Cuando el pastor necesita atención.
Los salmos escritos por David después del pecado que cometió con Betsabé ilustran bien el peso de la desobediencia sobre el ser humano (Sal. 32; 51). El pecador tiene que lidiar con un alto nivel de culpa, frustración y fracaso, algo que repercute directamente en su salud mental. Además de lastimar a quien lo comete, el pecado también causa dolor y sufrimiento a quienes batallan con las fallas de los demás. De este modo, los pastores son vulnerables a una serie de problemas de orden emocional.
Generalmente, el pastor acostumbra presentarse como más satisfecho con su trabajo que la media de la población, al mismo tiempo que reporta un alto nivel de estrés.[1] La salud mental del pastor puede tener un impacto significativo sobre su familia, sus iglesias, y hasta sobre las comunidades que alcanza con su influencia. De acuerdo con investigaciones, los pastores más jóvenes son más susceptibles al estrés y al burnout.[2] Entre los ministros que buscaron los servicios de salud, la prevalencia de trastornos de orden mental fue del 12,5 %, y un 47 % recibió algún tipo de diagnóstico psiquiátrico a lo largo de su vida.[3]
Factores de riesgo
Además de la especificidad propia de la actividad pastoral, problemas financieros, conyugales, doctrinales; conflictos con líderes, miembros de iglesia y otros pastores; y el exceso de trabajo son los principales generadores de estrés identificados entre los ministros.[4] Los problemas sistémicos enfrentados por los líderes religiosos tienen un impacto mayor en su salud general que los incidentes específicos relacionados con miembros de su congregación.[5]
Como consecuencia de esta variedad de situaciones, los pastores son forzados a luchar con una gran carga emocional. En sí, las emociones son neutras; es decir, no son positivas ni negativas, y cumplen un importante papel en la vida de todo ser humano en la regulación del comportamiento. Buscamos lo que produce buenas emociones y evitamos lo que genera emociones desagradables. El punto es que las emociones y las sensaciones desagradables también forman parte de la vida, y la dificultad al lidiar con ellas es real. Al bregar con sus propias angustias, pocos pastores buscan apoyo emocional.
Trastornos comunes
Los principales diagnósticos entre los pastores son los trastornos depresivos (16,4%), del sueño (12,8 %) y ansiedad (9, 4 %).[6] En comparación con los líderes de otras corrientes religiosas, los ministros protestantes presentan un mayor estrés relacionado con el trabajo,[7] además de ser especialmente susceptibles al burnout.[8]
La búsqueda de apoyo psicológico y psiquiátrico ante los síntomas relacionados con enfermedades, como trastornos del humor (depresión, trastorno afectivo bipolar), de ansiedad y relacionados con estresores (estrés, burnout) es, todavía, blanco de los prejuicios y del poco conocimiento. La ausencia de dolor físico y localizado o de señales corporales claras son elementos que dificultan vincular ciertos problemas con la salud mental. Es como un dolor silencioso y persistente.
Estas enfermedades son el resultado de la interacción multifactorial entre los patrones de comportamiento y el organismo. Algunos de estos factores involucran la constitución genética, la vulnerabilidad, la sensibilización adquirida, la repetición de situaciones, la perspectiva temporal del futuro, el estado emocional actual y la historia individual.
Algunos síntomas generales involucran el cambio de humor, la alteración del apetito y el peso, el insomnio o hipersomnia, el retraso o la agitación psicomotora, la fatiga o la pérdida de energía, la disminución de la capacidad de concentración, sensaciones de culpa o de fracaso, pérdida del interés en actividades consideradas agradables y hasta pensamientos mórbidos. Es importante reconocer estos estados mentales y la necesidad de apoyo médico o psicológico.
