Cuando Adán y Eva fueron echados del jardín del Edén, Eva se dirigió a Adán y preguntó: “¿Qué va a pasar con nosotros ahora?” Y Adán replicó: “¡Estamos a punto de experimentar una abrupta transformación socioeconómica!”
¡Al menos ésa es la forma en que la conversación se hubiera desarrollado si los ministros proclives al uso de la jerga especializada hubieran podido registrarla! El editor de temas religiosos de la revista Time regañó hace poco con estas palabras -suavemente sarcásticasa los eruditos protestantes que gustan de usar un vocabulario muy elevado: “Ningún teólogo de hoy digno de su doctorado se atrevería a hablar de predicación o enseñanza. Las formas de moda son kerugma y didajé”.
Si usted ha de ser un pastor que traiga bendición a su congregación, evite la jerga sin alimento del profesional, hecha impresionante y oscura por el uso del griego o del alemán y con andanadas de sílabas, casi sin sentido hasta que se las reduce a términos más simples. Se dice de nuestro Señor que “gran multitud del pueblo le oía de buena gana” (Mar. 12:37). En las espumas del habla de todos los días el almidón de las escuelas debe ser convenientemente lavado. Todos los evangelistas poderosos a través de los siglos han sido hombres que expusieron las Escrituras y presentaron a Cristo de una manera sencilla, directa y al punto.
Agustín dijo una vez: “Una llave de madera no es tan hermosa como una de oro, pero si puede abrir la puerta en la que la de oro no sirve, es mucho más útil”. Lutero agregó: “Ninguno puede ser un buen predicador para la gente si no está dispuesto a predicar de manera que parezca infantil y tosca para algunos”. Juan Wesley escribía sus sermones completamente, y se los leía a su criada. Todas las palabras que ella no podía entender eran eliminadas.
Hoy, algunos “líderes” religiosos parecen creer que un sermón debe ser una declaración profunda sobre una cuestión sociológica o aun política. Tales ministros aparentemente se conciben a sí mismos como funcionarios del Parlamento. Si logran que se promulgue un decreto el mundo marchará mejor. Esa es la idea. Otros ministros, que apenas han ¡do un poco más allá de la sociología, ahora se consideran a sí mismos como teólogos y están investigando profundamente los misterios del universo. Pero ¿dónde deja esto a las pobres almas que están en su congregación?
Cuando Karl Barth, el famoso teólogo, visitó los Estados Unidos, algunos jóvenes estudiantes de teología lo interrogaron. Uno le pidió que pusiera en forma bien condensada su definición de la fe cristiana, esperando una larga declaración llena de términos teológicos con los cuales pudiera estar en desacuerdo y llevar a Barth a una profunda discusión intelectual. El teólogo suizo quedó en silencio por unos pocos momentos mientras reflexionaba. Entonces dijo: “Lo aprendí todo sobre las rodillas de mi madre. Sí, si tuviera que resumir el cristianismo, pienso que sería lo que mi madre me enseñó: ‘Jesús me ama, esto sé, porque la Biblia me lo enseña’ “.
A nadie le gusta tener que preguntarse a sí mismo después de haber ido a la iglesia: “¿Qué quiso decir el predicador?’’, o “Bueno, ¿qué tiene esto que ver conmigo?” Una respuesta tal generalmente ocurre no por falta de inteligencia de parte del oyente, sino por el uso de parte del predicador de jerga bíblica y teológica. ¿Quién puede disfrutar de un sermón si tiene que usar un diccionario o un glosario teológico? Muchos predicadores educados tienen dificultad para expresarse en “lenguaje de la calle”. En verdad, algunos demoran años en aprender cómo explicar las grandes ideas de la fe en palabras que el hombre promedio usa cuando discute cosas más simples. Pero el predicador debe traducir el lenguaje de los libros o estará predicando al viento, y su poderosa cháchara volverá sobre él, rechazada por su perpleja congregación. Comunicar efectivamente las riquezas insondables de la verdad de Dios es todavía nuestra principal tarea.
Una niña de once años había escuchado a los adultos a su alrededor hablar mucho de su brillante nuevo pastor. Después de escucharlo predicar por primera vez un sermón maravillosamente claro, ella dijo: “Papito, ese predicador no es tan inteligente. Entendí cada palabra que dijo”. Ese predicador no sólo era brillante, sino también sabio, porque había seguido el ejemplo de Jesús. Había predicado en un lenguaje que todos podían entender. Había predicado con poder.
Cuando hablo de sencillez en la predicación no estoy queriendo significar predicación superficial o liviana. Me refiero a la claridad de pensamiento y expresión, la habilidad de contar a otros lo que uno ha visto y sentido hasta que ellos vean y sientan por sí mismos. La niebla es buena para cierto tipo de legumbres; prosperan en su pegajosa humedad. Pero lo nebuloso tiene poco para ofrecer a los hombres. Algunos experimentos científicos han demostrado que un banco de niebla de 1 m de ancho, 2 m de espesor y 30 m de largo ¡contiene menos de una séptima parte de un vaso de agua! Nadie puede saciar su sed con la niebla; tampoco se puede bañar en ella. Hay una sola cosa que se puede hacer con la niebla, y es mantenerse alejado de ella. No había niebla alrededor del Evangelio cuando Cristo y Pablo lo presentaban.
Predicar un sermón debiera ayudar a la gente a vivir en un mundo difícil y complicado. A menudo he necesitado ayuda; todavía la necesito. Gracias a Dios he podido obtenerla a través de la predicación. Entonces, cuando me pongo de pie ante el público, mi gran deseo es, en el nombre de Cristo, ser de alguna ayuda a otros.
En toda predicación, entonces, seamos sencillos, claros, al punto y profundamente sinceros. Recordemos lo que Jesús dijo: “Apacienta mis corderos”… ¡no las jirafas! Algunos predicadores tienen el instinto de los aviadores: anuncian un texto, carretean por una corta distancia, entonces se elevan de la tierra y desaparecen en las nubes. Después de eso sólo se escucha el murmullo del motor, lo que significa que todavía están volando alto, muy alto, por encima de las cabezas de sus oyentes. Para cambiar la ilustración, un sermón debidamente presentado no debiera ser un aerolito sino un sol. Su verdadera prueba es: ¿Puede hacer que alguien crezca?
George Fox caminó una vez diez kilómetros, buscando orientación espiritual, para hablar con un ministro que tenía reputación de ser un gran ayudador. “Pero hallé que era apenas un barril hueco y vacío”, contó tristemente más tarde. El problema con nuestra predicación es que demasiado a menudo la gente viene buscando el agua de la vida, sólo para encontrar un barril vacío. Pero a veces encuentran agua: cuando el predicador, con sencillez y autoridad, proclama a Jesucristo.
Apaciente a su pueblo con el pan de la vida; hágalos beber profundamente del agua de la vida. Sea cuidadoso con no confundir la comunicación sencilla y fácil con el estudio superficial y la predicación vacía. Usted puede cavar profundamente, pero no tiene necesidad de aparecer seco y vacío. Use las herramientas profesionales que tiene en su hogar, pero lleve sólo la inspirada Palabra al púlpito. Con la ayuda de Dios, sus sermones pueden ser profundamente sencillos, y sencillamente profundos.
Sobre el autor: Morris Chalfant es pastor de la Primera Iglesia del Nazareno en Norwood, Ohio, Estados Unidos.