., pp. 442, 443.

[14] __________, Consejos para los maestros, p. 158.