Dificultades para la búsqueda de ayuda
Las nociones relacionadas con la salud y la enfermedad mental son factores que pueden facilitar o dificultar la búsqueda de ayuda especializada. Los pastores pueden presentar resistencia a los conceptos de la psicología y no comprender las enfermedades mentales que enfrentan. Pastores con depresión y síntomas psicóticos que tratan sus problemas solamente a partir de conceptos puramente religiosos son significativamente menos propensos a buscar ayuda profesional.[9] De este modo, las creencias equivocadas en relación con la salud mental pueden ser una barrera importante que impide la búsqueda de ayuda profesional adecuada. Algunas de esas incomprensiones incluyen:
Confusión entre posesión y enfermedad mental. Las interacciones negativas con la enfermedad mental incluyen el abandono de la iglesia y de la fe, equiparando la enfermedad con el trabajo de los demonios y sugiriendo que podría ser el resultado del pecado personal.[10]
Muchas veces, cuando los pastores aconsejan a sus miembros, abordan aspectos espirituales como la causa y la solución para todos los problemas emocionales de aquellos que los buscan. Raramente asocian esos problemas a trastornos mentales.[11] La posesión demoníaca puede ocurrir de modo independiente de la enfermedad mental, y la enfermedad mental puede ocurrir de modo independiente de la posesión, y ambas pueden estar asociadas.[12] Del mismo modo, al lidiar con sus propias luchas, algunos pastores tienen dificultad al distinguir la diferencia entre cuestiones psicológicas y espirituales.
La depresión como algo que mancha el ministerio. Hay una acentuada confusión entre la espiritualidad y los estados depresivos. La tristeza es entendida como espiritualidad al asociarla al arrepentimiento y a la culpa, pero cuando se vuelve incapacitante es vista como ausencia de Dios en la vida. La depresión es una enfermedad médica, y no un defecto de carácter. Cuando es tratada, la recuperación es la regla, y no la excepción. Los tratamientos son efectivos, aunque sea alto el riesgo de recurrencia.
Jesús afirmó: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Juan 16:33). Aunque la tristeza forme parte de nuestra experiencia, Cristo nunca dijo que debíamos vencerla solos. En la hora de la aflicción necesitamos del apoyo familiar, comunitario y profesional.
Antes nadie sufría estas cosas. En el siglo IV a.C., Hipócrates describió la “bilis negra” (melancholía, en griego) como un cuadro de tristeza y apatía. En 1686, Théophile Bonet describió el cuadro “maníaco-melancholicus”, que es el equivalente a lo que hoy se entiende como trastorno afectivo bipolar.
La historia de la fuga de Elías y de cómo lo trató Dios es un testimonio de un episodio depresivo (1 Rey. 19). Es decir, la depresión ya fue descrita hace mucho tiempo. La diferencia es que, actualmente, podemos contar con más recursos para su tratamiento.
¿Qué tiene de estresante el trabajo de un pastor? En parte, a causa de los papeles importantes que desempeñan, los ministros a menudo se enfrentan a situaciones estresantes; entre ellas, el equilibro entre las demandas del trabajo y las de la familia, y la presión por resultados, muchas veces inherente al propio pastor, que los necesita para validar su propio llamado continuamente.
Aun así, la cuestión es que, a veces, algunos ministros toman responsabilidades que son incapaces de cargar y terminan sufriendo por eso.
La psicología se opone a la religión. Algunos pastores le tienen cierta desconfianza a la psicología, sus valores y sus formas de actuación. Sin embargo, la religión y la psicología pueden actuar de manera complementaria y es preciso superar la desconfianza mutua. La religión es una parte constitutiva de la historia individual, y el bienestar del ser humano pasa por la comprensión de su discurso por parte del terapeuta. La religión puede ser un aliado de la psicoterapia al ofrecer apoyo de la comunidad, adhesión al tratamiento y resistencia al sufrimiento. Por otro lado, la experiencia religiosa puede ser más rica cuando nos sentimos emocionalmente saludables.
La importancia de la psicoeducación
La búsqueda de ayuda psicológica es algo que también amplía la utilidad del pastor en su congregación. En primer lugar, porque podrá tratar mejor las propias inquietudes, distinguiéndolas de aquellas traídas por los miembros de iglesia cuando buscan su consejo. En segundo lugar, porque redunda en la ampliación de sus conocimientos sobre cuestiones referidas a la salud mental.
Como regla general, los ministros son el primer contacto de las personas que buscan ayuda por problemas emocionales.[13] Sin embargo, muchos entre ellos no se sienten adecuadamente capacitados para tratar con esas cuestiones.[14] El conocimiento relacionado con la salud y la enfermedad mental ayudaría a los pastores a visualizar a los profesionales del área como aliados, no como rivales.
Los ministros pueden desempeñar un papel relevante en la prevención de enfermedades mentales y en el apoyo a las personas en su proceso de rehabilitación. El apoyo de las comunidades religiosas a los grupos más propensos a los problemas relacionados con la salud mental es la expresión de uno de los resultados de la psicoeducación de los pastores. Por ejemplo, es sabido que la práctica religiosa permite que los ancianos afronten de manera más efectiva los problemas de salud mental.[15] Aquellos que están socialmente excluidos también pueden encontrar en las comunidades religiosas el soporte necesario para afrontar sus propias dificultades relativas al rechazo y a la ansiedad.[16]
En resumen, además de promover la salud individual, la búsqueda de ayuda psicológica por parte de los pastores puede proveer unas experiencias y conocimientos a estos líderes que resultarán en bienestar colectivo para sus familias, sus iglesias y para la comunidad bajo su influencia.
Sobre el autor: Docente en la Facultad Adventista de Bahia.
Referencias
[1] Andrew J. Weaver et al., “Mental health issues among clergy and other religious professionals: A review of research”, Journal of Pastoral Care & Counseling, t. 56, No 4, pp. 393-403.
[2] Maureen H. Miner, “Changes in burnout over the first 12 months in ministry: Links with stress and orientation to ministry”, Mental Health, Religion and Culture, t. 10, No 1, pp. 9-16.
[3] Francisco Lotufo-Neto, “The prevalence of mental disorders among clergy in São Paulo, Brazil”, Journal of Psychology and Theology, t. 24, No 4, pp. 313-322.
[4] Ibíd.
[5] Marjorie H. Royle, Insights into Stress Among Parish Clergy in the UCC (Nueva Jersey: Clay Pots Research, 2005).
[6] Lotufo-Neto.
[7] Kevin J. Flanelly et al., “A review of mortality research in clergy and other religious professionals”, Journal of Religion and Health, t. 41, No 1, pp. 57-68.
[8] Benjamin R. Doolittle, “Burnout and coping among parish-based clergy”, Mental Health, Religion and Culture, t. 10, No 1, pp. 31-38.
[9] Mikyong Kim-Goh, “Conceptualization of mental illness among Korean-American clergymen and implications for mental health service delivery”, Community Mental Health Journal, t. 29, No 5, pp. 405-412.
[10] Matthew S. Stanford, “Demon or disorder: A survey of attitudes toward mental illness in the Christian church”, Mental Health, Religion & Culture, t. 10, No 5, pp. 445-449.
[11] Matthew Stanford y David Philpott, “Baptist senior pastors’ knowledge and perceptions of mental illness”, Mental Health, Religion & Culture, t. 14, No 3, pp. 281-290.
[12] Samuel Southard, “Demonizing and mental illness (2) the problem of assessment: Los Angeles”, Pastoral Psychology, t. 34, No 4, pp. 264-287.
[13] Janeé R. Avent, Craig S. Cashwell y Shelly Brown-Jeffy, “African American pastors on mental health, coping, and help seeking”, Counseling & Values, t. 60, No 1, pp. 32-47.
[14] Kim Stansbury y Mitzi Schumacher, “An exploration of mental health literacy among African American clergy”, Journal of Gerontological Social Work, t. 51, No 1-2, pp. 126-142.
[15] Paul Brat, “Aging, mental health and the faith community”, Journal of Religious Gerontology, t. 13, No 2, pp. 45-54.
[16] Lynne Friedli, “Social and spiritual capital: Building‘emotional resilience’ in communities and individuals”, Political Theology, t. 2, No 2, pp. 55-64.